Varios economistas coinciden en que la mejor vía para detener al coronavirus y evitar el colapso económico consiste en invertir el dinero en realizar pruebas masivas y frecuentes. Los no contagiados podrían volver al trabajo mientras que los infectados permanecerían aislados hasta que se recuperaran
En el primer informe sobre el empleo Después de muchos estados de EE. UU. impusieran medidas de confinamiento y alejamiento social a causa de la pandemia de coronavirus (COVID-19), el Departamento de Trabajo de EE. UU. acaba de lanzar su primer informe de empleo a raíz de la situación. El documento afirma que 3,3 millones de personas soliticaron prestaciones de desempleo antes de la publicación. Una semana después, en la primera semana de abril, otras 6,6 millones de personas hicieron lo mismo, una cantidad casi inabarcable en comparación con el récord anterior de 695.000 personas, en 1982.
No obstante, por muy malo que parezca ese número, subestima y mucho el volumen real de la crisis, ya que no tiene en cuenta a los numerosos trabajadores a tiempo parcial, autónomos y trabajadores temporales que también están perdiendo su trabajo. Los economistas prevén una caída en el PIB de EE. UU. de entre 30 % y 50 % para el verano.
A finales de marzo, el presidente del país, Donald Trump, advirtió que no se podía permitir que "la cura fuera peor que el propio problema" y habló de volver a poner el país en funcionamiento para la Semana Santa, para lo que entonces solo faltaban dos semanas. El economista de la Universidad de Chicago (EE. UU.) y antiguo miembro del Consejo de Asesores Económicos del presidente de EE. UU., Casey Mulligan, avisó que "una proyección optimista" sobre el coste de cerrar los negocios no esenciales hasta julio era de casi 10.000 dólares (9.115 euros) por cada hogar estadounidense. Y explicó a The New York Times que paralizar la actividad económica para frenar el virus sería más dañino que no hacer nada en absoluto.
Al final, la Casa Blanca publicó algunos modelos que sugerían que dejar que el virus se propagara sin control podría acabar con la vida de hasta 2,2 millones de estadounidenses, según las proyecciones de varios epidemiólogos. Trump retiró sus llamamientos para una pronta reapertura de la actividad económica, extendiendo los consejos sobre el alejamiento social hasta finales de abril. Pero su argumento esencial se mantuvo: en la pandemia del coronavirus hay que buscar una dolorosa solución intermedia entre salvar la economía y salvar vidas.
Sin embargo, las pruebas científicas muestran que se trata de una dicotomía falsa. La mejor manera de limitar el daño económico será salvando la mayor cantidad de vidas.
Una nueva recesión
Parte de la dificultad para determinar las políticas actuales consiste en que la situación no tiene precedentes en la memoria viva. El economista laboral del MIT (EE. UU.) David Autor afirma: "Es imposible saber cómo cambiará el mundo. No hemos visto nada parecido en los últimos 100 años". En cualquier recesión o depresión previa, la solución económica siempre ha consistido en estimular la demanda de mano de obra para que los trabajadores vuelvan a trabajar. Pero en este caso, estamos parando la actividad económica deliberadamente y diciéndole a la gente que se quede en casa. "No se trata solo del nivel de la recesión. Es una situación cualitativamente diferente", añade el experto.
Uno de los mayores temores acerca de la recesión que se avecina es que los menos capaces de resistirla sean los más afectados: los trabajadores del sector servicios en restaurantes y hoteles con salarios bajos, y el creciente número de autónomos. Autor explica que cada vez hay más trabajadores sin título universitario debido a que los empleos de oficina y fabricación avanzada se han agotado. Y no cabe duda de que estas personas, que trabajan en el sector servicios con sueldos miserables e incluso en negro, son las que tendrán más dificultades. El experto señala: "Si en situaciones normales ya son vulnerables, esta complicada situación no hará más que agravar sus riesgos. Y cabe recordar que la situación en la que nos encontramos es realmente mala".
A finales de marzo, el país creó un paquete de estímulos dotado con casi dos billones de dólares para ofrecer a los trabajadores afectados y empresas los medios para aguantar el confinamiento y, cuando el brote esté bajo control, ayudar a reiniciar la economía.
Pero es casi seguro que esta cantidad no será suficiente, especialmente en las zonas más afectadas del país. Ciudades como Las Vegas y Orlando (ambas en EE. UU.), "lugares cuyos sectores de hostelería y ocio están enormemente desarrollados", se verán gravemente afectadas, afirma el coautor del informe de Brookings Institution que realiza este tipo de estimaciones, Mark Muro. Cualquier región con un gran sector servicios es especialmente vulnerable. Muro señala que muchos de estos lugares ni siquiera se han recuperado aún de la crisis financiera de 2008.
Las personas que entonces perdieron su trabajo mal pagado en el sector servicios ya estaban experimentando enormes tasas de mortalidad, algo que los economistas empezaron a definir como "muertes por desesperación", causadas por el alcoholismo, el abuso de drogas y el suicidio. La próxima crisis podría empeorar la situación.
¿Cuánto vale una vida?
Pero, dado que una pandemia sin control sería muy destructiva por sí misma para la actividad económica, el cierre de las empresas es la única opción real. Si decenas de millones de personas enferman y millones de ellas acaban muriendo, la economía sufrirá, y no solo la merma que la pandemia provocaría sobre la fuerza laboral. El miedo generalizado es malo para los negocios: los consumidores no volverán en masa a los restaurantes, no reservarán viajes en avión ni gastarán dinero en actividades que podrían ponerlos en riesgo de contraer coronavirus. En una reciente encuesta de destacados economistas realizada por la Escuela de Negocios Booth, el 88 % de los encuestados consideraba que "una respuesta política integral" debería incluir "una enorme disminución de la actividad económica" para mantener controlado el brote. Alrededor del 80 % pensaba que "abandonar el confinamiento severo" demasiado pronto conduciría a un daño económico aún mayor.
Cualquier medida para frenar las muertes por la COVID-19 tendrá enormes beneficios económicos posteriores. El economista de la Universidad de Chicago Michael Greenstone estima que incluso el alejamiento social moderado salvará 1,7 millones de vidas estadounidenses entre el 1 de marzo y el 1 de octubre, según los modelos de propagación de contagio realizados por el Imperial College de Londres (Reino Unido). Evitar esas muertes se traduce en un beneficio de alrededor de ocho billones de dólares (7,29 billones de euros) para la economía del país, o alrededor de un tercio del PIB de EE. UU. Lo ha estimado sobre la base de una medida económica que se usa ampliamente, el "valor estadístico de la vida". Y si el brote resulta menos severo que la predicción del Imperial College, Greenstone, prevé que el alejamiento social aún podría ahorrar unos 3,6 billones de dólares (3,28 billones de euros).
"No se trata de elegir si intervenimos o si reactivamos la economía normal", explica el economista de la Escuela Sloan del MIT Emil Verner, que recientemente analizó la pandemia de gripe de 1918 para buscar pistas sobre el brote actual. La experta señala: "Deberíamos decidir entre intervenir, lo que generará una economía muy mala a corto plazo que mejorará en el futuro, o no hacer nada, lo que podría provocar que la pandemia de descontrole y destruya totalmente la economía".
En líneas generales, Verner y sus coautores señalan que la pandemia de 1918 redujo la producción manufacturera nacional en Estados Unidos en un 18 %; pero las ciudades que implementaron restricciones con mayor antelación y las mantuvieron durante más tiempo tuvieron resultados económicos mucho mejores en el año posterior al brote.
Verner señala como ejemplo dos ciudades en concreto: Cleveland y Filadelfia (ambas en EE. UU.). Cleveland actuó de forma agresiva, cerró las escuelas y prohibió las reuniones al inicio del brote y mantuvo las restricciones vigentes durante mucho más tiempo. Filadelfia tardó más en reaccionar y mantuvo las restricciones durante aproximadamente la mitad del tiempo que Cleveland. No solo murieron muchas menos personas en Cleveland (600 por cada 100.000, en comparación con las 900 por cada 100.000 de Filadelfia), sino que su economía se desarrolló mejor y resultó mucho más fuerte en el año posterior al brote. En 1919, el crecimiento del empleo en Cleveland fue del 5 %, mientras que en Filadelfia rondaba el 2 %.
La economía actual es muy diferente: está más orientada a los servicios y mucho menos a la producción manufacturera que hace 100 años. No obstante, los ejemplos de estas dos ciudades resultan llamativos. Verner cree que incluso una interpretación conservadora de los datos indica que "no hay evidencia de que intervenir tenga un efecto peor para la economía". De hecho, lo más probable es que las medidas tuvieran un beneficio importante. "Una pandemia es tan destructiva que, en última instancia, cualquier política para mitigarla será buena para la economía", explica.
La cura, entonces, no es peor que la enfermedad. Pero es innegable que, por cada día que la actividad económica normal sigue paralizada, una enorme cantidad de estadounidenses pierden sus ingresos. Muchos ya viven de un sueldo a otro. En efecto, muchos podrán morir por la enfermedad de la desesperación. Las familias se desestructurarán bajo el estrés. Las ciudades más afectadas parecerán abandonadas. La urgencia de reactivar la economía no parará de crecer.
Sin embargo, varios economistas influyentes y expertos en atención médica aseguran que hay una manera de reiniciar rápidamente los negocios al tiempo que se preserva la seguridad pública.
Reactivar la economía
El economista de la Universidad de Nueva York (EE. UU.) y Premio Nobel de Economía Paul Romer parece desesperado: "Estamos atrapados en el trauma: destruir la economía o matar a más personas. [Hay tanta] "impotencia, tanta angustia". Aun así, cree que tiene una estrategia relativamente simple que "contendrá el virus y permitirá reactivar la economía".
La clave, según Romer, consiste en someter repetidamente a pruebas de diagnóstico a todos los asintomáticos para identificar a los contagiados. (Hay que suponer que las personas con síntomas ya tienen COVID-19 y deben tratarse como corresponde). Todos aquellos que den positivo deben aislarse; los de resultado negativo pueden regresar al trabajo, viajar y socializar, pero deben someterse a la prueba de diagnóstico cada dos semanas aproximadamente. Los del resultado negativo, podrían llevar una tarjeta afirmándolo que les permitiría subir a un avión o entrar libremente a un restaurante.
Las pruebas podrían ser voluntarias. Romer reconoce que algunas personas que den positivo podrían negarse o resistirse al confinamiento, pero asegura que "la mayoría de la gente quiere hacer lo correcto", y eso debería ser suficiente para frenar la propagación del coronavirus.
Para lograr analizar a todo el mundo con tanta frecuencia, Romer destaca las nuevas y más rápidas pruebas de diagnóstico, incluidas las de Cepheid y las del gigante farmacéutico Roche. Cada una de las mejores máquinas de Roche puede analizar 4.200 test al día; si se fabrican 5.000 de esas máquinas, se podrán someter a la prueba 20 millones de personas al día. El experto señala: "Está dentro de nuestra capacidad. Solo debemos trabajar un poco de metal y crear unas máquinas". Si se logra identificar y aislar a las personas infectadas con el virus, se podría permitir que el resto de la población vuelva a su trabajo.
Una encuesta realizada a principios de abril por la Escuela de Negocios Booth revela que el 93 % de los economistas coincide en que "un aumento masivo en las pruebas" sería necesario para "reactivar la economía". En un artículo titulado Respuesta nacional al coronavirus: una hoja de ruta para la reapertura, el antiguo director de la Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) Scott Gottlieb también defiende aumentar la realización de pruebas de diagnóstico y aislar a los contagiados en vez de confinar a toda la población. Del mismo modo, el presidente del Departamento de Ética Médica y Políticas de Salud en la Universidad de Pensilvania (EE. UU.), Ezekiel Emanuel, pidió un incremento de los test en un artículo publicado en el The New York Times titulado Podemos reiniciar la economía de manera segura en junio. Así es cómo. Además, los expertos médicos de la Universidad de Harvard (EE. UU.) han esbozado ideas similares en Un plan detallado para lograr que los estadounidenses vuelvan al trabajo.
Aunque los detalles de cada propuesta varían, todas giran en torno a la amplia realización de pruebas de varios tipos para saber quién es vulnerable y quién no, antes de arriesgarnos a volver al trabajo.
Sin embargo, nada parece indicar que a corto plazo vayan a realizarse pruebas de forma masiva y frecuente. Los kits de prueba y el equipo necesario para realizarlas aún son escasos. Muchos hospitales y médicos se quejan de la falta de las pruebas necesarias; y el CEO de Roche aseguró a finales de marzo que pasarán "semanas, si no meses" hasta tener una amplia realización de los test de diagnóstico del coronavirus en Estados Unidos.
Este tipo de inercia claramente frustra a Romer. Considera que el paquete de dos billones de dólares (1,82 billones de euros) aprobado por el Congreso de EE. UU. no son más que "cuidados paliativos" para la economía. Si se dedicaran 100.000 millones de dólares (91.153 euros) a los test, asegura que estaríamos "mucho mejor".
Algún día tendremos que reactivar la economía. Tal vez podamos aguantar hasta que la pandemia muestre signos de retroceso, o quizás el sufrimiento económico resulte intolerable tanto para los responsables como para los que viven en las regiones más afectadas. Si cuando llegue ese día no disponemos de las pruebas generalizadas, enviaremos a las personas de vuelta al trabajo sin saber si corren el riesgo de contraer el virus o contagiar a otros. "Lo estamos analizando de una manera equivocada", concluye Romer. Creer que algún día se podrá reiniciar la economía sin test masivos para comprobar si el brote está bajo control no es más que "una idea feliz".
Podría ser un proceso gradual: los que no estén contagiados y los inmunes podrían ser los primeros en regresar al trabajo. Pero si no hacemos pruebas no sabremos cómo gestionar la transición. En tal caso no habrá más que elegir entre la decisión de Trump: salvar la economía o evitar innumerables muertes.