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La carrera por la IA entre EE UU y China pone en peligro la paz mundial

STEPHANIE ARNETT / MIT TECHNOLOGY REVIEW | GETTY

Inteligencia Artificial

La carrera por la IA entre EE UU y China pone en peligro la paz mundial

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La competencia en el desarrollo de la inteligencia artificial no debería verse como un escenario en el que uno gana y otro pierde. Las principales potencias mundiales deberían colaborar para garantizar que la IA sea una herramienta beneficiosa para toda la humanidad

  • por Anónimo | traducido por
  • 21 Enero, 2025

Estados Unidos y China están enzarzados en lo que muchos han bautizado como una "carrera armamentística de la IA"

En las primeras etapas de este enfrentamiento, los responsables políticos de Estados Unidos promovieron una agenda centrada en ganar la carrera, especialmente desde una perspectiva económica. En los últimos meses, grandes compañías de inteligencia artificial, como OpenAI y Anthropic, se sumaron a la narrativa de "superar a China", en lo que parecía ser un intento de alinearse con la administración de Trump. La idea de que EE UU podía liderar esta carrera se apoyaba en dos factores: su ventaja inicial frente a China en recursos de computación GPU y la eficacia de las leyes de escalado aplicadas a la inteligencia artificial

Sin embargo, parece que ahora el acceso a grandes cantidades de recursos informáticos avanzados ya no es la ventaja definitiva ni sostenible que muchos habían considerado. De hecho, la diferencia de capacidad entre los principales modelos estadounidenses y chinos ha desaparecido casi por completo. Además, los modelos chinos ahora podrían tener una ventaja: pueden obtener resultados casi equivalentes utilizando solo una pequeña parte de los recursos informáticos que tienen los principales laboratorios occidentales.

La competencia por la inteligencia artificial está cada vez más enmarcada en términos de seguridad nacional, como si fuera un juego de suma cero, y está influida por la suposición de que una futura guerra entre Estados Unidos y China, centrada en Taiwán, es inevitable. Estados Unidos ha recurrido a tácticas para limitar el acceso de China a tecnologías clave, como los semiconductores avanzados. En respuesta, China ha intensificado sus esfuerzos para alcanzar la autosuficiencia e impulsar la innovación local, lo que está llevando a que las acciones de EE UU resulten contraproducentes.

Recientemente, incluso la secretaria de Comercio de Estados Unidos, Gina Raimondo, una firme defensora de los estrictos controles de exportación, reconoció que utilizar estas restricciones para frenar los avances de China en IA y semiconductores avanzados era "una tontería". Irónicamente, las medidas de control de exportaciones dirigidas a los sectores chinos de semiconductores e inteligencia artificial han avanzado al mismo tiempo que se han desarrollado tímidos acuerdos bilaterales y multilaterales. Estos intentos buscan establecer normas de seguridad y marcos de gobernanza para la IA. Así, se revela una paradoja: ambos países, a pesar de competir, también intentan cooperar

Si analizamos esta dinámica con más detalle, resulta evidente que la verdadera amenaza no es China, sino la militarización de la inteligencia artificial avanzada por parte de actores malintencionados y grupos delictivos que buscan causar daños generalizados, enriquecerse o desestabilizar la sociedad. Al igual que con las armas nucleares, China, como nación-estado, debe tener cuidado al utilizar capacidades potenciadas por la IA contra los intereses de EE UU. No obstante, los actores maliciosos, incluidas las organizaciones extremistas, serían mucho más propensos a abusar de estas tecnologías sin dudarlo. Dada la naturaleza asimétrica de la tecnología de IA, similar a las ciberarmas, es extremadamente difícil prevenir y defendersepor completo contra un enemigo que domine su uso y tenga la intención de desplegarla con fines destructivos

Debido a las implicaciones de esta situación, corresponde a Estados Unidos y China, como líderes mundiales en el desarrollo de la tecnología de inteligencia artificial, identificar y mitigar estas amenazas de manera conjunta. Ambos deben colaborar en la búsqueda de soluciones y trabajar en el desarrollo de un marco global para regular los modelos más avanzados. En lugar de erigir nuevas barreras, ya sean grandes o pequeñas, en torno a las tecnologías de IA, deberían centrarse en políticas que aborden la amenaza real.

Está cada vez más claro que, a pesar de lo mucho que está en juego y de la escalada retórica, no habrá, ni puede haber, un ganador a largo plazo si la competencia sigue su curso actual. Por el contrario, las consecuencias podrían ser graves: socavar la estabilidad mundial, frenar el progreso científico y llevar a ambas naciones a una peligrosa política de riesgo tecnológico. Esto es especialmente relevante dada la importancia de Taiwán y de TSMC, el líder mundial en la fabricación de semiconductores, en la cadena de suministro de la inteligencia artificial, así como las crecientes tensiones en torno a la isla de alta tecnología.

Seguir ciegamente este camino conlleva el riesgo de aislamiento y polarización. Esto no solo amenaza la paz internacional, sino también los enormes beneficios potenciales que la inteligencia artificial podría aportar a la humanidad en su conjunto

La historia, las fuerzas geopolíticas y la competencia económica han influido en el actual estado de rivalidad entre Estados Unidos y China en el campo de la inteligencia artificial. Un ejemplo de esto es un reciente informe de la Comisión de Revisión Económica y de Seguridad EE UU-China, que enmarca la cuestión en términos binarios, centrados en el dominio o la sumisión. Esta lógica de que "el ganador se lo lleva todo" ignora el potencial de una colaboración global e incluso podría desencadenar una profecía autocumplida al escalar el conflicto. Bajo la nueva administración de Trump, es probable que esta dinámica se intensifique, con un creciente debate sobre un Proyecto Manhattan para la IA y la reorientación de los recursos militares estadounidenses de Ucrania hacia China.

Afortunadamente, ha surgido un rayo de esperanza para una colaboración responsable en inteligencia artificial. El 17 de enero, Donald Trump anunció que había reanudado el diálogo directo con el presidente Xi Jinping sobre diversas áreas de cooperación, y que, dada la colaboración previa, ambos debían seguir siendo "socios y amigos". El desenlace del conflicto en torno a TikTok, que enfrenta a Trump con críticos de China dentro de su propia administración y en el Congreso, será un adelanto de sus esfuerzos por redirigir las relaciones entre EE UU y China hacia una trayectoria de menor confrontación.

La promesa de usar la IA para el bien

Los medios de comunicación occidentales suelen centrarse en temas sensacionalistas, y hablan con términos como "los riesgos existenciales de una IA maligna". Lamentablemente, los expertos en seguridad de la IA que reciben más voz tienden a repetir las mismas narrativas y difunden el miedo entre los lectores. En realidad, no existen investigaciones creíbles que demuestren que una IA más avanzada sea más maligna. Es necesario cuestionar la falsa dicotomía actual entre aceleracionismo puro y doomerismo, y adoptar un enfoque más centrado en una aceleración colaborativa.

Es importante destacar la notable diferencia en la percepción de la inteligencia artificial entre los países desarrollados y los países en desarrollo. En los primeros, el sentimiento público hacia la IA es en su mayoría negativo, con un 60% a 70% de opiniones desfavorables. En cambio, en los mercados emergentes, las valoraciones positivas rondan entre el 60% y el 80%. Los habitantes de estos países han visto cómo la tecnología ha mejorado sus vidas en las últimas décadas y esperan que les ayude a resolver los problemas pendientes, como mejorar la educación, la atención sanitaria y la productividad para elevar su calidad de vida y tener mayor prestigio mundial. Muchas poblaciones occidentales no logran ver que esos mismos avances también podrían beneficiar sus vidas, dado el alto nivel de desigualdad que persiste incluso en los países desarrollados. Imaginemos el progreso que podríamos lograr si destináramos los billones de dólares que cada año se invierten en presupuestos de defensa a proyectos de infraestructura, educación y sanidad.

Una vez que entremos en la siguiente fase, la inteligencia artificial permitirá acelerar los descubrimientos científicos, desarrollar nuevos fármacos, aumentar nuestra esperanza de vida, reducir nuestras obligaciones laborales y garantizar el acceso a una educación de alta calidad para todos. Puede parecer idealista, pero, dadas las tendencias actuales, gran parte de esto podría hacerse realidad en una sola generación, e incluso antes. Para lograrlo, necesitaremos sistemas de IA más avanzados, un objetivo mucho que será mucho más difícil si seguimos dividiendo los recursos de computación, los datos y las reservas de talento para la investigación. Según estudios del sector, casi la mitad de los mejores investigadores de IA del mundo (47%) nacieron o se formaron en China. Es difícil imaginar cómo habríamos llegado hasta donde estamos sin los esfuerzos de los investigadores chinos. La colaboración activa con China en la investigación conjunta de la IA podría ser clave para impulsar el progreso, con una valiosa contribución de datos de formación e investigadores de alta calidad.

La creciente competencia en inteligencia artificial entre Estados Unidos y China plantea amenazas significativas tanto para ambas naciones como para el mundo entero. Los riesgos de esta rivalidad no son meramente hipotéticos: podrían derivar en situaciones que pongan en peligro la paz mundial, la estabilidad económica y el progreso tecnológico. Enmarcar el desarrollo de la IA como una carrera de suma cero socava las oportunidades de avance y seguridad colectivas. En lugar de ceder ante la retórica de confrontación, es crucial que EE UU y China, junto con sus aliados, adopten un enfoque de colaboración y gobernanza compartida.

Nuestras recomendaciones para los responsables políticos:

  1. Reducir el dominio de la seguridad nacional sobre la política de IA. Tanto Estados Unidos como China deben reajustar su enfoque del desarrollo de la IA, dejando de verla principalmente como un activo militar. Esto significa reducir el énfasis en las preocupaciones de seguridad nacional que actualmente dominan todos los aspectos de la política de IA. En su lugar, deberían centrarse en las aplicaciones civiles de la IA que pueden beneficiar directamente a las personas y abordar desafíos globales, como la atención sanitaria, la educación y el cambio climático. Estados Unidos también debe investigar cómo implementar un posible programa de renta básica universal, ya que los despidos a causa de la adopción de la IA se están convirtiendo en un problema cada vez mayor a nivel nacional.
    • 2. Promover la gobernanza bilateral y multilateral de la IA. Establecer un diálogo sólido entre EE UU, China y otras partes interesadas internacionales es crucial para el desarrollo de estándares comunes de gobernanza de la IA. Esto incluye acordar normas éticas, medidas de seguridad y directrices de transparencia para las tecnologías avanzadas de IA. Un marco de cooperación ayudaría a garantizar que el desarrollo de la IA se lleve a cabo de manera responsable e inclusiva, minimizando los riesgos y maximizando los beneficios para todos.
    • 3. Aumentar la inversión en la detección y mitigación del uso indebido de la IA. El riesgo de que la IA sea utilizada de forma indebida por personas malintencionadas, ya sea mediante campañas de desinformación, ataques a los sistemas de telecomunicaciones, energía o financieros, o ataques a la ciberseguridad con potencial para desestabilizar la sociedad, es la mayor amenaza existencial para el mundo actual. Es vital aumentar la financiación y la cooperación internacional para detectar y mitigar estos riesgos. Estados Unidos y China deben acordar normas comunes para el uso responsable de la IA y colaborar en el desarrollo de herramientas que puedan contrarrestar su uso indebido a nivel mundial.
    • 4. Crear incentivos para la investigación colaborativa en IA. Los gobiernos deberían ofrecer incentivos para la colaboración académica y empresarial a través de las fronteras. Mediante la creación de programas de financiación conjunta e iniciativas de investigación, EE UU y China pueden fomentar un entorno en el que ambas naciones contribuyan a avances en IA que ayuden a la humanidad. Esta colaboración ayudaría a poner en común el talento, los datos y los recursos informáticos, superando barreras que ninguno de los dos países podría abordar por sí solo. Un esfuerzo global similar al CERN para la IA aportará mucho más valor al mundo y un final pacífico que un Proyecto Manhattan para la IA, que muchos están promoviendo hoy en Washington.
    • 5. Establecer medidas de fomento de la confianza. Ambos países deben evitar que las acciones relacionadas con la IA se interpreten como agresivas o amenazantes. Podrían hacerlo mediante acuerdos de intercambio de datos, proyectos conjuntos de IA no militar e intercambios entre investigadores de IA. Reducir las restricciones a la importación para casos de uso civil de la IA, por ejemplo, podría ayudar a las naciones a recuperar cierta confianza y discutir una cooperación para la investigación conjunta. Estas medidas ayudarían a crear transparencia, reducir el riesgo de mala comunicación y allanar el camino para una relación menos conflictiva.
    • 6. Apoyar el desarrollo de una coalición mundial de seguridad de la IA. Una coalición que incluya a los principales desarrolladores de IA de varios países podría servir como plataforma neutral para abordar las preocupaciones éticas y de seguridad. Esta coalición reuniría a los principales investigadores, especialistas en ética y responsables políticos de la IA para garantizar que la IA progrese de forma segura, justa y beneficiosa para todos. Este esfuerzo no debe excluir a China, ya que sigue siendo un socio esencial en el desarrollo y mantenimiento de un ecosistema de IA seguro.
    • 7. Cambiar el enfoque hacia la IA para los desafíos globales. Es crucial que las dos superpotencias mundiales de la IA utilicen sus capacidades para abordar cuestiones globales, como el cambio climático, las enfermedades y la pobreza. Demostrando los impactos sociales positivos de la IA a través de proyectos tangibles y presentándola no como una amenaza sino como una poderosa herramienta para el bien, Estados Unidos y China pueden remodelar la percepción pública de la IA.

    Nuestra elección es clara pero simple: podemos seguir un camino de confrontación, que casi con toda seguridad conducirá a un daño mutuo, o podemos cambiar hacia la colaboración, que ofrece el potencial de un futuro próspero y estable para todos. La inteligencia artificial promete resolver algunos de los mayores desafíos a los que se enfrenta la humanidad, pero hacerlo realidad depende de si elegimos competir entre nosotros o trabajar juntos.

    La oportunidad de aprovechar la IA para el bien común es una oportunidad que el mundo no puede perder.


    Alvin Wang Graylin

    Alvin Wang Graylin es ejecutivo tecnológico, autor, inversor y pionero con más de 30 años de experiencia en el desarrollo de la innovación en IA, XR (realidad extendida), ciberseguridad y semiconductores. Actualmente es vicepresidente global de HTC, y fue presidente de la compañía en China de 2016 a 2023. Es autor de Our Next Reality.

    Paul Triolo

    Paul Triolo es socio del Grupo DGA-Albright Stonebridge y responsable de política tecnológica en China. Asesora a clientes de los sectores tecnológico, financiero y otros a la hora de abordar complejos asuntos políticos y normativos en Estados Unidos, China, la Unión Europea, India y el resto del mundo.

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