La investigación probablemente cambiará nuestra noción de la consciencia.
Algunas personas consideradas como en estado vegetativo—una falta persistente de consciencia producida tras una lesión cerebral—podrían estar más despiertas de lo que hasta ahora se creía, e incluso tendrían la capacidad de comunicarse, según informa una nueva investigación. Un paciente en el estudio, publicado en New England Journal of Medicine (NEJM), fue capaz de contestar correctamente una serie de preguntas en las que la respuesta era un sí o un no, y dichas respuestas fueron obtenidas mediante la toma de imágenes cerebrales.
La investigación enfatiza la dificultad de diagnóstico de las personas en esta situación y cómo las nuevas tecnologías podrían ser de ayuda. También abre nuevos caminos de comunicación con aquellos pacientes que se creía ya no formaban parte del mundo consciente, y genera una serie de cuestiones éticas y filosóficas sobre la definición de la consciencia y sobre cómo evaluarla.
“Bajo mi punto de vista, este documento es un avance enorme dentro de la ciencia cognitiva y la neurología, y probablemente se constituya en la base de una discusión más abierta sobre lo que significa estar despierto, alerta, y ser humano,” afirma Allan Ropper, neurólogo en el Brigham and Women’s Hospital en Boston, así como autor del comentario que acompaña al estudio en NEJM.
En 2006, Adrian Owen, un neurocientífico en el Consejo de Investigación Médica (MRC) en Cambridge, Inglaterra, publicó junto a sus colegas un descubrimiento extraordinario. Las imágenes de resonancia magnética funcional, una medida indirecta de la actividad cerebral, revelaron que un paciente que no mostraba signos externos de consciencia varios meses después de un accidente de coche era capaz de responder mentalmente a una compleja serie de órdenes de forma muy similar a como lo haría una persona sana. El nuevo estudio se ha creado a partir de esta investigación, mostrando que el caso anterior no era un incidente aislado, y que las imágenes cerebrales realmente podrían usarse para comunicarse con pacientes que no respondan.
Estas enfermedades, llamadas desórdenes de la consciencia, a menudo se denominan de forma errónea como comas. Sin embargo, los comas normalmente sólo duran unos cuantos días o semanas. Después de ese periodo, los pacientes se despiertan o pasan a un estado vegetativo (en el que no son conscientes en absoluto de su entorno) o a un estado consciente mínimo (en el que ocasionalmente se ríen o lloran, alcanzan objetos, o incluso responden a preguntas simples). Los pacientes normalmente son diagnosticados mediante una serie de exámenes neurológicos que evalúan su nivel de consciencia ante su entorno.
En el estudio actual, se pidió a una serie de pacientes diagnosticados como vegetativos o mínimamente conscientes que se imaginaran a ellos mismos jugando al tenis—una tarea motora—o que se imaginaran caminando por las calles de una ciudad familiar o su hogar—una tarea espacial. En las personas sanas, cada una de estas tareas activa una parte característica del cerebro, permitiendo a los científicos determinar sólo a partir del escáner cerebral cuál de las dos situaciones está visualizando la persona. La tarea también resulta cognitivamente compleja: el paciente debe comprender la orden, recordarla durante el test, y después llevar a cabo la visualización.
Los investigadores descubrieron que cinco de 54 pacientes que presumiblemente se encontraban en estado vegetativo fueron capaces de controlar su actividad mental a propósito, lo que sugiere que, aunque poco frecuente, algunas personas con pocos o ningún signo externo de consciencia poseen signos de consciencia tangibles. Esas cinco personas habían sufrido daños cerebrales como resultado de un trauma cerebral en vez de por causa de la privación de oxígeno, lo que confirma que ese grupo posee más probabilidades de recuperación.
El equipo demostró que en un paciente varón de 22 años que había sido diagnosticado como vegetativo después de un accidente de coche hacía cinco años, esta toma de imágenes podía usarse como medio de comunicación. Al paciente se le pidió que se imaginase jugando al tenis si la respuesta a una pregunta era sí, y que se imaginase en su casa si la respuesta era no. Fue capaz de responder cinco de seis preguntas, y las contestó todas de forma correcta. Los científicos no conocían las respuestas a las preguntas antes de proceder con el test, y las confirmaron más tarde con la madre del paciente. Para la última pregunta, en vez de dar una respuesta incorrecta, no mostró actividad cerebral en absoluto. Los investigadores afirman que podría haberse dormido, haber perdido la consciencia, o haber elegido no responder.
“Este es el primer caso, pero al menos muestra que la tecnología podría redefinir los límites de los exámenes clínicos hechos a pie de cama,” afirma Steven Laureys, director del grupo de ciencia del coma en la Universidad de Liege, en Bélgica, y uno de los autores del estudio. “Estoy convencido de que necesitamos adaptar nuestro estándar de cuidado hospitalario y nuestro marco legal y ético para tomar en cuenta esta nueva tecnología.” Los investigadores no hicieron pruebas con los otros cuatro pacientes en los que se podían utilizar las imágenes cerebrales, principalmente debido a la dificultad de llevar a cabo los tests.
Los descubrimientos abren la posibilidad de que algunos de estos pacientes puedan participar en decisiones sobre sus cuidados médicos, aunque habrá que discutir una serie de cuestiones científicas, éticas y legales antes de dar ese paso. Durante el reciente experimento, por ejemplo, los científicos no preguntaron al paciente si sentía dolor, y en vez de ello se ciñeron a preguntas basadas en hechos y con respuestas que pudieran confirmar más tarde. “Antes de tratar problemas importantes como el dolor, el tratamiento, el fin de la vida, y cosas así, tenemos muchas cosas que discutir dentro de la comunidad médica,” afirma Laureys.
Sigue sin estar claro el nivel de consciencia exacto de estos pacientes. Las personas en estados mínimamente conscientes tienden a poseer niveles de consciencia fluctuantes, respondiendo ante preguntas y peticiones simples de forma poco fiable. Y al contrario que los pacientes con síndrome “locked-in”, en los que un tipo específico de apoplejía del tronco del encéfalo deja a la persona profundamente paralizada pero en gran medida intacta a nivel cognitivo, estas personas poseen un daño cerebral claro y probablemente sufren graves discapacidades cognitivas. “Incluso si pudieran decir sí o no a una pregunta simple, no sabemos si retienen capacidad cognitiva suficiente como para responder a cuestiones más complejas,” señala Martin Monti, investigador postdoctoral en MRC y autor principal del estudio.
Lo que resulta intrigante es que, antes del reciente experimento, los médicos no habían sido capaces de establecer ningún tipo de comunicación con el paciente de 22 años. (Algunos pacientes, por ejemplo, pueden parpadear en respuesta a preguntas de sí o no.) “Debe significar que de algún modo su sistema no puede producir comportamientos que estén al nivel de su funcionalidad cognitiva,” señala Monti. “Estaba claro que podía entender el habla, y podía oírnos e imaginar cosas. Esos comportamientos son bastante complejos.”
Los investigadores están ahora intentando desarrollar métodos alternativos para medir la actividad cerebral en estos pacientes. Las IRMs funcionales son caras, llevan mucho tiempo y son difíciles a nivel técnico—los sujetos deben permanecer quietos durante el escaneado, un problema para aquellos que no puedan seguir indicaciones de forma fiable. Los dispositivos de electroencelografía (EEG), que miden la actividad eléctrica cerebral a través de unos sensores sobre la superficie del cuero cabelludo, son mucho más baratos y más portátiles que los escáneres MRI y en la actualidad están siendo el objeto de estudio de Laureys y otros profesionales del sector. Los investigadores también esperan desarrollar interfaces cognitivas cerebrales que permitan a los pacientes interactuar con su entorno, de forma similar a las interfaces en fase de desarrollo para personas gravemente paralizadas.
“Creo que veremos un desarrollo relativamente rápido de este tipo de herramientas, puesto que existe un sentido de urgencia,” afirma Nicholas Schiff, que está llevando a cabo una investigación similar en el Weill Cornell Medical College de Nueva York. “Queremos saber con qué grado de fiabilidad se pueden comunicar, y si podemos darles distintos métodos para iniciar la comunicación.”