Después de que distintas plataformas catalizaran el asalto al Capitolio de EE. UU., más expertos piden a los inversores que asuman la responsabilidad de los productos que financian y analicen sus amenazas para la sociedad y la democracia, en vez de limitarse a firmar un cheque y esperar beneficios
El 10 de enero, el inversor de start-ups y director del fondo Brooklyn Bridge Ventures, Charlie O'Donnell, publicó una entrada en su blog con la que esperaba fomentar la autorreflexión entre sus colegas del sector. Titulado de forma provocativa Seed Investments in Insurrection (La insurreción de las inversiones semilla), su argumento era que los inversores de capital de riesgo debían lidiar con su impacto en la democracia.
O'Donnell escribió: "Es difícil ganar dinero si las consecuencias a largo plazo de las inversiones amenazan la democracia libre y abierta que sustenta nuestra sociedad. [Esto podría verse como] Una declaración extrema, hasta la semana pasada, cuando terroristas nacionales, al menos en parte radicalizados en las plataformas respaldadas por el capital de riesgo como Facebook, YouTube, Twitch y Twitter, irrumpieron en el edificio del Capitolio de EE. UU.".
Lo que ocurrió en Washington (EE. UU.) obligó a las empresas tecnológicas a reconocer públicamente su papel en la promoción y amplificación del contenido extremo. Los críticos llevan años pidiendo que las plataformas de redes sociales cumplan sus propias políticas sobre el discurso de odio, el acoso y la incitación a la violencia, pero las empresas se oponían en gran medida. Sin embargo, a raíz del asalto al Capitolio, comenzaron a tomar medidas. Facebook e Instagram no dejaron que Donald Trump publicara nada en sus plataformas hasta después de la investidura, Twitter prohibió la cuenta del entonces presidente estadounidense y 70.000 cuentas relacionadas con QAnon, y YouTube impidió que Trump publicara desde su cuenta durante siete días.
El incidente también aumentó la atención sobre los espacios más recientes, especialmente a aquellos que han capitalizado el suceso, desde los explícitamente de derecha como Parler y Gab, que posteriormente han sido censurados por Apple y Amazon, hasta la app de mensajería encriptada Telegram, que ha contado con millones de nuevos usuarios registrados en las últimas semanas.
Pero, O'Donnell señala que una parte fundamental de la industria tecnológica se ha mantenido en silencio: los inversores que financian estas empresas. "Creo que la mayoría de la gente prefiere mantenerse al margen si hay alguna controversia", afirma.
"Firmaron un cheque y siguieron adelante"
"En estos momentos, quieren mantener un perfil bajo. Muchos tienen vínculos con las plataformas que causan todos estos problemas y no quieren que nadie los relacione con ellas", opina uno de los primeros inversores en Facebook Roger McNamee, quien desde entonces se ha convertido en uno de los mayores críticos de las redes sociales.
Uno de los primeros empresarios de software que se convirtió en inversor Mitch Kapor, lleva mucho tiempo hablando abiertamente sobre el papel que deben tener los inversores para actuar de forma comprometida y hacer que las empresas asuman sus responsabilidades. Junto a su esposa, la capitalista de riesgo e inversora de impacto Freada Kapor Klein, destacan entre los primeros inversores de Uber, pero criticaron abiertamente a la empresa en 2017 después de las quejas sobre acoso sexual de la exempleada Susan Fowler.
"Emitieron una declaración, firmaron un cheque y siguieron adelante, sin cambiar su forma de hacer negocios", Freada Kapor Klein.
Esta pareja lleva años pidiendo a sus compañeros de capital de riesgo que actúen mejor, y ha habido momentos de cambio, como después del asesinato de George Floyd el verano pasado. No obstante, en el mejor de los casos, las acciones de los inversores han sido "de cara al exterior", asegura Kapor Klein, y añade: "Emitieron una declaración, firmaron un cheque y siguieron adelante, sin su forma de hacer negocios". (En el otro extremo, algunos capitalistas de riesgo se hicieron eco de la ambivalencia de las "manzanas podridas" de Donald Trump sobre los grupos supremacistas blancos como los Proud Boys, mientras que otros elogiaron la decisión de la empresa de criptomonedas Coinbase de prohibir los debates sobre equidad racial y política en la oficina).
Pero según Kapor Klein, incluso ese mínimo nivel de autorreflexión del verano pasado prácticamente ha desaparecido desde el 6 de enero (la Asociación Nacional de Capital de Riesgo de EE. UU. emitió una declaración el 7 de enero condenando los "ataques terroristas nacionales", pero casi no se han visto posturas públicas de las empresas e inversores individuales, que tienen una mayor influencia en la cultura de las start-ups).
Mitch Kapor cree que los inversores de hoy en día, que suelen formar parte de las juntas directivas de estas empresas y deben guiar sus estrategias, intentan evitar ser considerados responsables. Afirma: "Simplemente se retiran en silencio. No quieren admitir que han creado un desastre del que son responsables".
De hecho, según el asesor de desarrollo corporativo Arjun Gupta, los capitalistas de riesgo están más preocupados por la posibilidad de verse arrastrados al debate político. Asegura que la mayoría de ellos se sienten incómodos con la idea de que los inversores deban tener algo que decir sobre la política de las empresas que financian, o de las bases de usuarios que utilizan.
Gupta ha tenido varias conversaciones desde el 6 de enero con los capitalistas de riesgo en nombre de sus clientes y afirma que algunos están pensando en retirar algunas inversiones como "estrategia de mitigación de riesgos". En vez de preocuparse por el impacto de las plataformas que financian, Gupta cree que tienen miedo de sufrir "presión de su personal" o de los inversores institucionales cuyo dinero gestionan los capitalistas de riesgo para tomar algunas medidas. Su objetivo es evitar acabar "arrastrados por esta tormenta de problemas... del discurso político".
Algunos colaboradores aseguran que las conversaciones sobre las responsabilidades se llevan a cabo en privado, incluso en Clubhouse, la red social basada en audio, popular entre los inversores de Silicon Valley y que también se ha enfrentado a críticas por su lenta respuesta a sus problemas de acoso.
Pero los críticos que piden acción (como la eliminación del contenido extremista en las plataformas) resaltan que no están pidiendo a las empresas que vigilen las opiniones políticas, sino que tomen medidas cuando esas opiniones se expresen en discursos de odio e incitaciones a la violencia, y que se aseguren de que las empresas desarrollen y apliquen las políticas de moderación de contenido. Entonces, ¿por qué los inversores parecen tan reacios a pedir la rendición de cuentas a sus empresas?
"Somos un catalizador de todo esto"
Aunque los usuarios podrían estar al margen del espectro político, muchas "empresas de tecnología alternativa" no son ajenas a la industria tecnológica. La mayoría está integrada en el sistema de recaudación de fondos y de start-ups de Silicon Valley, que a menudo da más valor al potencial de crecimiento que a la utilidad o a la necesidad. Los servicios como Gab, MeWe, Minds, DLive y Clouthub, que han tardado mucho o directamente rechazado la posibilidad de eliminar el discurso de odio, las teorías de conspiración y las amenazas de violencia, a veces infringiendo sus propios términos de servicio, han recibido dinero como parte de su canal de incubadoras, crowdfunders, inversores ángeles, rondas de financiación y adquisiciones.
También han sido beneficiarios indirectos de la insurrección en el Capitolio, con el aumento de sus usuarios como resultado de la eliminación de los servicios principales de las plataformas del entonces presidente Trump, de sus sustitutos y de las cuentas que promueven la teoría de conspiración de QAnon.
La presión pública solo ha obligado a actuar en un puñado de casos. DLive, el sitio de transmisión de vídeos basado en criptomonedas, adquirido en octubre de 2020 por la Fundación Tron de BitTorrent, suspendió o prohibió permanentemente las cuentas, canales y transmisiones individuales después de que el Southern Poverty Law Center identificara a los que habían transmitido en directo el ataque desde el interior del edificio del Capitolio.
Ni Tron Foundation, propietaria de DLive, ni Medici Ventures, la subsidiaria de Overstock que invirtió en Minds, respondieron a las solicitudes de comentarios.
EvoNexus, la incubadora tecnológica del sur de California (EE. UU.) que ayudó a financiar la red social autodenominada "imparcial" CloutHub, envió nuestra petición de comentarios al equipo de relaciones públicas de CloutHub, que negó que su plataforma se hubiera utilizado en la planificación del asalto. Respondieron que el grupo que se creó en la plataforma, promovido por el fundador Jeff Brain, solo se utilizó para organizar viajes compartidos al mitin de Trump el 6 de enero. El grupo, aseguraron, "era solo para actividades pacíficas y pidió a sus miembros que informaran sobre cualquier persona que hablara de violencia".
Pero hay una línea muy fina entre hablar y actuar, resalta la historiadora de la Universidad de Washington (EE. UU.) Margaret O'Mara, que estudia la intersección entre la tecnología y la política. Si una plataforma "decide que no va a tomar partido y que va a ser una plataforma sin restricciones para la libertad de expresión", y luego la gente "que habla de cosas horribles provoca alguna acción", entonces las plataformas deben tener en cuenta el hecho de que "son un catalizador de todo esto, se están convirtiendo en la plataforma que lo organiza", señala.
Miedo a perder el flujo de acuerdos
O'Donnell cree que, en general, a los inversores les preocupa que expresar su opinión sobre esas empresas limite su capacidad para hacer negocios y, por lo tanto, para ganar dinero.
Señala que incluso las empresas de capital de riesgo "dependen de fondos comunes en otras partes del ecosistema". "Se preocupan por la posibilidad de no conseguir el dealflow", o de acabar etiquetadas como "difíciles para la colaboración o, también, de elegir a alguien que podría estar en la próxima eliminatoria de su empresa".
Sin embargo, a pesar de esto, O'Donnell no cree que los inversores deban evitar las "tecnologías alternativas". En su opinión, a los inversores en la tecnología les gustan los cambios, y ven en la tecnología alternativa el potencial de "romper los monolitos".
"¿Podría esa misma tecnología usarse para coordinar a las personas para hacer cosas malas? Sí, es posible, de la misma manera que la gente usa los teléfonos para cometer delitos", señala O'Donnell y añade que este problema se puede solucionar si se establecen las reglas claras y los procedimientos adecuados.
"Hay algunas empresas de tecnología alternativa cuyo ADN tiene que ver con la descentralización, y hay otras cuyo ADN tiene que ver con una perspectiva política", afirma. No cree que Gab, por ejemplo, sea una plataforma descentralizada, sino más bien "un centro de alojamiento base para las personas que de otra manera violan los términos de servicio de otras plataformas".
"Será una pérdida de tiempo porque llegará otro inversor". Charlie O'Donnell.
"Internet está descentralizado, ¿verdad? Pero, cuando se trata de spam o de ataques de denegación de servicio, tenemos medios para crear bases de datos de malos actores", subraya O’Donnell, sugiriendo que lo mismo se podría aplicar para los que actúen mal en las plataformas de tecnología alternativa.
Pero O'Mara piensa que es un error ignorar los lados más peligrosos de estas plataformas de comunicación y cómo su diseño a menudo facilita el comportamiento peligroso. Y afirma: "Es una especie de escapismo que aparece en la respuesta que dan las personas poderosas del mundo tecnológico... que se limita a decir que, si solo tuviéramos tecnologías alternativas, internet descentralizado, si solo tuviéramos Bitcoin"... entonces todo sería mejor.
Considera que esta posición es "idealista" pero "muy poco realista", y un reflejo de "una parte profundamente arraigada de la cultura de Silicon Valley". Afirma que todo el problema se remonta al mantra de: "'No nos gusta el mundo tal y como es, así que vamos a construir esta plataforma alternativa en la que se podrán cambiar las relaciones sociales'".
Según O'Mara, el problema consiste en que estas soluciones se "basan mucho en la tecnología" y "principalmente las divulgan personas bastante privilegiadas que... tienen dificultades... [para imaginar] muchas de las políticas sociales. Así que no existe un reconocimiento real de la desigualdad estructural u otros sistemas que se deberían cambiar".
Cómo tener un "efecto transformador"
Algunos creen que, si de verdad quieren, los inversores en tecnología podrían cambiar el tipo de empresas que se construyen con su dinero. McNamee afirma: "Si los capitalistas de riesgo se comprometieran a no invertir en los modelos comerciales depredadores que inciten a la violencia, eso tendría un efecto transformador".
O'Donnell opina que, a nivel individual, los capitalistas de riesgo podrían hacer mejores preguntas incluso antes de invertir, lo que incluye evitar empresas sin políticas sobre el contenido o pedir que las compañías las creen antes de la firma del propio capitalista de riesgo.
Después de la inversión, O'Donnell añade que, si realmente quisieran adoptar una actitud firme, los inversores también pueden vender sus acciones, aunque pierdan dinero. Pero reconoce que eso sería pedir mucho; al fin y al cabo, es muy probable que una start-up de gran crecimiento simplemente encuentre otra fuente diferente de dinero para ocupar el espacio que un inversor con principios dejó vacante. "Será una pérdida de tiempo porque llegará otro inversor", afirma.
En otras palabras, un verdadero cambio responsable entre los capitalistas de riesgo requeriría un cambio en la mentalidad de Silicon Valley, que todavía se centra en "una y única métrica que importa: el rendimiento económico", considera Freada Kapor Klein.
Si los inversores cambiaran sus estrategias de inversión e interpusieran cláusulas morales contra las empresas que se benefician del extremismo, por ejemplo, como sugirió O'Donnell, el impacto que esto tendría en lo que persiguen los fundadores de las start-ups sería enorme. O'Mara añade: "La gente sigue al dinero, pero no solo eso, sino también los consejos, y es así cómo se construye una empresa, es todo este conjunto de principios sobre cómo conseguir el éxito".
Kapor Klein concluye: "Hubiera sido fantástico que los capitalistas de riesgo que se enorgullecieran de asumir riesgos y de su innovación y de la disrupción... hubieran abierto el camino. Pero este tsunami se acerca. Y tendrán que cambiar