Los astronautas y los viajeros espaciales comerciales están expuestos a radiaciones nocivas y a la microgravedad, además de otras posibles lesiones. Necesitamos formas de protegerlos mejor
Este artículo apareció por primera vez en The Checkup, el boletín semanal de biotecnología de MIT Technology Review. Para recibirlo en tu bandeja de entrada todos los jueves y leer artículos como este antes que nadie (en inglés), regístrate aquí.
Últimamente, las noticias mundiales son bastante sombrías. Así que esta semana he decidido centrar mis pensamientos más allá de la estratosfera terrestre, en el espacio. Hace un par de semanas, SpaceX puso en órbita a cuatro astronautas "privados" (por contraposición a los astronautas entrenados por agencias nacionales), que realizaron el primer paseo espacial de la historia llevado a cabo por "particulares".
La compañía tiene planes más ambiciosos para los viajes espaciales, y no es la única. Elon Musk, fundador de SpaceX, afirmó el domingo que quería lanzar misiones sin tripulación a Marte dentro de dos años, y misiones con tripulación cuatro años después si las primeras tenían éxito. (Aunque los anteriores plazos para llegar al Planeta Rojo de SpaceX no se han cumplido).
La NASA, por su parte, se refiere a Marte como un "horizonte para la exploración humana" y China, que ya había anunciado sus planes para una misión humana en 2033, ha adelantado en dos años su calendario para una misión no tripulada que traerá muestras de vuelta. Finalmente, Emiratos Árabes Unidos tiene un plan a 100 años para construir una comunidad habitable en Marte allá por 2117.
Nada de esto será sencillo. Los viajes espaciales de larga distancia pueden causar estragos en la salud humana. Hay que enfrentarse a la radiación y a la microgravedad, así como a los efectos psicológicos del aislamiento y el confinamiento. La investigación sobre astronautas gemelos idénticos también ha revelado una serie de cambios genéticos que se producen cuando una persona pasa un año en el espacio.
Por eso, algunos expertos en bioética estudian la posibilidad de aplicar tratamientos radicales a los futuros astronautas. Una vez que conozcamos todos los efectos de los viajes espaciales sobre la salud, podríamos editar los genomas de los astronautas antes del lanzamiento para ofrecerles la mejor protección. Algunos incluso han sugerido que esto podría dar lugar a la creación de una nueva especie: el homo spatialis. Si esto suena a ciencia ficción, es porque, al menos por ahora, lo es. Pero también hay biotecnologías que podemos utilizar ahora para ayudar a los viajeros espaciales.
Los viajes espaciales son arriesgados. A fin de cuentas, un lanzamiento espacial consiste esencialmente en atar seres humanos a una cápsula y hacer explotar una bomba debajo de ellos, dice Paul Root Wolpe, que fue bioeticista jefe de la NASA durante 15 años.
Una vez en el espacio, el ser humano está expuesto a niveles de radiación mucho más elevados que en la Tierra. Un exceso de radiación puede aumentar el riesgo de cáncer y provocar trastornos neurológicos. También puede dañar los tejidos corporales, provocando cataratas o enfermedades digestivas, por ejemplo. Por eso, organismos como la Administración de Seguridad y Salud en el Trabajo del Departamento de Trabajo de EE.UU. establecen límites a la exposición a la radiación. (La NASA también establece límites a la cantidad de radiación a la que pueden exponerse los astronautas).
Además, está la microgravedad. Nuestros cuerpos se han adaptado a la gravedad de la Tierra. Sin esa atracción gravitatoria, pueden ocurrir cosas extrañas. Por un lado, los fluidos internos pueden empezar a acumularse en la parte superior del cuerpo. Los músculos no tienen que trabajar tan duro cuando no hay gravedad, y los astronautas tienden a experimentar pérdida de masa muscular y ósea.
Hace cinco años, unos científicos que trabajaban con la NASA publicaron los resultados de un estudio pionero que comparaba a dos gemelos idénticos, uno de los cuales pasó un año en el espacio mientras el otro permanecía en la Tierra. Los gemelos, Mark y Scott Kelly, eran astronautas entrenados. Y como tienen el mismo conjunto de genes, los investigadores pudieron compararlos para evaluar el impacto de los viajes espaciales de larga duración en el funcionamiento de los genes.
Los investigadores descubrieron que ambos gemelos experimentaron algunos cambios en el funcionamiento de sus genes durante ese periodo, pero que cambiaron de formas distintas. Algunos de los efectos en el hermano viajero duraron más de seis meses. Se cree que estos cambios son una respuesta al estrés del viaje espacial y quizá una reacción a los daños en el ADN causados por la radiación espacial.
Los viajes espaciales conllevan otros riesgos, como la pérdida de peso, daños oculares permanentes causados por lo que se conoce como "síndrome neuroocular asociado a los vuelos espaciales" y trastornos psicológicos por estar lejos de amigos y seres queridos.
Y, por si fuera poco, las lesiones también son frecuentes en las misiones espaciales, afirma Wolpe, que ahora es director fundador del Centro para la Construcción de la Paz y la Transformación de Conflictos de la Universidad de Emory. Las herramientas y el equipo pueden flotar y golpear a las personas, las cuerdas elásticas se rompen... "Se supone que los astronautas deben llevar gafas de seguridad en todo momento, pero no las llevaban", explica Wolpe. "La lista de lesiones es larga... es realmente sorprendente la cantidad de lesiones [sufridas] por los astronautas en la estación espacial".
Los viajes espaciales comerciales entrañan una nueva serie de peligros. Hasta hace muy poco, las únicas personas que viajaban al espacio pasaban rigurosas pruebas de salud y programas de formación supervisados por agencias nacionales. Ese no es el caso de los viajes espaciales privados, en los que las normas las determina cada empresa, explica Wolpe.
Los astronautas son sometidos a pruebas de detección de enfermedades comunes como la hipertensión y la diabetes. Puede que a los turistas espaciales no. Aún estamos aprendiendo lo básico en lo que se refiere al impacto de los viajes espaciales en la salud. No tenemos ni idea de cómo puede afectar a una persona que padece diversos trastornos y toma múltiples medicamentos.
¿Podría la edición genética proteger a los astronautas de estos posibles problemas? Las personas que se han adaptado a grandes altitudes en la Tierra tienen factores genéticos que les permiten prosperar en entornos con poco oxígeno: ¿y si pudiéramos conferir estos factores a los astronautas? Y ya que estamos, ¿por qué no introducir algunos cambios genéticos más, por ejemplo, que les protejan de la pérdida de masa ósea o muscular?
Aquí es donde entra en juego el homo spatialis: la idea de una nueva especie mejor adaptada a la vida en el espacio o en un planeta distinto de la Tierra. Por el momento, este enfoque no es una opción: no existen terapias génicas diseñadas para personas que emprenden viajes espaciales. Pero algún día "podría ser conveniente para los astronautas someterse a alguna intervención genética, como la edición de genes, para salvaguardarlos", afirma Rosario Isasi, bioeticista de la Universidad de Miami. «Podría ser más que un deber, una condición para que un astronauta vaya a estas misiones».
A Wolpe no le entusiasma la idea. "Hay algo de integridad en el ser humano, y en el cuerpo humano, que no debería vulnerarse", afirma. "Este tipo de modificaciones pueden conllevar una serie de desastres". Isasi también confía en que los avances en medicina de precisión, que permitirán tratamientos a medida para cada persona, puedan evitar la necesidad de modificaciones genéticas.
Mientras tanto, las pruebas genéticas podrían ser útiles tanto para los astronautas como para los turistas espaciales, afirma Wolpe. Algunos tejidos corporales son más vulnerables a la radiación, como la glándula tiroides. Las pruebas genéticas que revelan el riesgo de cáncer de tiroides de una persona podrían ser útiles para quienes se plantean viajar al espacio, afirma.
Tanto si las personas viajan al espacio como turistas, empleados, científicos o sujetos de investigación, es de vital importancia averiguar cómo enviarlas de forma segura. Al fin y al cabo, el turismo espacial no se parece en nada al turismo normal. "Se pone a las personas en una situación para la que el cuerpo humano nunca fue diseñado", según explica Wolpe.