Las pilas de zinc-aire, que pueden generar hasta un voltio, son tan finas como un cabello humano.
Una batería diseñada por el ingeniero químico del MIT Michael Strano y su equipo podría hacer posible que robots autónomos del tamaño de una célula administraran fármacos en el cuerpo humano o detectaran fugas en gasoductos, entre otras aplicaciones.
Con el objetivo de que los dispositivos a microescala puedan funcionar sin una fuente de energía externa, el laboratorio de Strano se centró en las baterías de zinc-aire, que tienen una larga vida útil gracias a su alta densidad energética. La que diseñaron, de 0,1 milímetros de largo y 0,002 milímetros de grosor, consta de un electrodo de zinc y otro de platino incrustados en una tira de polímero. Cuando interactúan con el oxígeno del aire, el zinc libera electrones que fluyen hacia el platino, creando una corriente con un potencial de hasta un voltio, suficiente para alimentar un actuador, según demostraron los investigadores.
La pila también podría alimentar un “memristor”, un tipo de conmutador que almacena memoria al cambiar su resistencia eléctrica; un circuito con función de reloj, que permite a los robots controlar el tiempo; o sensores que cambian su resistencia eléctrica cuando se encuentran con determinadas sustancias químicas.
“Esto va a convertirse en la base de muchos de los esfuerzos que hagamos en robótica”, afirma Strano. “Se puede construir un robot en torno a una fuente de energía, algo así como construir un coche eléctrico en torno a la batería”.