El acopio de dosis por el mundo desarrollado permitirá que el virus siga circulando y mutando en regiones como África, lo que no solo podría reducir la eficacia de las primeras versiones, también generará enormes pérdidas en la economía mundial, las cuales recaerán principalmente en las naciones más ricas
La epidemióloga Isabel Rodríguez-Barraquer está teletrabajando desde Colombia, así que ha tenido que seguir desde lejos cómo sus colegas de la Universidad de California en San Francisco (EE. UU.) empezaron a recibir vacunas destinadas a trabajadores de laboratorio. Las cosas son muy diferentes en el país en el que vive ahora.
Colombia está sufriendo una gran ola de coronavirus (COVID-19) mientras todavía sigue esperando recibir su primera remesa de vacunas: este mes debería recibir 50.000 dosis de Pfizer y otras 200.000 de AstraZeneca en marzo. El país ha cerrado acuerdos directamente con los fabricantes, incluida la empresa china Sinovac, y ha trabajado a través de distintas asociaciones internacionales para obtener más dosis. Pero Rodríguez-Barraquer teme que sea demasiado tarde.
Los programas de vacunación contra el coronavirus de los países más ricos del mundo están en pleno apogeo. Casi una cuarta parte de la población adulta de Reino Unido ya ha recibido su primera dosis. Y en Estados Unidos, aunque no se acerca a ese ritmo, ya se ha administrado al menos una dosis a más de 35 millones de personas.
Pero, para los países de bajos ingresos de todo el mundo, la situación es muy distinta y puede que lo sea durante algún tiempo. Muchas de las naciones más pobres del mundo todavía esperan las primeras dosis. The Economist Intelligence Unit sugiere que es posible que unos 85 países del mundo en vías de desarrollo no estén completamente vacunados hasta 2023, como mínimo.
Por ejemplo, en enero, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que Guinea era el único país de bajos ingresos del continente que había empezado a vacunar a su población. Y eso que, en el momento de la publicación, solo se había administrado la primera dosis a unas 25 personas (todos altos funcionarios gubernamentales, según informó AP) en un país de casi 13 millones de habitantes.
Para el director del programa de Salud Pública Global y Ambiental en la Escuela de Salud Global de la Universidad de Nueva York (EE. UU.), Chris Dickey, uno de los mayores problemas es que la vacunación global todavía no ha comenzado, solo se habla de ella. Rodríguez-Barraquer está de acuerdo: "La carga de la enfermedad y de la muerte podría prevenirse si hubiera una mayor coordinación global en el suministro de vacunas".
Este desequilibrio no provocará solo una mayor cantidad de muertes, también causará una serie de efectos económicos, sociales y sanitarios, pero no únicamente en las naciones afectadas, sino en todo el resto del mundo.
La desigualdad de las vacunas
El suministro a los países más pobres es bajo principalmente porque la mayoría de las vacunas disponibles han sido compradas o reservadas por los países más ricos de América del Norte y Europa. Para abordar esta inequidad en las vacunas, una coalición de organizaciones internacionales, incluida la Organización Mundial de la Salud y varios gobiernos, creó en abril de 2020 la organización sin ánimo de lucro denominada Covax.
La idea era crear un suministro mundial de vacunas para 92 países de ingresos bajos y medios. En diciembre, esta organización sin ánimo de lucro anunció que había asegurado el acceso a unos 2.000 millones de dosis para 2021 a través de donaciones y compromisos de algunos fabricantes, pero no se sabe cuántas se entregarán este año. El problema se complica aun más porque muchos países están intentando cerrar sus propios acuerdos con fabricantes, lo que dificulta que pueda Covax crear acuerdos con esos fabricantes al mismo tiempo.
El objetivo del grupo consiste en vacunar a aproximadamente al 20 % de la población mundial, preferentemente a las de difícil acceso en África, América Latina y Asia. Para conseguirlo, necesita otros 4.000 millones de euros más sobre los 1.732 millones de euros que ya ha recaudado. Pero existen otros problemas. Las vacunas más baratas y fáciles de transportar, como las de AstraZeneca, han tardado más en obtener la aprobación regulatoria. Mientras tanto, otras empresas parecen menos interesadas en colaborar: Médicos sin Fronteras descubrió que solo el 2 % del suministro global de Pfizer se había otorgado a Covax, y Moderna todavía está "en conversaciones" con la organización.
El investigador de salud global de la Escuela de Salud Pública TH Chan de la Universidad de Harvard (EE. UU.) Barry Bloom afirma: "Covax es un punto de partida crítico que, sin el compromiso del presidente [de EE. UU., Joe] Biden, tenía una alta probabilidad de fracaso. Ahora va mejor, pero aún podría fracasar si no recibe dinero ni vacunas". A finales de enero, Biden dio instrucciones oficiales al Gobierno de Estados Unidos para que se uniera a Covax.
Si tuviera éxito, el programa internacional ofrecería muchas ventajas. Crearía un mecanismo de equidad que no dependería de las mentalidades coloniales de quid pro quo, destaca Bloom. También absuelve a los países ricos de tener que determinar cuáles reciben qué porcentaje de las vacunas. "Esta es una forma de decir que otro se hará cargo, especialmente del tiempo de entrega", señala.
Nadie estará a salvo hasta que todos estemos a salvo
El motivo para acelerar la vacunación en los países más pobres no es el altruismo: la evolución del virus castigará cualquier retraso. El SARS-CoV-2 ya ha mutado en distintas variantes nuevas y preocupantes, y este proceso continuará. Si los países con poblaciones grandes esperan varios años a ser vacunados, el virus seguirá mutando, probablemente hasta el punto en el que las primeras vacunas disponibles pierdan su efectividad. Eso es malo para todos, pero los países más pobres, con menos acceso a las vacunas actualizadas, volverán a sufrir más.
Bloom advierte: "Tenemos más mutaciones y ellos tienen más muertes".
Al investigador de salud global de la Universidad de Washington (EE. UU.) Judd Walson le preocupan más los efectos indirectos de la pandemia en el mundo en desarrollo, donde en muchos lugares la COVID-19 ni siquiera figura entre las 20 principales causas de muerte. Los sistemas sanitarios han destinado una gran cantidad de personal y recursos para hacer frente a la pandemia, creando centros de cuarentena, controlando los contagios, etcétera. Además, los donantes y los ministerios han dejado de atender otros grandes males como la diarrea, la malaria y otras causas de muerte.
Como resultado, esos otros programas están sufriendo: las tasas de inmunización para enfermedades como el sarampión, la difteria, el tétanos y la tos ferina están disminuyendo, tanto por falta de suministros y personal como porque la gente tiene miedo a acudir a los centros de salud. "Todas esas otras cosas que están matando a la gente se están descuidando, por lo que la falta de suministro de la vacuna contra la COVID-19 impide que los gobiernos vuelvan a las prioridades previas a la pandemia", explica Walson.
Y mientras las variantes del virus pueden viajar rápido en este mundo tan conectado, la inestabilidad económica, también. Esa es una de las conclusiones del artículo recientemente publicado por la organización sin ánimo de lucro National Bureau of Economic Research. El economista de la Universidad de Maryland (EE. UU.) Sebnem Kalemli-Özcan y sus colegas analizaron cómo los retrasos en la distribución global de vacunas afectarían las economías de los países cuyas poblaciones ya habían sido vacunadas.
El coste económico de la desigualdad
Descubrieron que si los países más pobres tienen que esperar para ser vacunados, este año se generará una pérdida económica global de alrededor de 7,42 billones de euros, de la que los países ricos absorberían casi la mitad por la disminución del comercio y las líneas de suministro fracturadas. (Un estudio similar realizado por RAND Corporation predice que si no se logra una distribución equitativa de la vacuna contra la COVID-19, eso podría costarle a la economía mundial hasta un billón de euros al año). Asegurar la distribución equitativa en realidad sería lo mejor para las economías avanzadas. Kalemli-Özcan advierte: "Su impacto volverá y nos afectará a nosotros".
Es cierto que cuando la mayoría de la población de los países más ricos esté vacunada, los restaurantes y gimnasios podrán recuperarse. Pero hay muchos sectores de la economía que compran en mercados emergentes, por ejemplo, retail, automoción, textil y construcción. Todos acabarán afectados por esa desaceleración en esos mercados. Además, esos países suelen ser clientes. "Si Estados Unidos y Europa mejoran y ambos quieren vender sus productos, y si los países a los que quieren vender todavía siguen enfermos, no van a comprar. Ninguna economía es una isla y ninguna se recupera hasta que todas lo hacen", resalta Kalemli-Özcan.
Aunque la globalización amplificó la pandemia, para Kalemli-Özcan también representa la única solución. Los países ricos no pueden evitar el impacto económico acumulando vacunas; así que deben invertir en iniciativas para aumentar la oferta y reforzar la distribución de vacunas. Canadá, por ejemplo, ha pedido cinco veces más dosis de las que necesita su población. El país está considerando donar las sobrantes a Covax, pero no está claro cómo devolverá esas vacunas si al final no las usa.
La investigación asumió que los países ricos estarían vacunados en 2021 y otros tendrían que esperar hasta 2022, pero si la brecha aumenta a varios años, el impacto económico será mucho mayor.
El nacionalismo de las vacunas, como se conoce a la acumulación de dosis por parte de un país, probablemente resulte contraproducente tanto política como económicamente. Personas de todo el mundo observan cuándo habrá vacunas disponibles. Y es realmente importante lo que eso significa para la percepción política internacional. Walson opina: "El nacionalismo de las vacunas va a generar una tremenda sensación de que únicamente pensamos en nosotros mismos, y eso solo añade más leña al fuego ya existente contra el Occidente. Creo que habrá consecuencias a largo plazo si estas desigualdades no se abordan".
Otras soluciones
Financiar Covax es la solución más inmediata. También se podría licenciar la tecnología de las vacunas y facilitar los derechos de propiedad intelectual para que los países emergentes puedan desarrollar su propia capacidad de producir sus propias vacunas o completar los pasos finales de producción, conocidos como "acabar y llenar".
Bloom señala: "No veo por qué Sudáfrica y Kenia no pueden producir vacunas y por qué Etiopía y Botsuana no pueden acabar y llenar", y señala que, al inicio de la pandemia, solo había dos lugares en el continente africano capaces de realizar las pruebas de COVID-19, y que, en un mes, eran 11. Los países africanos incluso unieron sus fuerzas para crear un centro de control de enfermedades para todo el continente, para compartir información y las mejores prácticas sobre la COVID-19 de una manera que ni siquiera se lleva a cabo en los 50 estados de EE. UU.
Pero el tiempo es esencial. Con la actual tasa de transmisión, probablemente el 50 % de Colombia estará contagiado cuando comience la vacunación masiva. Rodríguez-Barraquer teme lo que eso significa para el país donde creció: "La preocupación es que habrá muy pocas dosis, llegarán demasiado tarde y la epidemia seguirá su curso".