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Tecnología y Sociedad

La peligrosa apuesta de Reino Unido traerá más COVID-19 prolongada y muertes

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Hay muchas incógnitas en torno a la arriesgada decisión de Reino Unido de levantar todas las restricciones asociadas a la pandemia, como si aparecerá una variante capaz de esquivar las vacunas. Lo que sí sabemos seguro es que habrá más casos persistentes y más hospitalizaciones. Muchos expertos piden recuperar las precauciones

  • por Charlotte Jee | traducido por Ana Milutinovic
  • 21 Julio, 2021

Inglaterra ha hecho una apuesta enorme. El lunes 19 de julio, el país abandonó todas las restricciones relacionadas con la pandemia de coronavirus (COVI-19). La gente ya puede ir a discotecas y reunirse en grupos grandes, usar mascarillas ha dejado de ser obligatorio y el distanciamiento social queda atrás. Con miras a la cobertura mediática, el gobierno lo bautizó como el "Día de la Libertad" y aseguró que el levantamiento de medidas de seguridad será irreversible. 

Pero, mientras la mayoría lo celebra, los casos del coronavirus están creciendo rápidamente en Reino Unido. El viernes pasado se registraron más de 50.000 nuevos contagios, y su ministro de Salud dijo que la cifra diaria de nuevas infecciones podría subir a más de 100.000 durante el verano.

En teoría, una reapertura completa durante una ola de nuevos casos suena como una bomba. Pero el Gobierno de Boris Johnson apuesta a que, gracias a su programa de vacunación, esta vez no será como las demás. Sin embargo, los expertos explican que es muy difícil predecir qué sucederá, dado que hay varios factores complejos y superpuestos en juego. Así que analizaremos lo que sabemos, lo que no sabemos y lo que debemos vigilar durante las próximas semanas.

Lo que sabemos: las vacunas funcionan

El programa de vacunación de Reino Unido todavía sigue en marcha, pero hasta ahora ha tenido un gran éxito. En total, el 68 % de la población adulta está completamente vacunada y aproximadamente el 88 % de los adultos ha recibido su primera dosis (esto incluye al 68 % que ha recibido ambas dosis). Solo el 6 % de los británicos duda sobre la posibilidad de recibir la vacuna, según la Oficina de Estadísticas Nacionales del país.

No obstante, todavía hay muchos motivos para estar nerviosos. El país está a meses de inocular completamente a toda la población adulta. Los jóvenes son especialmente vulnerables; los mayores de 18 años acaban de empezar a recibir su primera dosis, y solo una cuarta parte de los jóvenes de 18 a 39 años ha recibido ambas inyecciones. A diferencia de Estados Unidos y gran parte de Europa, Reino Unido no ha comenzado a vacunar a los niños.

La viróloga evolutiva Emilia Skirmuntt opina: "Es peligroso. Debemos vacunar a los adolescentes urgentemente, especialmente antes de la vuelta a las clases en septiembre".

Esto es importante porque, en estos momentos, la cepa abrumadoramente dominante de la COVID-19 en Reino Unido es la delta. Si bien las personas completamente vacunadas tienen relativamente pocas razones para preocuparse por ella, ya que según los datos de Public Health England, las vacunas Pfizer y AstraZeneca ofrecen más del 90 % de eficacia contra la hospitalización, esta variante es una mala noticia para los que solo han recibido una dosis o están sin vacunar. 

Es aproximadamente un 60 % más transmisible que la variante alfa, que anteriormente era la que dominaba en Reino Unido, y representa casi el doble de probabilidades para la hospitalización, según el organismo de salud pública de Escocia. Una sola dosis de la vacuna AstraZeneca o Pfizer tiene solo un 33 % de efectividad contra la variante delta, frente al 50 % contra la alfa, según los datos de Public Health England.

"Esta reapertura provocará muchos daños evitables. Deberíamos detener la relajación de las medidas hasta que a todos los adultos y adolescentes se les hayan administrado ambas dosis de la vacuna", advierte la epidemióloga clínica de la Universidad Queen Mary de Londres (Reino Unido) Deepti Gurdasani.

Lo que no sabemos: cuándo los casos alcanzarán su punto máximo

Está claro que Reino Unido está experimentando otra ola. Lo que no sabemos es lo grave que será, ni cómo le afectará el levantamiento de las restricciones. Ni siquiera los mejores expertos del campo pueden decirlo con certeza.

"Es muy difícil saber qué va a pasar después del 19 de julio", resalta el profesor de modelado de enfermedades infecciosas de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y presidente del grupo de científicos SPI-M que asesora al Gobierno de Reino Unido sobre los modelos de la pandemia, Graham Medley.

Mucho depende del comportamiento de la gente, y eso es muy complicado de predecir. Mientras que algunos disfrutarán de sus nuevas libertades con mucho gusto (una tendencia que quedó clarísima durante la final la Eurocopa de fútbol), otros serán mucho más cautelosos.

Muchas personas se sienten frustradas por la retirada de las mascarillas, una de las medidas de salud pública más básicas y efectivas. Una encuesta de Ipsos Mori encontró que una mayoría considerable de británicos planea seguir usando mascarillas en las tiendas y en el transporte público. Si la gente cumple con esto, ayudaría a frenar un poco la propagación: Israel, que también tiene altas tasas de vacunación, tuvo que volver a imponer el uso de mascarillas en interiores el mes pasado ante un gran aumento de casos.

Independientemente, es muy probable que los casos sigan creciendo durante al menos unos días o semanas. Y eso significa más hospitalizaciones y muertes que se podrían evitar, según Medley. La gran pregunta es cuán alto llegará esta ola.

En un seminario web del pasado jueves, el director médico de Inglaterra, Chris Whitty, advirtió que el país podría ver "cifras bastante aterradoras de nuevo" y "volver a tener problemas sorprendentemente rápido".

Pero parece que el Gobierno está apostándolo todo a que no todas las cifras son igual de aterradoras. Espera que las hospitalizaciones se mantengan lo suficientemente bajas para evitar que el Servicio Nacional de Salud esté completamente saturado y parte del supuesto de que el vínculo entre los casos y las tasas de hospitalización se ha debilitado, o incluso que se ha roto.

"Esta ola es muy diferente a las anteriores. La proporción de hospitalizaciones es mucho menor en comparación con los puntos similares en la curva epidémica antes del programa de vacunación", destaca el epidemiólogo de Reino Unido Oliver Geffen Obregon, que ha trabajado en la Organización Mundial de la Salud (OMS). 

Pero no todo el mundo está de acuerdo. Los jefes del Servicio Nacional de Salud de Reino Unido (NHS por sus siglas en inglés) ya hacen sonar la alarma sobre la capacidad, y más de 1.200 científicos han firmado una carta publicada en The Lancet argumentando que Gran Bretaña debería preocuparse por el enorme aumento de infecciones, independientemente de las tasas de muertes y hospitalizaciones.

Gurdasani, la epidemióloga, es una de ellos. "Los casos importan", avisa señalando dos peligros principales: la mayor probabilidad de que un gran número de personas desarrolle la COVID-19 prolongada y el riesgo de nuevas variantes inmunes a las vacunas.

Lo que sabemos: habrá más casos de COVID-19 prolongada

Reino Unido ya tiene un problema significativo con la COVID-19 prolongada. Es posible que más de dos millones de adultos tengan, o hayan tenido, complicaciones persistentes durante 12 semanas o más, según un gran estudio del Imperial College de Londres. Pero la COVID-19 prolongada no se conoce muy bien, con más de 200 síntomas que van desde fatiga hasta dificultad para respirar y problemas de memoria, según el estudio más grande hasta el momento, publicado hace poco en The Lancet.

Aproximadamente uno de cada 10 infectados por COVID-19 desarrollan COVID-19 prolongada, según la OMS. Eso significa que si otro millón de ciudadanos de Reino Unido enferma durante esta ola (un escenario factible según la mayoría de las estimaciones), podría haber otras 100.000 personas con problemas a largo plazo.

Whitty está preocupado: "Creo que tendremos una cantidad importante de COVID-19 prolongada, especialmente entre los más jóvenes, donde las tasas de vacunación son actualmente mucho más bajas". Eso podría ejercer una gran presión sobre el NHS, las empresas y la sociedad en general, sin mencionar que causaría un sufrimiento incalculable para un gran número de personas.

"Algunos síntomas pueden persistir durante años y existe la posibilidad de que estemos exponiendo a toda una generación a una salud muy mala por el resto de sus vidas", resalta Skirmuntt.

Lo que no sabemos: ¿podría todo esto generar otra variante peligrosa?

El gran temor de muchos expertos es que el enfoque del Gobierno británico esté creando un caldo de cultivo ideal para la aparición de una variante resistente a las vacunas.

El 5 de julio, el codirector del Centro de Investigación Genómica de la Universidad de Liverpool (Reino Unido), Steve Paterson, resumió las preocupaciones en un tuit: "Dejar que el virus se extienda por una población parcialmente vacunada es exactamente el experimento que yo haría para desarrollar el virus capaz de esquivar la inmunidad".

El temor consiste en que un mayor número de contagios den al virus más posibilidades de mutar, lo que aumenta el riesgo de una nueva variante. Dado que la protección de las personas proviene en gran parte de las vacunas, esto podría resultar en cepas aún más capaces de evadir nuestra respuesta inmune existente. Y para Reino Unido, el país que ha dependido en gran medida de las vacunas para salvarlo de la COVID-19, tal resultado sería desastroso.

Algunos biólogos evolutivos creen que deberíamos tranquilizarnos un poco por el hecho de que estamos empezando a ver aparecer las mismas mutaciones una y otra vez, un fenómeno llamado evolución convergente. Eso puede sugerir que el virus se está quedando sin formas de adaptarse.

Pero Skirmuntt, que estudia cómo evolucionan los virus, considera que el escape viral de la vacuna es un escenario al que debemos temer, sean cuales sean las posibilidades, y lo compara con correr por un campo de minas. Y afirma: "La probabilidad de que alguien pise una mina es mucho mayor cuando hay varios miles de personas corriendo en vez de unas pocas".

Lo que sabemos: el resto del mundo está mirando

Muchos países, como los Países Bajos, España, Australia y Suecia, han eliminado las restricciones solo para tener que volver a imponerlas. Incluso en EE. UU., donde las han variado de un estado a otro, algunos lugares están retrocediendo en sus decisiones: después de un aumento en los casos, el condado de Los Ángeles (EE. UU.), por ejemplo, acaba de volver a imponer el uso obligatorio de las mascarillas.

El 12 de julio, solo dos semanas después de levantar algunas medidas de seguridad pública como el cierre de las discotecas, el primer ministro holandés, Mark Rutte, tuvo que disculparse y restablecer algunas restricciones. Los Países Bajos tienen una tasa de vacunación más baja, por lo que las comparaciones no son muy buenas, pero quizás sea una lección para Inglaterra, si decide prestarle atención.

Es posible que la postura "irreversible" del Gobierno ya se esté suavizando. En una rueda de prensa de la semana pasada, Johnson aparentemente lo rebajó de promesa firme a "esperanza", y añadió: "Obviamente, no deberíamos descartar nada".

Pase lo que pase, muchos países observan de cerca cómo irán las cosas para los ingleses. Obregón señala: "Todo el mundo está mirando a Reino Unido para ver qué pasa. Estamos viendo algo por primera vez y todos los demás aprenderán de nuestro comportamiento".

La realidad es que independientemente de lo que pase tras el "Día de la Libertad", salir de la pandemia nunca será un acontecimiento único. Va a ser doloroso, largo, complicado e iterativo. La idea de retirar todas las restricciones todavía da miedo a muchos, especialmente después de 16 meses de una vida relativamente reglamentada. Pero el final de una pandemia siempre implica cierta transferencia de riesgo, concluye Medley.

Y añade: "En una pandemia, los gobiernos generalmente tratan de controlar y gestionar los riesgos. Pero llegar al final, ya no depende del Gobierno, más allá de ofrecer la educación, la orientación y la atención médica. Estamos en esa fase intermedia en la que el riesgo pasa del Gobierno a las personas". Skirmuntt es menos optimista: "La pandemia se detendrá con el tiempo. Siempre lo hacen. ¿Pero a qué precio?"

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