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"Si los seres vivos no sintieran dolor lo tendrían muy difícil para sobrevivir"

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La leyenda de la ciencia ficción Gene Wolfe repasa su carrera

  • por Jason Pontin | traducido por Lía Moya
  • 30 Julio, 2014

Gene Wolfe nació en la ciudad de Nueva York en 1931 y pasó su infancia en Peoria, Illinois, donde vivía cerca de la que acabaría siendo su mujer, Rosemary. Se mudó a Houston con sus padres a los seis años, asistió al instituto Lamar y se matriculó en la Universidad de Texas A&M (todas ellas en EEUU). Pero cuando poco después dejó la universidad, lo reclutaron para el ejército y luchó en Corea como ingeniero de combate. Cuando volvió a casa estaba "hecho un desastre", según su propia descripción. "Me tiraba al suelo al más mínimo ruido". De Rosemary, con quien se reencontró poco después de licenciarse del ejército, dice lisa y llanamente: "me salvó".

Se casó, asistió a la Universidad de Houston, consiguió un título de ingeniería mecánica y después se puso a trabajar para Procter & Gamble, donde desarrolló la máquina que cocina la masa que se usa para fabricar las patatas fritas Pringles. Desde 1972 hasta 1984 fue editor de la revista especializada Plant Engineering. Y mientras trabajaba como ingeniero y redactor, empezó a escribir en sus horas libres, publicando cuentos cortos y después una novela de principiante, Operation Ares, que tuvo una mala recepción de crítica y público, antes de acabar asombrando al mundo de la ciencia ficción con su primera obra madura, la novela La quinta cabeza de Cerbero, una meditación sobre el poscolonialismo.

Se publicó en 1972 como un libro que contenía tres novelas conectadas bajo el mismo título, y empieza con un párrafo precioso:

"Cuando éramos niños, mi hermano y yo teníamos que acostarnos temprano tuviéramos o no sueño. Sobre todo en verano la hora de acostarse solía ser antes de que se pusiera el sol; y como nuestro dormitorio estaba en el ala este de la casa y tenía un gran ventanal que daba al patio central, y por lo tanto miraba al oeste, a veces esa luz dura y rosa entraba por él durante horas mientras observábamos al mono tullido de mi padre encaramado a un parapeto ajado o contábamos historias, de una cama a otra, con gestos mudos".

La quinta cabeza de Cerbero fue el primer libro que Wolfe decidió conservar y sirve como introducción a su voz particular: rica, rara, alusiva, reflexiva y completamente distinta a todas las demás voces de la ciencia ficción. Sus libros han dado lugar a críticas superlativas. Ursula Le Guin le llama "nuestro Melville", y Michael Swanwick afirma que "es el mejor escritor vivo en lengua inglesa".

Esa reputación se basa en 30 novelas, entre ellas una que no es de ciencia ficción, Paz (1975), y muchas colecciones de cuentos y folletos, pero sobre todo en su obra maestra, la tetralogía El libro del sol nuevo (1980–1983), que transcurre en un futuro distante en el que el sol se está muriendo y la humanidad está agotada. Estos cuatro libros cuentan cómo Severian, un oficial del Gremio de Torturadores, es exiliado por el pecado de la compasión, se echa a andar, lucha en una guerra y se convierte en el regente de Urth.

Tras el éxito comercial de El libro del sol nuevo, Wolfe se convirtió en autor a tiempo completo, escribiendo dos series más en el mismo universo y tres novelas históricas sobre la antigua Grecia, así como muchos otros libros. Pero ninguno ha tenido el mismo impacto que la tetralogía inicial, que los lectores a quienes les importa la ciencia ficción reconocen universalmente como una obra seminal y que las publicaciones que desprecian el género reconocen a regañadientes como una de las grandes obras de ficción americanas.

Me encontré con Gene Wolfe en Peoria, donde regresó en 2013 después de muchos años en Barrington, Illinois. A pesar de que acababa de publicar una nueva novela, The Land Across, y estaba trabajando en otra, fue una entrevista melancólica. Se había mudado porque su mujer, que sufría alzhéimer, quería irse a casa. Pero poco después del traslado ella ingresó en una residencia y murió el 14 de diciembre. El propio Wolfe también estaba enfermo, con problemas de vista y del corazón y también había estado mucho tiempo ingresado. El día antes de que yo llegara unos obreros habían encontrado a su perro, que llevaba semanas desaparecido: lo había atropellado un coche y se había arrastrado detrás de un arbusto para morir. La casa estaba prácticamente vacía salvo por los libros del autor, algunas fotos familiares (entre ellas una de un increíblemente joven Wolfe en uniforme), algunos muebles y una especie de altar con una estatua de la Virgen, un rosario y una Biblia delante de una ventana que daba al jardín trasero.

En persona Wolfe es grande, amable y exquisitamente educado. Sus manos son inmensas, como espátulas. Lleva un exuberante bigote de húsar. Habla con cuidado, en un tono más agudo que el que sugiere la voz que sale de sus libros. Hablamos el día después de su 83 cumpleaños.

INFLUENCIAS E INFANCIA

¿Qué escritores te han influido más?

Es una pregunta difícil. Mi primer editor, Damon Knight, me preguntó lo mismo cuando empezaba, y le dije que mis principales influencias eran G. K. Chesterton y el Manual Marks para ingenieros. Y sigue siendo la mejor respuesta que puedo dar. Me han impresionado muchas personas: Kipling, por ejemplo, Dickens, pero no creo que me hayan influido mucho.

¿Qué te atrajo de Chesterton?

Su encanto; su disposición a seguir una discusión allá donde le llevara.

¿Y de entre los fundadores de la ciencia ficción?

De niño leía todas las revistas baratas, que aún circulaban entonces. Seguro que habrás visto ediciones de coleccionista, pero entonces se podía comprar una revista por 10 ó 15 centavos. Una de mis preferidas era Famous Fantastic Mysteries, que reeditaba cosas buenas de finales del XIX y principios del XX. Una vez reeditaron La isla del Dr. Moreau [1896] de Wells como un número completo. Y lo leí y me chifló, y cuando leí la última página volví a la primera y empecé de nuevo. Y cuando empecé a releerla por cuarta vez pensé "Bueno, como ya sé todo lo que va a pasar, la dejaré una temporada hasta que la haya olvidado y entonces la releeré". Y no volví a cogerla hasta que tuve unos 50 años. A esa edad alguien me escribió diciendo que estaba recopilando uno de esos libros que homenajean a las cien mejores novelas de ciencia ficción. Iba a estar formado por ensayos de escritores como yo, y el editor quería que yo hiciera La isla del Dr. Moreau. Pensé "Vaya, qué buenos recuerdos. Voy a aceptar. Pero primero, evidentemente, tengo que hacerme con una copia y leerla, ya que no la he leído desde niño". Y eso hice...

Por cierto, la portada de ese libro es maravillosa, ¡maravillosa! El hombre iba descamisado, no era lo suficientemente musculoso como para ser un héroe, pero sí definido y atractivo, y detrás de él había un monstruo enorme, peludo. El monstruo tiene una mano apoyada sobre el brazo del hombre. Como si fueran colegas, ¿sabes? [Se ríe alegremente.] Me parecía una portada encantadora. Sigue pareciéndomelo...

En fin, que leí el libro e inmediatamente me di cuenta de que había cosas que había pasado completamente por alto de niño que entonces me golpearon con fuerza. El libro empieza cuando el narrador se sube a un barco en alguna ciudad de Sudamérica. Al tercer día de navegación chocan y su barco naufraga. Se pasa tres días en un bote salvavidas con dos hombres, otro pasajero y un marinero, y menciona, de pasada, que nunca supo el nombre del marinero que fue con él en el bote. Otra cosa más: el marinero y el pasajero caen por la borda en un forcejeo y al narrador lo recoge un barco que lleva al doctor del Dr. Moreau, que le administra "una dosis de una sustancia escarlata, helada. Sabía a sangre y me dio fuerzas". Eso también se me pasó por alto. ¡Tantas cosas que de niño era demasiado tonto como para valorar!

Revisitaste tu apego infantil a ese libro en The Island of Dr. Death and Other Stories and Other Stories  [1970]. A Tacky también se le pasan por alto cosas. No entiende la relación de su madre con su novio, pero sabe que no le gusta.

Tacky tiene ideas muy vagas sobre el sexo, como sucede con los chicos de esa edad. Y, evidentemente, su madre es una adicta y el novio le proporciona drogas.

Es un cuento maravilloso.

Sí, gracias. Creo que es uno de mis mejores.

Empieza "El invierno llega al agua tanto como a la tierra, aunque no hay hojas que caigan".

Si vives en la costa, lo notas. No se caen las hojas, pero las cosas cambian. Cambia la calidad de la luz.

El mar es más gris y frío, y las olas más cortas y rápidas.

El viento silba por la playa, levantando la arena.

Siempre te muestras generoso con Jack Vance, reconociendo su serie La tierra moribunda [1950–1984] como la inspiración para El libro del sol nuevo. Pero la inspiración implica una crítica. ¿Por qué te sentiste obligado a separarte de la idea de Vance de la "antigüedad remota"?

Porque él ya lo había hecho.

Sé que Algis Budrys te parece un gran escritor.

A. J. era amigo mío. Admiraba ¿Quién? [1958] muchísimo. La trama de El laberinto de la luna [1960] es impactante: Budrys nos dice que si destruyes a un hombre aquí y lo recompones en otro lugar, te estás engañando si crees que el hombre reconstituido es el mismo que el original. El hombre que entra en el transmisor de materia va a ser más oscuro; va a morir. Puedes crear un nuevo hombre con los recuerdos del muerto; pero eso no significa que el hombre muerto siga vivo. El hombre muerto está muerto.

En La quinta cabeza de Cerbero aparece una copia de un hombre: una simulación robótica del tatarabuelo del narrador. El Sr. Million dice impotente: "Él, yo, estoy muerto".

La trama de El laberinto de la luna ha estimulado a pensadores como Derek Parfit, quien la usó en Reasons and Persons como experimento de pensamiento para promover todo un campo de la especulación filosófica. Su idea ha sido ampliamente imitada. ¿Por qué no se lee más a Budrys hoy en día?

No lo sé. A la gente le gustan muchos escritores que no son nada buenos y no les gustan muchos otros que son muy buenos.

¿Está al día de la ciencia ficción contemporánea?

No puedo. Hay demasiado que leer y últimamente he tenido muchos problemas de vista. Puedo leer unos 15 minutos y tengo que parar. Cuando me leí La isla del Dr. Moreau una y otra vez, podía leer ocho horas al día y a veces lo hacía. Me crié en Houston, donde el verano es ferozmente caluroso y húmedo. Tiene el mismo clima que Calcuta (India). Ten en cuenta que me crié antes de la llegada del aire acondicionado. Nos mudamos allí en 1937 más o menos. Me quedaba en casa leyendo delante de un ventilador eléctrico. Es lo que hacíamos los niños con el calor. Si nos quedábamos en casa jugábamos al Monopoly o algo así, con los ventiladores encendidos. Los únicos sitios que tenían aire acondicionado en aquel entonces eran los cines y los grandes almacenes, como Sears. Mi familia iba a las matinales de películas que ninguno tenía un interés especial por ver, sólo para librarnos del calor. Y cuando salíamos, mi padre se envolvía la mano en el pañuelo para poder abrir la puerta del coche.

¿A qué se dedicaba tu padre?

Cuando nos mudamos a Houston era viajante de comercio. Cubría Texas, Oklahoma y Lousiana (EEU) en coche. Imagínatelo, es un territorio con la misma extensión que Europa Occidental.

Tu padre tenía suerte de tener un trabajo así durante la Depresión.

Sin ninguna duda. Viajábamos de un lugar a otro, allá donde mi padre tuviera trabajo. Pero debo decir que siempre tuvimos dónde vivir, siempre tuvimos comida. Una vez le contaba esto mismo a Ben Bova, que me contestó "Nosotros no". Su padre era jornalero y a veces no conseguía trabajo. Y si no conseguía trabajo, los Bova no comían. Todos los de aquella generación crecimos con la sensación de que no se debe tirar nada. Los trapos no se tiran porque pueden ser útiles.

GUERRA Y RELIGIÓN

Dejaste la universidad, te reclutaron y luchaste en Corea. ¿Qué papel tiene la guerra en tu obra? Una forma de leer El libro del sol nuevo es que aparte de contar cómo Severian "se encuentra con el trono", también es la historia de la iniciación de un joven en el ejército.

Te espabila. El servicio militar borra gran parte de las pretensiones y autoengaño de cada uno. Tienes que seguir avanzando, sabiendo que hay gente al otro lado que intenta matarte. Y es verdad: es lo que quieren.

¿Qué autoengaño te borró la guerra?

Que era más listo que los demás.

Bueno, seguro que lo eras.

[Vehementemente] No. No lo era.

Hay una pieza muy sugerente al principio del último volumen de El libro del sol nuevo en la que Severian escribe "Nunca había visto la guerra, ni hablado largo y tendido con alguien que la hubiera visto, pero era joven y algo sabía de la violencia y por lo tanto creía que la guerra no sería más que una nueva experiencia para mí, igual que otras cosas... habían sido nuevas experiencias. La guerra no es una nueva experiencia, es un nuevo mundo... Incluso su geografía es nueva, porque es una geografía en la que colinas insignificantes y valles alcanzan la importancia de ciudades".

Aprendes a mirar el paisaje desde el punto de vista de las posiciones defensivas.

A menudo se te describe como escritor católico. Una vez incluso  como "un propagandista católico  muy sutil pero muy empático". ¿Esta identificación te parece injusta?

Creo que es una simplificación excesiva. Soy un escritor que es católico, como lo somos muchos. No escribo libros católicos intencionadamente. Nunca me ha publicado una editorial religiosa.

En El libro del sol nuevo la religión sólo aparece de forma pasajera, quizá porque Severian no es una persona religiosa. Es un racionalista que guarda como un tesoro el poco conocimiento científico que tiene y tarda en darse cuenta -más que cualquiera- de que posee poderes milagrosos. Sin embargo en la serie que sucede a esta, El libro del sol largo [1993–1996], la religión está por todas partes y el héroe, Patera Silk, es un sacerdote que cree en una falsa religión. ¿Qué pretendías?

En El libro del sol nuevo quería presentar a un hombre educado para hacer cosas terribles que se reforma desde el interior. Así que inventé el Gremio de los Torturadores y lo convertí en torturador. En El libro del sol largo quería mostrar otro tipo de hombre, educado en una mala religión y enfrentándose a ella. Así que me inventé una religión falsa en la que las personalidades de un antiguo tirano y su familia se han elevado a la deidad en un mundo artificial. 

En la serie de Latro [1986–2006], que empieza poco después de la Batalla de Platea, ¿los dioses de Latro son seres reales, al contrario que los de Silk? Latro tiene teofanías o, al menos, tiene extrañas visitaciones que sus amigos interpretan como teofanías.

Supongo que los dioses existen realmente y que están ahí, aunque desde una perspectiva cristiana no se deberían adorar. Pero por otra parte es una tontería pensar que no están ahí, porque lo están.

Una vez dijo que el dolor sirve para demostrar la realidad de Dios más que lo contrario; que para ti el dolor no supone una dificultad teológica.

No, no lo es. Si atrapas una libélula y doblas el extremo de su cuerpo, colocándoselo delante, se comerá a sí misma hasta morir. Cuando la gente tiene la lengua dormida por la anestesia del dentista, hay que advertirles de que no se la muerdan. Creo que si suponemos que el dolor sólo es un mal, estamos simplificando demasiado las cosas.

Estás diciendo que puede que el dolor sea una característica necesaria de nuestro diseño que el Ingeniero Divino...

Sí, sin duda.

...ha colocado en sus máquinas animadas.

Si los seres vivos no sintieran dolor, lo tendrían muy difícil para sobrevivir.

Si no es una pregunta demasiado personal, ¿te consideras católico practicante?

Desde luego. Voy a misa, comulgo, rezo.

¿Tú naciste en una familia católica, o fue Rosemary?

No, me convertí al catolicismo.

Igual que Chesterton.

Que los católicos de nacimiento te miren por encima del hombro está mal. Pero que te miren por encima del hombro tiene sus ventajas.

¿Por ejemplo?

No te presentas como un experto. Entiendes a otros que están en situaciones parecidas, y no me refiero sólo al plano religioso. Una vez conocí al arzobispo Fulton Sheen, a quien estamos intentando canonizar ahora. Sheen te miraba y sentía que lo sabía todo sobre ti, que te había visto lo que valías, tanto positiva como negativamente y que había formado una opinión correcta sobre ti, y ahí se acababa todo.

¿Sheen sentía que fuera un santo? Por lo que cuentas era sagaz, tenía un ojo inteligente.

Sheen era un hombre muy inteligente. Era más pequeño de lo que me lo imaginaba. Supongo que medía un metro sesenta y cinco, o algo así.

Juan XXIII también era pequeño.

Bueno, en realidad el tamaño sólo importa en el caso de los jugadores de fútbol.

¿Pero Sheen sentía que fuera un santo? ¿Tenía un aire de santidad?

Tenía un aire de algo realmente extraordinario. Yo una vez estaba en una fiesta para políticos locales importantes, con un antiguo gobernador de Illinois, por ejemplo. Y Sheen parecía alguien que estaba en un nivel superior. Dentro de cien años, será el único de los que estaba en aquella fiesta que seguirá siendo importante. Los demás habremos desaparecido.

EDITAR Y ESCRIBIR

Después de la Guerra de Corea y de una temporada como ingeniero mecánico, fuiste editor en Plant Engineering. ¿Era sólo un trabajo para sobrevivir?

Para mí era importante. Lo disfruté.

¿Qué hacías?

Me encargaba de muchas cosas distintas. Éramos 24 en plantilla y todos teníamos varias labores. A mí me parecía que yo tenía más que la mayoría. Era el redactor de robótica, de tornillos, de pegamento, de soldaduras. Me encargaba de las cintas de transmisión, mecanismos, rodamientos, cigüeñales y todo tipo de cosas así.

¡Un buen trabajo!

Lo era. Me encargaba de las cartas al director. Me encargaba incuso de la tira cómica.

¿Cómo escribías cuando tenías un trabajo con nómina y una familia recién formada? ¿Y cómo cambió eso el día en que escribir se convirtió en tu trabajo a tiempo completo?

Escribía una hora antes de entrar al trabajo los días laborables y luego escribía los sábados y domingos. Eso me dejaba las tardes y noches libres para jugar con mis hijos o leerles cuentos. Y en aquella época, créeme, ya no lo hago, siempre que me despertaba pasadas las 4 de la madrugada, me quedaba despierto y escribía. Dejaba de escribir cuando Rosemary me llamaba y me decía que el desayuno estaba listo. Cuando dejé mi trabajo como editor, el tiempo que pasaba escribiendo se multiplicó por tres.

¿Con qué escribes?

Al principio escribía con una máquina de escribir. Me la regalaron mis padres cuando acabé el instituto. Fue mi regalo de graduación: un regalo maravilloso, la verdad. Después pasé a una máquina de escribir profesional, una máquina de escribir eléctrica, un procesador de textos y por último un ordenador.

¿Qué clase de ordenador usas ahora?

Tengo dos. Un Mac de sobremesa y un Mac portátil, creo que lo llaman MacBook. Pero en realidad no es un libro.

Tu forma de escribir cambió cuando te convertiste en escritor profesional. Cuando le robabas tiempo al día para escribir, tu prosa era más densa y literaria. Paz y La quinta cabeza de Cerbero son libros muy trabajados, con ecos de Proust y otros escritores a los que admirabas. Desde que te convertiste en escritor a tiempo completo, tu prosa es más suelta; los párrafos son más cortos, dependes más del diálogo, y todo el tono es menos poético.

En realidad no tiene que ver con eso. Es que se me ha criticado tanto por ser ilegible y demasiado complejo y difícil de digerir y todas esas cosas. Así que pensé, "Bueno, voy a hacerlo más ligero".

A mí me cuesta aceptarlo. Aunque admiro muchos de tus libros posteriores a El libro del sol nuevo, el estilo de tu primera y segunda épocas es muy original. Nabokov se habría reconocido en ti. Pero esta sensación de que "Wolfe es demasiado difícil" es frecuente. Cuando pregunté en la Sociedad de la Ciencia Ficción del Instituto Tecnológico de Massachusetts qué debía preguntarte, me escribieron "¿Por dónde debería empezar a leer Wolfe un lector de ciencia ficción acostumbrado a Larry Niven, Orson Scott Card, o David Brin?

Creo que probablemente por The Sorcerer’s House. Es una novela epistolar y eso parece ayudar a la gente a seguirla. Siempre que no les moleste el hecho de que el estilo cambia de un corresponsal a otro.

¿Ves? Eres incapaz de ser sencillo.

NARRADORES POCO FIABLES Y EL OFICIO

En el caso de tus narradores, te impones a ti mismo grandes desafíos técnicos.

Si te lo pones todo fácil como autor, aburres al lector.

A veces esos desafíos pueden parecer excéntricamente difíciles. En la serie Latro creaste un narrador que lo olvida todo al final de cada día.

Sí, leí un artículo sobre una lesión cerebral completamente real [amnesia anterógrada]. Tenemos memoria a corto plazo y memoria a largo plazo. Una de las cosas que haces al dormir es trasferir determinados recuerdos a corto plazo a la memoria a largo plazo. Inconscientemente decides qué es importante de verdad: si no lo es, lo olvidas; si lo es, lo colocas en la memoria a largo plazo. Si destruyes determinada parte del cerebro, la memoria a corto plaza se sobrescribe. Y pensé: qué interesante. Con Severian había creado a un personaje que no olvida nada. Y pensé: hagamos un tipo de estos que lo olvida todo.

¿La buena memoria de Severian es una señal de su identidad como redentor del mundo?

Yo creo que sí.

Un tema recurrente en tus obras es la falta de fiabilidad de los narradores.

Son todos poco fiables. Bueno, todos lo somos, ¿no?

La historia de cada uno es necesariamente subjetiva.

Ves las cosas desde tu punto de vista y no desde el del otro.

Alden Dennis Weer, el narrador de Paz, es poco de fiar en este sentido: está muerto y no lo sabe.

Es un fantasma. Muchas veces los fantasmas no se dan cuenta de que están muertos. Esa es la explicación de gran parte del comportamiento de los fantasmas que nos deja perplejos.

En La quinta cabeza de Cerbero, ¿John Marsch entiende que en realidad es V.R.T., un "niño sombra", uno de los habitantes originales del planeta colonia, que imita a un hombre?

Sí, lo entiende. Sabe que no es un terrícola de verdad, pero intenta convencerse a sí mismo de que sí lo es. Es lo que quiere ser.

También eres muy dado a usar narradores jóvenes. ¿Hay algún motivo por el que el punto de vista infantil te atraiga tanto? ¿Por qué te gusta imaginar lo que sabía Maisie?

Creo que un observador ingenuo es más interesante de leer porque se limita a darte lo que ha visto. Si alguna vez has oído a alguien testificar en un juicio, casi son incapaces de distinguir entre lo que de verdad han visto u oído y sus opiniones sobre lo que significa.

ANTROPOLOGÍA Y COMPASIÓN

Te interesa mucho la antropología. En Paz, uno de los pretendientes de la tía Olivia de Weer, un tal profesor Peacock, es antropólogo. Marsch en La quinta cabeza de Cerbero, también lo es. Tracking Song imagina distintos tipos de homínidos inteligentes con la capacidad de hablar viviendo en el mismo planeta al mismo tiempo, tal y como coexistió el hombre de Neanderthal con los humanos modernos.

Si la inteligencia sólo es cuestión de evolución ¿qué sucede cuando un puñado de especies llegan a un punto parecido al mismo tiempo? Somos infelices pensando que somos los únicos animales inteligentes de nuestro planeta. Sería muy interesante que pudiéramos encontrar otros. No podemos. Pero supongamos que  pudiéramos: supongamos que el león fuera inteligente y que el ciervo también lo fuera. Cuesta muchísimo imaginarlo. Habría que simpatizar con ambos. El león no puede comer hierba por mucho que tú quieras. Pero el ciervo no quiere ser comido, ¿y quién puede culparle por ello?

En muchas de tus obras de ficción, el cuento La Befana [1973], por ejemplo, imaginas especies inteligentes coexistiendo en el mismo planeta, que son capaces de hablar entre ellas de alguna manera pero que en lo esencial son distintas.

Otra especie inteligente pero esencialmente distinta: lo increíble sería llegar a un planeta ajeno y descubrir que hay gente en él y decir "Cómo demonios ha podido suceder?".

Hay una idea parecida, igual de escalofriante en el fondo de The Hero as Werwolf [1975], en el que imaginas un futuro en el que los humanos se han dividido en especies diferentes después de que parte de la población evolucionara mediante la biotecnología y la otra siguiera siendo el Homo sapiens moderno.

Algún idiota dijo una vez "Si los seres humanos han evolucionado de los monos, ¿cómo es que aún hay monos?" Pero yo siempre lo pienso desde el punto de vista del simio. Así que imaginé dos razas humanas: unos que han evolucionado a algo superior y unos pocos que no. Me pregunté: ¿cómo sería para ellos?

Para los humanos anticuados de The Hero as Werwolf, es una especie de existencia vergonzante agazapados en la sombra, obligados a vivir de la carne del Homo superior.

Ese es el héroe como hombre lobo.

Alguna vez has dicho en broma que los cuentos sobre duendes y gigantes peludos son recuerdos de una raza de homínidos paleolíticos que han sobrevivido hasta la era moderna, ocultándose de nosotros en medio de ninguna parte y en los establos que hay al final de los campos. Era una broma, ¿no?

Hay que preocuparse por los gigantes peludos, porque siguen apareciendo una y otra vez, aunque no tengamos ninguna prueba física de su existencia. Si aún hoy nos llegan noticias sobre el yeti, y nos llegan constantemente, piensa en cómo debía de ser hace unos siglos.

LA CIENCIA FICCIÓN Y LOS LEGADOS

¿Por qué importa la ciencia ficción?

Creo que importa mucho porque abre la mente. Eso es una gran virtud. La fantasía normal abre la mente, pero no tanto. Los libros de Oz [1900–1920] pueden abrir la mente un poco. Alicia en el país de las maravillas [1865] es bastante revelador. Pero gran parte de la ciencia ficción lo es mucho más. Por ejemplo, yo podría escribir una historia en la que un hombre tiene una conversación con su pistola. Puede que lo haga alguna vez. El Príncipe Valiente tenía su espada cantarina y siempre pensé que podrían haber hecho mucho más con eso de lo que hicieron.

Mucha gente dice que la ciencia ficción importa porque habla de la sociedad contemporánea, que es una especie de sátira.

Desgraciadamente. Es cierto que hay mucha gente que cree que debe serlo.

Es decir, que no crees que sea necesariamente así.

Puedes escribir un libro sobre un aterrizaje en Marte en el que el aterrizaje en Marte sea una metáfora de algo que está sucediendo ahora. También podrías escribir un libro sobre un aterrizaje en Marte que es un aterrizaje en Marte.

Has escrito: "Si se nos llega a recordar siquiera, será como los contemporáneos de Herodoto y Mark Twain". ¿Cómo se te recordará?

Dios mío. Probablemente ni se me recuerde. No lo sé: "un necio de Dios".

¿Tienes preferencia por alguno de tus hijos? ¿Es Paz? O es tu "Libro de Oro",  El libro del sol nuevo?

Va cambiando. Paz es uno de mis preferidos, sí. Pero va y viene, ¿sabes?

¿Hay algo que debería haberte preguntado y no haya preguntado?

No tengo ni idea. El que va a escribir el artículo eres tú, no yo.

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