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Inteligencia Artificial

Lo sentimos, la IA no “arreglará” el cambio climático

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Sam Altman, de OpenAI, afirma que la IA dará lugar a una "era de la inteligencia", pero los avances tecnológicos por sí solos no pueden resolver el calentamiento global

  • por James Temple | traducido por
  • 14 Octubre, 2024

En un ensayo publicado hace tres semanas, Sam Altman, consejero delegado de OpenAI, sostenía que la aceleración de las capacidades de la IA dará paso a una idílica "era de la Inteligencia", que desencadenará una prosperidad "inimaginable" y "triunfos asombrosos", tales como "arreglar el clima".

Es una promesa que nadie está en condiciones de hacer y que, en lo que respecta al cambio climático, malinterpreta la naturaleza del problema.

Y lo que es más grave, el argumento sugiere que la masiva cantidad de electricidad que consume hoy esa tecnología no importa demasiado, ya que la misma nos permitirá generar abundante energía limpia en el futuro. De este modo, se hace caso omiso de la creciente preocupación por una tecnología que ya está acelerando las propuestas de construcción de centrales de gas natural y desviando a las grandes empresas tecnológicas de sus objetivos corporativos en materia de cambio climático.

Según todos los indicios, la demanda de energía de la IA no hará más que aumentar, incluso cuando el mundo se esfuerce por construir sistemas eléctricos más grandes y limpios para satisfacer las crecientes necesidades de recarga de vehículos eléctricos, producción ecológica de hidrógeno, bombas de calor y otras tecnologías con bajas emisiones de CO2. Al parecer, el propio Altman acaba de reunirse con funcionarios de la Casa Blanca para defender la construcción de varios centros de datos de proporciones desmesuradas para la IA y que podrían requerir el equivalente a cinco reactores nucleares.

Uno de los principios básicos de MIT Technology Review es apoyar los avances tecnológicos que puedan aportar beneficios reales y acelerar el progreso de la sociedad de forma significativa. Pero durante décadas los investigadores y las empresas han exagerado el potencial de la IA para producir medicamentos de éxito, alcanzar la superinteligencia y liberar a la humanidad de la necesidad de trabajar. Para ser justos, ha habido avances significativos, pero nada al nivel de esas exageraciones.

Teniendo en cuenta ese historial, yo diría que es necesario desarrollar una herramienta que haga algo más que plagiar el periodismo y ayudar a los estudiantes a hacer trampas en los deberes, antes de afirmar con credibilidad que resolverá los problemas más espinosos de la humanidad, ya sea la pobreza galopante o el calentamiento global.

No cabe duda de que la IA puede ayudar al mundo a afrontar los crecientes peligros del cambio climático. Hemos empezado a ver grupos de investigación y empresas emergentes que aprovechan la tecnología para tratar de gestionar las redes eléctricas con mayor eficacia, apagar incendios forestales más rápidamente y descubrir materiales que sirvan para crear baterías o paneles solares mejores y más baratos.

Todos estos avances siguen siendo relativamente graduales, pero supongamos que la IA produce un milagro energético. Tal vez su destreza en el reconocimiento de patrones proporcione el conocimiento clave que resuelva el problema de la fusión nuclear (tecnología por la cual Altman apuesta fuerte en su faceta de inversor).

Sería fantástico. Pero los avances tecnológicos son sólo el comienzo. Son indispensables; pero, por sí mismos, no son suficientes para eliminar las emisiones climáticas del mundo.

¿Cómo lo sé?

Porque entre las centrales de fisión nuclear, los parques solares, los aerogeneradores y las baterías, ya disponemos de todas las tecnologías necesarias para sanear el sector energético. Esta debería ser la fruta madura de la transición energética. Sin embargo, en la mayor economía del planeta, los combustibles fósiles siguen generando el 60% de la electricidad. El hecho de que gran parte de nuestra energía siga procediendo del carbón, el petróleo y el gas natural es un fallo tanto normativo como tecnológico.

"Mientras subvencionemos los combustibles fósiles permitiéndoles utilizar la atmósfera como vertedero de residuos, no permitiremos que las energías limpias compitan en igualdad de condiciones", escribió en X Zeke Hausfather, científico del clima de la organización independiente de investigación Berkeley Earth, en respuesta al post de Altman. "Necesitamos cambios políticos, no sólo avances tecnológicos, para cumplir nuestros objetivos climáticos".

Eso no quiere decir que no haya grandes problemas técnicos que aún tengamos que resolver. No hay más que ver las continuas luchas por desarrollar formas limpias y competitivas en costes de fertilizar los cultivos o hacer volar los aviones. Pero los retos fundamentales del cambio climático son los costes irrecuperables, los obstáculos al desarrollo y la inercia.

Hemos construido y pagado una economía global que escupe gases que calientan el planeta, invirtiendo miles de millones en centrales eléctricas, acerías, fábricas, aviones, calderas, calentadores de agua, cocinas y todoterrenos que funcionan con combustibles fósiles. Y pocas personas o empresas darán alegremente por amortizadas esas inversiones mientras tales productos y fábricas sigan funcionando. La IA no puede remediar todo eso simplemente generando mejores ideas.

Para jubilar y sustituir la maquinaria de todas las industrias del mundo a la velocidad que se requiere, necesitaremos políticas climáticas cada vez más agresivas que incentiven u obliguen a todo el mundo a cambiar a fábricas, productos y prácticas más limpios.

Pero cada vez que se proponga una ley más estricta o un nuevo parque eólico o solar, habrá fuerzas que se opongan, porque el plan afectará al bolsillo de alguien, bloqueará las vistas de alguien o amenazará las zonas o las tradiciones que alguien aprecia. El cambio climático es sobre todo un problema de infraestructuras, y la construcción de infraestructuras es una tarea costosa.

Los avances tecnológicos pueden aliviar algunos de estos problemas. Alternativas mejores y más baratas a las industrias tradicionales hacen que las decisiones difíciles sean políticamente más aceptables. Pero no hay mejoras en los algoritmos de IA o en los conjuntos de datos subyacentes que resuelvan el desafío que supone el efecto SPAN ("sí, pero aquí no" derivado del inglés Nimby: "Not in my backyard"), el conflicto entre intereses humanos o el deseo de respirar aire fresco en un páramo inmaculado.

Afirmar que una sola tecnología (casualmente la que desarrolla su empresa) puede resolver milagrosamente estos conflictos irresolubles de la sociedad humana es, en el mejor de los casos, interesado, si no un poco ingenuo, además de una idea preocupante en un momento en que el crecimiento de esa misma tecnología está amenazando con socavar los escasos progresos que el mundo había comenzado a hacer sobre el cambio climático.

Así las cosas, lo único que podemos afirmar con seguridad sobre la IA generativa es que está haciendo que el problema más difícil que jamás hayamos tenido que resolver sea mucho más difícil de resolver.

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