A medida que los libros se pasan a Internet, debemos oponernos a la centralización.
La red ha puesto a nuestro alcance el acceso universal al conocimiento. Ahora tenemos que colocar toda la literatura mundial en línea. Esto es más fácil de lo que pudiera parecer, si resistimos el impulso de centralizar y construir solo unas cuantas bibliotecas monolíticas.
La centralización puede conducir a controles de precios, censura, falta de privacidad del lector, y resistencia ante la innovación. Necesitamos muchos editores, libreros, autores y lectores. Y un montón de bibliotecas. Si trabajamos juntos, podemos conseguir un sistema robusto y distribuido de publicación y de bibliotecas, posiblemente parecido al de la World Wide Web.
Los tribunales de Estados Unidos han detenido un intento de monopolio por parte de Google y de las bibliotecas más grandes orientado a construir una gran colección de libros electrónicos. Proponían un sistema de concesión de licencias colectivas, el Registro de Derechos de Libros, que daría el derecho de licencia exclusiva a Google sobre cualquier libro que no fuera reclamado por un autor o editor. Ofrecería, además, opciones limitadas a los lectores. En la actualidad, algunos defensores de la organización sin fines de lucro Biblioteca Digital Pública de América (DPLA, por sus siglas en inglés), están promoviendo una acción legislativa que, me temo, podría conducir a un enfoque de concesión de licencias colectivas similar.
Podríamos estar ayudando a cultivar las semillas de un sistema de biblioteca y publicación distribuido. Esas semillas ya han sido plantadas.
Todas las bibliotecas podrían prestar libros electrónicos, tal y como se prestan los libros físicos, evitando la dependencia de bases de datos centralizadas. Las bibliotecas ya compran la mayor cantidad de libros electrónicos que pueden, e incluso las pequeñas bibliotecas pueden ofrecer grandes colecciones: un solo disco duro puede almacenar más de 150.000 libros (como PDF en color, en cuyo contenido se pueden hacer búsquedas) y sus datos de catálogo. No es difícil prestar libros digitales, tal y como muestran las tecnologías de Netflix y Amazon.
Los clientes de miles de bibliotecas ya pueden pedir prestados más de 200.000 libros electrónicos gratis comprados y escaneados del Archivo de Internet. Las editoriales más grandes han prohibido recientemente las ventas de libros electrónicos a las bibliotecas, pero se cree que esta restricción es temporal. Incluso a medida que adquiramos libros electrónicos actuales, tendremos que escanear los ya existentes, pero ese trabajo ya está en marcha. Escaneamos 1.000 libros al día en 31 bibliotecas de siete países que disponen de fondos de bibliotecas y fundaciones.
Centros de escaneado, como los de la Biblioteca Pública de Boston y la Biblioteca del Congreso, en Estados Unidos, digitalizan centenares de libros al día. Las bibliotecas que trabajan con el Archivo de Internet ya han puesto más de dos millones de libros de dominio público en línea para su descarga y préstamo gratuitos, y para su uso por personas que no pueden leer libros impresos.
Ahora es nuestra oportunidad de construir una biblioteca en línea accesible para todos. Para igualar la Biblioteca Pública de Boston o bibliotecas universitarias como las de Yale o Princeton, necesitamos 10 millones de libros. Se podrían adquirir en cuatro años por aproximadamente 160 millones de dólares (120 millones de euros). La DPLA, con su apoyo, puede ayudar a construir este sistema de bibliotecas, o podría acabar construyendo una biblioteca excesivamente centralizada mediante el uso de sistemas de licencia colectiva como el Registro de Derechos de Libros. Si trabajamos juntos, podemos lograr el acceso universal al conocimiento, basándonos en las lecciones positivas que nos ha dado Internet y la World Wide Web.
Brewster Kahle es el fundador del Archivo de Internet. Rick Prelinger es archivista, escritor y cineasta.