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Innovador joven del 2009: José Gómez-Márquez, 32

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Innovaciones en salud internacional, Instituto Tecnológico de Massachusetts(MIT), Estados Unidos: Dispositivos médicos prácticos para utilizarse en los países en desarrollo.

  • por Redacción | traducido por
  • 19 Agosto, 2009

El laboratorio de José Gómez-Márquez en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT por sus siglas en inglés) en Estados Unidos parece ser en parte una tienda de juguetes, en parte un taller de máquinas, y en parte un centro médico. Juguetes de plástico están regados a través de bancos, junto con un dispositivo de farmacia para pruebas de embarazo, desarmado; todo tipo de jeringuillas y un puñado de imitaciones de partes del cuerpo humano. Papeles de filtro para café se han transformado en diagnóstica a base de papel; un helicóptero de una tienda de variedades baratas provee del diseño para un nuevo inhalador contra el asma; incluso un desatascador para inodoros ha encontrado uso, combinado con tubos y pegamento para formar una centrífuga provisional.

 “Las centrífugas se averían todo el tiempo”, dice Gómez-Márquez, mientras hace girar en sus manos el sujetador de madera del desatascador. Esto constituye un problema para los trabajadores de la salud ya que incluso pruebas médicas simples dependen de dispositivos para separar moléculas en muestras de orina o de sangre. En los países ricos, una centrífuga averiada rápidamente se repara o se sustituye por una nueva; en los países en desarrollo en los que Gómez-Márquez frecuentemente trabaja, el encontrar piezas de repuesto muchas veces es imposible lo que hace que el equipo no pueda utilizarse. Por esta razón Gómez-Márquez utiliza materiales fácilmente disponibles para construir versiones simples de este tipo de equipos que sean fáciles de utilizar, desechables, o difícil de averiarse. “Esta la puedes utilizar incluso sin energía eléctrica”, dice acerca de la centrífuga de desatascador.

Gómez-Márquez, nativo de Honduras, es un pensador muy talentoso. “Mi madre me solía decir que mis juguetes durarían sólo unos pocos días porque yo acostumbraba a desarmarlos, pues me parecía que tenían defectos”, recuerda. Pero Gómez-Márquez  también es un inventor con una misión. “Cuando creces en un país en desarrollo te parece que la tecnología de avanzada es muy costosa de reemplazar, por lo tanto muchas veces no se reemplaza”.

En sus pocos años haciendo trabajo de campo, Gómez-Márquez ha ganado una excelente reputación entre los investigadores de dispositivos médicos en Boston (Estados Unidos) por su visión y perspicacia para resolver una gran variedad de problemas de diseño. “No hay mucha gente allá afuera que tenga tan amplia visión sobre la innovación tecnológica en escenarios de escasos recursos”, dice Kristian Olson, un médico en el Hospital General de Massachusetts, en Boston. Olson también lidera la Iniciativa Global en Salud, en el Centro para la Integración de Tecnologías Médicas y Novedosas. “Gómez-Márquez encuentra primero una necesidad, y luego una tecnología que se ajuste a esa necesidad. Es una forma sobresaliente de encarar el problema del desarrollo de la tecnología para las personas pobres”. 

Algunas personas coincidirán en decir que Gómez-Márquez nació para mejorar la tecnología médica. En el año 1976, cuando la tecnología de ultra sonido pre natal no estaba disponible para el médico de su madre en Honduras (apenas se estaba generalizando en los Estados Unidos), el médico erróneamente concluyó que la madre tenía gemelos y calculó las semanas de embarazo en consecuencia. Ella fue inducida a dar a luz en lo que en realidad era su séptimo mes de embarazo, y Gómez-Márquez, sin un hermano gemelo a la vista, nació con las numerosas complicaciones típicas de un bebé prematuro y de peso bajo. Afortunadamente no tuvo daños a largo plazo. Y, gracias a una infancia que transcurrió entrando y saliendo de las oficinas de doctores, Gómez-Márquez desarrolló un profundo sentido de la importancia del cuidado de la salud, de cuán caprichoso el acceso a ese cuidado podía ser, y de cuántos dispositivos médicos podía diseñar y construir para mejorar los cuidados médicos.

El hecho de que Gómez-Márquez proviene de una familia de médicos ayudó también. Su abuelo, cirujano, trabajó en hospitales públicos y privados en Tegucigalpa, la capital de Honduras. Aquí Gómez-Márquez vio la diferencia que podía hacer el dinero en el acceso a los servicios médicos. La gente pobre que asistía a los hospitales públicos, difícilmente recibía tratamientos como quimioterapia, o prótesis apropiadas. “La gente que podía pagar viajaba a Texas o a Boston para recibir cuidados médicos”, dice.

Gómez-Márquez salió de Honduras a finales de los años 1990 para ir a la universidad en los Estados Unidos. Sin embargo, su educación se vio retrasada por el huracán Mitch que devastó Honduras en el año 1998. Sus padres en Tegucigalpa ya no podían seguir ayudándole con la matrícula, por lo tanto, Gómez-Márquez empezó a trabajar en una variedad de empleos para poder mantenerse—“algunas veces en turnos nocturnos, otras en turnos regulares; algunas veces eran labores agradables, otras veces no lo eran”. Eventualmente Gómez-Márquez se matriculó en el Instituto Politécnico de Worcester en Massachusetts, Estados Unidos. “Francamente, fue muy duro”, dice. “No le recomiendo ese camino a nadie”.

Todo el poco tiempo libre que tuvo lo utilizó en su verdadero interés—la combinación de diferentes tecnologías para que hicieran cosas nuevas. En el año 2005, el inventor novato y prometedor se unió a un equipo que participó en la competición IDEAS en MIT; esta competición busca incentivar el desarrollo de nuevas tecnologías que tengan un impacto positivo en el mundo. Su equipo se enfocó en el desarrollo de tecnologías para el cuidado de la salud, y estaba inspirado en un llamado de la Organización Mundial de la Salud (WHO por sus siglas en inglés) para la búsqueda de nuevas formas de distribuir la vacuna contra el sarampión. Esta enfermedad, aunque está prácticamente erradicada en los Estados Unidos, aún mata alrededor de 500 personas diariamente a nivel mundial, principalmente niños. Gómez-Márquez y sus colegas decidieron desarrollar un sistema libre de agujas para utilizarse en países pobres.

La administración de vacunas inyectables conllevan entrenamiento de personal, y su equipo quería “un dispositivo que permitiese que cualquier trabajador de la salud en cualquier comunidad, en vez de una enfermera entrenada, fuera capaz de suministrar la vacuna”, dice Gómez-Márquez. Si bien los sistemas libres de agujas para administrar vacunas ya existían, la mayoría dependía de la tecnología de aerolización que requiere de electricidad y es bastante incómoda.

Después de haber examinado los prototipos de nuevos dispositivos de suministro de drogas y de ingeniería de distintas compañías, Gómez-Márquez rápidamente decidió que los enfoques existentes en ese momento eran muy complejos. “El dispositivo estaba acomodado en una caja bonita con espuma contra golpes”, dice sobre uno de los prototipos que analizó. “Si necesita de espuma para sobrevivir un viaje a Nueva Inglaterra (Estados Unidos), nunca llegará a salvo a América Central” 

Usando los cartuchos desechables para impresoras, el equipo de Gómez-Márquez diseñó vaporizadores individuales precargados con la dosis correcta de vacuna; los dispositivos podían utilizarse una vez y luego desecharse. El equipo también desarrolló una manera de estabilizar la vacuna dentro de los cartuchos de manera tal que no requirieran de refrigeración. Otros investigadores que han trabajado en nebulizadores de vacunas habían tratado la modificación de nebulizadores contra el asma, que no son baratos ni desechables. “Si la cabeza aerolizadora se rompía,  el dispositivo tenía que devolverse”, dice Gómez-Márquez. En nuestro caso, puesto que sólo cuesta 10 céntimos de dólar, usted puede desechar el cartucho roto y sacar otro nuevo de la caja”. La mayoría de los nebulizadores requieren también una fuente de potencia para hacer que funcione el compresor, que convierte la medicina en estado líquida en vapor. El equipo de Gómez-Márquez se aseguró de que su sistema pudiera recibir energía de varias fuentes, tales como bombas de pie, para cuando no haya electricidad disponible.

El dispositivo final ganó un premio de Tecnología Internacional en la competencia de IDEAS en el año 2006. “Me di cuenta de que realmente me puedo dedicar a esto para vivir”, dice Gómez-Márquez. El equipo aún está trabajando para mejorar el dispositivo con fondos provenientes de Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos.

El año siguiente, Gómez-Márquez y su equipo volvieron a entrar en la competencia de IDEAS, esta vez enfocándose en estrategias para mejorar el monitoreo en el cumplimiento de drogas en el tratamiento contra la tuberculosis. Aunque la tuberculosis puede tratarse con antibióticos, esta enfermedad mató a 1,8 millones de personas en el año 2008 según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, y 9,3 millones de casos nuevos se diagnosticaron ese mismo año. Uno de los mayores retos en el tratamiento contra la tuberculosis es el asegurarse de que los pacientes cumplan con el extenso tratamiento que se requiere para limpiar el cuerpo de esta infección.

Un número de nuevas tecnologías para el monitoreo del cumplimiento de dosis de drogas se han desarrollado y se están probando, pero muchas de ellas dependen en cierto grado de reportes de los pacientes; por ejemplo, a los pacientes se les puede suministrar un número telefónico al cual llamar cada vez que se toman su medicamento. “Yo era el cínico en este caso”, dice Gómez-Márquez. “Los pacientes no tienen ningún incentivo para decirnos si tomaron o no sus dosis de medicamentos”. Su equipo desarrolló una prueba simple en papel que puede utilizarse en conjunto con un programa de incentivos. La cinta de pruebas está hecha de láminas de filtros para café impregnados con sustancias químicas que reaccionan con los agentes metabólicos de la droga contra la tuberculosis presentes en la orina, revelando así un código único. El paciente envía diariamente un texto con el código a una base de datos central y de esta manera es premiado con minutos disponibles en su plan de teléfono celular. El equipo lanzó una corrida de prueba del sistema en la ciudad de Karachi, en Pakistán, a principios de este año.   

Amy Smith, co-fundadora de la Iniciativa para el Desarrollo Internacional en MIT estaba tan impresionada con Gómez-Márquez que lo contrató para correr el Programa de Innovaciones en Salud Internacional, también en MIT, en el año 2007. Desde ese entonces Gómez-Márquez ha creado una red de colaboradores en varios países alrededor del mundo que le pueden dar información sobre las necesidades particulares de salud de sus comunidades. Este tipo de consultas, que es el corazón de la filosofía de Gómez-Márquez, refleja una creciente vertiente en el campo de las tecnologías apropiadas: la colaboración temprana con las personas que finalmente utilizarán las nuevas tecnologías y dispositivos. “José está realmente a la cabeza de eso”, dice Katherine Klapperich, directora del Laboratorio de Microdispositivos Biomédicos en la Universidad de Boston, en los Estados Unidos. “¿Quién es el consumidor?, ¿qué es lo que quiere?, ¿qué está dispuesto a utilizar? Usted no puede asumir estas respuestas—esta es una de las cosas que José enseña a sus colegas y estudiantes”.

 Gómez-Márquez desea impulsar su enfoque más lejos aún, animando a médicos y científicos de países en desarrollo a diseñar sus propios dispositivos. Actualmente el está desarrollando conjuntos de herramientas para tecnología médica—algo así como conjuntos Erector para profesionales médicos—que se utilizarán inicialmente en Nicaragua. Los conjuntos de herramientas permitirán tanto a doctores como a estudiantes de medicina a concebir dispositivos de diagnóstico, dispositivos de administración de drogas, chips de micro fluidos, y otros más.

Por lo menos, esta es la teoría. Pero, ¿resultarán de ayuda estos conjuntos de herramientas para los ocupados profesionales médicos? Gómez-Márquez y sus estudiantes llevaron varios de estos a Nicaragua durante el verano para averiguar la respuesta a esta pregunta. Su esperanza es que estos conjuntos de herramientas serán la semilla de una nueva cultura de inventiva. A largo plazo, es este tipo de enfoques los que revolucionarán tanto el cuidado médico como la tecnología en los países pobres.

 --Emily Singer. Traducido por José Russo.

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