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Tecnología y Sociedad

'Racecraft', el arte de las tecnológicas de culpar a la raza del racismo

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Un análisis de 63 declaraciones recientes y proyectos de plataformas como Airbnb, Instagram, Facebook y TikTok muestra que las empresas tienden a responsabilizar a los negros de la discriminación racial en lugar de centrarse en abordar el racismo institucional y estructural que sufren constantemente

  • por Amber M. Hamilton | traducido por Ana Milutinovic
  • 11 Septiembre, 2020

El 31 de agosto, Airbnb lanzó una iniciativa llamada Project Lighthouse, con el objetivo de "detectar, medir y superar la discriminación" en la plataforma de alojamientos.  Para identificar la discriminación, Project Lighthouse analizará si la raza percibida de un arrendatario se correlaciona con las diferencias en la tasa o en la calidad de las reservas, cancelaciones o reseñas del usuario. Este proyecto surge en medio de una gran cantidad de declaraciones de solidaridad y cambios de políticas de la industria tecnológica en respuesta a los disturbios tras el asesinato de George Floyd el 25 de mayo por la policía de EE. UU.

Si bien estos gestos hacia la justicia racial pueden tener buenas intenciones, destacan un problema que arroja dudas sobre si los esfuerzos de la industria hasta la fecha pueden realmente combatir los sesgos raciales: la tendencia a considerar la raza en lugar del racismo como la causa de la discriminación.

Esta forma de pensar sobre la desigualdad se asocia al término "racecraft", acuñado por la socióloga Karen E. Fields y la historiadora Barbara J. Fields para describir "el terreno mental y las creencias dominantes" sobre la raza y el racismo en Estados Unidos. Aunque las autoras explican muchos aspectos del concepto, la idea básica consiste en que la idea de la raza forma más parte de las prácticas racistas que de las realidades biológicasRacecraftescriben, es como un "truco de un mago para transformar el racismo en la raza, exponiendo a las personas negras y sacando a las personas blancas del escenario".

Un buen ejemplo de eso se puede ver en la presentación de Airbnb sobre el Project Lighthouse, donde asegura que la empresa está "profundamente preocupada por las historias de algunos viajeros que fueron rechazados por los anfitriones de Airbnb durante el proceso de reserva debido al color de su piel". ¿Fueron esas personas realmente rechazadas por el color de su piel o porque sus potenciales anfitriones eran racistas?

El mismo fenómeno se observa este comunicado del CEO de Instagram, Adam Mosseri, en el que afirma que los esfuerzos de la plataforma para garantizar que se escuchen las voces negras "no se detendrán por las disparidades que las personas puedan experimentar únicamente por motivos raciales".

Según la definición de Fields y Fields, el racecraft es lo que permite a Airbnb e Instagram transformar un acto agresivo, el racismo, en una mera categoría: la raza. Por arte de magia la raza llega a ser considerada como el problema, lo que permite a las empresas liberarse de la responsabilidad por el racismo. También mantiene el seductor mito de que la abolición de las categorías raciales conducirá a la ansiada sociedad posracial que algunos esperaban que surgiera tras la elección de Barack Obama como presidente de Estados Unidos en 2008.

Sin embargo, la realidad con la que las empresas deben lidiar es que son las acciones racistas, no las categorías raciales, las que causan la discriminación.

Encontré algunas pruebas lingüísticas de racecraft en 63 documentos disponibles públicamente que recopilé y analicé de Airbnb, Facebook, Twitter, Instagram, TikTok y YouTube, todos publicados entre el 26 de mayo y el 24 de junio de este año. En este periodo marcado por la injusticia racial, estas empresas se mostraron reacias a utilizar la palabra "raza" y optaron por "diversidad".

Estas declaraciones (incluidas las de TikTok y Facebook) también se dirigen explícitamente a las personas negras con mucha más frecuencia que a las personas blancas con frases como "Apoyamos a la comunidad negra". En las 63 declaraciones se hace referencia a las personas y comunidades negras 241 veces, mientras que solo hay cuatro menciones a las personas blancas.

Al nombrar tan poco a los blancos, estas declaraciones normalizan la idea de que los blancos no tienen raza y que solo los oprimidos por la estructura racial deben tener algún interés en desmantelarla. Este lenguaje también sugiere que eliminar el racismo no requiere enfrentarse a los privilegiados por el racismo.

Esta crítica puede parecer quisquillosa, pero el lenguaje que se usa para hablar sobre racismo afecta la comprensión del problema y de las soluciones adecuadas. Como han señalado otros, por ejemplo, el término "tiroteo con policías implicados" es una expresión pasiva que resta importancia al uso de la fuerza letal por parte de los agentes, ocultando su papel en la violencia estatal. De la misma manera, el lenguaje en estas declaraciones de las empresas tecnológicas esconde el papel central que juegan los blancos y el racismo en las injusticias que sufren los negros.

Tal ofuscación se extiende a las soluciones que proponen las empresas. Project Lighthouse, por ejemplo, está diseñado para examinar a las personas (negras) que experimentan el racismo en Airbnb en lugar de investigar a las personas (blancas) responsables de perpetuarlo. De nuevo, este enfoque posiciona la raza, y no el racismo, como el problema a superar. Al centrarse en la raza como categoría, Airbnb ha inscrito los trucos mentales de racecraft en su proyecto.

Las empresas de tecnología y las plataformas de redes sociales deben ser conscientes de que la lucha contra el racismo no puede comenzar ni terminar con declaraciones de solidaridad ni con soluciones técnicas.

El cambio real empieza con el aumento del número de personas de grupos poco representados en los puestos directivos, algo que tanto Airbnb como Facebook se comprometieron a llevar a cabo en sus declaraciones. Pero las empresas tecnológicas no pueden considerar a los empleados negros como un recurso conveniente en tiempos de protestas raciales. Al elaborar sus declaraciones públicas, muchas de estas empresas confiaron en la ayuda de sus empleados negros. Todas las declaraciones de Twitter, por ejemplo, fueron escritas por grupos de empleados, pero, según informó Washington Post, este trabajo a menudo no se remuneraba, quedaba fuera de sus tareas habituales y tenía posibles efectos negativos para ellos.

Las declaraciones poco ambiciosas sobre diversidad e inclusión no abordan la antigua y duradera injusticia contra los negros que persiste en la sociedad estadounidense. La industria tecnológica debe debatir sobre el racismo de una manera que implique a los sistemas de poder y llamar la atención sobre la desigualdad sistémica y la injusticia racial a la que se enfrentan los negros. Solo entonces esta industria podrá crear soluciones que reduzcan el daño.

Seguramente veremos más declaraciones corporativas sobre justicia racial en los próximos meses. Pero, sin una mayor conciencia del fenómeno racecraft y sus daños, es probable que se repitan los mismos errores.

*Amber M. Hamilton es estudiante de doctorado en sociología en la Universidad de Minnesota (EE. UU.) y afiliada a Microsoft Research Social Media Collective. Su trabajo se centra en la intersección de raza y tecnología.

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