Cada vez se recopilan más datos sobre los más pequeños a través de juguetes, hospitales y escuelas. ¿Cómo les afectan las medidas que se toman a partir de ellos? ¿Cómo se gestiona su derecho al olvido? La ONG urge que se les incluya en el debate antes de que sea tarde
En 2015, los defensores de la privacidad se dieron cuenta de que un nuevo juguete conectado al wifi se estaba convirtiendo en una preocupación importante. Se trataba de Hello Barbie, una muñeca con tecnología de reconocimiento de voz que podía mantener una conversación bidireccional con un niño.
Padres y otros colectivos empezaron a ser conscientes de que las conversaciones que los niños mantenían con el juguete se almacenarían en servidores en la nube y que Mattel, el fabricante, las iba a usar de diferentes maneras. En ese momento, Forbes informó de que los términos y condiciones del juguete permitían a la compañía compartir "grabaciones de audio con proveedores externos que nos ayudan a reconocer el habla".
Este sistema tenía el potencial de revelar y compartir los pensamientos más íntimos de un niño, por lo que planteó una amplia gama de cuestiones éticas. Por ejemplo, cuál es la respuesta adecuada a la pregunta: "¿Qué debería ser cuando sea mayor?". Pero este escenario plantea una cuestión aún mayor: ¿cómo deberían representarse los intereses de los niños en el debate sobre privacidad y big data?
Los responsables de la Oficina de Investigación de UNICEF en Florencia (Italia) Gabrielle Berman y Kerry Albright alertan de que los derechos de los niños están infrarrepresentados. "Debido al potencial que esto tiene para generar un impacto severo, duradero y diferencial en los niños, sus derechos deben estar firmemente integrados en las agendas de los debates globales sobre ética y ciencia de datos", advierten.
Foto: La recopilación, procesamiento y uso generalizados de los datos recogidos 'online' plantea riesgos especiales para los niños, según los investigadores.
Las cuestiones de privacidad siempre son complejas, pero su impacto en los niños nunca había sido tan grande. Los datos se recopilan y procesan en una escala antes inimaginable que crece a un ritmo espectacular. "Esta acumulación implica que se recopilarán datos de los niños durante su vida como nunca antes se había hecho", indican Berman y Albright.
Evidentemente, habrá beneficios. Los expertos en salud esperan utilizar esta información para personalizar y mejorar la medicina, por ejemplo. Otros esperan ofrecer servicios mejores y más precisos adaptados a las necesidades de cada persona. La próxima generación será la que más se beneficiará de esto.
Pero también hay desventajas. Uno de los problemas es la persistencia de los datos: la información recopilada sobre niños y adolescentes podría estar vinculada a ellos a través de terceros para siempre.
Esto se está abordando desde la perspectiva del "derecho al olvido", que permite a los ciudadanos europeos borrar información histórica sobre ellos en determinadas circunstancias. De hecho, la legislación europea contempla disposiciones especiales para los niños.
Otra preocupación es la difusión de datos más allá de quienes los han recopilado. Aunque las técnicas de anonimato a menudo impiden que los datos se vinculen con individuos específicos, hay varias técnicas que permiten desanonimizarlos a posteriori.
Luego están las consecuencias desconocidas de las futuras técnicas de procesamiento de datos. Nadie está seguro de cómo se usarán en el futuro los datos que se recopilan hoy.
Por ejemplo, los servicios sociales de países como Nueva Zelanda y EE. UU. ya usan los datos recopilados sobre las familias para identificar a los niños en situación de riesgo. Algunos centros educativos usan los datos recopilados sobre los estudiantes para predecir su rendimiento y tomar decisiones sobre su futuro. No está del todo claro que estas aplicaciones fueran evidentes cuando se empezaron a recopilar los datos. Además, una pregunta importante es si las acciones tomadas como resultado de este procesamiento de datos están dando lugar a resultados indeseados.
Finalmente, está la cuestión del consentimiento informado. En Europa, los padres de niños menores de 13 años deben dar su consentimiento para que se recopilen sus datos. Sin embargo, hay menos protección para los niños de más edad. Un tema importante es cómo presentarles la información que necesitan para decidir si aceptan o no los términos y condiciones, y cómo esto debería cambiar a medida que crecen. Algo particularmente complicado cuando los usos futuros de los datos se desconocen.
Berman y Albright dicen que se debe hacer un esfuerzo importante para representar mejor los intereses de los niños en este debate, particularmente cuando hay niños en algunas partes del mundo que están mucho menos protegidos que otros. Los responsables advierten: "En una era en la que dependemos cada vez más de la ciencia de los datos y del big data, las voces de un grupo importante de las partes interesadas (los niños y niñas del mundo y los que abogan en su nombre) han estado ausentes en gran medida".
Eso es preocupante, y es una buena razón para reorientar los esfuerzos. Como Berman y Albright concluyen: "No hay mejor momento que ahora para alentar un mayor debate y diálogo entre los derechos de los niños y las comunidades de ciencia de datos para mejorar las vidas de los niños en todo el mundo".
Ref: arxiv.org/abs/1710.06881: Children and the Data Cycle: Rights and Ethics in a Big Data World.