Usuarios de alto nivel, aficionados y fans de los aparatos invierten en las innovaciones que quieren y están creando una nueva generación de emprendedores.
Es una historia que ya se repite. Un proyecto que se presenta en Kickstarter, un sitio web donde se puede conseguir crowdfunding (financiación colectiva), acaba superando por mucho sus objetivos iniciales. De repente, alguien puede montar un negocio.
Es lo que le pasó al inventor Jay Silver, creador de MaKey MaKey, un “kit de invención” que consiste en un procesador y un par de pinzas de tipo cocodrilo (usadas en circuitos eléctricos) que convierte objetos muy poco conductivos –plátanos, plastilina, carne humana- en controladores de ordenador. Silver subió el proyecto a Kickstarter este año esperando recaudar 25.000 dólares (unos 19.000 euros). Acabó consiguiendo 568.106 dólares (unos 432.000 euros)
A partir de ese momento se lanzó a una carrera para negociar con fabricantes chinos, agentes de aduanas y vendedores al por mayor para producir y distribuir lo que será el primer producto de su empresa recién convertida en sociedad anónima, JoyLabz. “Iba a empezar esta empresa dentro de unos años, pero el éxito que tuve con el crowdfunding ha acelerado las cosas”, explica Silver, que tiene 33 años.
En Estados Unidos existen otros sitios de financiación a través de Internet como Indiegogo, GoFundMe y otras webs parecidas que permiten a la gente donar dinero para proyectos, entre ellas, películas y obras periodísticas. A quienes ponen dinero se les suele ofrecer algo a cambio, como una camiseta o una entrada de cine. Silver y su socio, Eric Rosenbaum, prometieron kits MaKey MaKey a cualquiera que les donara 35 dólares (unos 26 euros). Acabaron recibiendo donaciones de 11.124 personas.
La financiación colectiva sirve para apoyar inventos que de otra forma quizá tuvieran perspectivas económicas limitadas, como aparatos que tienen un mercado potencial muy pequeño, kits para aficionados o un robot araña de 1.800 kilos con sitio para dos pasajeros (ver "TR10: Financiación colectiva"). Sobre todo, se ha convertido en una salida fértil para quienes se describen a sí mismos como 'fabricantes' (makers, en inglés), como Silver, que afirma que su objetivo es crear “un mundo más democrático en el que cada uno transforme su propio espacio”.
Los fabricantes son una raza de superaficionados que se han convertido en un movimiento social que se mueve en torno a tecnologías como la impresión en 3D. Gracias a la disponibilidad de la financiación colectiva, sus proyectos son cada vez más ambiciosos y algunos se están convirtiendo en empresas. Un proyecto denominado Ninja Blocks –el invento es un bloque de sensores con tacto de goma que va subiendo información a Internet- recaudó 102.000 dólares (unos 78.000 euros) en Kickstarter, generando tal atención que sirvió para que sus creadores lograran recaudar otro millón de dólares (unos 770.000 euros) de otros inversores.
“Ahora mismo el aspecto empresarial del 'movimiento fabricante' está empezando”, sostiene Silver, que acaba de empezar a trabajar como investigador 'fabricante' en el Laboratorio de Interacción y Experiencias de Intel, siendo la primera persona que ocupa el cargo. “No sé si la gente se da cuenta de ello. Si tienes una buena idea, nada te impide llevarla a cabo, ni siquiera la financiación”, asegura.
El crowdfunding está funcionando mejor donde fallan los modelos existentes de financiación. Algunos diseñadores de videojuegos, por ejemplo, se han vuelto hacia los sitios de financiación colectiva para sortear el sistema al estilo de los estudios Hollywood que siguen los editores de juegos, que invierten mucho en unos pocos títulos superventas.
“Es forzar un modelo de nuevas formas de financiar en un campo en el que los métodos de financiación son estáticos y están, de alguna forma, deteriorados”, afirma Ethan Mollick, profesor de la Universidad de Pennsylvania (EE.UU.) que ha analizado Kickstarter. “La financiación colectiva no es la solución para un proyecto de energías renovables, pero existen muchas otras innovaciones pequeñas que podrían acabar por ser transformadoras, y también están surgiendo muchos emprendedores”.
Gracias a varios cambios en la legislación estadounidense sobre el mercado de valores, a partir del año que viene los emprendedores podrán vender acciones al público por Internet, un concepto que empieza a denominarse 'capitalización colectiva'. Las empresas podrán recaudar hasta un millón de dólares al año del público (unos 770.000 euros). En general, a los individuos se les permitirá invertir hasta un 5 por ciento de sus ingresos. Se espera que estos cambios legislativos conduzcan a un aumento significativo de la financiación colectiva, que según un cálculo, supuso 1.500 millones de dólares globalmente en 2011, incluyendo la financiación para causas sociales.
Aunque algunos inversores lo harán por dinero, el riesgo de invertir en una start-up probablemente signifique que la capitalización colectiva acabe pareciéndose al modelo de donaciones, según Nicholas Tommarello, director general de weFunder, una empresa de Cambridge, Massachusetts (EE.UU.) que desarrolla un portal comercial de financiación colectiva. Afirma que los bares, las pastelerías y las tecnologías divertidas o que resuelven problemas sociales serán probablemente las categorías más populares.
“La gente quiere donar, ver progreso, vivir a través de otros y aprender algo”, afirma Tommarello. “Un software empresarial que ayude a las empresas de logística a ahorrar un 10 por ciento probablemente no funcione”.
Gran parte del dinero puede fluir hacia lo que se conoce como 'innovadores-usuarios', gente que inventa productos que necesitan, en un principio, para uso propio. (El caso más famoso es el de Tim Berners-Lee, que inventó la Web como una mejora de Internet). Un estudio presentado en febrero por la Fundación Ewing Marion Kauffman calcula que el 47 por ciento de las start-ups con productos innovadores han sido creadas por personas que encajan en este perfil (el informe completo se encuentra aquí).
“Muchas innovaciones las crean los usuarios de productos, no los laboratorios de I+D. Y la financiación colectiva será una nueva forma de pagar eso”, afirma Mollick. Al recaudar dinero a través de Internet, las empresas conseguirán financiación, descubrirán el tamaño real de su mercado y se conectarán con usuarios avanzados que serán sus primeros clientes, todo al mismo tiempo.
Eso es lo que le sucedió a Silver, que en un principio recurrió a Kickstarter porque había estado fabricando circuitos MaKey MaKey a mano mientras terminaba su proyecto de graduación en el Laboratorio de Medios del Instituto Tecnológico de Massachusetts (EE.UU.). Necesitaba un suministro mayor de procesadores para usar en talleres académicos y para hacer demostraciones a los aficionados en reuniones denominadas Ferias de Fabricantes. Se enteró de que si conseguía 800 pedidos podía conseguir un precio mucho menor de SparkFun, la empresa de Colorado (EE.UU.) que aceptó fabricar su primera tanda.
MaKey MaKey es un dispositivo de entretenimiento –Silver dice que es una forma de arte- que puede usarse, por ejemplo, para convertir una sopa de letras en un teclado funcional. El sistema también podría tener usos comerciales, para tareas como crear prototipos rápidos de una interfaz de botón de ordenador, como una pantalla para un cajero o un expositor interactivo en un museo.
Este verano Silver pasó la fabricación a China y desde entonces ha recibido varios miles más de kits MaKey MaKey, que se venderán como regalos para montar uno mismo en tiendas en línea como Uncommon Goods y ThinkGeek, así como a través de un sitio web creado por Silver.
Silver afirma que ahora su empresa está en situación de poder trabajar en otros proyectos, entre ellos, una aplicación para iPhone que ayudaría al usuario a lograr estados de conciencia más elevados. Puede parecer una locura, pero Silver afirma que dependerá de lo que piense el colectivo. “Si tengo una buena idea y se me reconoce, no tengo que vendérsela al director general de una empresa”, sostiene. “Si hay mil personas que creen que una cosa debería existir, entonces ya está. Existirá”, concluye.