Si los gobiernos crean sus propias divisas digitales para evitar que las empresas privadas controlen los sistemas de pago electrónicos, podrían utilizarlas para vigilar a la población. Aunque las descentralizadas criptomonedas prometen más privacidad, lo cierto es que aún son difíciles de usar a gran escala
Piense en la última vez que ha pagado algo con dinero en efectivo. ¿Cuánto gastó? ¿Qué compró y a quién? ¿Fue algo puntual o compra ese producto regularmente? ¿Era legal?
Si prefiere que nadie más lo sepa, tiene suerte. La persona que trabajaba en esa tienda o en la esquina de esa calle podría recordar su cara, pero si no ha revelado ninguna información que lo identifique, no hay nada que lo vincule con esa transacción.
Se trata de una característica del dinero en efectivo del que carecen las tarjetas de pago y las aplicaciones: la libertad. Se supone que los llamados "documentos al portador", como se denomina a billetes y monedas, son propiedad de quien los posee. Podemos usarlos para realizar transacciones con otra persona sin que un tercero se interponga en el camino. Las empresas no pueden diseñar perfiles publicitarios ni otorgar calificaciones crediticias basándose en nuestros datos, y los Gobiernos no pueden rastrear nuestros gastos y movimientos. Una tarjeta de crédito puede ser rechazada y un cheque extraviado, pero pagar en efectivo funciona siempre, en ese mismo momento.
Esta libertad no puede ser dada por sentada. Gran parte de nuestro comercio actual tiene lugar de forma online, por lo que depende de bancos y compañías de tecnología financiera que funcionan como intermediarios. Las transacciones también se están volviendo digitales en un mundo físico: las herramientas de pago electrónico, desde las tarjetas de débito hasta Apple Pay y Alipay, sustituyen cada vez más el dinero en efectivo. Aunque los billetes y monedas siguen siendo populares, en muchos países, incluidos EE. UU., Japón y Alemania, están dejando de usarse.
Esta tendencia preocupa a los grupos de libertades civiles. Sin dinero en efectivo, "no hay ninguna posibilidad de tener el tipo de privacidad que preserva la dignidad que sustenta una sociedad abierta", señala el director ejecutivo del grupo de defensa de políticas con sede en Washington (EE. UU.) Coin Center, Jerry Brito. En un informe reciente, Brito sostiene que debemos "desarrollar y fomentar el 'efectivo electrónico'", ya que es tan privado como el metálico físico y no requiere permiso para su uso.
La cuestión clave es quién desarrollará y controlará los sistemas de pago electrónico del futuro. La mayoría de los existentes, como Alipay, Zelle, PayPal, Venmo y M-Pesa de Kenia, pertenecen a empresas privadas. Temerosos de dejar los pagos únicamente en sus manos, muchos Gobiernos intentan desarrollar algún tipo de sustituto electrónico para el dinero en billetes y monedas. Mientras tanto, los defensores de las criptomonedas apátridas y sin dueño, como Bitcoin, aseguran que son la única solución contra la vigilancia al igual que el dinero en efectivo, pero ¿acaso pueden ser viables a gran escala?
Tendemos a dar por hecho que las nuevas tecnologías funcionan mejor que las antiguas: son más seguras, más rápidas, más precisas, más eficientes y más convenientes. Los puristas pueden alabar las virtudes de los discos de vinilo, pero nadie puede negar que una colección de música digital es más fácil de llevar y suena casi igual de bien. El dinero en efectivo crea una paradoja: se trata de una tecnología con miles de años que podría resultar imposible de recrear de una forma más avanzada.
¿Confiamos en el dinero (del Gobierno)?
Los billetes y monedas se denominan "efectivo", pero el término se refiere realmente a algo más abstracto: el efectivo es básicamente el dinero que su Gobierno le debe. En los viejos tiempos se refería a una deuda literal. La frase "Prometo pagar al portador, a su petición, la suma de..." todavía aparece en los billetes británicos como una garantía teórica de que el Banco de Inglaterra entregará el mismo valor en oro a cambio de nuestros billetes. Hoy en día, representa la garantía abstracta de que siempre podremos usar ese dinero para pagar por algo que compramos.
Por otro lado, los dígitos en nuestra cuenta bancaria se refieren a lo que nuestro banco nos debe a nosotros. Cuando se acude a un cajero automático, la promesa del banco de pagarnos se convierte en una promesa de nuestro Gobierno.
La mayoría de la gente diría que confía más en la promesa de su Gobierno, según asegura el economista del banco central de Suecia Riksbank, Gabriel Söderberg. Su opinión, acertada en la mayoría de los países, es que es mucho menos probable que un Gobierno quiebre.
Por ello, sería un problema que Suecia se quedara completamente "sin efectivo", según Söderberg. Tanto él como sus colegas temen que, si las personas pierden la opción de convertir cuando quieran el dinero del banco en el dinero del Gobierno y usarlo para pagar lo que necesiten, podrían empezar a perder la confianza en todo el sistema monetario. Otra preocupación adicional es que, si se deja que el sector privado domine los pagos digitales, las personas que no puedan o no quieran usar estos sistemas podrían quedar excluidas de la economía.
Esto se está convirtiendo rápidamente en algo más que un experimento mental en Suecia. Casi todo el mundo usa la aplicación móvil Swish para pagar sus compras. Los economistas han estimado que los minoristas en Suecia podrían dejar de aceptar el dinero en efectivo por completo en 2023.
La creación de una versión electrónica de la moneda soberana de Suecia, una "corona electrónica", podría mitigar estos problemas, sostiene Söderberg. Si el banco central emitiera dinero digital, lo diseñaría para que fuera un bien público, no un producto con ánimo de lucro para una corporación. "Se podrían desarrollar versiones fácilmente accesibles, simples y sencillas de usar para aquellos que actualmente tienen dificultades con la tecnología digital", afirmó el banco en un informe el pasado noviembre que presenta el panorama de pagos en Suecia.
Los planes de Riksbank pasan por desarrollar y probar un prototipo de e-corona. Para ello, ha analizado una serie de tecnologías que podrían aplicarse, incluidos los sistemas de criptomonedas como Bitcoin. Pero el banco central también ha pedido al Gobierno sueco que lidere una amplia investigación pública sobre si ese sistema debería siquiera realizarse. "Al fin y al cabo, esta decisión es demasiado importante para que la tome solo el banco central, al menos en el contexto sueco", explica Söderberg.
La muerte de la privacidad financiera
Mientras tanto, China parece haber tomado su decisión: el yuan o renminbi (nombre oficial de la divisa china) digital llegará dentro de poco. El director del instituto de investigación sobre la moneda digital del Banco Popular de China (BPOC), Mu Changchun, aseguró el pasado mes de septiembre que la moneda, en la que el banco había estado trabajando durante años, estaba "a punto de lanzarse". En diciembre, un reportaje de una cadena de noticias local sugirió que el PBOC estaba casi listo para empezar las pruebas en las ciudades de Shenzhen y Suzhou (ambas en China). Y el banco ha sido explícito sobre su intención de usarlo para reemplazar los billetes y monedas.
De hecho, el efectivo ya está desapareciendo por sí solo en China, gracias a Alipay y WeChat, las aplicaciones basadas en códigos QR que se han vuelto omnipresentes en solo unos años. Se estima que en 2018 los pagos móviles representaron más del 80 % de todos los pagos en China, frente a menos del 20 % en 2013.
Crédito: AP Images
No está claro qué acceso tiene actualmente el Gobierno chino a los datos de transacciones de WeChat Pay y Alipay. Cuando lance su moneda digital soberana, que según los responsables será compatible con ambos servicios, probablemente tendrá mucho más. El investigador del Instituto Peterson de Economía Internacional en Washington (EE. UU.) Martin Chorzempa afirmó al New York Times en octubre que este sistema le ofrecería al PBOC un "poder extraordinario y una gran visibilidad en el sistema financiero, mayor del que tiene cualquier banco central en la actualidad".
Todavía no se sabe con certeza qué tecnología planea utilizar el PBOC como base para su renminbi digital, pero tenemos al menos dos pistas reveladoras. Primero, el banco ha estado investigando la tecnología blockchain desde 2014 y el Gobierno ha calificado el desarrollo de esta tecnología como una prioridad. En segundo lugar, Mu afirmó en septiembre que el sistema de China tendría similitudes con Libra, la moneda electrónica que Facebook anunció hace unos meses. De hecho, los directivos del PBOC han destacado en sus declaraciones públicas que la presentación de Libra les inspiró para acelerar el desarrollo del renminbi digital, que han estado concibiendo desde hace algunos años.
Según lo previsto actualmente, Libra se ejecutará en una cadena de bloques, un tipo de libro de contabilidad que puede ser mantenido por una red de ordenadores en lugar de por una sola autoridad central. Sin embargo, operará de forma muy diferente a Bitcoin, el sistema original blockchain.
Los ordenadores en la red de Bitcoin usan software de código abierto para verificar y registrar automáticamente cada transacción. Durante ese proceso, generan un registro público permanente de todo el historial de transacciones de esa moneda: la cadena de bloques. Según lo previsto, la red de Libra hará algo similar. Pero mientras que cualquier persona con un ordenador y una conexión a internet puede participar de forma anónima en la red de Bitcoin, los "nodos" que conectan la red de Libra serán compañías que han sido previamente examinadas y que son miembros de una asociación sin ánimo de lucro.
A diferencia de Bitcoin, que es notoriamente volátil, Libra está diseñada para mantener un valor estable. Para lograr esto, la llamada Asociación Libra será responsable de mantener una reserva (.pdf) de monedas emitidas por distintos Gobiernos (el último plan es que la mitad sean dólares estadounidenses y la otra mitad libras británicas, euros, yenes japoneses y dólares de Singapur). Se supone que esta reserva serviría como respaldo para las unidades digitales.
No obstante, tanto Libra como el renminbi digital se enfrentan a serias dudas sobre la privacidad. Para empezar, no está claro si las personas podrán usarlos de forma anónima.
En Bitcoin, aunque las transacciones son públicas, los usuarios no tienen que revelar quiénes son realmente, ya que la "dirección" de cada persona en la cadena de bloques pública es solo una cadena aleatoria de letras y números. Pero en los últimos años, los agentes de seguridad han incrementado sus capacidades para combinar datos públicos de blockchain con otras pistas con el fin de desenmascarar a las personas que usan criptomonedas con fines ilícitos. De hecho, en una publicación de blog en julio, el jefe del proyecto Libra, David Marcus, argumentó que la moneda sería una bendición para las fuerzas del orden, ya que ayudaría a "mover un mayor número de transacciones en efectivo, donde suelen ocurrir muchas actividades ilícitas, a una red digital".
En cuanto a la moneda digital china, Mu ha afirmado que contará con cierto nivel de anonimato. "Sabemos que la demanda del público en general es mantener el anonimato mediante el uso de billetes y monedas… concederemos el anonimato a las personas que lo demanden", aseguró en una conferencia en noviembre en Singapur. "Pero al mismo tiempo, mantendremos el equilibrio entre el 'anonimato controlable' y la lucha contra el blanqueo de dinero, el CTF [contra la financiación del terrorismo], y también contra los problemas fiscales, las apuestas online y cualquier actividad delictiva electrónica", añadió. Sin embargo, Mu no ha explicado cómo funcionaría ese "equilibrio".
Suecia y China lideran la emisión de dinero electrónico centrándose en el consumidor, pero, según el experto en estabilidad financiera del Fondo Monetario Internacional John Kiff, más de 30 países han barajado o están barajando esa idea. En algunos, el razonamiento fundamental es similar al de Suecia: la reducción del dinero en efectivo y un creciente ecosistema de pagos del sector privado. En otros casos, son países donde los bancos comerciales han decidido no instalarse. Muchos ven la oportunidad de controlar mejor las transacciones ilícitas. Todos tendrán que lidiar con los mismos problemas espinosos de privacidad que plantean Libra y el renminbi digital.
El científico investigador de la Iniciativa de Moneda Digital del MIT, Robleh Ali, considera que los sistemas de moneda digital de los bancos centrales se deberían diseñar para que los Gobiernos puedan "cegarse conscientemente" la información. Algo así sería técnicamente posible gracias a las herramientas criptográficas de vanguardia como las pruebas de conocimiento cero, que se utilizan en los sistemas como Zcash para proteger la información de las transacciones de blockchain de la vista pública.
Sin embargo, no hay pruebas de que algún Gobierno esté pensando en implementar herramientas como esta. Y de todas formas, ¿acaso se puede esperar que alguno de ellos, incluso el de Suecia, se ciegue a sí mismo?
Criptomoneda: una posible solución para tener libertad
Lo anterior es una ilusión, opina el director de estrategia de la Fundación de la Human Rigths Foundation, Alex Gladstein. Incluso si podemos confiar en nuestro Gobierno o pensar que no tenemos nada que ocultar, puede que no siempre sea cierto. La política evoluciona, los Gobiernos cambian por la celebración de elecciones u otros acontecimientos, se modifica lo que constituye un "delito" y las libertades civiles no están garantizadas. "Su Gobierno no le regalará la privacidad financiera, independientemente de lo 'libre' que sea", subraya Gladstein, convencido de que eso solo se logrará con una moneda digital descentralizada y apátrida como Bitcoin.
De hecho, "el efectivo electrónico" era lo que el todavía anónimo inventor de Bitcoin, conocido como Satoshi Nakamoto, afirmó estar tratando de crear antes de desaparecer. Once años después, la tecnología de Nakamoto todavía carece de algunas características distintivas del dinero en efectivo. Es difícil de usar, las transacciones pueden tardar más de una hora en procesarse y el valor de la moneda puede fluctuar enormemente. Y como ya se señaló, las transacciones supuestamente anónimas a veces se podrían rastrear.
Pero en algunos lugares, las personas solo necesitan que algo que funcione, aunque sea de manera imperfecta. Por ejemplo, en Venezuela. El efectivo en este país en crisis es escaso, y el bolívar venezolano pierde su valor constantemente por la hiperinflación. Muchos venezolanos buscan refugio en los dólares estadounidenses, almacenándolos bajo el colchón proverbial (y literal), pero eso también los hace vulnerables a los ladrones.
Lo que muchas personas quieren en realidad es acceder a dinero en efectivo estable de una forma digital, pero no hay una manera fácil de conseguirlo, según el cofundador de Open Money Initiative, Alejandro Machado. Debido a los controles de capital impuestos por el Gobierno, los bancos venezolanos han quedado aislados en gran medida de los bancos extranjeros. Y debido a las restricciones de las instituciones financieras de EE. UU., la mayoría de las personas no pueden acceder a los servicios de dinero digital como PayPal y Zelle. Por ello, un pequeño número de venezolanos conocedores de la tecnología han recurrido a un servicio llamado LocalBitcoins.
El servicio es parecido a Craigslist, excepto que lo único que está a la venta son bitcoins y bolívares. En la página web de LocalBitcoins de Venezuela, las personas anuncian cantidades variables de divisas a la venta a diferentes tipos de cambio. La página web mantiene el dinero en custodia hasta que se completan los intercambios y monitoriza la reputación de los vendedores.
Aunque no es para las masas, es "muy efectivo" para las personas que pueden utilizarlo, opina Machado. Por ejemplo, él y sus colegas conocieron a una joven que mina Bitcoin y guarda sus ahorros en esa moneda. Al no tener una cuenta bancaria extranjera, está dispuesta a lidiar con las constantes fluctuaciones en el precio de Bitcoin. Usando LocalBitcoins, puede cobrar en bolívares cada vez que los necesite para comprar alimentos, por ejemplo. "Los usuarios avanzados de nicho" como ella "aprovechan las mejores características de Bitcoin, ese activo que no necesita permisos y muy fácil de intercambiar electrónicamente", afirma Machado.
Sin embargo, esto resulta posible solo porque hay suficientes personas que usan LocalBitcoins para crear lo que la gente de finanzas denomina "liquidez local", lo que significa que pueden encontrar fácilmente a un comprador para sus bitcoins o bolívares. Bitcoin es la única criptomoneda que ha logrado algo así en Venezuela, según Machado, y es principalmente gracias a LocalBitcoins.
Pero esta situación está muy lejos del sueño de crear una criptomoneda ampliamente utilizada como sustituto del dinero estable emitido por un gobierno. La mayoría de los venezolanos no pueden usar Bitcoin y pocos comerciantes ni siquiera saben lo que es, y mucho menos cómo aceptarlo.
Aun así, permite entrever lo que una criptomoneda podría ofrecer: un sistema financiero funcional al que podría unirse cualquiera y que ofrece un tipo de libertad similar al dinero en efectivo en la mayoría de lugares.
La cruzada por la descentralización
¿Podría algo como Bitcoin ser tan fácil de usar y tan fiable para todos como el dinero en metálico de hoy en día? La respuesta es tanto filosófica como técnica.
Para empezar, ¿qué significa que algo sea similar a Bitcoin? Los bancos centrales y las corporaciones adaptarán ciertos aspectos de Bitcoin y los aplicarán a sus propios fines. ¿Serán eso criptomonedas? Según los puristas, no: aseguran que, aunque Libra o alguna futura moneda digital emitida por un banco central funcione con la tecnología blockchain, no serán criptomonedas porque estarán bajo un control centralizado.
Las verdaderas criptomonedas están "descentralizadas": no tienen una entidad a cargo ni puntos únicos de error, ni puntos débiles que un adversario (incluido un Gobierno) pueda atacar. Sin un intermediario como un banco que certifique cuándo una transacción se ha llevado a cabo, cada transacción debe ser validada por la mayoría de los nodos en la red de una criptomoneda, que puede sumar muchos miles. Pero esto requiere un inmenso gasto de potencia informática y es la razón por la cual las transacciones de Bitcoin pueden tardar más de una hora en realizarse.
Una divisa como Libra no tendría este problema, porque solo unas pocas entidades autorizadas podrían operar sus nodos. Lo malo es que sus usuarios no podrían confiar en esas entidades para garantizar su privacidad más de lo que pueden confiar en un banco, un Gobierno o en Facebook.
¿Sería técnicamente posible lograr ese nivel de descentralización de Bitcoin y la velocidad, escala, privacidad y facilidad de uso de los métodos de pago tradicionales? Ese es el problema que muchos buenos investigadores todavía tratan de resolver. Pero algunos argumentan que ese no debería ser necesariamente el objetivo.
En un ensayo reciente, la cofundadora de Open Money Initiative, Jill Carlson, argumentó que tal vez los sistemas descentralizados de criptomonedas "nunca iban a ser una tendencia de moda". Más bien, se crearon explícitamente para "transacciones censuradas", desde el pago por drogas o por sexo hasta el apoyo de los disidentes políticos o la forma de sacar dinero de los países con controles monetarios restrictivos. Su lentitud es inherente, no un defecto de diseño; "dejan atrás la escala, la velocidad y el coste a favor de una característica clave: la resistencia a la censura". Un mundo en el que se conviertan en la corriente principal sería "un lugar realmente peligroso", ha escrito Carlson.
En resumen, existen tres vías para el futuro del dinero digital, pero ninguno de ellos ofrece la misma combinación de libertad y facilidad de uso que caracteriza al dinero en efectivo. Las empresas privadas tienen un incentivo obvio para monetizar nuestros datos y buscar ganancias por encima del interés público. El dinero digital gubernamental se podría usar para rastrearnos, incluso por parte de los Gobiernos con buenas intenciones, y para los menos buenos sería una herramienta fantástica para la vigilancia. Las criptomonedas pueden resultar útiles cuando están en riesgo las libertades, pero es probable que no funcionen a gran escala a corto plazo, o quizás nunca lo consiga.
¿Qué magnitud tiene este problema? Eso depende de dónde viva usted, de cuánto confíe en su gobierno y en sus conciudadanos, y de para qué quiere usar el dinero en efectivo. Y si prefiere que nadie más lo sepa, tiene suerte. Por ahora.