La semana pasada nos dejó uno de los mejores físicos de su generación y una de las mentes más brillantes del mundo. Para demostrar su talento y audacia, recopilamos algunos extractos de sus prolíficas colaboraciones y libros sobre un montón de temas, desde la ingeniería genética al libre albedrío
Freeman Dyson ha muerto a los 96 años. Era uno de los físicos más destacados de su generación, y también escribió mucho sobre las relaciones entre la ciencia, la tecnología y el mundo. En las décadas de 1970 y 1980, de vez en cuando escribía para The New Yorker, y, durante muchos años, fue colaborador frecuente de New York Review of Books. También escribió varios artículos para MIT Technology Review, incluida una serie de dos entregas sobre su papel en la Segunda Guerra Mundial.
Hemos elegido algunas citas de su prolífica obra que, aunque no representan todos sus intereses ni de lejos, sí dejan ver la gran mente viva y perceptiva que el mundo acaba de perder.
Sobre la carrera espacial, de una carta a su familia desde Inglaterra, el 1 de enero de 1958:
"No tengo nada original que decir sobre el Sputnik. Me alegra. Me parece claro que el Gobierno soviético no tiene la intención de lanzar bombas a nadie, pero sí pretende dominar la Tierra mediante un rápido crecimiento científico e industrial. A su vez, esto va a estimular a los estadounidenses a emprender proyectos importantes que no realizarían en otra situación. No hay duda de que la colonización de la Luna y de los planetas será uno de ellos. Espero que con el tiempo pueda participar en esto. Esa posibilidad me parece fascinante y esperanzadora".
Sobre la tecnología y la ideología, extracto de Disturbing the Universe (Molestando al Universo), publicado en The New Yorker, 6 de agosto de 1979:
"Los científicos no son las únicas personas que juegan con objetos intelectuales que de repente explotan y causan el colapso de los imperios. Los filósofos, profetas y poetas también lo hacen. A la larga, los medios tecnológicos que los científicos ponen en nuestras manos podrían ser menos importantes que los fines ideológicos para los cuales se utilizan estos medios. La tecnología es poderosa, pero no gobierna el mundo".
Sobre la ingeniería genética, de Infinite in All Directions (El infinito en todas las direcciones), 1985:
"No creo que los peligros teóricamente posibles de la ingeniería genética resulten reales. Creo que los beneficios serán grandes e importantes... En vez de destruir los bosques tropicales para dejar espacio a la agricultura, podríamos dejar los bosques en su lugar mientras enseñamos a los árboles a sintetizar una variedad de productos químicos útiles. Grandes áreas de tierras áridas podrían volverse fructíferas para la agricultura o para la industria bioquímica. No hay leyes físicas ni químicas que digan que las patatas no pueden crecer en los árboles".
Sobre el valor espiritual de la ciencia, de The Scientist as Rebel (El científico como un rebelde) publicado en New York Review of Books, 25 de mayo de 1995:
"Los historiadores que creen en la trascendencia de la ciencia han retratado a los científicos viviendo en un mundo trascendente del intelecto, superior a las realidades efímeras, sobornables y triviales del mundo social. Cualquier científico que afirme seguir tales ideales elevados es fácilmente ridiculizado como un farsante piadoso. Todos sabemos que los científicos, igual que los evangelistas y los políticos en la televisión, no son inmunes a las influencias corruptas del poder y del dinero. Gran parte de la historia de la ciencia, como la historia de la religión, está llena de luchas impulsadas por el poder y el dinero. Sin embargo, esta no es toda la historia. Los genuinos santos ocasionalmente tienen un papel importante, tanto en la religión como en la ciencia. Einstein fue una gran figura en la historia de la ciencia, y creía firmemente en la trascendencia. Para Einstein, la ciencia como una forma de escapar de la realidad mundana no era una excusa. Para muchos científicos menos talentosos que Einstein, la principal recompensa de ser científico no es el poder ni el dinero, sino la posibilidad de vislumbrar la belleza trascendente de la naturaleza".
Sobre la energía nuclear, de Imagined Worlds (Mundos imaginados), 1998:
"Escribieron las reglas del juego para que la energía nuclear no pudiera perder. Las reglas para la contabilidad de costes se redactaron de manera que el coste de la electricidad nuclear no incluyera las enormes inversiones públicas que se habían realizado para desarrollar la tecnología y fabricar el combustible. Las reglas para la seguridad de los reactores se escribieron para que el tipo de reactor de agua desarrollado por la Marina de Estados Unidos para propulsar los submarinos fuera seguro por definición. Las reglas sobre su cuidado del medio ambiente fueron redactadas de tal manera que la eliminación final del combustible gastado y de la maquinaria usada no se tomara en consideración. Con las reglas escritas así, la energía nuclear confirmó las creencias de sus promotores. Según estas reglas, la energía nuclear era realmente barata, limpia y segura. Las personas que escribieron esas reglas no tenían la intención de engañar a la sociedad. Se engañaron a sí mismas, y luego cayeron en el hábito de suprimir evidencia que contradecía sus firmes creencias".
Sobre la evolución y el libre albedrío, de Origins of Life (Orígenes de la vida), 1999:
"Como abuelo de dos gemelos idénticos de cinco años, todos los días veo el poder de los genes y los límites de ese poder. George y Donald son físicamente tan parecidos que no soy capaz de distinguirlos en la bañera. No solo tienen los mismos genes, sino que han compartido el mismo entorno desde el día en el que nacieron. Sin embargo, tienen cerebros diferentes y son personas distintas. La vida se ha escapado de la tiranía de los genes al desarrollar cerebros con conexiones neuronales que no están determinadas genéticamente. La estructura detallada del cerebro está formada en parte por los genes y por el entorno y en parte es aleatoria. Cuando los gemelos tenían dos años, pregunté a su hermano mayor cómo los diferenciaba. Él dijo: 'Oh, eso es fácil. El que muerde es George'. Ahora que tienen cinco años, George es el que corre para darme un abrazo, y Donald es el que mantiene la distancia. La aleatoriedad de las sinapsis en sus cerebros es el principio creativo que hace que George sea George y Donald sea Donald... George y Donald son personas diferentes porque su vida empezó con distintas muestras aleatorias del contenido neurológico en sus cabezas. Nunca se puede eliminar por completo ese contenido. Los adultos son solo un poco más racionales que los niños de cinco años. Si se elimina demasiado ese contenido se destruye el alma".