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Tecnología y Sociedad

Cómo un foro de costura se volvió el epicentro del debate sobre la censura

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Cuando Ravelry prohibió los diseños que apoyaban a Trump por considerar que hacían apología de la supremacía blanca, los usuarios, en su mayoría mujeres mayores, se dividieron rápidamente. Muchos lo abandonaron y crearon sus propias comunidades para tejer y hablar de política

  • por Tanya Basu | traducido por Ana Milutinovic
  • 08 Abril, 2020

En enero de 2019, una mujer de Nueva Inglaterra (EE. UU.) quiso diseñar un nuevo gorro y, como inspiración, se fijó en la construcción del muro que el presidente de EE. UU., Donald Trump, planeaba construir en la frontera entre su país y México.  Su modelo para tejer incluía la frase en inglés "Construye el muro" en un motivo de ladrillos. Luego, la "Tejedora Deplorable (Deplorable Knitter)", como se llama a sí misma, publicó su patrón en Ravelry, el mayor foro de internet para personas que tejen y hacen ganchillo. La respuesta fue virulenta. "Todos se enfadaron mucho", recuerda ella.

Así que la Tejedora Deplorable, que solía usar la página web para consultar patrones, también se cabreó. Cuando Trump anunció que se presentaría a la reelección en junio, ella diseñó una bufanda con el lema Trump 2020 "Keep America Great" (Haz que EE. UU. siga siendo grande). "Fue una bomba que explotó", afirma, mientras describe las amenazas y la intimidación que la han obligado a quedarse en el anonimato. Su patrón de bufanda fue marcado como discurso de odio, y el 21 de junio, Deplorable Knitter fue expulsada de Ravelry.

No fue la única. El 23 de junio, la página web prohibió "el apoyo a Donald Trump y a su administración". En una declaración, Ravelry destacó: "No podemos proporcionar un espacio inclusivo para todos si permitimos el apoyo abierto a la supremacía blanca. El apoyo a la administración Trump es innegablemente un apoyo a la supremacía blanca".

La prohibición dividió a los usuarios de Ravelry: los críticos a la política la abandonaron amargamente mientras que los partidarios liberales compartieron una avalancha de patrones con banderas del orgullo gay, burros y frases anti-Trump. Y la medida también dividió el universo de la costura en general: para llenar el vacío, se crearon nuevos sitios web abiertamente políticos (y muchos de derecha).

Pero la lucha interna en una de las comunidades más especializadas de internet no se limitaba a la política y a las técnicas para tejer. Se convirtió en un ejemplo de cómo las poblaciones ignoradas (en este caso, predominan las mujeres mayores), utilizan plataformas online para organizarse y alzar sus voces. La discusión de Ravelry resalta algunas preguntas que otras plataformas, como Facebook y Twitter, han pasado de puntillas: ¿qué puede considerarse un discurso de odio y cómo debería funcionar la censura online?

Una década intercambiando patrones

Ravelry cuenta con unos 8,5 millones de usuarios registrados. Medio millón de ellos se consideran activos, y hay 40.000 subgrupos. La página web es bastante fea: su estructura de pestañas, fuente y formato en bloques recuerdan los tiempos pasados y más simples en internet, cuando reinaban las salas de chat. Su diseño no ha actualizado desde su lanzamiento en 2007.

Al principio, el portal empezó como una plataforma para que las personas que tejen y hacen ganchillo pudieran compartir sus trabajos en progreso, intercambiar consejos y vender sus patrones. Pronto se formaron subgrupos en torno a otros intereses comunes. Algunos eran ridículos; otros se centraron en cosas que ciertos usuarios tenían en común, como ser de una región similar o seguir un programa de televisión de culto. Sin embargo, los grupos más volátiles y activos eran los políticos.

Para algunos, la politización de los grupos de tejedores se puso seria con la Marcha de las Mujeres de 2017. Miles de mujeres tejieron pussy hats ("gorros de gatito") para protestar por el comentario de grab ’em by the pussy ("cogerlas por el coño") que el presidente Trump había hecho en 2005. Casi 5.000 tejedores se sumaron al subgrupo específico de Ravelry para la marcha. Tres años más tarde, la mayoría sigue activa, según la profesora del Instituto de Tecnología de la Moda Sandra Markus. Junto con la profesora de la Escuela de Maestros de la Universidad de Columbia (EE. UU.) Ioana Literat, publicó un artículo el año pasado que explica el "activismo artesanal" online y cómo ha crecido con la política. 

Markus cuenta: "Todo el proyecto [pussy hat] surgió en seis semanas y todo fue online. Fue muy efectivo porque la gente despreciaba a las tejedoras al considerarlas pequeñas señoras mayores. Pero cuando estas mujeres mayores superaron estos límites con sus tejidos, la idea de la policía contra las mujeres de pelo blanco con bolas de lana no era buena. Estas mujeres se volvieron reivindicativas y efectivas en los espacios online".

Gran parte de la organización entre bastidores de la Marcha de las Mujeres y de los "gorros de gatito" tuvo lugar en los espacios no moderados por Ravelry, donde ninguna entidad controlaba quién veía qué contenido. A diferencia de los grupos de Facebook, que pueden vetar algunos miembros, los grupos de Ravelry (solían) dejar que cualquiera participara. Esto significaba que el debate "se volvía mucho más controvertido y polémico mucho más rápido", explica Markus.

Pero con la prohibición del contenido relacionado con Trump, muchas de esas voces se trasladaron a otros sitios. En los ocho meses posteriores a la prohibición, ha surgido una gran cantidad de imitadores Ravelry de derechasDeplorable Knitter lanzó su propio sitio web, bajo el lema "Las aventuras de una tejedora políticamente incorrecta", donde ha ganado muchos seguidores. En la actualidad organiza sesiones de tejido colectivo de gorros y bufandas con lema "Mujeres para Trump". La página web independiente Fiberkind cuenta con 18.000 usuarios y su diseño de chat con hilos se parece más a Ravelry. Y está también Freedom Knits, que también apoya a Trump, "donde se respeta la libertad artística". Esta última ya tenía 400 miembros en los dos meses desde su lanzamiento.

La creciente politización del mundo de la tejeduría online ha surgido como parte de un cambio demográfico. Aunque la comunidad aún sigue siendo mayoritariamente de edad avanzada y en su mayoría femenina, se está diversificando rápidamente. Los millenials, que suelen ser más activos políticamente, ahora se están suscribiendo a las distintas ramificaciones de Ravelry. "Han sido despertados en este momento particular para destacar su identidad", sostiene Literat.

Y ya no se trata solo de patrones: los sitios web como Ravelry ofrecen un "espacio seguro" para discutir sobre la política. Deplorable Knitter y la administradora del grupo de Bernie Sanders de 239 miembros en Ravelry, Medora Van Denburgh, destacan que ambas viven en regiones que generalmente se inclinan en la dirección política opuesta a la suya, y Ravelry les permitió sentirse menos solas.

Será algo que veremos aún más, prevé Literat. Otros grupos especializados que ella ha estudiado, como los jugadores de Fortnite y los sitios web de fan fiction, también han creado subgrupos activos en torno al debate político de la misma manera. En general, las personas se sienten seguras al involucrarse primero en un interés central (en el caso de Ravelry, tejer o hacer ganchillo), pero, con el tiempo, empiezan a profundizar cada vez más en las discusiones políticas.

Las comunidades online muy específicas para ciertos pasatiempos también ayudan a generar diálogo a través de las diferencias políticas, un punto clave en un entorno político polarizado donde las personas pasan gran parte de su tiempo en burbujas ideológicas, opina Literat. La experta señala: "Estos espacios ofrecen un espectro mucho más amplio de opiniones. Hay algunas personas que ya están comprometidas políticamente, pero también las que no acuden a estos lugares, al menos al principio, por la política".

Censura contra libertad de expresión

La decisión de Ravelry de igualar el apoyo a Trump con la supremacía blanca resulta controvertida, incluso para los partidarios de la prohibición. (Ravelry no quiso hacer comentarios para este artículo, y la cofundadora Cassidy Forbes me señaló en un correo electrónico que la compañía "realmente [no] hace declaraciones a la prensa que no es parte de la industria de la costura; no es una nueva política ni nada del estilo, solo algo que hemos hecho durante los últimos 13 años".)

La fundadora de Freedom Knits, Pam Mauser, asegura que fundó este sitio web porque se sintió ofendida por la postura de Ravelry. La mujer recuerda: "Tejí un gorro de Trump 2020, y lo quitaron sin previo aviso. Simplemente me enviaron un mensaje de que ya no era algo aceptable. Pero la página sí que acepta otras cosas que ponen 'F --- Trump'. Es algo político".

Destaca que su página web da la bienvenida a liberales y a conservadores: "Si alguien quiere publicar algo sobre Obama, no habría ningún problema. No es nada político. Es Freedom Knits. No creo en censurar a las personas que no opinan de la misma manera". Por su parte, Van Denburgh admite que la prohibición del apoyo a Trump tampoco le sentó muy bien: "Realmente me ha bloqueado el conflicto entre mis principios [de libertad de expresión] y tener que admitir a regañadientes que Ravelry había hecho lo correcto al crear la prohibición".

La controversia arroja luz sobre el futuro de la organización política: habrá comunidades online ultraespecializadas, pequeñas pero fuertes, creadas alrededor de un hobby o un interés no político. Para Literat, la prohibición de Ravelry presenta una prueba de fuego para el futuro de la censura de los sitios web especializados y la duda si es mejor forjar una comunidad única, políticamente homogénea o separar a los usuarios marginales. 

También ofrece a las mujeres una nueva forma de politizarse online. Para la fundadora de otro sitio web de tejer, Knitty, Amy Singer, se trata de buenas noticias: "Lo que las manualidades siempre han hecho era brindar un sosiego. Nos ofrecen una manera de expresar lo que nos molesta, la esperanza de un cambio y nos brindan consuelo. Tejer ya no es algo de abuelas. Ya no tenemos miedo".

Tecnología y Sociedad

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