Foto: El Proyecto Loon se prepara para su lanzamiento.

El acceso a internet, los smartphones y otras tecnologías se están extendiento rápidamente por los países menos prósperos. Esta tendencia siempre ha sido vista como positiva, al favorecer su progreso y su acceso a la información pero, ¿podría esto a su vez resultar contraproducente?

Un fascinante informe nuevo del Banco Mundial examina el impacto que estas tecnologías digitales están teniendo por todo el mundo. Es un recordatorio aleccionador de que la expansión de la tecnología a menudo no es la panacea que muchos esperan que sea.

El estudio sí encontró aspectos positivos, a los que denomina "dividendos digitales", como el nuevo crecimiento económico y el aumento del acceso a la educación. Pero también afirma que se distribuyen de forma desigual, especialmente en los países en desarrollo. Los individuos y países más pobres que carezcan de acceso a las tecnologías se quedarán rezagados en comparación con sus iguales, advierte el informe, y en algunos casos las desigualdades sociales se podrían ver exacerbadas.

Como escribe The New York Times, esto contradice algunas de las suposiciones subyacentes a los esfuerzos de Silicon Valley (EEUU) por extender el acceso a internet a los países más pobres, como el Proyecto Loon de Google de ofrecer conexión a internet con globos aerostáticos y el servicio de internet subvencionado por Facebook, internet.org.  En la India, el esfuerzo de Facebook, que proporciona sólo un acceso limitado a internet más allá de la red social, desde luego ya ha sufrido serias críticas.

También parece representar una importante contrapartida para una filosofía general de tecno-optimismo que a veces parece invadir la industria tecnológica. Los países más ricos necesitan tener esto en cuenta también.  La difusión de tecnologías más avanzadas como la inteligencia artificial y la robótica podría empezar a proporcionar unas enormes ventajas a algunas empresas al tiempo que erradique o altere de forma fundamental la estabilidad de muchos empleos.

(Fuentes: World Bank, The New York Times)