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Tecnología y Sociedad

El desastre de Fukushima ha dejado una huella radiactiva en el vino

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Un análisis de las cosechas de vino californiano desde 2009 hasta 2012 descubre que los niveles de cesio-137 son más elevados en los caldos posteriores al accidente nuclear. El hallazgo confirma que estos desastres pueden tener consecuencias inesperadas mucho después de que ocurran

  • por Emerging Technology From The Arxiv | traducido por Mariana Díaz
  • 25 Julio, 2018

Durante la década de 1950, Estados Unidos, la Unión Soviética y otros países hicieron pruebas con armas termonucleares en la atmósfera de la Tierra. Estos test liberaron grandes cantidades de material radiactivo en el aire. Este hecho empezó a generar temores de posibles reacciones nucleares capaces de activar al deuterio oceánico. Este escenario destruiría al planeta convirtiéndolo en una enorme bola de fuego.

Estas pruebas concluyeron en 1980 cuando China terminó su programa, pero el proceso dejó una huella nuclear persistente en el planeta. Una de las marcas más obvias es el cesio-137, un subproducto radioactivo de la fisión del uranio-235.

Después de su liberación en la atmósfera, el cesio-137 se expandió por el mundo y acabó penetrando en alimentos en cantidades mínimas. Es raro que esta incorporación sea útil de alguna manera, pero en 2001 el farmacólogo francés Philippe Hubert descubrió que podía usar usarla para estimar la fecha de un vino sin tener que abrir la botella.

Gráfico: Radioactividad medida de cesio-137 en vinos a lo largo de los años.

La técnica no tardó en convertirse en un arma eficaz en la lucha contra el fraude vinícola, que consiste en etiquetar vinos jóvenes como si fueran de cosechas más antiguas para inflar su precio. Hay varios tipos de análisis que permiten detectar tal fraude, pero para ello es necesario abrir el vino, lo que destruye su valor.

Pero la radiactividad del cesio-137 le permite obtener el mismo resultado de forma no invasiva. Su producción de rayos gamma es relativamente proporcional a la cantidad de isótopos presentes. Así que para datar un vino basta con emparejar la cantidad de cesio-137 de la botella con los registros atmosféricos. Este proceso revela rápidamente cualquier fraude. De hecho, si no hay cesio-137, el vino debe ser posterior a 1980.

Pero este registro presenta un fallo. El desastre de Chernóbil (Ucrania) en 1986 bañó gran parte de Europa y otras partes del mundo con una nube radiactiva que aumentó, de nuevo, los niveles atmosféricos de cesio-137. Hubert y su equipo constataron la presencia de esta falla en los datos que recopilaron de los vinos.

Y eso plantea una pregunta interesante sobre el desastre de Fukushima (Japón) de 2011, un accidente que tuvo las mismas proporciones que Chernóbil y que fue causado por un colapso en la planta de energía nuclear de Fukushima después de un gran terremoto y un tsunami. Lanzó una nube radiactiva que se expandió por el mundo rociándolo con subproductos fisionables.

¿Es posible ver los efectos del desastre nuclear de Fukushima en los vinos que se produjeron en aquel momento? Esa es la pregunta que acaba de responder una investigación lideraba por Hubert con vinos de California (EE. UU.). El científico afirma: "En enero de 2017 nos topamos con serie de vinos californianos (cabernet sauvignon) de las cosechas 2009 a 2012".

Este conjunto de vinos se convirtió en la muestra perfecta. El desastre de Fukushima ocurrió el 11 de marzo de 2011. Cualquier vino elaborado antes de esa fecha debería estar libre de los efectos, mientras que cualquiera posterior debería mostrar esa huella radioactiva.

El equipo comenzó su estudio con la medición convencional de los niveles de cesio-137 en las botellas sin abrir. Los resultados dieron lugar a niveles indistinguibles del ruido de fondo. Así abrieron las botellas y redujeron el caldo a cenizas por evaporación para someterlas a  pruebas más sensibles. Para ello hay que calentar el vino a 100 °C durante una hora y luego aumentar la temperatura a 500 °C durante ocho horas. De esta forma, una botella estándar de 750 mililitros de vino produce alrededor de cuatro gramos de ceniza. Las cenizas fueron colocadas en un detector de rayos gamma para buscar signos de cesio-137.

Gracias a este método, Hubert y su equipo encontraron cantidades medibles de cesio-137 por encima de los niveles básicos en el vino producido después de 2011. "Parece que hay un aumento en la actividad en 2011 en un factor de dos", concluyó el equipo.

Es probable que esta técnica no sea muy útil para denunciar fraudes vinícolas, ya que los niveles de cesio-137 son casi indetectables y solo se pueden identificar si el vino se destruye. Pero sí demuestra que los desastres nucleares pueden tener consecuencias inesperadas mucho después de que ocurran.

Ref: arxiv.org/abs/1807.04340Dating of Wines with Cesium-137: Fukushima's Imprint

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