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Tecnología y Sociedad

Injusticia climática: aldeas en la India sin electricidad a más de 49º C

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Las temperaturas récord revelan las desigualdades, especialmente en pueblos remotos como Nagla Tulai (India)

  • por Snigdha Poonam | traducido por Ana Milutinovic
  • 08 Julio, 2022

Suman Shakya quiere que toquemos la pared de hormigón de su dormitorio, donde yace empapado en sudor su hijo de un año. La pared me quema la mano como si fuera una sartén caliente. "Ahora imagínese estar frente a una sartén caliente con este calor durante el tiempo que se necesita para hacer pan roti para toda la familia", dice la mujer.

Fuera, la temperatura es de 44° C (111°F). Tengo la garganta seca y me empiezo a marear. Las gotas de sudor me caen por la cara, me entran en los ojos y me nublan la visión.

Shakya vive en el pueblo agrícola de Nagla Tulai en el estado de Uttar Pradesh, en el norte de la India, donde últimamente el calor ha sido terriblemente cruel. Los aldeanos de este lugar siempre han tenido que soportar veranos calurosos, pero los últimos años han puesto a prueba su fuerza.

Divya, de 20 años, prepara una comida en su casa en medio del calor abrasador
 

Foto: Divya, de 20 años, prepara la comida en su casa. Créditos: Saumya Khandelwal

Este año, tras el duro invierno, la temperatura ha ido en aumento desde marzo. A mediados de mayo alcanzó los 49° C (120°F), la temperatura más alta registrada en la India en 122 años. Desde mayo, las noticias locales han atribuido más de 50 muertes al récord de calor.

A finales de abril, cuando la temperatura diurna superaba los 45° C (113°F), la mayoría de habitantes de Nagla Tulai buscaba refugio en los vientos cálidos que soplaban al aire libre. Desde que el noroeste de la India comenzó a sufrir estas temperaturas alarmantes, los gobiernos locales han estado aconsejando a las personas que no salgan al sol si pueden evitarlo. Pero Nagla Tulai es uno de los pocos pueblos indios que aún no ha sido electrificado. Eso significa que no hay ventiladores, neveras ni aire acondicionado para sus más de 150 hogares.

Las mujeres de Nagla Tulai han llevado su cocina a los tejados. Allí pasan varias horas sentadas metiendo yesca en sus estufas de barro para que sigan ardiendo, aunque el sol les lanza fuego desde arriba. "Ni siquiera podemos quitarnos el sudor de la cara, porque nos mojamos las manos y estropeamos el pan", indica Shakya.

Causa y efecto

No cabe duda de que el cambio climático empeora las olas de calor del sur de Asia. Solo este año, dos nuevos estudios han explorado esos vínculos. Un informe de World Weather Attribution desveló que la probabilidad de una ola de calor como la de este año había aumentado 30 veces desde el siglo XIX. Y un estudio realizado por la Oficina Meteorológica de Reino Unido señaló que las posibilidades de olas de calor sin precedentes en India y Pakistán se habían multiplicado por 100 debido al cambio climático. La pregunta a la que se debe responder a continuación es cómo van a afrontar las personas este calor potencialmente mortal.

"Casi todo el mundo se ve afectado; solo varía el grado", afirma Vimal Mishra, climatólogo del Instituto Indio de Tecnología Gandhinagar en el estado occidental de Gujarat (India). "Las personas menos afectadas son aquellas que pueden permitirse aire acondicionado". El Organismo Nacional de Gestión de Desastres considera que 23 de los 28 estados de la India son vulnerables a las olas de calor.

Raja Ram, de 97 años, se abanica con un abanico hecho a mano
 

Foto: Raja Ram, de 97 años, con un abanico hecho a mano en su casa de Nagla Tulai. Créditos: Saumya Khandelwal

De hecho, la venta de aparatos de aire acondicionado se ha disparado en la India desde marzo, especialmente en zonas urbanas. En Etah, la ciudad más cercana a Nagla Tulai, cuando había electricidad, el zumbido de los aparatos de aire acondicionado ahogaba el resto de ruidos.

"La mayoría de las casas tienen aire acondicionado en esta ciudad", asegura Devesh Singh, periodista de televisión que lleva 22 años presentando las noticias sobre los veranos de Etah. Muchos hogares de la ciudad roban la electricidad que necesitan a las compañías eléctricas estatales para evitar pagar facturas elevadas. Lo hacen con un gancho de aluminio, llamado katia, sobre los cables eléctricos que recorren las calles.

En las ciudades de Uttar Pradesh, durante esta primavera la policía realizaba controles diarios para detectar estos artilugios. "Antes, los controles ocurrían durante el día, y eso permitía a la gente usar la electricidad por la noche y quitar su katia a primera hora de la mañana. Este año, la policía ha estado apareciendo entre las 2 y las 4 de la madrugada, mientras la gente dormía con su aire acondicionado encendido", explica Singh, el periodista. A mediados de junio, 150 personas en Etah habían sido acusadas de robo de electricidad, pero seguían funcionando los aparatos de aire acondicionado.


 

Foto: Los postes de electricidad en Etah, India. Mucha gente roba la electricidad conectando cables a los postes por la noche. Créditos: Saumya Khandelwal

A pesar del récord de uso de aire acondicionado alcanzado, la gran mayoría de los indios todavía no pueden permitírselo. El ingreso anual per cápita del país es de alrededor de 9.000 rupias (111 euros), y un aire acondicionado barato costaría una cuarta parte de eso. Pero ni el aire acondicionado ni la electricidad para su funcionamiento, ya sea pagada o robada, garantizan poder escapar del calor. Los cortes de energía son habituales durante el verano; son breves en las grandes ciudades, pero más frecuentes y largos en pueblos y aldeas. Este año, la grave escasez de carbón en las centrales eléctricas y la enorme demanda de electricidad provocaron que un gran número de personas tuviera que arreglárselas con cuatro horas o menos de energía al día en algunos de los estados más afectados.

¿Quién puede mantenerse fresco?

La casta, el género y la ubicación regional también influyen en quién se mantiene fresco. Los investigadores climáticos de la India están cada vez más preocupados por estos factores. "El punto de partida realmente determina el tipo de capacidad que hay para afrontar los riesgos climáticos", destaca Chandni Singh, investigadora del Instituto Indio para los Asentamientos Humanos, que ha estado trabajando en la vulnerabilidad y adaptación al cambio climático durante 10 años. "Hay una gran disparidad entre pueblos y dentro de ellos".

Por ejemplo, en Nagla Tulai, los hombres y las mujeres ancianas pueden buscar la brisa al aire libre cuando lo deseen. En cambio, otras mujeres y niñas deben pasar los días encerradas, donde el calor inmóvil y sofocante las presiona como una manta. Para los expertos, esto no cuenta como adaptación.

"Sería un error indicar que las personas en estas situaciones se adaptan. Sufren, básicamente", señala Mishra. "Una adaptación significativa debería reducir el sufrimiento, pero eso no ocurre cuando las personas están atrapadas en viviendas de hormigón sin electricidad".

Los hombres pasan la mayor parte del tiempo sentados bajo un gran árbol baniano y tratan de ignorar el calor intenso que los rodea como un halo. Para trabajar, tendrían que ir a las fincas, y eso significaría la muerte. Los veranos han sido calurosos desde que tienen memoria, por lo que tradicionalmente descansaban cuando el sol estaba en su apogeo y trabajaban el resto del día. Pero en los últimos años, sus horas de trabajo se han acortado.

"Este año, no hemos podido trabajar más de dos horas al día", me cuenta el agricultor de tercera generación Raja Ram. "El resto del tiempo, estamos sentados".

Menos trabajo significa más privaciones. Incluso durante los años en los que trabajaban a tiempo completo cultivando tabaco y maíz, tenían que dividir los ingresos con los propietarios de los campos. La mayoría de las personas en Nagla Tulai se identifican como Shakya, que el Gobierno de Uttar Pradesh clasifica como una casta "atrasada". El hecho de que no sean dueños de la tierra que cultivan es una de las muchas desigualdades con las que se han enfrentado durante generaciones. Las olas de calor actuales están haciendo que su parte de la cosecha sea aún más pequeña.

Una pareja trabaja en el campo. La gente de la región está teniendo que retrasar su jornada laboral hasta que pase lo peor del calor.

"Algo de lo que no se habla mucho es el impacto de la falta de acceso a la tierra", afirma Chandni Singh. "Estamos hablando de personas que ya están acostumbradas a cambiar su horario de trabajo en verano a una hora más temprana, incluso antes de vivir los efectos del cambio climático. Pero, ¿cuánto más se puede cambiar eso? Hay aldeas que experimentan un calor extremo, el monzón -viento que sopla alternativamente en direcciones opuestas propio del océano Índico- se retrasa y las capas freáticas están bajando, la agricultura se vuelve casi inviable como medio de vida. ¿A dónde se van los jóvenes del pueblo? Se está empujando a la gente contra el límite de la adaptación. Las personas se ven obligadas a migrar".

Los hombres de Nagla Tulai todavía no quieren irse, todavía no. Sin embargo, no tienen su futuro claro. Si las olas de calor causan en India una migración a gran escala, los investigadores creen que será impulsada por el daño duradero al sector agrícola.

"La migración en la India está motivada principalmente por el empleo. Si estas olas de calor ocurren con más frecuencia y comienzan temprano, como este año, los trabajadores agrícolas tendrán que mudarse a las ciudades. Tendrán que encontrar un empleo no agrícola, que les permita ganar dinero", explica Mishra.

Los hombres temen que si se ven obligados a emigrar, con un trabajo en una fábrica o en una obra de construcción no ganarán lo suficiente para poder llevar a sus familias. Pero si las olas de calor se intensifican (durante varios días, Etah registró temperaturas cinco grados más altas que en la misma fecha del año anterior), es posible que tengan dificultades para formar una familia en primer lugar. Tal como están las cosas, no muchas mujeres están dispuestas a casarse con hombres de Nagla Tulai. Las que sí se casan se las arreglan retirándose a la casa de sus padres durante varios meses al año.

Suman Shakya, madre de dos hijos, sostiene a su hijo en su casa.
 

Foto: Suman Shakya, madre de dos hijos, sostiene a su bebé en su casa. Créditos: Saumya Khandelwal

Suman Shakya está molesta porque su esposo no ha querido llevarla al pueblo de sus padres este verano. Teme que sus hijos no sobrevivan el verano sin un ventilador de techo o aparato de aire acondicionado. "No paran de llorar todo el día y toda la noche. Un día tienen sarpullidos, al día siguiente dolor de estómago, al día siguiente es dengue. Me veo atrapada en un patrón: se enferman, los llevamos al hospital, se vuelven a enfermar", me cuenta mientras mueve un abanico de tela para consolar a su hijo.

Cuando su madre se casó, llevó a casa de sus suegros un abanico hecho a mano como parte de su ajuar. Los veranos eran calurosos, pero no letales, y un buen abanico remediaba fácilmente los cortes de electricidad por las tardes. Las chicas que anhelaban casarse elaboraban los abanicos ellas mismas, bordando sus nombres dentro de los pliegues. En 2016, cuando Suman Shakya se casó, lo que quería como dote era un aire acondicionado y una nevera. Llegó a Nagla Tulai sin ninguno de los dos. "No habría tenido sentido", confiesa.

En 2011, el Gobierno local instaló paneles solares en todos los tejados del pueblo. Se les explicó a los habitantes que cuando estuvieran completamente cargados, los paneles alimentarían bombillas y ventiladores e incluso cargarían sus teléfonos móviles. Más tarde descubrieron que necesitarían convertidores para almacenar la electricidad y baterías para cargar los convertidores, y esas cosas costarían dinero. "Las familias que pueden permitírselo utilizan tres ventiladores con energía solar, uno de ellos para refrescar a su búfalo", indica Priyanka Shaky, niña de 16 años. Incluso cuando están completamente cargados, los paneles solares mantienen un ventilador funcionando durante solo unas pocas horas, por lo que la energía se guarda para las noches, y así poder encenderlos cuando los niños empiezan a llorar.

Los administradores en India se limitan a avisar con antelación antes de una ola de alor y a tomar medidas de emergencia cuando ésta está ocurriendo. Esas medidas pueden incluir el cierre de escuelas y sitios de construcción y la cancelación de las vacaciones de los médicos.

Mishra cree que podrían hacer algo más. "Pueden identificar zonas vulnerables, como aldeas y barrios marginales, donde viven personas pobres que no tienen aire acondicionado", sugiere. "Se pueden crear centros comunitarios, como los que tenemos para las inundaciones y otros desastres, para que la gente vaya a refrescarse, tomar un poco de agua fría y recibir primeros auxilios para tratar los síntomas relacionados con el golpe de calor". Incluso los barrios urbanos más ricos necesitan refugios similares para los vendedores y trabajadores de la construcción que carecen de protección contra el calor, añade Mishra.

En Ahmedabad (India), donde trabaja Mishra, la corporación municipal ofrece muchas de estas iniciativas como parte de su plan de acción contra el calor, el primero en el sur de Asia. Lo pusieron en marcha después de que la ola de calor en 2010 se llevara 4.462 vidas en la ciudad. 

Raja Ram, de 97 años, duerme debajo de un árbol en un día caluroso
 

Foto: Raja Ram, de 97 años, duerme bajo un árbol en un día caluroso. Créditos: Saumya Khandelwal

"La gente no es siempre consciente de los síntomas causados por el calor. Van a un hospital como su última opción. Eso a menudo causa la muerte", advierte Mishra.

Pero en Nagla Tulai, Priyanka Shakya ya no espera que llegue la electricidad al pueblo. Su plan es casarse y marcharse de ahí.

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