Los activistas de internet utilizan un lenguaje cada vez más críptico en las redes sociales que los aísla de aquellos a quienes quieren acceder
A principios de este mes las autoridades chinas de internet conmemoraron el 25º aniversario del final de las protestas de la plaza de Tiananmén (Pekín, China) con interrupciones en los servicios de Google, bloqueo de contraseñas intensificado en las redes sociales, y otras medidas para impedir que se hablara del evento. Como es habitual, algunas personas evadieron la censura con imágenes y texto en clave.
Usar memes de internet (por ejemplo, sustituir tanques por "grandes patos amarillos" en la célebre foto del hombre frente al tanque), lenguaje en clave (El 35 de mayo se usó para representar el 4 de junio de 1989, la fecha de la represión contra los manifestantes), y acciones aparentemente inocentes (como ponerse una camiseta negra o cantar una canción de Los Miserables) para colar críticas o protestas a la vigilancia de las autoridades, se ha convertido en una tradición en China. Los ciudadanos de la web han desarrollado una especie de sexto sentido para saber qué temas son sensibles, y un estudio de la Universidad Northwestern (EEUU) demuestra que los microblogueros empiezan a crear palabras en clave o "morfosis" en forma de chistes, metáforas y homófonos, antes de que los censores las localicen. En los últimos años, los observadores extranjeros (entre ellos yo mismo) hemos festejado a los usuarios de internet chinos por su sentido de la ironía, su humor sucio y su crítica política ante las restricciones en la libertad de expresión.
Pero a pesar de que estas tácticas evasivas permiten a los ciudadanos expresar sus sentimientos en casos en los que un lenguaje más directo se pudiera bloquear, caben dudas respecto a su eficacia para vencer la censura del Partido Comunista. Si el objetivo es la comunicación y no la expresión, hay que maravillarse ante lo bien que han conseguido las autoridades contener la difusión de la disensión y la organización no deseada en la red.
A veces censores y ciudadanos parecen enzarzados en una especie de juego del ratón y el gato. Cuando los censores se van dando cuenta de la existencia y bloquean las palabras clave que desarrollan los usuarios de internet, estos deben crear más códigos para mantenerse por delante. Los escondites del ratón son cada vez más pequeños e inaccesibles, porque los códigos se van haciendo cada vez más crípticos.
En el caso del aniversario de Tiananmen, después de que formas de morfosis bastante transparentes como "35 de mayo" y "8964" se agotaran, se inventaron códigos más nuevos como "VIIV" (6/4, o 4 de junio en numerales romanos) y "six quatre" (6/4 en francés). A lo largo del tiempo estas distitnas palabras clave variadas acaban fraccionando el debate, lo que dificulta la posibilidad de que la gente encuentre y reúna fácilmente la información y eliminando cualquier hashtag cohesionador que pudiera movilizar a muchas personas. Con el tiempo, según se van haciendo conocidas, las autoridades pillan incluso estas palabras clave semitransparentes, y pronto a los activistas no les queda más que la más pequeña de las rendijas, por ejemplo códigos como 2的6次方 ("dos a la sexta potencia", es decir 64, para el 4 de junio 4), código que ya también se censura a veces.
Además, este proceso divide el mundo entre quienes tienen el conocimiento para decodificar un post críptico y quienes no, que se quedan fuera. Para cualquier activista que quiera difundir un mensaje, encontrar un meme o un lenguaje codificado capaz tanto de rodear la censura como de ser inteligible para muchas personas, es cada vez más difícil.
Como observa el periodista chino Yang Xiao, la tendencia de las redes sociales a aislar a la gente de la información con la que no están de acuerdo, intensifica este efecto. "Los sutiles trucos lingüísticos son demasiado superficiales para los que están bien informados, y demasiado sofisticados para aquellos a los que les da igual", escribe. Para Yang, el lenguaje en clave puede ofrecer a los usuarios la sensación de estar enfrentándose con valentía al sistema, cuando en realidad se limitan a gritar en el vacío, o en el mejor de los casos a hablar a un círculo de entendidos que ya comparte sus opiniones.
Evidentemente la censura y la consecuente ignorancia que genera obstaculiza la eficacia de estos trucos para esquivarla. Por ejemplo, no cabe duda de que el obligado silencio impuesto a los medios estatales y el sistema educativo chino dejan a muchos jóvenes sin conocimiento de lo que sucedió el 4 de junio de 1989. En una encuesta informal reciente entre 100 estudiantes universitarios, sólo 15 reconocieron la foto del hombre ante el tanque. Sin una base de conocimientos compartidos, ¿de qué sirven memes como el gran pato amarillo para llegar a las masas?
Pero es posible que la apatía cumpla un papel aún más importante. Las herramientas que sirven para evitar el Gran Cortafuegos Chino y poder acceder sin restricciones a las fuentes de noticias extranjeras ya están disponibles fácilmente para cualquiera con la motivación suficiente como para buscarlas. Sin embargo, Helen Gao, una residente de Pekín que acaba de terminar sus estudios universitarios informa de que pocos de sus compañeros en China usan estas herramientas; la mayoría se limita a aceptar la censura sin cuestionarla. Como escribe en un reciente artículo de opinión publicado en el periódico The New York Times, la apatía parece ser el motivo por el que muchos licenciados chinos no conocen a disidentes como Chen Guangcheng o Ai Weiwei.
Todo esto obliga a quienes trabajan con temas sensibles en China a tomar difíciles decisiones: ¿Comunicas directamente, arriesgándote a que te censuren y a sufrir daños personales, o intentas hablar sorteando la censura, lo que limita tu público potencial? ¿Buscas animar a quienes ya conocen la situación o convertir a los que no? ¿Llevas tu mensaje diluido a las masas en Weibo y WeChat, o lo abandonas todo para hablar abiertamente con tus semejantes que han optado por saltarse el Gran Cortafuegos?
La censura en línea es algo más que los medios técnicos para borrar la información. Su poder para obstaculizar una comunicación eficaz puede desmoralizar a quienes se oponen al statu quo. Si los memes y las morfosis se han de convertir en una herramienta para organizarse, los activistas tienen que captar la atención e inspirar a los jóvenes antes de pensar siquiera en educarles sobre las cosas que se les ocultan, y mucho menos llevarlos a la acción. Solo entonces los censores y sus objetivos estarán en términos de igualdad.
Jason Q. Ng es investigador del Citizen Lab de la Universidad de Toronto (Canadá) y autor de Blocked on Weibo, un libro sobre las redes sociales chinas. Su cuenta de Twitter es @jasonqng.