A cinco minutos del comienzo del concierto de Girl Talk de octubre en el Salón de Baile Starlight en Filadelfia, alrededor de cien personas del público se han apiñado en el escenario y bailan mientras que la niebla producida por el hielo seco hierve en torno a ellos y están iluminados por luces estroboscópicas de colores. Girl Talk, también conocido como Gregg Gillis, un ex ingeniero biomédico de 27 años de Pittsburg, se inclina sobre un portatil en una mesa al frente del escenario con un pañuelo blanco envuelto en la cabeza. Después de unos 15 minutos, un joven sin camisa salta sobre una mesa. Su danza alocada afloja un cable que está conectado al portatil de Gillis, y la música que resuena por los altavoces del club se apaga repentinamente. “Las personas que bailan en la mesa no le ayudan a nadie”, dice Gillis a través del micrófono mientras busca a tientas entre los cables pegados al suelo. El abucheo del público finalmente hace que el saboteador accidental avergonzado se baje del escenario.
Esos son los peligros de un espectáculo en vivo en la era del mashup, una forma artística incipiente, como los espectáculos de Gillis, en los cuales se desdibuja el límite entre el creador y el consumidor. Un mashup es una recombinación digital de elementos musicales extraídos de distintas grabaciones. Por ejemplo: una línea vocal de una canción, una parte en piano de otra y un redoble de tambores de una tercera. Algunos observadores rastrean los orígenes del mashup a los experimentos vanguardistas con bucles de cintas de los años 70, y otros al “muestreo” de grabaciones existentes de los rap de los 80. Pero el mashup es un fenómeno distintivo del siglo XXI, que es posible por la proliferación de archivos de música digital y el aumento de la calidad y accesibilidad del software para manipularlos.
Gillis tal vez sea el artista más popular de mashup de Estados Unidos. Estrenó para Beck y tocó en el festival de rock de Lollapalooza. Su página de MySpace recibe más visitas que la de Wilco, un exitoso y aclamado grupo de rock alternativo. Cuando se va de gira, hace que se llenen clubes de gran tamaño como el Salón de Baile Starlight, donde más de 100 personas bailaban apretadas contra el escenario.
Parte del atractivo es la cantidad increíble de samples que combina en sus mashups. Wikipedia enumera 24 fuentes para “Play Your Part (Pt.1)”, el primer tema en su último álbum, Feed the Animals. “Play Your Part”, comienza con una parte vocal del grupo hip-hop UGK, unida a una pista instrumental de “Gimme Some Lovin”, del Spencer Davis Group. Después de unos 42 segundos, al tema de UGK le sigue el cántico rítmico “Pump that shit up” de una canción que lleva el mismo título, y unos segundos después, “Gimme some lovin” desaparece. El fragmento en bucle de “Pump that shit” continúa sobre un fragmento de tambor de un tema del cantante Cupid del R&B de Louisiana. La parte vocal se desvanece, pero el ritmo de tambores continúa y aparecen los arpegios en sintetizador propios de “Let my Love Open the Door” de Pete Townshend. Otros samples se suceden durante tres minutos y medio, incorporando trabajo de rappers como: Ludacris, Birdman, y T.I. y las bandas: Twisted Sister, Rage Against the Machine, y Temple of the Dog, entre otros.
Un buen mashup puede vivificar lo familiar al ubicarlo en un contexto nuevo, y eso fue lo que aparentemente hizo la obra de Girl Talk para el público de Filadelfia. Surgieron aclamaciones cuando ingresaba líneas instrumentales conocidas a la mezcla. Miembros del público cantaban con muestras de canciones hip-hop y bailaron con un entusiasmo que por su parte no les hubieran inspirado las canciones originales.
Pero entre los artistas mashup, colegas de Gillis, la respuesta fue tibia. “Lo que él pone como elemento principal de un tema parece indicar ‘Recordad este tema, recordad este tema, recordad este tema’”, indica Tim Baker quien presenta una transmisión de audio vía Internet basada en la música llamada “Radio Clash”. “Es como si estuvieras mirando la televisión y alguien está sentado ahí, cambiando canales cada 30 segundos”.
Jordan Roseman, que hace mashups con el apodo de DJ Earworm dice que, “la forma exige repetición. Cuando escuchas cualquier canción pop en la radio, los elementos se repiten. Si se van, los echas de menos, si vuelven les das la bienvenida. Y justo cuando te cansas de ellos se desplazan a otra parte. Y justo cuando los vuelves a echar de menos, vuelven”. Girl Talk simplemente descarta cada una de las muestras una vez que han sonado durante 30 0 40 segundos.
También tiende a unir pistas instrumentales con vocales de hip-hop, tal cual puede sugerir el análisis de “Play Your Part (Pt.1)”. Luke Enlow, un artista mashup de New Hampshire que hace música bajo el nombre de Lenlow dice que, “en la comunidad mashup, se ve como una forma de escabullirse porque hacerlo es muy fácil, porque no tienes que preocuparte por hacer que las claves coordinen”.
Gillis no niega que sea más fácil realizar mashups de hip-hop; simplemente lo considera irrelevante. “Lo que tocan los Ramones no es demasiado difícil de hacer”, dice, refiriéndose a la banda de Nueva York a quien le adjudican haber lanzado el movimiento punk-rock. “Pienso que tocar en el ordenador es un ejercicio muy punk”. También invoca la figura de Joe Satriani, un guitarrista de rock reconocido por sus solos rápidos y devastadores. “Joe Satriani no es necesariamente más importante que Kurt Cobain de Nirvana porque pueda hacer que su guitarra gima mejor”, explica Gillis.
Sin embargo, es un patrón común en la historia de la música, que en el momento de ascenso de una forma musical, sus practicantes más ambiciosos comiencen a moverse en una dirección más esotérica. Los acompañantes que tocaron en los ensambles pequeños de Benny Goodman en el auge del swing son un ejemplo; los Beatles y los Beach Boys a mediados de los años 60 son otro. Los mashups todavía no alcanzaron el nivel de preeminencia cultural que en su auge alcanzaron el jazz y el rock, pero si hay una figura de transición similar en el mundo del mashup actual, podría muy bien ser Roseman.
Él obtuvo doble especialización en música y ciencia de la computación en la Universidad de Illinois, y como puede analizar las armonías de sus materias primas, puede detectar cómo se avecina una disparidad entre claves a una milla de distancia. No tiene que apoyarse tanto como sus pares en el ensayo y error para encontrar muestras que encajen musicalmente.
También es más diestro que muchos otros al adquirir materia prima. Los archivos digitales con los cuales se hacen los mashups, rara vez se hacen desde grabaciones completas; generalmente son pistas vocales o instrumentales aisladas. Recientemente se ha hecho más común que los mismos artistas de grabación lancen pistas disgregadas para alentar a los artistas del mashup a que las mezclen. A veces las empresas grabadoras dejarán que se filtren pistas extraoficialmente para conseguir publicidad. A veces los ingenieros sacan pistas brutas de los estudios como por arte de magia: cuando alguien las publica online, se propagan rápidamente a través de la comunidad mashup. También pueden hallarse pistas disgregadas en grabaciones de sonido envolvente o software de video juegos. Pero si ninguna de esas opciones está disponible, los artistas del mashup tendrán que extraer el material que necesitan de grabaciones completas.
Roseman escribió un libro, Audio Mashup Construction Kit (Equipo para armar mashups de audio), que tiene un capítulo de 40 páginas llamado “Unmixing” sobre cómo aislar vocales e instrumentales. Uno de los trucos que describe es hallar una parte de una canción donde una figura de acompañamiento se repite algunos compases antes de que entre un vocal. Ahí es donde el software puede substraer la figura repetida de la mezcla final y aislar la línea vocal.
Sin embargo, lo que distingue a Roseman son los instintos artísticos. Al igual que los mashups de Girl Talk, los de Roseman generalmente tienen samples de múltiples canciones. Su mayor éxito, “United States of Pop”, toma elementos de las 25 canciones principales de la Cartelera de 2007. Pero más que hilar las muestras haciendo cadenas largas, como lo hace Gillis, Roseman gradualmente las va ubicando una sobre otra, en capas, agregando texturas y acumulando momento a medida que va progresando la canción. Un buen ejemplo es la hipnótica “Stairway to Bootleg Heaven (Escalera al Cielo de la Piratería)”, que toma pistas de siete grabaciones diferentes. El corazón del mashup es la yuxtaposición de una canción de Eurythmics de los años 80, y una versión de “Stairway to Heaven” de Led Zepellin por Dolly Parton, ¿Quién lo diría? Ya de por sí, la mezcla de sección de ritmos con sintetizador, mandolina y violín, poco probable pero sorprendentemente efectiva, haría de esto un mashup memorable. Pero Roseman va más allá agregando una introducción de 90 segundos que combina una parte vocal de Laurie Anderson con una canción de la banda de pop sintético Art of Noise. Hacia el final del mashup entra una muestra de “So What’cha Want” de los Beastie Boys que le agrega urgencia, y el clímax de la canción: “Love is a Battlefield” de Pat Benatar a doble velocidad. A través del Mashup, como una especie de tejido conjuntivo, un fragmento de “Because” de los Beatles aparece y desaparece, de un modo espectral y misterioso. Aunque varias de las grabaciones de las muestras de Roseman parecen anticuadas, tal vez risibles por sí solas, la combinación es sublime.
Roseman no ha disfrutado el éxito casi popular que tiene Gillis (aunque su trabajo no puede considerarse ignoto: “United States of Pop” fue una de las 100 canciones más tocadas en las radios pop durante varios meses en 2008, y su mashup maravillosa de “Love Lockdown” de Kayne West y “Reckoner” de Radiohead tuvo la aprobación de West mismo, quien puso un video para el tema en su página. De todos modos, si la pregunta fuera: ¿Los mashup de quién estaremos escuchando de aquí a 20 años?, yo sé a quién le apostaría.
Larry Hardesty es un editor senior de Technology Review
Copyright Technology Review 2008