Ya nadie duda de que la pandemia de coronavirus va a provocar una nueva crisis que afectará principalmente a mucha de la gente que todavía no se ha recuperado de la de 2008. Las demandas de prestaciones por desempleo se han disparado y las medidas gubernamentales parecen insuficientes
A estas alturas, ya casi no hay dudas de que la pandemia global del coronavirus (COVID-19) va a conducirnos a una grave recesión económica. Así que, a estas alturas, la pregunta no es cuán probable será esa recesión sino cuánto durará, y quizás lo más importante, quiénes serán los más afectados.
En EE. UU., donde las medidas de confinamiento y paralización de la actividad se activaron bastante más tarde que en España, unas 3,3 millones de personas ya solicitaron prestaciones de desempleo a mediados de marzo. Esta cifra ha batido un récord frente a la marca anterior, cuando la ayuda fue solicitada por 695.000 personas, en 1982. No obstante, por muy malo que parezca ese número, subestima y mucho la crisis real, ya que no tiene en cuenta a los numerosos trabajadores a tiempo parcial, autónomos y trabajadores temporales que también están perdiendo su trabajo.
Los economistas calculan que el número de empleos perdidos en EE. UU. será de alrededor de cinco millones hasta verano y que la economía de desplomará un 25 % en el segundo trimestre, que termina en junio. Por su parte, el director de la Reserva Federal de St. Louis (EE. UU.) prevé una tasa de desempleo del 30 % en EE. UU. y una caída del 50 % en el PIB para el verano. Está claro que nadie sabe con seguridad cuáles serán las cifras finales, en parte, porque nadie recuerda una crisis similar.
El economista del MIT y uno de los principales economistas laborales del mundo David Autor, afirma: "Es imposible saber cómo cambiará el mundo. No hemos visto nada parecido en los últimos 100 años". En cualquier recesión o depresión previa, la solución económica clave siempre ha consistido en estimular la demanda de mano de obra para que los trabajadores vuelvan a trabajar. Pero en este caso, estamos parando la actividad económica deliberadamente y diciéndole a la gente que se quede en casa. "No se trata solo del nivel de la recesión. Es una situación cualitativamente diferente", añade el experto.
La repentina caída del PIB significa una recesión con muchos empleos perdidos, pero a Autor también le preocupan las pequeñas y medianas empresas (PYME), ya que sus flujos de ingresos están desapareciendo. Aunque la mayor parte de la actividad económica se haya paralizado, las PYME todavía tienen que pagar sus facturas. Aunque en España, el Gobierno valora medidas como el retraso de los pagos del IVA, no cabe duda de que muchas de estas empresas se hundirán, algo que dificultará aún más la reactivación de la economía cuando el brote esté bajo control. Luego está la incertidumbre sobre cuánto tiempo hará falta para superar la enfermedad, y cualquier incertidumbre siempre es mala para los negocios.
Uno de los mayores temores acerca de la recesión que se avecina es que los menos capaces de resistirla sean los más afectados: los trabajadores del sector servicios en restaurantes y hoteles con bajos salarios, y el creciente número de autónomos. Autor explica que cada vez hay más trabajadores sin título universitario debido a que los empleos de oficina y fabricación avanzada se han agotado. Y no cabe duda de que estas personas, que trabajan en el sector servicios con sueldos miserables e incluso en negro, son las que tendrán más dificultades. El experto señala: "Si en situaciones normales ya son vulnerables, esta complicada situación no hará más que agravar sus riesgos. Y cabe recordar que la situación en la que nos encontramos es realmente mala".
Autor reconoce que parar la economía del sector servicios resulta "muy apropiado" y que resulta fundamental para frenar el brote, opina Autor. Pero eso significa que los trabajadores y negocios afectados necesitarán medios para aguantar el parón y poder reactivar su actividad cuando el brote esté bajo control.
En España, el Gobierno acaba de prohibir los despidos y la paralización total de cualquier actividad no esencial. Para paliar este parón, también ha anunciado que ofrecerá un permiso retribuido recuperable. Por su parte, EE. UU. ha dispuesto un paquete de estímulos dotado con casi dos billones de euros. Con este dinero, estadounidense que gane menos de 75.000 dólares (67.153 euros) al año recibirá una ayuda de unos 1.000 euros. Y por primera vez aplicaría las prestaciones por desempleo a los autónomos. También se invertirían cientos de miles de millones de dólares para ayudar a las empresas a mantenerse a flote.
Para el economista de la Universidad de Massachusetts, Amherst (EE. UU.), Arindrajit Dube, aunque "el plan no es perfecto", aumentar el seguro de paro y ampliar los criterios ayudará a millones de personas que perderán sus empleos. Y cree que las medidas suponen una "gran mejora comparado con el status quo" previo.
La paralización de actividades afectará mucho más a algunas partes que a otras. En España, donde una gran parte de la economía está asociada al turismo de costa, los efectos ya son palpables. En EE. UU., ciudades como Las Vegas y Orlando, famosas por su oferta turística, también se verán gravemente afectadas, según las estimaciones de Brookings Institution. En general, las regiones menos vulnerables serán aquellas con mayor presencia de industrias tecnológicas y de sectores como la comunicación y el derecho, que pueden seguir operando en remoto. Por el contrario, los más afectados serán los "lugares cuyos sectores de hostelería y ocio están enormemente desarrollados", afirma el coautor del informe Mark Muro.
Muro y sus colegas sostienen que ofrecer ayuda local a estas regiones debe ser una prioridad. El coautor señala que muchos de estos lugares ni siquiera se han recuperado aún de la crisis financiera de 2008. No ayudarlos ahora "sería una vía directa para un daño más permanente", asegura, y añade: "Los gobiernos estatales y locales van a sufrir muchísimo".