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Tecnología y Sociedad

La pandemia del maltrato: la COVID-19 aumentó los abusos a mujeres afroamericanas

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Antes de la pandemia, en EE UU las mujeres afroamericanas tenían más probabilidades que otras de ser asesinadas por sus parejas. La COVID-19 complicó el acceso a servicios de ayuda y ha puesto de relieve la necesidad de crear mejores redes de apoyo

  • por Chandra Thomas Whitfield | traducido por Ana Milutinovic
  • 11 Octubre, 2022

Starr Davis se enamoró cuando conoció a un hombre guapo con una piel impecable y una gran sonrisa durante un breve viaje a Houston (EE UU) en marzo de 2020. El hombre era encantador y persistente; ella le dio su número de teléfono y empezaron a hablar.

Su romance trepidante dio un gran giro cuando ella le dijo que estaba embarazada. Su comportamiento agresivo empezó a inquietarla, pero él era el padre de su hijo. Así que, con algunas dudas, dejó su vida en la ciudad de Nueva York y se mudó a Texas (ambas en EE UU). Davis no había tenido mucha relación con su propio padre y pensó que tal vez las cosas podrían ser diferentes para su primogénito.

La posibilidad de trabajar de forma remota en su trabajo al inicio de la pandemia de la COVID-19 facilitó la transición. Davis encontró un apartamento, él se fue allí a vivir con ella y la mujer esperaba lo mejor. Sin embargo, a las pocas semanas, el hombre empezó a abusar físicamente de ella y luego le prohibió salir a la calle. Argumentaba que todo eso era para protegerla a ella y a su bebé de la COVID-19. Sin amigos ni familiares cercanos que la apoyaran, la mujer sufrió en silencio, con su pareja vigilando cada uno de sus pasos. Frecuentemente, su único refugio era esconderse en el pequeño vestidor de su dormitorio.

"Yo descansaba en el armario. Lloraba e intenté suicidarme allí", recuerda Davis entre lágrimas.

Davis sospecha que los problemas de su agresor eran anteriores a su relación, pero que el estrés de la pandemia los empeoró y que esas circunstancias también influyeron en sus propias decisiones: "Si no hubiera surgido una pandemia, me habría ido". "Definitivamente me habría ido", confiesa.

La COVID-19 parece haber empeorado las cosas para muchas mujeres que sufren violencia doméstica. Es difícil recabar datos sobre la violencia doméstica durante la pandemia, especialmente porque los casos, a menudo, no se denuncian. No obstante, los activistas contra la violencia doméstica señalan un aumento notable en las llamadas a los refugios y grupos de apoyo.

"Veremos las consecuencias del abuso oculto en los próximos años"

Kandee Lewis

Muchos trabajadores sociales ven indicios de que este aumento de la violencia doméstica parece haber afectado más y de manera desproporcionada a las mujeres afroamericanas como Davis. Los problemas económicos y de salud por la pandemia, que también afectaron de manera desproporcionada más a las mujeres afroamericanas, probablemente empeoraron la situación al crear una olla a presión de factores estresantes relacionados con la salud y la vivienda, el empleo y la inseguridad económica.

La trabajadora social clínica Jacqueline Willett, describe la pandemia como una "tormenta perfecta" que dejó a muchas mujeres, incluidas las afroamericanas, sintiéndose atrapadas en sus hogares, incapaces de escapar de sus agresores. "Se ha obligado a muchas personas a quedarse o permanecer en casa con personas que las estaban violando", indica Willett, quien hasta principios de este año era coordinadora de Admisión y Bienestar del Centro Coburn Place en Indianápolis (EE UU), que ofrece viviendas de refugio y otro tipo de apoyo para las víctimas de violencia doméstica.

Fue difícil pedir y encontrar apoyo, especialmente en los primeros días de la pandemia. Muchas mujeres tenían miedo de contraer la COVID-19, según cuenta la CEO de la organización sin ánimo de lucro Positive Results Center, Kandee Lewis, de Gardena, California (EE UU), que se dedica a la prevención de la violencia doméstica y la agresión sexual. En algunos casos no tenían a dónde acudir: "Debido al confinamiento, muchas puertas se cerraron para las víctimas". "Sabemos que la violencia continuó, y en algunos casos aumentó", señala Lewis.

A medida que la pandemia continuaba, algunas organizaciones encontraron formas de usar la tecnología para llegar de manera segura a las personas atrapadas en sus hogares. Otras ampliaron su capacidad o crearon nuevos servicios, incluidas las apps y canales de mensajería seguros, en respuesta a las necesidades especiales que surgieron durante la pandemia.

No obstante, más de dos años y medio desde el inicio de la pandemia, sigue habiendo una brecha significativa entre las necesidades de las mujeres afroamericanas que sufren violencia doméstica y la atención a la que pueden acceder. "Veremos las consecuencias del abuso oculto en los próximos años", advierte Lewis.

Nota del editor: Si vive en los EE UU y está experimentando violencia doméstica, puede comunicarse con la línea directa nacional de violencia doméstica a través de su sitio web , enviando un mensaje de texto con START al 88788 o llamando al 1-800-799-7233.

Una 'tormenta perfecta'

Incluso antes de la pandemia, las mujeres afroamericanas se enfrentaban a una crisis de violencia. Los datos de un estudio de 2017 realizado por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE UU concluyeron que las mujeres afroamericanas tenían muchas más probabilidades que las mujeres blancas de ser asesinadas por un conocido. Más de la mitad de todos los homicidios de mujeres (alrededor del 55%) estaban relacionados con la violencia de pareja o la IPV por sus siglas en inglés. Un informe de un grupo de defensa de la seguridad de las armas, basado en los datos del FBI del 2013 a 2017, encontró que las mujeres afroamericanas tenían el doble de probabilidades de ser asesinadas a tiros por una pareja sentimental que las mujeres blancas, y las mujeres afroamericanas entre las edades de 18 y 34 tenían casi tres veces más probabilidades. Datos del censo de EE UU sugieren que la pandemia afectó más a las familias afroamericanas que a las blancas en los efectos acumulativos de pérdida de empleo, insuficiencia alimentaria e inseguridad económica.

Las desigualdades económicas y sanitarias pueden poner a alguien en mayor riesgo de violencia doméstica y dificultar la posibilidad de conseguir ayuda, asegura la directora del Centro Nacional sobre la Violencia contra las Mujeres de la Comunidad Negra (también conocida como Ujima), Karma Cottman, con sede en Washington (EE UU). "Lo que vimos, y hasta cierto punto todavía estamos viendo, son las capas de vulnerabilidad que existen tanto para las mujeres y comunidades afroamericanas, que fueron muy acentuadas por la pandemia", afirma Cottman.

No se sabe cuántas mujeres afroamericanas se han visto afectadas por la violencia doméstica durante la pandemia. Pero los activistas ven una señal alarmante en las estadísticas del FBI, que mostraron un fuerte aumento en los asesinatos de mujeres y chicas afroamericanas. Al menos cuatro mujeres y chicas afroamericanas fueron asesinadas cada día en EE UU en 2020, lo que suma 405 asesinatos más que el año anterior, según esas estadísticas.

La fundadora y presidenta del Instituto de las Mujeres para la Ciencia, la Equidad y la Raza de Mechanicsville, Virginia (EE UU), Rhonda Vonshay Sharpe, resalta que existe una preocupante falta de datos federales disponibles sobre la relación entre la pandemia y la violencia doméstica, especialmente para los grupos marginados.

Sharpe señala que la Encuesta de Pulso Doméstico, que a nivel semanal se publica por parte de la Oficina del Censo de EE UU para seguir el impacto de la pandemia en los hogares estadounidenses, no incluye preguntas sobre experiencias relacionadas con la violencia.

El portavoz de la Oficina del Censo afirma que la agencia no pide datos directamente sobre la violencia doméstica y señala la Encuesta Nacional de Víctimas de Delitos de EE UU creada por el Departamento de Justicia de EE UU. Esa encuesta sugiere que las tasas tanto de violencia doméstica como de violencia de género se han reducido en 2020 en comparación con 2019, pero esa encuesta también encontró que la proporción de casos denunciados de violencia de género cayó del 58% al 41% durante el mismo período. La encuesta también mostró que las personas afroamericanas experimentaron niveles más altos de delitos violentos que las blancas o hispanas, aunque los datos sobre la violencia doméstica específicamente no se dividían por raza.

Un informe preliminar de los CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE UU) examinó las visitas a la sala de emergencias relacionadas con casos sospechosos de violencia de género y descubrió que alcanzaron su punto máximo justo antes del inicio la pandemia y se redujeron hasta en un tercio en los meses siguientes. Los autores del informe reconocen que las medidas de mitigación de la COVID-19 pueden haber tenido un papel en esa disminución. Esas cifras tampoco se desglosaron por raza o etnia. Recopilar datos con más detalles es complicado, explica la portavoz de los CDC, Cassie Strawn. "El problema principal está relacionado con la medición precisa de la IPV sin poner en peligro la seguridad, la privacidad y la confidencialidad de las víctimas de la violencia doméstica", indica Strawn.

Por ahora, gran parte de la información disponible sobre la violencia doméstica contra las mujeres afroamericanas proviene de organismos gubernamentales y sin ánimo de lucro a las que muchas mujeres contactaron directamente para pedir ayuda. Un gran número de personas que trabajan en esas áreas indican que han notado un aumento en los casos o en las solicitudes de ayuda.

La jueza del juzgado de distrito Katrina Ross, que supervisa los casos de violencia doméstica en el condado de Jefferson, Alabama (EE UU), jurisdicción que tiene un 44% de residentes negros, afirma que observó un aumento en los casos de violencia doméstica de mujeres afroamericanas como víctimas durante la pandemia. Coburn Place, el centro de ayuda en Indianápolis, al que acude más del 60% de mujeres afroamericanas, atendió a un 50% más de personas entre marzo y diciembre de 2020 que en todo 2019, según el Indianapolis Recorder.

Los trabajadores del centro de intervención y prevención de la violencia doméstica en Los Ángeles (EE UU) Jenesse Center, que atiende un número considerable de mujeres y niños negros, aseguran que notaron un aumento similar en 2020. En un momento, su personal estaba ayudando a más de 200 personas adicionales, lo que obligó al equipo a ofrecer servicios de vivienda en un hotel local. Vieron lesiones "como nunca antes" tanto en número como en gravedad, según la psicóloga clínica que dirige el departamento de bienestar familiar de Jenesse, Charmine Davis.

Divulgación creativa

En un momento en el que las mujeres afroamericanas probablemente eran más vulnerables a la violencia doméstica, la pandemia también creó otros problemas sin precedentes. Muchas organizaciones dedicadas a apoyar a las víctimas de violencia doméstica se esforzaron por encontrar nuevas formas de ofrecer sus servicios y realizar actividades de divulgación que anteriormente se llevaban a cabo en persona en las escuelas, lugares de culto y otros espacios públicos.

Zoom, mensajes de texto, apps de mensajería y chat, redes sociales y correo electrónico se convirtieron en salvavidas fundamentales para las personas necesitadas.

"Pasamos rápidamente a ser más creativos en la forma en la que brindamos servicios, haciendo las cosas virtualmente", confirma la directora de servicios para las víctimas de violencia doméstica de la YWCA Angela Beatty, de la ciudad de Oklahoma (EE UU). "Nos reunimos de manera virtual, ya sea por teléfono o a través de Zoom", añade.

El personal de Beatty creó números de teléfono de Google Voice y cuentas de redes sociales específicas para ofrecer más formas para que sus usuarios se comuniquen de manera segura con su equipo de apoyo. En Los Ángeles, el Jenesse Center redobló las acciones de promoción de su app para teléfonos inteligentes Jenesse4Hope, que permite a los usuarios programar citas de asesoramiento, llevar un diario y acceder a una función de "obtener ayuda" que marca el número de la policía directamente desde la app si la tienen abierta durante una emergencia.

“Creo que el estrés de la pandemia en esos momentos provocó que me pegara”

Jamie R. Wright

La mujer afroamericana de Houston Jamie R. Wright, madre de dos hijas adultas, cree que una conversación por Zoom le salvó la vida después de que su nuevo esposo estallara una mañana de abril de 2020. "Me empujó contra el lavabo del baño, agarrándome por el cuello. Luego me golpeó en la cara", confiesa la mujer.

Al no cesar la violencia, Wright decidió llamar a la policía. Los oficiales que acudieron le dejaron folletos sobre los servicios de apoyo más cercanos para personas afectadas por violencia doméstica. Cuando su párroco vio su rostro hinchado y los moratones durante una conversación por Zoom, la mujer decidió marcharse. "En ese momento, me dijo que tenía que tomar la decisión de valorarme a mí misma, a mi vida y hacer lo mejor para mí", recuerda Wright.

La mujer se fue hasta un refugio de violencia doméstica cercano con solo una pequeña bolsa de viaje y se quedó ahí unos tres meses hasta que ahorró suficiente dinero para pasar a un apartamento propio. Cuando Wright mira hacia atrás, no puede evitar pensar que la COVID-19 tuvo un papel en su abuso. "Creo que el estrés de la pandemia en esos momentos provocó que me pegara", resalta la mujer.

Aunque algunas mujeres afroamericanas como Wright pudieron usar las tecnologías como Zoom y Google Voice para pedir ayuda durante la pandemia, los expertos creen que se necesita un mejor apoyo para quienes buscan ayuda. Lewis explica que muchas mujeres afroamericanas que han recibido servicios de apoyo de su organización informaron sentirse maltratadas y no respetadas en algunos refugios para las víctimas de violencia doméstica.

"Como mujeres afroamericanas, sienten que se les juzga con más dureza. A menudo se les hace sentir que cambian un abuso por otro. Cuentan que les hacen preguntas estereotipadas que a las mujeres de otras etnias no se les hacen", indica Lewis. La falta de apoyo culturalmente sensible que mencionan las mujeres afroamericanas se manifiesta en distintas formas y detalles. Por ejemplo, muchos refugios no ofrecen productos que funcionan mejor para la piel y el cabello de estas mujeres.

Lewis y Willett de Coburn Place opinan que algunas de esas faltas de apoyo se podrían abordar con más formación sobre la diversidad para ayudar al personal a aprender algo más sobre las diferencias culturales y las normas que pueden afectar la manera en la que las mujeres afroamericanas responden al abuso. Por ejemplo, la mayoría de las mujeres afroamericanas siente un miedo justificado al involucrar a las agencias de servicios sociales y la policía. Ahí está el caso de la madre de Florida (EE UU), Marissa Alexander, quien pasó un tiempo en prisión por disparar un tiro de advertencia después de que su esposo supuestamente la atacase y amenazase con matarla.

"Yo misma lo he visto. Cuando las víctimas de minorías piden ayuda y de alguna manera las cosas cambian, acaban teniendo un caso en su contra", admite Willett de Coburn Place.

Starr Davis reconoce que nunca se sintió cómoda llamando a la policía por miedo a que ella "podría terminar muerta también" o ser arrestada. "Llamar a la policía me parecía casi como un factor de riesgo", confiesa. Sin embargo, dos meses después del nacimiento de su hija, se armó de valor para dejar a su maltratador. Un proceso complicado y aterrador que todavía sigue recordando sorprendida al haber sobrevivido. Desde entonces, se mudó a otro estado, comenzó un nuevo trabajo y empezó a escribir poesía. La psicoterapia le ha ayudado a superar su dolorosa experiencia y a reconocer los problemas internos que a menudo mantienen a las mujeres afroamericanas como ella en relaciones abusivas. Espera que hablar públicamente al respecto ayude a otras personas en situaciones similares.

"El concepto de 'mujer afroamericana fuerte' es lo que nos impide pedir ayuda". "Cargamos con esa cruz sin saber realmente que está bien ser seres humanos vulnerables que necesitan ayuda, como cualquier otra persona", concluye.

Chandra Thomas Whitfield es una escritora independiente galardonado y periodista multimedia con sede en Colorado.

Este artículo fue apoyado por Heising-Simons Foundation, una fundación familiar con sede en San Francisco y Los Altos, California, que trabaja para promover soluciones sostenibles en el clima y la energía limpia, permitir investigaciones científicas innovadoras, mejorar la educación de nuestros estudiantes más jóvenes, y apoyar los derechos humanos de todas las personas.

Fue publicado a través de las becas de desigualdad covid de MIT Technology Review que apoyan el periodismo centrado en los impactos dispares de la pandemia. Para obtener más información sobre este tema, lea sobre las disparidades raciales de las comunidades nativas y covid durante mucho tiempo que están utilizando fondos de ayuda pandémica para actualizar sus redes de telecomunicaciones .

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