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Tecnología y Sociedad

Este radioaficionado impulsa la defensa antidrones ucraniana frente a Rusia

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Desde la invasión rusa, Serhii “Flash” Beskrestnov se ha convertido en una fuerza influyente, aunque a veces controvertida, que comparte consejos de expertos e información sobre la tecnología en constante evolución que se ha apoderado de los cielos. Su trabajo puede determinar el futuro de Ucrania y de guerras mucho más allá.

  • por Charlie Metcalfe | traducido por
  • 17 Septiembre, 2024

Serhii “Flash” Beskrestnov odia ir al frente. El riesgo le aterroriza. “Realmente no me hace ninguna gracia hacerlo”, dice. Pero para desempeñar el papel que se ha asignado a sí mismo en la guerra entre Rusia y Ucrania, cree que es fundamental cambiar la relativa seguridad de su hogar suburbano al norte de la capital por lugares donde la perspectiva de muerte es mucho más inmediata. “Desde Kiev, nadie ve la situación real”, explica.

Por eso, una vez al mes, conduce cientos de kilómetros hacia el este en un centro de inteligencia móvil de fabricación casera: una furgoneta Volkswagen negra en la que pilas de equipos de radio se conectan a un conjunto de antenas en el techo que se erigen como púas de puercoespín cuando están en uso. Dos pequeños dispositivos situados en el salpicadero vigilan si hay drones cerca. Durante varios días seguidos, Flash estudia los cielos en busca de transmisiones de radio rusas e intenta conocer los problemas a los que se enfrentan las tropas en los campos y en las trincheras.

Es, al menos extraoficialmente, un espía. Pero, a diferencia de otros espías, Flash no mantiene su trabajo en secreto. De hecho, comparte los resultados de sus misiones con sus más de 127.000 seguidores -entre ellos muchos soldados y funcionarios del gobierno- en varios canales públicos de las redes sociales. A principios de este año, por ejemplo, describió cómo había grabado cinco drones de reconocimiento rusos diferentes en una sola noche, uno de los cuales volaba directamente sobre su furgoneta.

“Hermanos de las Fuerzas Armadas de Ucrania, estoy intentando inspiraros”, publicó en su página de Facebook en febrero, animando a los soldados ucranianos a aprender a reconocer las señales de los drones enemigos como hace él. “Desplegaréis vuestras alas; con el tiempo aprenderéis a calcular la distancia y, en algún momento, salvaréis la vida de decenas de vuestros compañeros”.

Los drones están siendo clave en este brutal conflicto que ya dura más de dos años y medio. Y la mayoría dependen de las comunicaciones por radio, una tecnología que obsesiona a Flash desde su infancia. Por eso, aunque ahora sea un civil, este antiguo oficial se ha encargado de informar a la defensa de su país en todo lo relacionado con la radio.

Además de la información de primera línea que comparte en sus canales públicos, dirige un “servicio de apoyo” para casi 2.000 especialistas en comunicaciones militares en Signal y escribe guías para construir equipos antidrones con un presupuesto ajustado. “Es una celebridad”, me gritó hace poco un oficial de las fuerzas especiales por encima del estruendo de la música en un club tecno de Kiev. Es “como un rayo de sol”, me dijo un especialista en aviación del ejército ucraniano. Flash me cuenta que recibe 500 mensajes diarios pidiendo ayuda.

A pesar de esta reputación entre los militares de base —y tal vez por ello—, Flash también se ha convertido en una fuente de controversia entre los altos mandos del ejército ucraniano, según me cuenta. Las Fuerzas Armadas de Ucrania declinaron múltiples peticiones de comentarios, pero Flash y sus colegas afirman que algunos oficiales de alto rango lo perciben como una amenaza para la seguridad, preocupados porque comparte demasiada información y no hace lo suficiente para asegurar la información sensible. Como resultado, algunos se niegan a apoyarle o a colaborar con él. Otros, según Flash, hacen como si no existiera. En cualquier caso, cree que simplemente se sienten inseguros sobre el valor de sus propias contribuciones, “porque todo el mundo sabe que Serhii Flash no está sentado en Kiev como un coronel en el Ministerio de Defensa”, asegura con un tono cáustico que, por lo que veo, va con su carácter.

Pero, por encima de todo, las horas de conversación con numerosas personas implicadas en la defensa de Ucrania, incluidos señalistas de primera línea y voluntarios, han dejado claro que, aunque Flash sea una figura complicada, es sin duda influyente. Su trabajo ha adquirido gran importancia para los que luchan sobre el terreno, y recientemente ha recibido el reconocimiento oficial del ejército por su contribución a la lucha, con dos medallas de reconocimiento: una del comandante de las fuerzas terrestres de Ucrania y otra del Ministerio de Defensa.


Con una antena direccional portátil y un analizador de espectro, Flash puede escanear en busca de señales hostiles.

Pese a que son máquinas semiautónomas con una dependencia reducida de las comunicaciones por radio, los drones que saturan los cielos sobre el campo de batalla siguen y, previsiblemente, seguirán dependiendo en parte de esta tecnología. Y en esta carrera por la supervivencia, en la que cada bando trata constantemente de superar al otro, para volver a empezar cuando el otro termina por alcanzarle, los soldados ucranianos necesitan desarrollar soluciones creativas, y rápido. Como gurú de la radio ucraniana en tiempos de guerra, Flash puede ser una de sus mejores esperanzas.

“No sé nada de su formación”, explica “Igrok”, que trabaja con drones en la 110ª Brigada Mecanizada de Ucrania y a quien identificamos por su indicativo de llamada, como es práctica militar habitual. “Pero sí sé que la mayoría de los ingenieros y todos los pilotos no saben nada de radios y antenas. Su trabajo es sin duda una de las fuerzas más poderosas que mantienen en buen estado la defensa aérea de Ucrania”.

Y dadas las crecientes pruebas de que tanto los ejércitos como los grupos militantes de otras partes del mundo están adoptando ahora tácticas con drones desarrolladas en Ucrania, Flash no sólo puede contribuir a determinar el destino de su país, sino también la forma en que los ejércitos librarán la guerra en los años venideros.

Una afición clarividente

Antes de que pueda empezar a hacer preguntas durante nuestra reunión en mayo, Flash está rebuscando en la parte trasera de su Flash-móvil, sacando piezas de equipo para su propia versión de “enseña y cuenta”: un monitor de dron con una antena en forma de aleta; un walkie-talkie etiquetado con una pegatina del servicio de seguridad estatal ruso, el FSB; una antena plegable de aproximadamente 1,5 metros de largo que, según él, probablemente proceda de un tanque Abrams fabricado en EEUU.

Flash ha aparcado en una pequeña carretera arbolada junto al Mar de Kiev, un enorme embalse de agua al norte de la capital. Lleva un polo caqui transpirable, pantalones y botas de combate y una pistola Glock 19 en la cartuchera. “Soy una amenaza para el enemigo”, me explica y señala que tiene que vigilar sus espaldas. Mientras hablamos, se mueve de un lado a otro, como si las ondas electromagnéticas que ha estudiado desde niño hubieran empezado a controlar el movimiento de su cuerpo.

Flash, que ahora tiene 49 años, creció en un suburbio de Kiev en los años ochenta. Su padre, coronel del ejército soviético, recuerda que llevaba a casa equipos de radio estropeados para que su hijo preadolescente jugueteara con ellos. Flash demostró talento desde el principio. Asistía a un club de radio extraescolar y su padre le instaló una antena en el tejado de su apartamento. Más tarde, Flash empezó a comunicarse con gente de otros países. “Para mí fue como una puerta abierta al gran mundo”, dice.

Flash recuerda con diversión una ocasión en que una carta del KGB llegó a casa de su familia, dando a su padre el susto de su vida. Su padre no sabía que su hijo había enviado un mensaje en una frecuencia de radio prohibida… y alguien se había dado cuenta. Después de la carta, cuando Flash se presentó en la oficina del servicio en el centro de Kiev, su aspecto adolescente les desconcertó. “¿Qué haces aquí, chaval?” recuerda que le dijo un funcionario avergonzado.

Ucrania había sido un centro de innovación dentro de la Unión Soviética; pero cuando Flash se graduó en la escuela militar de comunicaciones en 1997, Ucrania llevaba seis años siendo independiente y la corrupción y la falta de inversiones habían despojado a las fuerzas armadas de su antigua grandeza. Flash pasó sólo un año trabajando en una fábrica de radios militares antes de incorporarse a una empresa privada de comunicaciones que desarrollaba la primera red móvil de Ucrania, donde trabajó con tecnologías mucho más avanzadas que las que había utilizado en el ejército. El proyecto se llamaba, precisamente, “Flash”.

Una década y media después, Flash había ascendido en la industria hasta convertirse en jefe de departamento de la progenitora de la empresa de telecomunicaciones Vodafone Ucrania. Pero el aburrimiento le llevó a dejarlo y convertirse en empresario. Entre sus muchos proyectos figuraban un exitoso sitio de comercio electrónico de servicios de construcción y un popular videojuego llamado Isotopium: Chernobyl, que él y un amigo basaron en el “concepto realmente genial”, según una reseña de PC Gamer, de permitir a los jugadores controlar robots reales (equipados con radios, por supuesto) alrededor de un escenario físico. Lanzado en 2019, también recibió críticas positivas de Reuters y BBC News.

Pero en pocos años, un ataque inesperado sumiría a su país en el caos y pondría patas arriba la vida de Flash.


“Estoy aquí para ayudaros con cuestiones técnicas”, recuerda Flash haber escrito a su grupo Signal cuando empezó a ofrecer consejos. “Preguntadme cualquier cosa e intentaré encontrar la respuesta por vosotros”. / EMRE ÇAYLAK


A principios de 2022, crecían los rumores de un posible ataque desde Rusia. Aunque seguía trabajando en Isotopium, Flash empezó a organizar una red de radio por los suburbios del norte de Kiev como preparación. Cerca de su casa, instaló un repetidor a unos 65 metros sobre el nivel del suelo que podía recibir y retransmitir las transmisiones de todas las radios de su red en un área de 200 kilómetros cuadrados. Otro radioaficionado programó y distribuyó radios portátiles.

Cuando las fuerzas rusas invadieron el país, el 24 de febrero, desconectaron las redes de fibra óptica y de telefonía móvil, como había previsto Flash. La red de radio se convirtió en el único medio de comunicación instantánea para los civiles y, sobre todo, para los voluntarios que se movilizaban para luchar en la región, que la utilizaron para compartir información sobre los movimientos de las tropas rusas. Flash proporcionó esta información a varias unidades profesionales del ejército ucraniano, incluida una unidad de fuerzas especiales de reconocimiento. Más tarde recibió un premio del jefe de la administración militar del distrito por su participación en la defensa de Kiev. El jefe del consejo del distrito se refirió a Flash como “una de las personas más dignas” de la región.

Sin embargo, fue otro de los proyectos de Flash el que le granjearía renombre en todo el ejército ucraniano.

A pesar de tener más de 100 años, la tecnología de radio sigue siendo fundamental en casi todos los aspectos de la guerra moderna, desde las comunicaciones seguras hasta los misiles guiados por satélite. Pero el declive del ejército ucraniano, unido al desplazamiento de muchos de los jóvenes técnicos del país hacia carreras lucrativas en la creciente industria del software, creó un vacío de conocimientos. Flash se lanzó a llenarlo.

Aproximadamente un mes después de la incursión rusa, Flash había creado un grupo privado llamado “Military Signalmen” en la plataforma de mensajería cifrada Signal, e invitó a expertos en radio civiles de su red personal a unirse a los especialistas en comunicaciones militares. “Estoy aquí para ayudaros con cuestiones técnicas”, recuerda haber escrito al grupo. “Preguntadme cualquier cosa e intentaré encontrar la respuesta para vosotros”.

El tipo de preguntas que Flash y sus colegas civiles respondían en los primeros meses solían ser básicas. Los miembros del grupo querían saber cómo actualizar el firmware de sus dispositivos, restablecer las contraseñas de sus radios o configurar las redes de comunicaciones internas de los grandes vehículos. Muchas de las personas reclutadas como especialistas en comunicaciones en el ejército ucraniano tenían poca experiencia relevante; Flash afirma que incluso los soldados profesionales carecían de la formación adecuada y se ha referido a gran parte de los cursos de comunicaciones militares de Ucrania como “tonterías o basura”. (El Instituto Militar Korolov Zhytomyr, donde se forman muchos especialistas en comunicaciones, declinó una solicitud de comentarios).


Tras la invasión rusa de Ucrania, Flash transformó su furgoneta VW en un centro móvil de inteligencia por radio. / EMRE ÇAYLAK


Las noticias del grupo Signal corrieron de boca en boca, y pronto se convirtió en una especie de servicio de asistencia 24 horas al que se suscribieron especialistas en comunicaciones de todos los sectores del frente ucraniano. “Cualquier ingeniero militar puede preguntar cualquier cosa y recibir la respuesta en un par de minutos”, dice Flash. “Es una buena forma de enseñar a la gente muy rápidamente”.

A medida que la guerra avanzaba hacia su segundo año, Military Signalmen se convirtió, hasta cierto punto, en autosuficiente. Sus miembros habían aprendido lo suficiente como para responder ellos mismos a las preguntas de los demás. Y aquí es donde varios miembros me dicen que Flash ha aportado el mayor valor. “Lo más importante es que reunió a todos estos especialistas en comunicaciones en un solo equipo. Se hizo muy eficiente”, explica Oleksandr “Moto”, técnico de una misión de la UE en Kiev y experto en equipos Motorola, que ha asesorado a miembros del grupo y que pide no ser identificado por su apellido, por motivos de seguridad.

Hoy, Flash y sus socios siguen respondiendo a preguntas ocasionales que requieren conocimientos más avanzados. Pero en el último año, a medida que el grupo demandaba menos de su tiempo, Flash ha empezado a centrarse en un arma de rápida proliferación para la que su experiencia le había preparado casi a la perfección: el dron.

Una carrera sin fin

El dron Joker-10, una de las últimas incorporaciones de Rusia a su arsenal, está equipado con un mecanismo de hibernación, advirtió Flash a sus seguidores de Facebook en marzo. Esta característica permite al operador pilotarlo hasta un lugar oculto, dejarlo allí sin ser detectado y luego despertarlo cuando llegue el momento de atacar. “Es imposible detectar el dron por medios radioelectrónicos. Si lo retuerces y lo giras en tus manos, explotará”, describió Flash entonces.

Este es sólo un ejemplo de los frecuentes avances en ingeniería de drones a los que las tropas ucranianas y rusas se adaptan cada día.

Los drones de ataque más grandes, similares al Reaper de fabricación estadounidense, han sido familiares en otros conflictos recientes, pero las sofisticadas defensas aéreas los han hecho menos dominantes en esta guerra. Ucrania y Rusia están desarrollando y desplegando un gran número de otros tipos de aviones no tripulados, incluido el ahora famoso “FPV”, o avión no tripulado con visión en primera persona, que los pilotos manejan llevando gafas que transmiten vídeo de su perspectiva. Estos drones, que pueden transportar cargas lo bastante grandes como para destruir tanques, son baratos (cuestan a partir de 400 dólares), fáciles de producir y difíciles de derribar. Utilizan comunicaciones directas por radio para transmitir vídeo, recibir órdenes y navegar.

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Un soldado ucraniano prepara un dron FPV equipado con munición ficticia para una operación de vuelo simulada.

Pero su dependencia de la tecnología de radio es una gran vulnerabilidad, porque los enemigos pueden interrumpir las señales que emiten los drones, haciéndolos mucho menos eficaces, si no inoperables. Esta forma de guerra electrónica -que suele consistir en emitir una señal más potente en la misma frecuencia que la del operador- se denomina “interferencia”.

Sin embargo, la interferencia es una solución imperfecta. Al igual que los drones, los inhibidores emiten señales de radio que pueden permitir a los enemigos localizarlos. También existen contramedidas eficaces para eludir los inhibidores. Por ejemplo, el operador de un dron puede utilizar una táctica llamada “salto de frecuencia”, saltando rápidamente entre diferentes frecuencias para evitar la señal de un inhibidor. Pero incluso este método puede ser desbaratado por algoritmos que calculan los patrones de salto.

Por este motivo, las interferencias son un tema frecuente en el trabajo de Flash. En un post de enero en su canal de Telegram, por ejemplo, que la gente vio 48.000 veces, Flash explicaba cómo los inhibidores utilizados por algunos tanques ucranianos en realidad estaban interrumpiendo sus propias comunicaciones. “La causa de los problemas no es una interferencia directa con el alcance de recepción de la estación de radio, sino señales muy potentes procedentes de varias antenas [de guerra electrónica]”, escribió, sugiriendo que otras tripulaciones de tanques que experimentaran el mismo problema podrían intentar extender sus antenas por el cuerpo del tanque.

Todo esto forma parte de una carrera existencial en la que Rusia y Ucrania no cesan de buscar nuevos métodos de operación, interferencia y contrainterferencia de drones, y no se vislumbra el final. En marzo, por ejemplo, dice Flash, un contacto en primera línea le envió fotos de un avión no tripulado ruso con lo que parece un carrete de 10 kilómetros de cable de fibra óptica atado a su parte trasera, un método particularmente novedoso para eludir los inhibidores ucranianos. “Es una locura”, dice Flash. “Parece muy extraño, pero Rusia nos demostró que era posible”.

Los viajes de Flash a la línea del frente le facilitan el seguimiento de acontecimientos como éste. No sólo vigila la actividad de los drones rusos desde su VW, sino que también puede estudiar los problemas a los que se enfrentan los soldados in situ y entablar relaciones con personas que más tarde podrían enviarle información útil, o incluso equipos enemigos incautados. “El principal problema es que nuestros generales están en Kiev”, dice Flash. “Envían algunos mensajes a los militares, pero no entienden cómo luchan estos militares en el frente”.

Además de los consejos que da a las tropas ucranianas, Flash también publica en Internet sus propios manuales para construir y manejar equipos que pueden ofrecer protección contra los drones. Construir sus propias herramientas puede ser la mejor opción para los soldados, ya que la tecnología militar occidental suele ser cara y la producción nacional insuficiente. Flash recomienda comprar la mayoría de las piezas en AliExpress, la plataforma china de comercio electrónico, para reducir costes.

Aunque toda su actividad sugiere una relación estrecha, o al menos de cooperación, entre Flash y los militares ucranianos, a veces se encuentra al margen. En un post en Telegram en mayo, así como durante una de nuestras reuniones, Flash compartió una de sus mayores decepciones de la guerra: la negativa de los militares a su propuesta de crear una base de datos de todas las frecuencias de radio utilizadas por las fuerzas ucranianas. Pero cuando mencioné esto a un empleado de una importante empresa de guerra electrónica, que pidió el anonimato para hablar de tan delicado tema, sugirió que la única razón por la que Flash sigue quejándose de esto es que los militares no le han dicho que ya existe. (Dada su sensibilidad, MIT Technology Review no ha podido confirmar de forma independiente la existencia de esta base de datos).


Flash cree que los generales de Kiev “no entienden cómo luchan estos militares en el frente”. Por eso, aunque no le gustan los riesgos que entrañan, hace viajes a la línea del frente aproximadamente una vez al mes. / EMRE ÇAYLAK


Esta anécdota es emblemática de la frustración de Flash con un complejo militar que no siempre desea su participación. Las fuerzas armadas de Ucrania, según me ha contado en varias ocasiones, no hacen ningún intento de colaborar con él de manera oficial. Afirma que tampoco recibe ninguna ayuda económica. “Intento ayudar”, dice. “Pero nadie quiere ayudarme”.

Tanto Flash como Yurii Pylypenko, otro entusiasta de la radio que ayuda a Flash a gestionar su canal de Telegram, afirman que oficiales militares han acusado a Flash de compartir demasiada información sobre las operaciones de Ucrania. Flash afirma que verifica a todos los miembros de sus grupos cerrados de Signal, en los que, según dice, sólo se debaten “cuestiones técnicas” en cualquier caso. Pero también admite que el sistema no es perfecto y que los rusos podrían haber obtenido acceso en el pasado. Varios de los soldados que entrevisté para este reportaje también afirmaron haber entrado en los grupos sin el proceso de verificación de Flash.

En última instancia, es difícil determinar si algunos altos mandos del ejército mantienen a Flash a distancia debido a sus críticas habituales, a menudo estridentes, o si las críticas de Flash son el resultado de mantener a Flash a distancia. Pylypenko afirma que los oficiales superiores han intentado incluso chantajearle por su implicación en el trabajo de Flash. “Culpan a mi ayuda”, me escribió a través de Telegram, “porque piensan que Serhii es un agente ruso que reenvía propaganda rusa”.

¿Está preparado el mundo?

La mayor preocupación de Flash ahora es la perspectiva de que Rusia abrume a las fuerzas ucranianas con los baratos drones FPV. Cuando empezaron a desplegar FPV, ambos bandos apuntaban casi exclusivamente a equipos caros. Pero a medida que ha aumentado la producción, ahora también los utilizan para atacar a soldados individuales. Debido a la superioridad de producción de Rusia, esto supone un grave peligro -tanto físico como psicológico- para los soldados ucranianos. “Nuestro ejército estará escondido bajo tierra porque todos los que salgan a la superficie serán asesinados”, afirma Flash. Algunos informes sugieren que la prevalencia de las FPV ya está dificultando que los soldados se expongan en absoluto en el campo de batalla.

Para combatir esta amenaza, Flash tiene una idea grandiosa pero sencilla. Quiere que Ucrania construya un “muro” fronterizo de sistemas de interferencia que cubran una amplia gama del espectro radioeléctrico a lo largo de toda la línea del frente. Rusia ya lo ha hecho con costosos sistemas basados en vehículos, pero son blancos fáciles para los drones ucranianos, que han destruido varios de ellos. La idea de Flash es utilizar una estrategia similar, aunque con sistemas más pequeños y baratos que sean más fáciles de reemplazar. Sin embargo, afirma que los oficiales militares no han mostrado ningún interés.

Aunque Flash no está dispuesto a divulgar más detalles sobre esta estrategia (ni a quién se la ha propuesto exactamente), cree que un muro de este tipo podría proporcionar un medio más sostenible de proteger a las tropas ucranianas. Sin embargo, es difícil saber cuánto tiempo podría durar una defensa de este tipo. Ambas partes están desarrollando programas de inteligencia artificial que permitan a los aviones no tripulados fijarse en los objetivos cuando aún están fuera del alcance de interferencia del enemigo, haciéndolos a prueba de interferencias cuando entren en él. Flash admite que está preocupado y que no parece tener una solución.


Flash admite que le preocupa que Rusia abrume a las fuerzas ucranianas con los baratos drones FPV: “Nuestro ejército estará bajo tierra porque todos los que salgan a la superficie morirán”.

No es el único. El mundo no está preparado en absoluto para este nuevo tipo de guerra, afirma Yaroslav Kalinin, antiguo oficial de inteligencia ucraniano y director general de Infozahyst, fabricante de equipos para la guerra electrónica. Kalinin cuenta que en una conferencia sobre guerra electrónica celebrada en Washington el pasado diciembre, representantes de algunas empresas de defensa occidentales no fueron capaces de reconocer las señales de radio básicas emitidas por distintos tipos de drones. “Los gobiernos no los consideran una amenaza”, afirma. “Tengo que correr por las calles como un profeta: ¡el fin está cerca!”.

No obstante, Ucrania se ha convertido, en esencia, en un laboratorio para una nueva era de guerra con drones y, según muchos, en una nueva era de guerra en su totalidad. Los soldados de Ucrania y Rusia son sus técnicos. Y Flash, que a veces duerme acurrucado en la parte trasera de su furgoneta mientras viaja, es uno de sus investigadores más apasionados. “Desarrolladores militares de todo el mundo acuden a nosotros en busca de experiencia y consejo”, afirma. Sólo el tiempo dirá si sus contribuciones serán suficientes para que Ucrania llegue al otro lado de esta guerra.

Charlie Metcalfe es un periodista británico. Escribe para revistas y periódicos como Wired, The Guardian y MIT Technology Review.

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