Incluso los jugadores de ajedrez más expertos recurren a su lado emocional para decidir sus movimientos. Así lo revela una investigación cuyos resultados podrían tener importantes implicaciones en la comprensión del cerebro humano y en los avances de la inteligencia artificial
Es fácil imaginar que las emociones se interponen en la toma de las decisiones más difíciles. Si nos deshiciéramos de esta compleja característica humana, seguramente tomaríamos decisiones frías y calculadoras en las situaciones más exigentes.
Pero la realidad no es así. Los neurocientíficos llevan mucho tiempo estudiando a personas con lesiones cerebrales que les impiden experimentar las emociones. Pero en vez de convertirse en asesinos precisos e implacables, estas personas están paralizadas por la indecisión.
La verdad es que, cuando se trata de decisiones diarias, por ejemplo, si ponemos queso o jamón en un sándwich, no importa la dura y fría lógica que tengamos ya que estas decisiones son en última instancia emocionales.
¿Pero qué pasa con las decisiones asociadas a cálculos más detallados como los matemáticos o los del ajedrez? ¿Será probable que estas elecciones no estén gobernadas por las caprichosas emociones humanas?
Pues parece que también lo están, tal y como afirma una investigación liderada por el científico de la Universidad de Grenoble en Francia Thomas Guntz y sus colegas. El equipo ha medido los cambios en el estado emocional que experimentan los jugadores de ajedrez cuando se enfrentan a problemas cada vez más difíciles. Y sostienen que las emociones juegan un papel clave para ayudar a los ajedrecistas a resolver los problemas complejos.
La capacidad de medir automáticamente los cambios en los estados emocionales humanos ha avanzado a pasos agigantados en los últimos años. Los cambios en el tamaño de la pupila son un indicador de los niveles de la concentración. La frecuencia cardíaca es una medida de la excitación y se puede monitorizar buscando cambios en el color de la piel del rostro.
La postura del cuerpo y los gestos también indican cambios emocionales, y son fáciles de observar con cámaras 3D como la Kinect. Todo esto se puede correlacionar con el objeto al que está prestando atención una persona, lo cual se analiza en función de la orientación de la cabeza y la mirada.
Todos estos indicadores proporcionan una visión general del estado emocional de un individuo y cómo cambia a lo largo del tiempo.
Guntz y sus compañeros tomaron todas estas medidas para analizar el estado emocional de 30 ajedrecistas expertos e intermedios mientras resolvían algunos desafiantes rompecabezas de ajedrez. Cada desafío requería que el jugador diera un jaque mate al oponente. Los que se pueden resolver en uno a tres movimientos se consideran fáciles, mientras que los que requieren de cuatro a seis movimientos se consideran difíciles.
A medida que los jugadores abordaban cada reto, el equipo registraba sus cambios en la mirada, la postura corporal, el ritmo cardíaco, la expresión facial, etcétera. Luego utilizaron estos datos para inferir cómo iba cambiando el estado emocional de cada jugador durante la tarea.
Por ejemplo, el estado emocional básico del jugador (felicidad, tristeza, ira, miedo, disgusto o sorpresa) se puede estimar a partir de sus microexpresiones, los cambios en el ritmo cardíaco sugieren cambios en la excitación; y la tasa de autocontacto es una medida de estrés. La investigación detalla: "[Nuestros resultados] muestran unos inesperados y rápidos cambios en la emoción cuando los jugadores intentan resolver problemas desafiantes".
Por esta razón, el equipo considera que las emociones deben desempeñar algún papel en el proceso de toma de decisiones. El trabajo afirma: "Nuestra hipótesis actual es que los cambios rápidos en las emociones son una muestra involuntaria en respuesta al reconocimiento de situaciones encontradas anteriormente durante la exploración del estado del juego".
Este fenómeno debe tener un papel crucial en la toma de decisiones sobre los posibles movimientos, consideran Guntz y sus compañeros. La forma en la que los ajedrecistas de nivel avanzado toman las decisiones es muy diferente a la de los principiantes. Con el tiempo, los jugadores expertos aprenden a reconocer ciertos patrones de juego así como posiciones fuertes y débiles.
La capacidad de reconocer patrones simplifica bastante el proceso de decidir el próximo movimiento. En lugar de considerar todas las piezas por separado, los mejores jugadores las consideran en grupos llamados trozos. Se cree que pueden almacenar hasta 100.000 de estos trozos en la memoria a largo plazo. Al jugar una partida, transfieren estos trozos a la memoria a corto plazo, donde ocurre el razonamiento.
Y ahí es donde los jugadores empiezan a tener problemas. Existe un límite bien conocido en la cantidad de información que los humanos pueden almacenar en la memoria a corto plazo. En la década de 1960, el psicólogo estadounidense George Miller demostró que los humanos pueden memorizar entre cinco y nueve trozos de esa forma. Más allá de eso, estamos abrumados.
Entonces, ¿cómo pueden los jugadores de ajedrez manejar 100.000 trozos cuando solo pueden mantener un puñado de ellos en su memoria de trabajo en un momento dado? Guntz y sus compañeros sostienen que lo logran mediante las emociones. Cuando un jugador ve un trozo que ya ha visto antes, la valencia emocional asociada con él hace que se muestre en primer plano para un análisis profundo o que se rechace como una mala opción.
De esta manera, los mejores jugadores utilizan las emociones para mover los trozos relevantes de la memoria a largo plazo a la memoria a corto plazo y viceversa. Y este es cambio en el estado emocional que el equipo logró registrar.
Eso tiene enormes implicaciones para nuestra comprensión de la toma de decisiones humana y para la inteligencia artificial en general. Guntz y sus compañeros son precavidos con sus resultados y sugieren que su trabajo todavía está en sus primeras etapas y que es necesario hacer más.
Aun así, la investigación ofrece una nueva y curiosa forma de pensar sobre el problema de la toma de decisiones y cómo las máquinas podrían hacerlo de manera más efectiva. Hasta ahora, las máquinas han usado principalmente recursos computacionales cada vez más poderosos para tomar decisiones. Eso efectivamente elimina el misterio de los problemas como las damas, el ajedrez y, más recientemente, el Go. Pero si les pedimos que escojan entre el jamón y el queso en un sándwich se quedarán perplejas.
Está claro que las emociones ofrecen algún tipo de sistema de catalogación que nos permite acceder a ciertos recuerdos más rápidamente. Comprender cómo funciona y cómo se podría aplicar a las máquinas es un objetivo importante.
Ref: arxiv.org/abs/1810.11094: The Role of Emotion in Problem Solving: First Results from Observing Chess