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La directora de la Iniciativa para la Ciencia y la Tecnología de la Universidad de Duke, Nita Farahany

Tecnología y Sociedad

"Una persona vacunada aún podría transmitir el coronavirus"

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La experta en el impacto de la tecnología en la sociedad Nita Farahany rechaza los pasaportes de vacunación por su potencial para erosionar la confianza en la ciencia y aumentar las desigualdades de la pandemia, y cree que todavía es pronto para obligar a la población a vacunarse

  • por Mia Sato | traducido por Ana Milutinovic
  • 28 Diciembre, 2020

A medida que las distintas vacunas contra el coronavirus (COVID-19) empiezan a administrarse, los expertos han abierto un debate sobre los aspectos a favor y en contra de los pasaportes de vacunación contra la COVID-19 y otros tipos de certificados. A primera vista, a idea parece simple: aquellos que puedan demostrar que han sido vacunados tendrían permiso para acudir a distintos lugares y realizar algunas actividades que las personas no vacunadas no podrían.

Existen pruebas preliminares de que las primeras vacunas autorizadas para su uso en emergencia son altamente efectivas. Las empresas de tecnología y salud están presentando propuestas para que la vacunación se convierta en un requisito para participar en diversas actividades públicas, pero, esa idea plantea una serie de preguntas sobre la salud de la comunidad, la equidad y de lo que sabemos realmente sobre la inmunidad contra la COVID-19.

La profesora de Derecho y Filosofía en la Universidad de Duke (EE. UU.), donde también ejerce como directora de la Iniciativa para la Ciencia y la Tecnología, Nita Farahany, es una destacada experta en cómo la tecnología y las biociencias afectan a la sociedad. De 2010 a 2017, formó parte del Comité Presidencial de Bioética de EE. UU.

¿Tenemos suficiente conocimiento científico sobre la COVID-19 como para poder usar un sistema de pasaportes de vacunación con la confianza de que evitará la propagación?

Los datos que tenemos de los estudios de la Universidad de Oxford (Reino Unido) y AstraZeneca y de los de Moderna son realmente limitados. Sugieren una posible reducción en la transmisión, pero no una eliminación de la propagación. Una persona puede vacunarse y no sufrir una carga grave de enfermedad si se contagia; de hecho, es posible que sea completamente asintomática, pero, aun así, podría transmitir el virus a otras personas. 

Tenemos información básica sobre cómo se van a empiezar a distribuir las vacunas. ¿Cómo podría un pasaporte de vacunación generar desigualdad?

Si la vuelta la normalidad se basa en el momento en el que se recibe la vacuna, eso podría reforzar aún más las desigualdades que ya han surgido. La confianza de las poblaciones minoritarias en la atención médica y en las instituciones sanitarias es muy baja en este momento. Condicionar su reincorporación a la sociedad en función de si reciban o no la vacuna es profundamente problemático cuando ya tienen esos niveles tan altos de desconfianza pública. Creo que eso erosiona la confianza aún más. Podría entorpecer el plan de vacunación, la asistencia sanitaria y la confianza en la sanidad y en la ciencia incluso más de lo que ya lo ha hecho.

Las personas que están dispuestas a vacunarse y que tienen niveles más altos de confianza o que pueden acceder antes a la vacuna, serán las primeras en conseguir trabajo cuando las empresas reabran. Tendrían el acceso directo a las escuelas y a cada una de estas diferentes actividades o entradas para eventos.  Al final, las profundas desigualdades que han surgido como parte de la pandemia tendrían mucho más impacto a largo plazo.

¿Existen precedentes históricos de limitar el acceso a los servicios como algunos proponen?

Se me ocurren las pruebas de alfabetización que alguna gente en el pasado ha intentado implementar como forma de eliminar el derecho al voto de toda una parte de la sociedad. Eso favorece aún más a aquellas personas que ya tenían acceso a mayores recursos para recibir una mejor educación. Ese tipo de pruebas de alfabetización al final fueron descartadas debido a la estratificación y a la exclusión que presentaban. 

¿No podríamos simplemente exigir a las personas que se vacunen?

La Autorización de Uso en Emergencia no es lo mismo que una aprobación regulatoria completa de un medicamento, dispositivo o vacuna, que solo se puede obtener después de que ese medicamento se haya estudiado durante un período más largo. Si la gente quiere optar por esperar y ver más datos, especialmente en un momento en el que la desconfianza pública es máxima y la confianza en los organismos sanitarios públicos se ha visto realmente desafiada durante esta pandemia, creo que deberíamos permitir que la gente espere sin sufrir las consecuencias de exclusión de la sociedad por su decisión.

Me imagino que una vez que lleguemos al punto en el que la vacuna contra la COVID-19 esté ampliamente disponible y tengamos muy buenos datos sobre su uso, es posible que necesitemos ponerla como un requisito. No estoy abogando por una prohibición absoluta del estado de vacunación. Sostengo que no debería ser una práctica generalizada. Aún no. Ahora no.

¿Cuándo deberíamos considerar abandonar las tecnologías o sistemas emergentes que anteriormente pensamos que podrían ser una solución?

Necesitamos una directiva que diga que no se puede usar el estado de vacunación como base para discriminar a las personas en su participación en el empleo, en las escuelas, en las actividades de ocio, hasta nuevo aviso. Se podría actualizar ese aviso adicional en cuanto tengamos mejores datos, cuando [las vacunas] obtengan la aprobación regulatoria completa, cuando estén distribuidas y completamente disponibles.

[En Estados Unidos] la Secretaría de Sanidad y Servicios Sociales puede definir los términos en los que la sociedad recibe o no la vacuna en este momento. Podrían emitir directrices para que no se pueda condicionar la participación en la sociedad en función del estado de vacunación, o un enfoque más específico al respecto: sería posible hacer algo así si se trata de las siguientes situaciones, y las restricciones están justificadas en esas circunstancias. 

Entonces, ¿cómo podemos equilibrar el regreso seguro a la vida antes de la COVID-19 protegiendo las libertades civiles?

Creo que los legisladores y políticos deberían pensar en cómo restaurar la confianza de los ciudadanos en la ciencia pública. Cuanta más confianza haya, más probabilidades hay de que la gente adopte el distanciamiento social, las mascarillas y otros procedimientos que pueden ayudarnos a llegar al otro lado de esta pandemia global. Las vacunas son una parte de eso, pero no son la respuesta completa. Trabajar para recuperar la fe pública de manera que las personas puedan respetar esos mecanismos multifacéticos para protegerse a sí mismas y a los demás significará que saldremos de esto mucho más rápido.

¿Qué les diría a aquellos que están dispuestos a ponerse la vacuna y tienen la posibilidad para recibirla y no ven un problema en requerir la vacunación para la participación cuando todo se vuelva a abrir de nuevo?

El tipo de sociedad en la que vivimos, el tipo de normas que se desarrollan y ese tipo de justicia de la sociedad es algo que realmente nos afecta a todos. Independientemente de si alguien esté o no en el grupo privilegiado esta vez, es posible que en la próxima no lo esté. Al principio de la pandemia, mucha gente decía cosas como, simplemente, hay que exigir a las personas más vulnerables que se queden en casa, y el resto de nosotros deberíamos poder seguir con nuestra vida tan contentos. Pero, resultó que todo el mundo estaba relacionado o conocía a alguien vulnerable, y que el virus no era tan discriminatorio como la gente esperaba o creía que era.

Nos estamos acercando mucho al punto en el que todos conocen a alguien afectado y nos damos cuenta de que no se trata de cuánto dinero tenga una persona ni de su nivel de educación. El hecho de que este tipo de tragedia pueda ocurrirnos a nosotros mismos o a alguien a quien amamos, debería animarnos a todos a entender que estamos juntos en esto. La única forma de salir de esto es si salimos todos juntos.

*Esta entrevista forma parte del Proyecto de Tecnología Pandémica de la Fundación Rockefeller.

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