Fraudes como el de la actriz Anna Allen podrían ser imperceptibles al ojo humano, según una investigación en la que la tasa de acierto no llegó ni al 50%
Allá por el año 2010, los australianos estaban cautivados por un caso de fraude en el que el estafador convenció a la gente de la veracidad de sus credenciales al mostrar fotografías en las que salía con el Papa Juan Pablo II, Bill Clinton, Bill Gates y otros. De esta manera, el estafador recaudó 7 millones de dólares (unos 6 millones de euros) de inversores engañados. Las fotos, por supuesto, eran falsificaciones. Y en marzo de este año, la sociedad española descubría que la exitosa carrera de la actriz Anna Allen, atestiguada con fotos de proyectos en Hollywood y asistencia a premios como los Oscar, no eran más que un producto de su imaginación y del Photoshop.
Esto suscita una pregunta interesante: ¿qué tal se nos da identificar las imágenes que han sido modificadas de alguna manera? La respuesta es importante porque proporciona unas importantes pistas acerca de lo susceptibles que somos de ser engañados y la probabilidad que tengamos de ser víctimas de algún crimen basado en las imágenes.
EL trabajo de Victor Schetinger de la Universidad Federal de Río Grande del Sur (Brasil) y su equipo nos proporciona una respuesta; han medido la facilidad con la que se engaña a los humanos con las fotos trucadas. Y sus resultados representan una lectura incómoda.
En años recientes, los crímenes basados en imágenes falsas se han vuelto más comunes poco a poco. No resulta realmente sorprendente, dada la abundancia de software de manipulación de imágenes que existe en el mercado y la facilidad con la que se puede utilizar para modificar las imágenes. Así que existen muchas imágenes por allí que se pueden examinar.
El equipo de Schetinger empezó por la recopilación de imágenes trucadas desde tres bases de datos forenses. El conjunto resultante constaba de 177 imágenes, de las cuales 97 habían sido modificadas con la eliminación o la introducción de algún elemento.
Entonces el equipo pidió a 393 personas que decidieran si una imagen había sido trucada, y en caso afirmativo que hicieran clic sobre la zona modificada. Los participantes del estudio fueron personas instruidas pero sin experiencia en la detección de falsificaciones. El ejercicio produjo 17.000 respuestas.
Los resultados demuestran lo mal que se nos da esta tarea a los humanos. "Indican que la gente muestra una habilidad poco precisa a la hora de diferenciar entre imágenes alteradas y no alteradas... en algunos casos solo se detectan las imágenes modificadas un 46,5% de las veces", dicen.
Eso es sólo algo mejor que el propio azar. Y las observaciones del equipo acerca de los resultados no resultan más tranquilizadoras. Dicen que no hubo una conclusión acerca de qué tipo de falsificaciones resultaron más difíciles de detectar - hasta las falsificaciones más explicitas pasaron desapercibidas por algunas personas.
El equipo preguntó a los participantes por qué no habían identificado la falsificación y recibió en respuesta un surtido de excusas, desde que había demasiados objetos en la imagen o que simplemente no habían mirado esa parte de la imagen. En sí, estas repuestas podrían resultarles interesantes a los estafadores.
La clave está en que a los humanos nos resulta muy difícil identificar las imágenes falsificadas. Y eso significa que todos corremos el riesgo de que nos engañen las falsificaciones como las que embelesaron a los australianos en 2010.
Ref: arxiv.org/abs/1509.05301: Humans Are Easily Fooled by Digital Images.