Los corredores keniatas, como muchos otros, se están enfrentando al impacto de las zapatillas caras y de alto rendimiento
La pista del campus de Eldoret Town de la Universidad Moi (Kenia) no parece una instalación diseñada para campeones. Su superficie es una modesta mezcla de arcilla y grava, y es 10 metros más larga que los 400 estándar. Los corredores utilizan una silla de clase para marcar la salida y la meta. Sin embargo, es un lugar tan bueno como cualquier otro para ver a los atletas que hacen de Kenia la primera potencia mundial en carreras de larga distancia.
En una mañana de enero, casi un centenar de atletas, entre ellos medallistas olímpicos y ganadores de grandes maratones, se reúnen aquí para realizar "trabajo de velocidad": intervalos de alta intensidad que los mejores corredores aparentan realizar sin esfuerzo. La pista está tan repleta de talento que es fácil pasar por alto al hombre del momento, un desgarbado corredor con camiseta turquesa y zapatillas Nike de suela gruesa. En poco más de un año, Kelvin Kiptum había pasado de ser un desconocido a un fenómeno mundial, tras correr tres de los siete maratones más rápidos de la historia y establecer el récord mundial masculino oficial, 2:00:35, en Chicago (Illinois, EE UU) en octubre de 2023. Ese día le faltaban menos de tres meses para su próxima carrera, en Rotterdam (Países Bajos), en la que planeaba intentar algo antaño impensable: completar la prueba de 42 kilómetros en menos de dos horas.
Aunque los aficionados quedaron maravillados con el triunfo de Kiptum en Chicago, no todos celebraron las zapatillas que lo habían impulsado a la victoria. Desde 2016, cuando Nike presentó las Vaporfly, unas zapatillas que cambiaron el paradigma y ayudaron a los atletas a correr de forma más eficiente (y, por tanto, más rápida), el mundo del running de élite ha atravesado un periodo de examen de conciencia sobre el impacto del calzado de alta tecnología en el deporte. La Vaporfly fue solo el principio. Hoy en día, la mayoría de las grandes marcas ofrecen múltiples versiones de la "superzapatilla", una tecnología que combina una espuma ligera que devuelve la energía con una placa de fibra de carbono que aporta rigidez.
Las "superspikes", basadas en un concepto similar, también se utilizan ampliamente en las pistas. El rendimiento se ha adaptado en consecuencia. Desde 2020, según el organismo que rige este deporte, la Asociación Mundial de Atletismo, los corredores que utilizan la denominada tecnología avanzada de calzado han batido todos los récords mundiales de ruta y pista al aire libre en distancias que van desde los 5.000 metros hasta el maratón, una cifra sin precedentes en la historia moderna de este deporte.
El constante flujo de innovaciones en el calzado ha dado lugar a interminables especulaciones sobre qué marca es la mejor. Los críticos dicen que esto pone demasiado énfasis en el equipamiento y no tanto en la habilidad de los corredores.
Algunas de las hazañas más impresionantes han llegado en el maratón. En una exhibición de 2019 que no puntuaba para récords, el keniano Eliud Kipchoge cubrió la distancia en un asombroso 1:59:40. El pasado septiembre, la etíope Tigst Assefa rebajó el récord mundial femenino en más de dos minutos en Berlín (Alemania), corriendo en 2:11:53 con las ultraligeras Adidas Adizero Adios Pro Evo 1, unas zapatillas diseñadas para ser usadas una sola vez. Para su propio récord, dos semanas más tarde, Kiptum se calzó las Nike Alphafly 3, ligeramente más pesadas, pero con más rebote. A los inexpertos se les podría haber perdonado que pensaran que las zapatillas de plataforma blanca, que parecían diseñadas para caminar sobre la luna, pertenecían a un decorado de ciencia ficción y no a las calles de Chicago.
Para algunos, todo esto es un signo de progreso. En gran parte del mundo, las carreras de élite no tienen seguidores. Los récords añaden emoción. Y como escuché repetidamente a los mejores atletas y entrenadores de Kenia, las zapatillas tienen beneficios que van más allá del reloj: lo más importante es que ayudan a minimizar el desgaste del cuerpo y permiten una recuperación más rápida de los duros entrenamientos y carreras.
Sin embargo, hay quien sostiene que han cambiado el deporte demasiado deprisa. No solo se ha hecho difícil comparar los nuevos récords con los antiguos, sino que la constante innovación del calzado ha dado lugar a un sinfín de especulaciones sobre qué marca es la mejor, y los críticos afirman que esto pone demasiado énfasis en el equipamiento y no tanto en la capacidad de los corredores.
Las investigaciones de laboratorio también sugieren que algunos corredores obtienen un mayor impulso de la tecnología que otros, dependiendo de su biomecánica. Ross Tucker, científico deportivo sudafricano y abierto crítico de las superzapatillas, ha argumentado que estas diferencias hacen que sea efectivamente imposible "evaluar el rendimiento entre diferentes atletas independientemente de la constante duda sobre lo que hacen las zapatillas". ¿Cuánto del éxito de Kiptum se debió a su talento, entrenamiento, empuje y fortaleza mental, y cuánto a la respuesta de su cuerpo a la tecnología de Nike? Es difícil saberlo y, por desgracia, él ya no está aquí para darnos su opinión. Pocas semanas después de verle en Eldoret, una ciudad de varios cientos de miles de habitantes que es la capital no oficial del atletismo en Kenia, él y su entrenador, Gervais Hakizimana, murieron en un accidente de coche de madrugada cuando se dirigían a una ciudad cercana que utilizaban como base de entrenamiento.
Tras la muerte de Kiptum, lo último en lo que pensaba la comunidad de corredores kenianos era en las zapatillas. Sin embargo, su impresionante evolución no hace sino poner de manifiesto su importancia. Aunque la revolución tecnológica de las zapatillas ha afectado a corredores de todo el mundo, en pocos lugares su efecto ha sido más pronunciado que en Kenia, donde correr no es solo un deporte, sino una estrategia para salir de una vida de pobreza. En este sentido, las nuevas zapatillas de alta tecnología son una especie de arma de doble filo, ya que impulsan a los corredores consagrados que cuentan con el patrocinio de las empresas, al tiempo que suponen un obstáculo para los que aún ansían su gran oportunidad. Incluso los modelos más baratos cuestan más de 100 dólares (93 euros, aproximadamente), una suma nada desdeñable para los jóvenes, que en su mayoría proceden de entornos desfavorecidos.
Hoy en día, la mayoría de los atletas keniatas, ya sean principiantes o nombres conocidos con contratos de seis cifras, han llegado a aceptar que no hay vuelta atrás, que ni siquiera el más elemental de los deportes es inmune a la innovación científica. Sin embargo, las nuevas zapatillas están transformando el deporte de múltiples maneras, introduciendo nuevas variables en los entrenamientos y las carreras, acentuando las desigualdades entre los atletas y transformando el imaginario colectivo sobre las posibilidades en términos de rendimiento. También están escribiendo un nuevo capítulo, alimentado por la tecnología, de una de las historias más increíbles del mundo del deporte: cómo un pequeño rincón de un país africano se convirtió en una fuerza tan dominante en el atletismo, y cómo el atletismo, a su vez, se convirtió en la fuente de sueños para muchos de sus jóvenes.
Diseñadas para volar
Las superzapatillas están cuidadosamente optimizadas para ayudar a los corredores a llegar más lejos
Bajo su aspecto exterior en forma de barco, las superzapatillas cuentan con una serie de características diseñadas para reducir el coste energético de la carrera, lo que permite a los atletas ir más rápido, al mismo tiempo que los ayuda a soportar el esfuerzo de las carreras de larga distancia.
La característica más importante son las espumas (a menudo patentadas) que se utilizan para construir partes de la suela. Estas absorben el impacto del pie y devuelven la energía de cada pisada al corredor. Algunas utilizan otras características, como la "vaina de aire" naranja de la Nike Alphafly 3 (abajo), para añadir rebote.
Las espumas actuales son tan blandas y gruesas (la Asociación Mundial de Atletismo permite hasta 40 milímetros en las competiciones) que, sin un apoyo adicional, harían que los pies fueran muy inestables. Para dar estructura a las zapatillas, los fabricantes añaden componentes rígidos como placas o varillas de fibra de carbono, normalmente intercaladas entre capas de espuma.
Estas piezas rígidas y espumas se combinan con partes superiores de malla finísima para crear zapatillas cada vez más ultraligeras: la Adidas Adizero Adios Pro Evo 1 (arriba), lanzada en 2023, pesa solo 140 gramos (medidas en la talla 9 de hombre). Unas zapatillas más ligeras también reducen el gasto de energía en cada zancada, lo que permite a los corredores moverse a un ritmo concreto con menos esfuerzo.
Un rebote en la pisada
Para entender el impacto de las zapatillas en el rendimiento en carrera, es muy útil pensar en el cuerpo humano como en un vehículo. En una prueba de larga distancia como el maratón, los competidores están limitados por tres factores fisiológicos. El VO2 máximo (cantidad máxima de oxígeno que el cuerpo puede absorber) es similar a la potencia de un motor: mide de forma efectiva la capacidad aeróbica máxima de un corredor. El umbral de lactato, el punto en el que el ácido láctico se acumula en la sangre más rápido de lo que el cuerpo puede eliminarlo, es como la línea roja del tacómetro de un salpicadero: indica lo cerca que se puede correr del VO2 máx. sin sucumbir al agotamiento. El tercer parámetro, la economía de carrera, describe la velocidad a la que un corredor gasta energía, similar al kilometraje de la gasolina. Un coche ligero y aerodinámico utilizará menos combustible, o energía, para desplazarse a una velocidad determinada que un todoterreno corpulento. Lo mismo ocurrirá con un maratoniano ágil y eficiente.
La economía de carrera se ve afectada por el calzado, sobre todo en lo que se refiere al peso. A medida que una pierna se desplaza por el espacio, el peso añadido más cerca del extremo (es decir, el pie) tiene un mayor coste energético que el peso más cerca del centro de gravedad. Las suelas fabricadas con espumas blandas o flexibles (buenas para almacenar energía mecánica) y elásticas (buenas para devolverla) también pueden suponer un importante ahorro de energía. Los estudios han demostrado que las zapatillas con elementos de refuerzo, como placas, también pueden mejorar la economía de carrera, al reducir el esfuerzo muscular de los pies.
Durante mucho tiempo, el truco para los fabricantes de zapatillas ha sido optimizar estas propiedades y, durante gran parte de la historia del running de competición, no fueron especialmente buenos en ello. En la década de 1970, las zapatillas que se utilizaban en las carreras tenían suelas de goma y empeines de cuero o lona rígidos, no muy diferentes de los "tacones de goma vivos" de O'Sullivan que impulsaron al estadounidense Johnny Hayes a la victoria en el maratón de los Juegos Olímpicos de 1908, la primera carrera con la distancia estándar actual. El lanzamiento en 1975 de la primera zapatilla con entresuela de etilvinilacetato (EVA, por las siglas de su nombre técnico), una espuma con infusión de aire, anticipó una nueva generación de calzado más ligero y voluminoso. Con algunas excepciones, las innovaciones de las cuatro décadas siguientes se centrarían en hacer que las zapatillas de EVA fueran lo más ligeras posible.
Todo eso cambió con las Vaporfly. Tras su lanzamiento, la mayor parte de la atención se centró en su placa curvada de fibra de carbono, que muchos sospechaban que funcionaba como un muelle. Según Wouter Hoogkamer, profesor de kinesiología de la Universidad de Massachusetts en Amherst (EE UU), la investigación ha demostrado que eso no es cierto: aunque la placa puede añadir cierta rigidez para ahorrar energía, su principal ventaja parece ser la estabilización del componente más vital de la tecnología: un grueso material para la entresuela fabricado con un polímero espumado conocido como amida de bloque de poliéter (PEBA, por las siglas de su nombre técnico). Esta espuma no solo es ligera: las pruebas realizadas en 2017 en el laboratorio de Hoogkamer, entonces en la Universidad de Colorado en Boulder (EE UU), descubrieron que un prototipo de Vaporfly almacenaba y devolvía significativamente más energía que las zapatillas de maratón líderes en ese momento: las Nike Streak con suela de EVA y las Adidas Boost, fabricadas con un poliuretano termoplástico. El equipo de Hoogkamer también reclutó a 18 atletas de alto rendimiento y realizó un seguimiento de su gasto energético, medido en vatios por kilogramo de peso corporal, mientras corrían durante periodos de cinco minutos en una cinta a diferentes ritmos con las tres zapatillas. Los resultados mostraron que las Vaporfly mejoraban la economía de carrera en una media del 4%, en parte al aumentar la cantidad de terreno cubierto en cada zancada.
Estudios más recientes han encontrado un beneficio ligeramente menor al comparar las Vaporfly y otras superzapatillas con las "zapatillas de control" en distancias cortas. Sin embargo, los datos preliminares de un estudio de la Universidad Brigham Young (Utah, EE UU), en el que se sometió a los sujetos a pruebas durante carreras de una hora de duración, sugieren que las superzapatillas pueden ofrecer un mayor beneficio en términos de economía de carrera a medida que el atleta avanza en la carrera, en parte porque las espumas más blandas ayudan a reducir la fatiga muscular. "Un corredor con un 3% de economía de carrera en el laboratorio podría tener un 4% o 5% al final de un maratón", dice Iain Hunter, profesor de Biomecánica que dirigió la investigación.
Aunque está ampliamente aceptado que una mejor economía de carrera se traduce en una carrera más rápida, el impacto exacto en el rendimiento de élite está sujeto a incertidumbre. A ritmo de maratón, los modelos estadísticos predicen que un 4% más de economía de carrera reduciría el tiempo en más de tres minutos. Sin embargo, pocos corredores y entrenadores con los que hablé en Kenia creen que la tecnología tenga tanto peso, aunque reconocen que se ha convertido en esencial para competir al más alto nivel. Muchos señalan que el calzado ha avanzado junto con un mejor entrenamiento específico para el maratón y nuevas bebidas deportivas a base de hidrogel que permiten digerir más calorías durante las carreras. También está el azote del dopaje: las infracciones relacionadas con el consumo de sustancias no permitieron a 81 atletas kenianos competir en pruebas mundiales de atletismo hasta el 1 de mayo, aunque Kipchoge nunca ha dado positivo, como tampoco lo hizo Kiptum.
Hablando en la pista después del entrenamiento de Kiptum en enero, su entrenador, Hakizimana, estimó que las zapatillas mejoraron el tiempo de maratón de Kiptum en un minuto, o quizá un poco más. La tecnología, subrayó, es solo uno de los muchos factores que han contribuido al rápido ascenso de Kiptum. Estaba el duro entrenamiento; la forma en que "atacaba" en las carreras con total confianza; el estoicismo con el que afrontaba el estilo de vida del corredor. Además, estaba la influencia de las generaciones que le precedieron, que ayudaron a transformar una tierra de talentos sin precedentes en la cuna de los campeones.
Del talento al gran negocio
Aunque los corredores keniatas son conocidos hoy por su dominio del maratón, el país apareció por primera vez en la escena mundial en las carreras en pista. El momento decisivo se produjo en los Juegos Olímpicos de México 1968, en los que Kenia ganó ocho medallas en atletismo, incluidas las de oro en las pruebas masculinas de 1.500 metros, 10.000 metros y 3.000 metros obstáculos. Durante las dos décadas siguientes, los atletas del país rehuyeron en gran medida el maratón: según Moses Tanui, un keniano que ganó dos veces el maratón de Boston en la década de 1990, muchos hombres creían que la prueba les impediría tener hijos. Con el tiempo, a medida que el dinero se iba desplazando de las pistas de atletismo a las carreteras, la larga distancia fue ganando atractivo. Hoy en día, el ganador de una carrera importante como la de Boston puede llegar a cobrar varios cientos de miles de dólares, entre derechos de participación, premios en metálico y primas de las empresas de calzado. En mayo, según la Asociación Mundial de Atletismo, 28 de los 50 hombres y 17 de las 50 mujeres más rápidos de la historia de la prueba habían nacido en Kenia.
El enorme éxito de Kenia también está estrechamente relacionado con el concepto de economía de carrera. Los estudios sobre los kalenjin, una comunidad de nueve tribus estrechamente emparentadas que producen la mayoría de los mejores atletas de Kenia, señalan una serie de atributos físicos comunes en este grupo que favorecen una marcha eficiente desde el punto de vista energético, como piernas delgadas, tendones de Aquiles largos y una elevada relación entre la longitud de las piernas y el torso. Su infancia llena de actividad en las tierras altas al oeste del Gran Valle del Rift, donde las altitudes de entre 2.000 y 3.000 metros ayudan a aumentar la capacidad aeróbica, es probablemente también un componente de su éxito.
Sin embargo, es la perspectiva de recompensas económicas lo que impulsa la participación y transforma el talento en bruto en récords. Aunque Kenia es uno de los países más industrializados de África, incluso los mejores licenciados universitarios tienen dificultades para encontrar trabajos bien remunerados. En los pueblos y pequeñas ciudades de la región del Valle del Rift, donde las perspectivas económicas son especialmente limitadas, muchos se sienten atraídos por el atletismo por defecto. "Después del instituto, si no continúas con tus estudios, puedes correr o quedarte sin hacer nada", dice Brigid Kosgei, una keniana que ostentaba el récord mundial femenino de maratón antes que Assefa. "Así que corres, te esfuerzas al máximo".
Es en este contexto en el que la tecnología del calzado tiene gran importancia: en las mejores competiciones, los puestos que valen decenas de miles de dólares —que representan nuevas casas para los padres y matrículas escolares para los hijos— pueden reducirse a segundos. Durante algunos años, después de que Nike lanzara las Vaporfly, los corredores patrocinados por otras empresas tenían las de perder, ya que sus contratos les impedían utilizar productos de la competencia. La diferencia era en parte psicológica: Cyprian Kotut, un corredor patrocinado por Adidas que ha ganado maratones en París y Hamburgo, recuerda sentirse desilusionado a mitad de carrera junto a competidores calzados con Nike. Algunos buscaron soluciones. Un zapatero de Etiopía se hizo famoso por su habilidad para pegar suelas Vaporfly a empeines Adidas, ayudando así a algunos corredores Adidas a utilizar sigilosamente la tecnología Nike.
"Después del instituto, si no continúas con tus estudios, puedes correr o quedarte sin hacer nada... Así que corres... te esfuerzas al máximo".
Hoy en día, el terreno de juego está mucho más nivelado, al menos entre los profesionales consagrados. En el 2 Running Club, un campamento patrocinado por Adidas situado entre campos de té al sur de Eldoret, Kotut y sus compañeros de equipo me enseñan su gama Adizero de fibra de carbono. Están las Prime X, muy acolchadas, para las sesiones largas sobre asfalto; las Takumi Sen, más compactas, para los entrenamientos de velocidad; un par de las Evo, ligeras como una pluma y de color blanco y negro, que Kotut utilizó para conseguir su mejor marca personal de 2:04:34 el año pasado en Ámsterdam. Claudio Berardelli, el entrenador italiano del grupo, calcula que sus corredores cubren al menos el 60% de su kilometraje con superzapatillas.
Para la mayoría, se han convertido en tan vitales para el entrenamiento como para la competición. No solo permiten entrenamientos más rápidos, dice Benson Kipruto, un miembro del club que ganó el Maratón de Tokio en marzo y terminó segundo tras Kiptum en Chicago el pasado otoño; las espumas más blandas también favorecen una recuperación más rápida, hasta el punto de que el día después de una dura sesión, "las piernas se sienten ya un poco frescas".
Muchos atribuyen a las zapatillas el mérito de mantener sanos a los corredores. David Kirui, fisioterapeuta que ha tratado a varios de los mejores maratonianos de Kenia, calcula que las lesiones relacionadas con el sobreesfuerzo, como las fracturas por estrés, la tendinitis del tendón de Aquiles y el síndrome de la banda iliotibial, se han reducido al menos un 25%. Varios corredores veteranos me cuentan que las zapatillas les han ayudado a prolongar sus carreras y, por tanto, su poder adquisitivo. "Con las zapatillas antiguas, después de 10 maratones estabas completamente agotado", dice Jonathan Maiyo, corredor de élite en carretera desde 2007. "Ahora 10 maratones parecen nada".
¿A quién beneficia?
Los corredores como los del grupo de Berardelli son solo unos pocos elegidos. La mayoría de los atletas que entrenan en Kenia nunca han ganado dinero con el deporte; muchos corren con zapatillas de segunda mano regaladas por amigos o compradas en mercados locales, y pocos pueden permitirse unas superzapatillas propias. Un día, en Iten, una pequeña ciudad al norte de Eldoret que se aferra al borde de la escarpadura del Gran Valle del Rift, me encuentro con Daisy Kandie, una joven de 23 años que se trasladó aquí después del instituto y forma parte de los cientos de aspirantes a profesionales que cada mañana corren por las arcillosas carreteras de la ciudad. Su objetivo es el mismo que el de la mayoría: llamar la atención de un representante, probablemente extranjero, que le proporcione material, organice carreras fuera del país y, en algunos casos, negocie un contrato con una empresa de calzado.
Entre la legión de soñadores de Iten, Kandie tiene más suerte que la mayoría: sus padres la ven como el futuro sostén de su familia, por lo que han apoyado su búsqueda, e incluso vendieron una parcela de tierra de labranza para poder comprarle un par de Nike Alphafly de color verde neón y rosa. Las zapatillas eran más baratas en Iten —aproximadamente 180 dólares (167 euros, aproximadamente)— de lo que habrían sido en Estados Unidos; es un secreto a voces que algunos corredores con patrocinio venden zapatillas que obtienen gratuitamente a tiendas locales, que las revenden a precios inferiores a los del mercado. No obstante, ese dinero representa mucho sacrificio: Kandie paga aproximadamente esa cantidad por el alquiler de un año de la pequeña habitación que tiene en las afueras de la ciudad.
El coste de las zapatillas, a las que se refiere como sus "Sub-2", no la enfada por la ilusión de conseguir un maratón en menos de dos horas. Al contrario, dice, tener lo último en equipamiento la ayuda a mantenerse motivada. Sin embargo, aunque solo las utiliza para carreras rápidas dos veces por semana, así como en carreras locales ocasionales, sus suelas están muy desgastadas y no tiene previsto sustituirlas. "Para entonces ya me habré ido", dice, refiriéndose a las carreras fuera de Kenia, cuando le pregunto cómo conseguirá su próximo par. "Tengo esperanzas".
Aunque la tecnología de las superzapatillas ha elevado el coste de hacer negocios para Kandie y otros como ella, es más controvertida por su papel en la distorsión de los resultados. El histórico estudio de Hoogkamer sobre las Vaporfly, que concluyó que las zapatillas mejoraban la economía de carrera en un 4% de media, también descubrió que el beneficio oscilaba entre el 2% y el 6% según el atleta. Investigaciones posteriores con otras superzapatillas han documentado una gama similar de respuestas.
Un estudio realizado en 2023 por investigadores afiliados a Adidas, que probó a siete kenianos de élite con tres prototipos de fibra de carbono y una zapatilla plana de carreras tradicional, registró a un corredor que utilizaba un 11% menos de energía con una zapatilla y a otro que utilizaba un 11% más de energía con otra. Melanie Knopp, autora principal del estudio, advierte que cada atleta fue sometido a pruebas con cada zapatilla una sola vez, y que algunos de los sujetos no estaban familiarizados con la carrera en cinta.
No obstante, los investigadores coinciden en que algunos atletas "responden" mejor a unas zapatillas que a otras. El porqué no está del todo claro: Hoogkamer calcula que hay 20 variables en juego, como el peso, la longitud del pie, la fuerza muscular de la pantorrilla y si el corredor golpea el suelo con el antepié, el mediopié o el talón. La geometría del calzado también es importante. Abdi Nageeye, un maratoniano holandés que entrena en Iten y quedó segundo por detrás de Kipchoge en los Juegos Olímpicos de Tokio, dice que tuvo problemas con las dos primeras versiones de la Alphafly de Nike. Dice que el modelo Alphafly más reciente, que tiene una mayor caída en el espesor de la espuma desde el talón hasta la punta del pie, se ajusta mucho mejor.
"Si todo el mundo calzara su zapatilla ideal, ¿habría personas que se beneficiarían más que otras? La respuesta es probablemente sí".
Las consecuencias de todo esto para la integridad del maratón es un tema muy debatido. Hoy en día, muchos corredores profesionales occidentales se someten a pruebas metabólicas sobre cintas rodantes para determinar qué zapatilla les va mejor y, en algunos casos, con qué empresa deben firmar un contrato. Eso es menos habitual en Kenia, donde una mayor competencia deja a los atletas menos margen para negociar. Entre los corredores con los que hablé, la mayoría de los que tienen contratos de zapatillas dicen que su patrocinador tiene un modelo que les gusta, pero es difícil saber si es el que mejor se adapta a sus necesidades. Incluso si lo es, algunos sospechan que ciertos corredores se adaptan mejor a la tecnología de la superzapatilla en general. "Si todo el mundo calzara su zapatilla ideal, ¿habría personas que se beneficiarían más que otras?", se pregunta Dustin Joubert, experto en superzapatillas y profesor de Kinesiología en la Universidad St. Edward de Austin (Texas, EE UU). "La respuesta es probablemente sí".
A pesar de los beneficios que sus corredores obtienen en el entrenamiento, Berardelli dice que las zapatillas han introducido "signos de interrogación": en un maratón hoy en día, dice, está menos claro que nunca si el ganador es realmente el corredor más fuerte o el que tiene las tácticas de carrera más inteligentes. Stephen Cherono, un keniano que compitió para Qatar como Saif Saaeed Shaheen y ostentó el récord mundial de los 3.000 metros obstáculos desde 2004 hasta que se batió con la ayuda de las superspikes el año pasado, cree que la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo debería haber impuesto mayores restricciones a la tecnología antes de que fuera demasiado tarde: aunque el organismo mundial mantiene límites en el grosor de la suela y prohíbe el uso de zapatillas que no estén a la venta, estas directrices están pensadas para ayudar a impulsar la innovación, no para aplastarla. Cherono me cuenta que es un gran admirador de la Fórmula 1, el deporte universal del motor, pero que le preocupa que el running, al centrarse en la ingeniería del rendimiento, se esté pareciendo demasiado. "Con demasiada frecuencia, la conversación gira en torno a la zapatilla y no a la persona que la lleva", afirma.
Lo que podría haber sido
Si hay algo en lo que los defensores y detractores de las superzapatillas están de acuerdo es en que Kelvin Kiptum competía a otro nivel. Su margen de victoria en Chicago –cerca de tres minutos y medio– fue tan amplio que algunos bromearon con que Kipruto, segundo clasificado, había ganado la carrera para los mortales. Como la mayoría de los corredores de Kenia, Kiptum creció en una familia de agricultores donde el dinero escaseaba. Cuando empezó a entrenar de adolescente, solía correr descalzo; de vez en cuando, los profesionales con los que corría le daban zapatillas. Entre ellos estaba Hakizimana, un ruandés que entrenaba cerca de la casa de Kiptum y que lo tomó como protegido cuando sus propias carreras empezaron a flaquear.
Tras una temporada formándose como electricista, Kiptum empezó a correr a tiempo completo en 2018; cuatro años después, en su debut en el maratón, logró el tercer mejor tiempo de la historia. Atípicamente, en sus tres maratones, corrió la segunda mitad más rápido que la primera; tal vez porque la espuma PEBA de Nike había ayudado a "preservar" sus piernas, o tal vez porque su entrenamiento fue sumamente duro. La mayoría de los maratonianos keniatas de categoría mundial rondan los 220 kilómetros semanales. Según Hakizimana, Kiptum solía correr hasta 280, es decir, aproximadamente la distancia de un maratón cada día.
Un mes después de ver a Kiptum dando vueltas por la pista de Eldoret, completando repeticiones de 1.000 metros a un ritmo aproximado de un maratón de dos horas, me reúno con cientos de personas en una propiedad que había comprado a las afueras de la ciudad, donde va a ser enterrado según la tradición kalenjin. La multitud está compuesta de nuevo por una lista de campeones; esta vez, en lugar de ropa de correr, visten trajes o camisetas negras con la imagen del plusmarquista. Su luto es tanto por un hombre que murió demasiado joven –constaba que tenía 24 años, aunque es probable que fuera algo mayor— como por una marca extraordinaria que muchos pensaban que estaría a la vuelta de la esquina. Al llegar a Chicago, Kiptum había sufrido una lesión y ni siquiera estaba en plena forma, según su compañero de entrenamiento Daniel Kemboi. Antes de Rotterdam, dice Kemboi, "tenía mucha confianza en sí mismo". Muy pocos en Eldoret tenían dudas de que superaría la barrera de las dos horas.
En algún momento de esa tarde, mi mente se desvía hacia las zapatillas. Kiptum había sido un competidor extraordinario independientemente de lo que llevara en los pies. Sin embargo, de no ser por la tecnología de las superzapatillas, la perspectiva de un maratón de menos de dos horas nunca habría formado parte de su impresionante historia. En este sentido, las zapatillas no minimizaron su grandeza, como temían críticos como Cherono; en todo caso, ayudaron a construir su marca e impulsaron la persecución del sueño del corredor keniata: lograr una vida mejor a través del deporte. Trágicamente, el camino de Kiptum se truncó cuando apenas estaba empezando. Pero alguien más, con zapatos rígidos y suelas flexibles, emprenderá el suyo.
Jonathan W. Rosen es periodista y escribe sobre África. Informó desde Eldoret con la ayuda de Godfrey Kiprotich.