Los cambios en la conectividad podrían ayudar a los doctores a escoger las mejores terapias.
Después de un ataque de apoplejía, el cerebro sufre daños más amplios que simplemente en el punto donde la sangre dejó de circular. Una nueva investigación, que utiliza la toma de imágenes cerebrales para examinar las conexiones entre las distintas partes del cerebro, muestra que la comunicación entre los hemisferios izquierdo y derecho se ve a menudo interrumpida; cuanto más grande sea la interrupción, más profunda es la incapacidad del paciente para el movimiento o la visión. Los investigadores esperan utilizar este método para predecir qué pacientes tienen más probabilidades de recuperación por su cuenta y qué otros necesitarán terapias más intensivas.
El estudio es parte de un intento más amplio por incorporar la tecnología de mapeo cerebral en la evaluación posterior al ataque, incluyendo nuevos tests clínicos en los que se están probando medicamentos experimentales y terapias físicas en combinación con la toma de imágenes. La conectividad del mapeo cerebral y la recuperación podría dar a los científicos una mejor medida sobre qué tratamientos son más efectivos a la hora de mejorar la plasticidad innata del cerebro—su capacidad para reestablecer sus conexiones—y sobre cuándo está el cerebro más preparado para la reparación.
“El tipo de información que estamos obteniendo de los estudios de imágenes neuronales nos está proporcionando un mejor entendimiento del tipo de cambios que son importantes durante la recuperación,” afirma Alexandre Carter, neurólogo en la Universidad de Washington, en St. Louis, que dirigió el estudio.
Los pacientes de apoplejía normalmente se someten a IRMs para identificar la localización precisa del ataque. No obstante estos escáneres cerebrales no muestran cómo se encuadra la parte dañada del cerebro dentro de la red a la que pertenece—las conexiones neuronales que entran y salen de ese punto. De igual modo que un retraso en una estación de tren subterráneo puede afectar al servicio en varias paradas y líneas de tren, la funcionalidad errónea en una parte localizada del cerebro puede interrumpir la actividad de otras partes distintas.
En el nuevo estudio, los investigadores evaluaron esta interrupción mediante la creación de un mapa de conectividad funcional del cerebro en personas que habían sufrido un ataque recientemente. Pidieron a los pacientes que se tumbaran tranquilamente en una máquina de IRM y utilizaron IRMs funcionales, una medida indirecta de la actividad neuronal, para detectar fluctuaciones espontáneas en la actividad cerebral. Las áreas del cerebro que están bien conectadas fluctúan en sincronía, proporcionando un modo indirecto de mapeo de las redes del cerebro.
Como a menudo sucede con las apoplejías, descubrieron que los problemas motores o visuales de los pacientes se veían limitados a sólo una parte del cuerpo, como por ejemplo una mano izquierda débil o la incapacidad para prestar atención a objetos en la parte izquierda del campo de visión. (Puesto que la parte izquierda del cerebro normalmente controla la parte derecha del cuerpo, y viceversa, una apoplejía en un lado del cerebro afectará a la parte contraria del cuerpo.) Sin embargo los investigadores descubrieron que los pacientes con estos síntomas sufrían interrupciones en las conexiones entre los dos hemisferios. Y el nivel de interrupción entre las dos mitades del cerebro tenía correlación con la gravedad de la discapacidad. “El daño físico tiene repercusiones por toda la red, como un efecto de ondulación, incluso en áreas que no están dañadas físicamente,” señala Carter.
La investigación, publicada este mes en Annals of Neurology, es el primer paso dentro de un proyecto de varios años para evaluar cómo predecir lo bien que los pacientes se recuperarán de una apoplejía. Los investigadores repetirán el escaneado cerebral y las pruebas de comportamiento meses después de los ataques para ver cómo cambian los pacientes con el tiempo.
Carter y otros especialistas quieren finalmente utilizar la tecnología para crear tratamientos mejores. “Es importante saber en qué se basa la recuperación, puesto que queremos poseer un entendimiento de los nuevos tratamientos que esté basado en el cerebro,” señala James Rowe, neurocientífico en la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, y que no estuvo involucrado en el estudio. Además, añade, puesto que este tipo de escáner se puede hacer muy pronto, “podríamos ser capaces de clasificar a los pacientes que podrían beneficiarse de un tipo de terapia o de otra.”
Dos pacientes que sufran discapacidades motoras similares podrían en realidad poseer interrupciones muy distintas en sus redes cerebrales y, por tanto, beneficiarse de distintos tipos de tratamiento. Por ejemplo, no todo el mundo responde a la terapia movimiento inducida por restricción, en la cual se limita el movimiento del brazo fuerte, obligando al paciente a usar su brazo débil. El análisis de la interrupción de la red podría ayudar a predecir qué pacientes se beneficiarían de esta terapia.
La investigación es parte de un intento más amplio por capitalizar la inherente plasticidad neuronal presente en el cerebro adulto. “Hay más y más interés en los cambios en el cerebro que se dan durante etapas más crónicas de una apoplejía,” señala Rick Dijkhuizen, neurobiólogo en el Centro Médico Universitario Utrecht, en los Países Bajos, y que no estuvo involucrado en el estudio actual. “Cada vez hay más evidencias que sugieren que el cerebro es capaz de reorganizarse incluso en pacientes cuyas apoplejías sucedieron hace mucho tiempo, y esto nos da la oportunidad de contemplar terapias que promuevan dicha organización.”