La soledad del confinamiento ha hecho estallar este movimiento por su capacidad de conectar a las personas. Sus impulsores utilizan Instagram para mostrar sus creaciones por correspondencia, las cuales también se han convertido en una forma de activismo político para impulsar el voto
Los últimos dos años, Courtney Cochran estuvo organizando unas reuniones grupales en Nashville (EE. UU.) denominado Snail Mail Social Club. Antes de la pandemia de coronavirus (COVID-19), los miembros se reunían con papel y lápiz en mano para escribir cartas todos juntos. Cochran recuerda: "Fue un proyecto social divertido. Era un momento para conectar cara a cara con la gente".
Cuando las reuniones se volvieron imposibles por el coronavirus, una amiga le sugirió crear una versión pandémica. Así que abrió una cuenta de Instagram y se ofreció a conectar a posibles amigos por carta. Así nació Shut In Social Club.
La propuesta generó tanto interés que Cochran tuvo que elaborar hojas y formularios de Google para ayudar a emparejar a tantos amigos por correspondencia. Y cuando la Asociación Estadounidense de Personas Jubiladas publicó en su revista un artículo sobre los programas pandémicos de amigos por correspondencia, experimentó "una avalancha de los interesados". Cochran cree que ya ha emparejado a cientos de personas. Mientras hablamos, suspira al mirar las hojas: "¡Dios, todavía tengo que emparejar a mucha gente!"
Está claro que no hay nada nuevo en escribir cartas. Pero la combinación de las medidas de distanciamiento social y un año político inestable ha provocado que el acto tradicional de poner tinta sobre papel de repente resulte más atractivo que limitarse a enviar un correo electrónico o un mensaje de texto lleno de emojis. Más allá de los proyectos sociales impulsados por Instagram para las personas en cuarentena, la redacción de cartas se ha convertido en una forma de activismo retropolítico para animar a votar.
"Es un acto reflexivo y generoso"
El aislamiento que todos sufrimos durante el confinamiento ha sido el tema central en muchos de los proyectos de escritura de cartas que surgieron en los últimos meses. Por ejemplo, tres estudiantes intercambiaron ideas por Zoom sobre la creación de Dear Loneliness como un proyecto de arte interactivo en el que las personas escriben cartas sobre sus experiencias con el aislamiento y publican fotografías de ellas en esa página web para crear una galería de fuentes públicas en constante evolución.
Desde junio, Dear Loneliness ha reunido alrededor de 35.000 cartas. Su cofundadora Sarah Lao afirma: "Nos han sorprendido mucho las similitudes que hay entre algunas de ellas. Hemos leído bastantes cartas sobre Zoom, sobre las sofocantes cenas familiares, la importancia del sonido y de la música, sobre los cumpleaños y aniversarios y sobre conflictos racistas. Cuando miramos las nacionalidades de los autores, queda claro que todos somos más parecidos de lo que se esperaría en cuanto la manera en la que experimentamos la soledad".
Aunque antes de la pandemia, Instagram fue el hogar de muchas cuentas de arte por correo, el interés en escribir cartas y publicarlas online ha crecido últimamente. En un informe de abril sobre el impacto de la COVID-19 en el Servicio Postal de EE. UU. (USPS, por sus siglas en inglés), el 17 % de las personas afirmó haber enviado más cartas y postales de lo habitual. Más de la mitad de los encuestados coincidió en que enviar cartas ofrecía una conexión única con el destinatario.
La ávida escritora de cartas Caroline Weaver cuenta: "Es un acto reflexivo y generoso. No hay un control sobre el tiempo que tarda una carta en llegar a alguien. Hay una fe en que el universo llevará esta hermosa forma de comunicación a su destino".
Escribir, sellar, votar
Pero escribir cartas va de algo más que de nostalgia, conexión o capricho. Weaver, propietaria de la tienda de lápices en Nueva York (EE. UU.) y amante de la papelería durante toda su vida, siempre ha escrito cartas. Asegura que suele enviar alrededor de 40 cartas al mes y que con frecuencia publica el arte del correo postal en su cuenta de Instagram y en la de su tienda. Pero últimamente, ha estado enviando 100 cartas a la semana como una forma de activismo, a los miembros del Congreso de EE. UU. sobre el asesinato de Breonna Taylor, a sus familiares para animarlos a votar, etcétera. Incluso ha creado un documento de Google con las direcciones para facilitar que la gente envíe cartas a los políticos.
Las cartas tienen una ventaja sobre el envío de los formularios automatizados online, sostiene. "Ellos [el personal del Congreso de EE. UU.] no pueden ignorarlas. Pueden ignorar un correo electrónico, pero una carta la tienen que abrir, leer y pasarla por el registro".
En EE. UU. se ha convertido en un acto inherentemente político incluso el hecho de enviar correo que no sea explícitamente político.
El USPS siempre había tenido problemas económicos pero este año la situación ha empeorado. En mayo, Louis DeJoy fue nombrado director general de Correos, aunque nunca había ocupado un puesto en el servicio postal. Casi de inmediato, redujo drásticamente las horas extras, que, junto con las medidas de distanciamiento social, provocó retrasos generalizados (y, en muchas zonas, continuos) en la entrega de los envíos. Durante este año electoral en EE. UU., eso ha generado dudas y preocupaciones sobre el voto por correo en medio de la pandemia.
Un resultado ha sido el llamamiento a #savetheusps (salvar USPS) que anima a la gente a comprar más sellos y escribir más cartas. En abril, la artista de Brooklyn (EE. UU.) Christina Massey, creó el grupo de Instagram Artists for the USPS, que conecta a los artistas aficionados y los profesionales como parejas de correspondencia, todo como parte de un movimiento para apoyar el servicio de correos. Una persona iniciaría una obra de arte postal y luego la enviaría a un destinatario, quien la terminaría.
Escribir una carta se ha convertido en un acto patriótico, y la diputada del Congreso de Estados Unidos Alexandria Ocasio-Cortez llegó a proponer en su cuenta de Instagram un programa nacional de amigos por correspondencia (aunque aún por realizarse).
Mientras tanto, otros grupos han estado utilizando la escritura organizada de cartas para animar a los votantes a salir a las urnas en noviembre. En abril, una coalición de organizaciones progresistas creó el proyecto Big Send. La idea consiste en registrar a voluntarios para escribir cartas, sellarlas y guardarlas hasta finales de octubre, cuando serán enviadas en masa a los votantes de los estados disputados en todo el país.
Eso puede parecer una locura en 2020, ¿por qué no enviar mensajes de texto? ¿Correos electrónicos? ¿Incluso folletos? Especialmente en medio del caos de la entrega de correo.
El fundador de una de las organizaciones responsables de Big Send, Vote Forward, Scott Forman, responde: "Existe un entorno ruidoso de información. Cuando abrimos una carta y vemos que un conciudadano se ha preocupado tanto como para dedicar cinco minutos de su tiempo y 60 centavos para enviarnos una carta, que resulta respetuosa y personal, tiene un peso completamente diferente y parece más significativo".
Forman llevó a cabo su propio experimento para ver si funcionaba. En 2017, accedió a los registros públicos de votantes y escribió a mano 1.000 cartas a los votantes de Alabama (EE. UU.), animándoles a votar en unas elecciones especiales para un escaño en el Senado de EE. UU. Comparó las tasas de participación de votantes con un grupo de control de 6.000 personas que no recibieron sus cartas. El análisis no oficial de Forman muestra que las personas que recibieron las cartas tenían más probabilidades de votar.
Forman volvió a probar este método en las elecciones de 2018. Esta vez, trabajó con otros colegas y voluntarios para escribir las cartas desde sus casas. Los receptores de las cartas votaron con tasas mayores de "uno a tres puntos porcentuales", afirma, "lo que puede no parecer mucho, pero es bastante competitivo frente a otras iniciativas para obtener el voto".
Después de esta ronda de votación, Forman tendrá muchos puntos de datos para comparar. El responsable afirma: "Tenemos decenas de miles de usuarios y ahora los voluntarios escriben exponencialmente, alrededor de 140.000 cartas al día durante los últimos dos meses". El 9 de septiembre, Big Send anunció que habían alcanzado los cinco millones de cartas, con aproximadamente un mes para alcanzar su objetivo de 10 millones en total. Forman confía en que lo lograrán.
Gran parte de este tipo de actividad ha sido impulsada por Instagram, donde las historias y las publicaciones animan a los jóvenes a registrarse y a escribir cartas para llamar a votar.
No son solo cartas. Las postales también se están volviendo populares rápidamente como forma de activismo en Instagram. La iniciativa juvenil contra el cambio climático, el Movimiento Sunrise, tiene como objetivo enviar un millón de postales a los votantes (en el momento de esta publicación, sus postales están agotadas). Postcards to Voters es un esfuerzo similar, con un bot que envía las direcciones de los votantes a los escritores voluntarios. Según su fundador, Tony McMullin, hasta el momento se han enviado 660.000 postales y el grupo está en camino de superar los dos millones de postales enviadas en 2018.
Para él, las postales tienen unas ventajas obvias: "Cuestan sólo 35 centavos de dólar [por envío, en comparación con los 55 centavos de una carta estándar]. Creo que las postales son como un sándwich abierto: sabemos lo que hay dentro sin ningún esfuerzo. Y es que [la postal] no genera sospecha [como un correo basura]. Es menos intimidante. Se trata de un texto corto y no se tarda mucho en leerlo".
Al igual que Vote Forward, el grupo es mayoritariamente femenino. Se inclina más hacia las personas mayores, pero cuenta con un amplio espectro de edades, desde adolescentes hasta ancianos. Sus sesiones maratonianas en Zoom se han vuelto habituales, y se anima a los usuarios a publicar su trabajo en Instagram.
La calígrafa posiblemente más famosa de Instagram, Linda Yoshida, con 19.000 seguidores, ha estado enviando postales a los diputados estadounidenses desde 2017, embelleciéndolas con caligrafía hermosa y publicándolas en su cuenta de Instagram.
Se trata en parte de una estrategia. Yoshida detalla: "Espero que mis sobres caligrafiados destaquen en las salas de correo de Capitol Hill y hagan que los empleados los abran primero, y que mis postales para los votantes obtengan una segunda mirada en vez de tirarlas a la pila de correo basura".
Y eso es, al fin y al cabo, lo que hace que el correo postal sea probablemente más poderoso que un correo electrónico o un mensaje de texto. Durante esta divisiva campaña de elecciones agravada por la pandemia, la capacidad de conectarse es valiosa. Está disponible universalmente, es asequible y puede ser tan simple como una nota garabateada en una postal o tan complejo como una obra de caligrafía. Y con una rápida publicación en Instagram, representa una forma fácil y efectiva de impulsar un cambio de política mientras estamos encerrados en casa.
Según Weaver, "nunca hay que subestimar el poder de una palabra escrita. Es algo más importante que simplemente escribir cartas".