Aunque nuestro volumen de emisiones de este gas es mucho menor, tiene un efecto mucho más potente sobre el calentamiento global. Una nueva investigación sugiere que capturarlo de la atmósfera y transformarlo en dióxido de carbono nos podría dar un 'respiro' climático a corto plazo
Aunque el dióxido de carbono es el famoso villano del cambio climático, en realidad, el metano es un gas de efecto invernadero mucho más potente. El mundo no lo produce en cantidades tan grandes como el CO2 y su efecto de calentamiento tampoco dura tanto, pero sus moléculas retienen 84 veces más calor durante las dos primeras décadas.
Este fenómeno representa la base de una idea peculiar propuesta en un artículo publicado recientemente en Nature Sustainability: desarrollar sistemas para capturar miles de millones de toneladas de metano de la atmósfera para reducir el calentamiento a corto plazo mucho más que de lo que se conseguiría eliminando cantidades aún mayores de dióxido de carbono.
El profesor de ciencias del sistema terrestre de la Universidad de Stanford (EE. UU.) y autor principal del artículo, Rob Jackson, detalla: "Eliminar el metano nos daría un tiempo considerable para abordar el problema [mayor] de las emisiones del dióxido de carbono".
No es la primera vez que se plantea esta idea. Pero Jackson y sus coautores han hecho un análisis más profundo sobre los beneficios climáticos y cómo se podría llevar a cabo. En concreto, proponen las zeolitas, una clase de minerales con poros muy pequeños, que se usan habitualmente como catalizadores industriales.
La mayoría de los modelos científicos ya muestran que el mundo tendrá que capturar grandes cantidades de dióxido de carbono para evitar superar los peligrosos umbrales de calentamiento global, teniendo en cuenta lo que ya se ha emitido y lo poco que se ha hecho para alejarse de los combustibles fósiles. Varias start-ups están construyendo prototipos y plantas, incluyendo Climeworks, Global Thermostat y Carbon Engineering (ver Captura de carbono: de ciencia marginal a bum de negocio).
Habrá que eliminar cientos de miles de millones de toneladas métricas de dióxido de carbono para volver a los niveles preindustriales, pero en el caso del metano, solo se tendrían que eliminar 3.200 millones de toneladas para volver a los niveles anteriores de ese gas. Si lográramos ese hito, una sexta parte del efecto de calentamiento total de todos los gases de efecto invernadero en la atmósfera se revertiría, según este estudio.
La clave de este enfoque reside en que el metano se convertiría en dióxido de carbono y se liberaría de nuevo, calentando las moléculas atrapadas. Dicho de otra forma, convertir un gas de efecto invernadero en otro generaría reducciones muy importantes en el calentamiento. El metano capturado también podría almacenarse y convertirse en otros productos, pero eso aumentaría mucho el coste y la complejidad del proceso.
Sin duda, eliminar el metano es una tarea más complicada que capturar el dióxido de carbono, principalmente porque está mucho más diluido en la atmósfera. Mientras que eliminar el CO2 implica quitar una molécula entre las otras 2.400 que se encuentran en el aire, capturar el metano significa capturar una de entre más de 500.000.
Pero los autores sugieren que sería posible, por ejemplo, mediante ventiladores eléctricos gigantes que dirijan el aire hacia las cámaras de reposo de volteo, donde el polvo de zeolita se aferraría a las moléculas de metano.
Aunque es probable que este proceso sea más caro que el de capturar carbono, también "podría generar un mayor valor climático y económico debido a la mayor potencia del metano como gas de efecto invernadero", señalan los autores. La ampliación de las operaciones industriales de este tipo probablemente requeriría obligaciones gubernamentales o un precio mucho más alto para las emisiones de carbono y las compensaciones que los que se dan actualmente en la mayoría de los mercados.
A pesar de algunas incertidumbres importantes, los autores aseguran que la posible recompensa justifica un esfuerzo de investigación sustancial para explorar las posibilidades más a fondo.
Al igual que con el dióxido de carbono, sería mucho más fácil y más barato prevenir las emisiones de metano que eliminarlas una vez hayan salido a la atmósfera. Jackson explica: "Es como una gota de tinta. Es mucho más fácil eliminarla si logramos atraparla antes de que caiga al agua que cuando ya se ha expandido por todas partes".
La agricultura y la ganadería son las mayores fuentes de emisiones antropogénicas de metano, pues representan alrededor de 200 millones de toneladas anuales. Se han realizado esfuerzos para reducir estas emisiones en temas como el cultivo de arroz, los eructos del ganado y el estiércol de animales. Para ello, se ha reducido el período del drenaje de los campos, se ha controlado lo que comen los animales y se han incorporado biodigestores, respectivamente (ver Cómo reducir las emisiones de metano de las vacas con algas). Pero hasta la fecha, ninguno ha resultado ser una solución completa.
Mientras tanto, las compañías de petróleo y gas liberan alrededor de 100 millones de toneladas de metano al año a través de fugas en las tuberías y la combustión en los sitios de petróleo y gas, y han resistido los esfuerzos para endurecer las regulaciones. Jackson concluye que, aunque eliminar el metano tiene más sentido como herramienta a corto plazo, también podría funcionar a la larga, limpiando las emisiones de metano que finalmente no pudiéramos o quisiéramos reducir.