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Rob Larson

Tecnología y Sociedad

Una historia de desempleo, automatización, robots y falsa prosperidad

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Pittsburg se hundió con la industria del acero. Pero gracias a la IA, está renaciendo y convirtiéndose en una economía altamente tecnológica. Sin embargo, los beneficios no están llegando a la mayoría de su población. La ciudad es un pequeño adelanto de lo que le espera al resto del mundo

  • por David Rotman | traducido por Mariana Díaz
  • 27 Junio, 2018

Durante décadas, el gran terreno baldío que recorre el curso del río Monongahela (EE. UU.) ha sido una cicatriz del pasado industrial de Pittsburgh (EE. UU.). Hubo en tiempo en el que la zona era el hogar de la fábrica de acero Jones y Laughlin, una de las instalaciones más grandes en la ciudad, en una época en la que el acero era la industria dominante. Desde entonces, la mayoría de este tipo de enormes infraestructuras ha ido desapareciendo, dejando únicamente campos vacíos con restos de fábricas de acero y algunos edificios extraños.

Al lado de esta extensa zona está uno de los barrios más pobres de Pittsburgh, Hazelwood, donde una casa se puede vender por menos de 43.000 euros. Al igual que otras muchas de las ciudades que se extienden al sur a lo largo del río, como McKeesport y Duquesne, sus motores económicos, el acero y el carbón, son un simple recuerdo que se desvanece.

Pero ahora, el viejo emplazamiento de la fábrica de acero, al que sus dueños bautizaron como  Hazelwood Green, está volviendo a la vida. En uno de sus extremos, Uber ha instalado una zona de pruebas para sus coches autónomos. Una nueva carretera, que todavía está cerrada al público y cruza toda la zona, dispone de letreros de aparcamiento, bocas de incendio, un carril bici y una acera. Y no hace falta mucha imaginación para imaginarse a hordas de turistas en el parque que se planea construir a lo largo de la orilla del río.

La joya del esfuerzo de reurbanización es Mill 19, una antigua fábrica de coque de unos 400 metros de longitud, situada en medio de los campos vacíos. La estructura ha sido despojada de un esqueleto metálico de tres pisos y se prepara para tener una nueva vida. Si todo sale según lo previsto, la próxima primavera Mill 19 recibirá a su primer nuevo inquilino: el Instituto de Robótica Avanzada para Fabricación.

Resulta simbólico que los robots se estén mudando a una antigua fábrica de acero. Pittsburgh se está reinventando gracias a los avances en automatización, robótica e inteligencia artificial (IA) que salen de sus escuelas, particularmente de la Universidad Carnegie Mellon (CMU en EE. UU.), para tratar de crear una economía de alta tecnología. El barrio de Lawrenceville, a unos ocho kilómetros de Hazelwood, se ha convertido en uno de los epicentros del coche autónomo en EE. UU. Allí, Uber Advanced Technologies ocupa un puñado de edificios industriales; y las start-ups de conducción autónoma Argo AI y Aurora Innovation están cerca. Y la empresa Caterpillar, especializada en retroexcavadoras autónomas y otras máquinas pesadas que algún día podrían operar ellas mismas, también opera en la zona.

Estos movimientos han atraído miles de millones de euros de Silicon Valley (EE. UU.) y otros lugares, una inversión que ha sido muy bien recibida por una ciudad cuya economía ha estado moribunda durante décadas. Y los efectos son visibles. Por la ciudad ya es habitual ver coches autónomos realizando pruebas, y 'pasarelas robóticas' en el exterior de los restaurantes de moda. Y aunque muchos vecinos se quejan de los altos precios de las viviendas cercanas a las sedes y fábricas de las nuevas empresas tecnológicas, admiten que la ciudad vive sus mejores días.

La pregunta es: ¿Pueden la inteligencia artificial, la robótica avanzada, los coches autónomos y otras nuevas tecnologías extender la prosperidad a la población general?

Pero a pesar de toda esta actividad, la economía de Pittsburgh sigue sufriendo. Puede que su población haya dejado de disminuir, pero tampoco está aumentando y la edad media de su población es cada vez mayor. Durante la última mitad de la década, casi 70.000 personas de entre 35 y 54 años han abandonado la región. Y no muy lejos de la ciudad y sus universidades de élite, en áreas donde la principal esperanza radica en el carbón y el gas natural en lugar de en los coches autónomos, los empleos bien remunerados son escasos y las ciudades están siendo devastadas por la adicción a los opiáceos.

Esto no solo convierte a Pittsburgh en un microcosmos en el corazón industrial de Estados Unidos, sino también en un caso de prueba para todas las ciudades y países con acceso a nuevas tecnologías digitales. La pregunta es: ¿Pueden la inteligencia artificial, la robótica avanzada, los coches autónomos y otras nuevas tecnologías extender la prosperidad a la población general?, ¿o estos avances solo servirán para concentrar la riqueza en las manos de un puñado de empresarios, inversores y algunos trabajadores técnicos altamente cualificados?

El director de Programas de la Liga Nacional de Ciudades, Scott Andes, afirma que para que Pittsburgh prospere "no puede limitarse a producir talentos e ideas brillantes que no generan empleo. Pittsburgh es un gran estudio de caso para la economía del siglo XXI, porque está comenzando a traducir la investigación en un valor económico".

El trabajo ya no es como antes

No hay un debate más ridículo ni más falso entre la comunidad tecnológica que el de si los robots y la IA destruirán puestos de trabajo o, por el contrario, crearán una gran cantidad de nuevos empleos. La respuesta depende de varios factores económicos, pero nadie sabe qué papel jugarán a medida que la IA se intensifique.

Nadie duda de que la automatización y los robots ya han destruido muchos empleos en las últimas décadas, especialmente en la fabricación. En uno de los primeros intentos de cuantificar el impacto de los robots industriales fue la investigación liderada por el profesor del MIT Daron Acemoglu (ver Los robots han destruido casi 700.000 empleos en EEUU en menos de 30 años). Según sus resultados, con datos desde 1990 a 2007, cada robot de fábrica destruye seis puestos de trabajo. Eso son unos 670.000 trabajos perdidos durante los años analizados , solo en EE. UU.

GRÁFICOS: La automatización está cambiando el trabajo
Medir la ganancia o la pérdida neta de empleos debido a la robótica y la inteligencia artificial es complicado. Pero está claro que los tipos de trabajos demandados están cambiando a medida que disminuye la necesidad de trabajo manual y que las habilidades digitales y humanas se disparan.

El Instituto Global McKinsey estima que aproximadamente el 50 % de las tareas podrían automatizarse. Pero tales estadísticas a menudo se malinterpretan. El 50 % simplemente se refiere a la "viabilidad técnica" de lo que se puede automatizar con las tecnologías actuales y emergentes, según el presidente del instituto, James Manyika. El número real de trabajos perdidos dependerá de los costes y beneficios de reemplazar a las personas con máquinas.

Pero saber cuántos empleos nuevos se crearán, sigue siendo una incertidumbre. Muchos tecnólogos, especialmente los especializados en robótica, afirman que van a aparecer muchos nuevos tipos de trabajos. Pero de momento, eso no es lo que ha sucedido. Además, la mayoría de los avances no se han extendido por la mayoría de los grandes sectores de la industria, como la medicina.

Quizás solo necesitemos ser pacientes; los avances tecnológicos siempre han aumentado los beneficios, lo que a su vez ha incrementado la demanda de bienes y servicios, y esto ha terminado por generar más empleos. Pero la principal asesora económica del expresidente de Estados Unidos Bill Clinton y profesora de la Universidad de California en Berkeley (EE. UU.), Laura Tyson, lanza la pregunta en la que todos pensamos: ¿y si, esta vez, los bienes y servicios que la gente quiere no necesitan mucha mano de obra humana para producirse? "Es la primera vez que vemos que la tecnología podría reducir la demanda de trabajadores humanos", alerta Tyson (ver "El problema no es la cantidad de trabajos disponibles sino su calidad").

Acemoglu explica: "Durante varias décadas, los macroeconomistas han creído en una visión ingenua de que la tecnología siempre creará empleos; pero para los alarmistas, esta vez será diferente y sí se van a destruir puestos de trabajo. La verdad es que la tecnología es capaz de hacer ambas cosas". Aunque en el pasado los beneficios económicos de las nuevas tecnologías siempre han sido suficientes para crear más empleos de los que se habían perdido, Acemoglu señala que "últimamente, por una variedad de razones, la cara destructiva de la tecnología que elimina empleos ha sido más prominente". 

Parte de lo que describe es la llamada paradoja de la productividad: mientras que los macrodatos, la automatización y la inteligencia artificial deberían, en teoría, aumentar la productividad de las empresas, impulsar la economía y crear más puestos de trabajo, la realidad no es así. Algunos economistas piensan que es solo cuestión de tiempo, aunque podría llevar muchos años (ver Ni Google, ni Facebook ni la IA están ayudando a elevar la productividad).

Pero el debate sobre cuántos empleos se ganan o pierden oculta un punto mucho más preocupante. La ubicación de los puestos de trabajo y sus tareas asociadas también están cambiando, y eso es lo que está causando un daño real a las personas y a las economías locales (ver El empleo en las ciudades pequeñas será el más castigado por la robótica y la automatización).

En EE. UU., cada vez hay más ofertas de empleo mal pagado en lugares como almacenes y restaurantes, pero también hay más demanda bien remunerada de profesionales técnicos muy cualificados para programación. Al mismo tiempo, muchos empleos tradicionalmente de clase media en áreas como la fabricación y el procesamiento de datos se están arruinando. Y todas estas tendencias están propiciando un nivel récord en la desigualdad de ingresos. Tyson explica: "Hay bastante consenso sobre el hecho de que la tecnología está cambiando las habilidades y ocupaciones demandadas, y eso seguirá aumentando la desigualdad".

Este escenario, por supuesto, ya se ha visto antes. En 1900, alrededor del 40 % de los empleados estadounidenses trabajaban en granjas; hoy menos del 2 % de la gente trabaja en el campo. En 1950, alrededor del 24 % de los empleos se dedicaban a la fabricación; a día de hoy, solo alrededor del 9 % están en esta industria. Y la situación se replica en otros países desarrollados. Pero los cambios actuales son más rápidos y amplios que antes, lo que da poco margen de adaptación.

Muchas personas simplemente han perdido la esperanza de encontrar un trabajo decente, especialmente los hombres de entre 25 y 54 años. Las economistas de la Universidad de Maryland (EE. UU.) Melissa Kearney y Katharine Abraham han analizado el por qué. Creen que puede haber varias causas, pero dicen que los robots y la automatización son críticos. Muchas personas sin un título universitario simplemente piensan que las posibilidades de encontrar un trabajo bien remunerado son demasiado escasas como para que valga la pena buscarlas.

GRÁFICOS: Si el crecimiento se ralentiza, la desigualdad aumenta
A pesar de los avances en IA y robótica, la productividad es lenta y cada vez menos personas disfrutan de su beneficios. Para impulsar el crecimiento necesitaremos más IA y tendremos que aprender a implementarla mejor.

La economista de Princeton (EE. UU.) Anne Case y su coautor Angus Deaton han identificado lo que probablemente sea una tendencia relacionada. Los investigadores han descubierto que la mortalidad de la población blanca de mediana edad en Estados Unidos que, como mucho ha terminado el instituto, está aumentando. Los culpables: altas tasas de suicidio, drogadicción y alcoholismo. Case y Deaton se refieren a estas dolencias como "enfermedades de la desesperación" porque no parecen estar relacionadas con la pobreza per se, sino más bien con decepción. Las expectativas se están poniendo patas arriba y la gente empieza a ser consciente de que no va a vivir mejor que sus padres.

La automatización podría ser en parte culpable de estos problemas sociales. Pero si los economistas como Acemoglu tienen razón, la clave para crear mejores empleos no estriba en erradicar estos avances, sino en implementar mejores versiones en toda la economía.

El renacer de Pittsburgh

Eso es básicamente lo que intenta Pittsburgh. Hasta ahora los resultados son desiguales. "La transformación de la ciudad por parte de los nuevos jóvenes especializados en inteligencia artificial y robótica ha sido espectacular", señala el decano de informática de CMU, Andrew Moore, y añade: "Pero esto más bien está gentrificando la zona en lugar de crear una comunidad más inclusiva".

En una ciudad orgullosa de su clase trabajadora, con sindicatos fuertes y una rica historia de política progresista, esta situación chirría. El alcalde, William Peduto, ayudó a atraer a Uber, pero desde entonces la relación con la compañía se ha deteriorado. "El modelo de Silicon Valley no [incluye] a las personas en la ecuación. Se basa en el rendimiento derivado del capital de riesgo. En lugares como Detroit [EE. UU.] y Pittsburgh, el futuro del trabajo se refiere al futuro del trabajador", expresó Peduto en una reciente entrevista con MIT Technology Review.

Una encuesta reciente afirma que más de la mitad de los habitantes de Pittsburgh apoyaría la construcción de la segunda sede de Amazon en la ciudad. Este apoyo no resulta sorprendente, ya que la llegada de Amazon promete generar 50.000 empleos e invertir unos 4.300 millones de euros, lo que transformaría a Pittsburgh. Hay rumores de que la ciudad está ofreciendo a la compañía un espacio a lo largo del río Monongahela que incluye a Mill 19.

Pero si Amazon se asienta en Pittsburgh, es probable que aumente la ansiedad sobre cómo emparejar a los habitantes con los nuevos empleos de alta tecnología. "No hay suficientes personas con las habilidades técnicas necesarias. Somos geniales en algunas cosas peculiares, pero [Pittsburgh] necesita formar a su población local para que pueda ser parte de esto", advierte Moore de CMU.

Pero el desafío al que se enfrenta la ciudad y, la sociedad en general, no se limita a incluir a más personas en la fuerza de trabajo de alta tecnología, sino también a expandir el suministro de esos empleos bien remunerados. La robótica avanzada puede modernizar las fábricas en una ciudad como Pittsburgh y ayudar a que la fabricación sea más competitiva. Pero los trabajos de fábrica perdidos a lo largo de los años no se recuperarán. El desafío consiste en construir una economía con muchos buenos empleos alrededor de la IA y la automatización.

Al ponerse de pie sobre el techo de cualquier edificio del barrio de Lawrenceville se puede echar un vistazo al futuro. En la primera planta hay un gran garaje que alberga varios de coches autónomos de Aurora. En algunos campos llenos de maleza aparece una retroexcavadora de Caterpillar. Y un poco más allá, hay una zona de pruebas cercada de Carnegie Robotics, que está trabajando en un robot de limpieza de bombas para el Ejército.

Es un paisaje impresionante que hace que los letreros de algunas de las principales instituciones mundiales en robótica y automatización salten a la vista. Pero también es una imagen mortalmente silenciosa. Hay algunos vehículos aparcados, que probablemente son de ingenieros y programadores involucrados en las diversas empresas de robótica y, tal vez, de algunos turistas. Más allá de eso, no hay señales de trabajadores en ninguna parte.

Tecnología y Sociedad

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