El pasado septiembre Noruega, Suecia y Finlandia se despertaron en medio de una nube de gas fétido provocado por la erupción del volcán islandés Bardarbunga
Es 9 de septiembre de 2014 en Molde, en la costa de Noruega, y el cuerpo de bomberos está investigando un problema inusual. Un olor nauseabundo, como a huevos podridos o un pedo gigante, ha envuelto la ciudad y sus habitantes están preocupados. Al día siguiente, los periódicos informan sobre un olor similar en el condado de Storuman, en la frontera con Suecia. Finlandia, más al este, es la siguiente en padecer el olor.
Es como si una nube gigante de quién sabe qué se estuviera extendiendo hacia el este a lo largo del planeta.
No resulta difícil detectar al culpable al otro lado del Mar de Noruega, en Islandia. Unas semanas antes, el sistema volcánico Bardarbunga había empezado a entrar en erupción bajo el glaciar más extenso de Islandia. Esta actividad generó grandes nubes de polvo y gas que pasaron a la atmósfera.
Rápidamente los meteorólogos asumieron que el olor debía provenir de allí. Aunque, ¿era verdaderamente posible? Las nubes se dispersan de forma natural en la atmósfera. ¿Podía una nube de gas concentrarse lo suficiente para apestar a varios países después de viajar unos 1.000 kilómetros por todo el planeta?
La respuesta nos llega ahora gracias al trabajo de Hakan Grahn y sus colegas en la Agencia Sueca de Investigación de Defensa en Umea (Suecia). El equipo ha utilizado datos de detección remota provenientes de satélites y un sofisticado modelo de vientos atmosféricos para calcular la concentración de los gases que afectaron a Noruega, Suecia y Finlandia durante las semanas posteriores a la erupción. En particular, se preguntan si las concentraciones habrían sido lo suficientemente altas como para que el olfato humano las detectara.
Para empezar, Grahn y su equipo hablan sobre el método utilizado para resolver el misterio. Señalan que la causa más probable es el gas de sulfuro de hidrógeno, conocido por su olor a huevos podridos. Así que una cuestión importante es saber qué cantidad de sulfuro de hidrógeno produjo el volcán durante su erupción y en qué porcentaje.
Esto nos lleva inmediatamente a un problema. Los geólogos no tomaron ninguna medición directa de los niveles de sulfuro de hidrógeno durante la erupción del Bardarbunga. Sin embargo, hay satélites de detección remota capaces de medir la concentración de dióxido de azufre, que también se libera en grandes cantidades durante las erupciones.
Grahn y su equipo señalan que las mediciones de otros volcanes sugieren que la masa de dióxido de azufre es aproximadamente 113 veces mayor que la de sulfuro de hidrógeno en los gases volcánicos y que esta relación no parece cambiar a medida que la nube se mueve por la atmósfera.
Así que asumen que el volcán Bardarbunga produjo una proporción similar y que esto no cambió a medida que la nube se dispersaba.
Otro factor importante es el estado de la atmósfera en ese momento y la dirección en particular que siguieron los vientos los días siguientes. Para ello, introducen datos meteorológicos en un modelo informático de la atmósfera llamado PELLO, desarrollado por el Instituto de Investigación de Defensa Sueco para estudiar la dispersión de aerosoles y la radiación.
A continuación, Grahn y sus colegas usaron las mediciones recogidas por satélite de la cantidad de dióxido de azufre liberado por el volcán, y ejecutaron el modelo para ver cómo se habrían dispersado los gases.
Los resultados son interesantes. El modelo produce predicciones horarias de las concentraciones de gas en las regiones de Noruega, Suecia y Finlandia lo largo de varios días.
Grahn y sus colegas dicen que los niveles de dióxido de azufre en estas áreas estaban muy por debajo del umbral olfativo que los humanos pueden detectar. "En base a los resultados de la simulación, llegamos a la conclusión de que es poco probable que el SO2 sea el culpable del mal olor", aseguran.
Sin embargo, el modelo muestra que la concentración de sulfuro de hidrógeno habría superado el umbral, o estaba a una orden de magnitud del umbral, en todos los lugares que informaron sobre el mal olor. "Argumentamos que la causa del mal olor fue el sulfuro de hidrógeno procedente del Bardarbunga", concluyen.
Es un resultado interesante y muestra la potencia que han adquirido los modelos atmosféricos. Poder predecir la concentración de gas en un área a cientos de kilómetros de la fuente durante los días y semanas después la emisión es algo impresionante.
Por supuesto, el modelo no es perfecto. Grahn y su equipo admiten que los dos primeros picos en la predicción de la concentración de gas están entre 12 y 24 horas por detrás de los picos reales y que hay otros picos que preceden a los picos reales.
Pero como contrapartida señalan que el promedio móvil de las predicciones hora a hora produce un resultado que se sitúa consistentemente en un margen de un orden de magnitud respecto al valor real.
Está claro que la Agencia de Investigación de Defensa sueca sabe lo que dice cuando habla sobre la dispersión de aerosoles.
En cierto modo, no resulta sorprendente. En 1986 Suecia alertó al mundo sobre el desastre de Chernobyl ya que fue la primera en detectar la nube de radiación que se extendía sobre el país. Desde entonces, no parecen haber perdido la habilidad de hacer un seguimiento de las nubes.
Ref: arxiv.org/abs/1503.05327 : Who Farted? Hydrogen Sulphide Transport From Bardarbunga to Scandinavia