Las comunidades de fans ya no se limitan a consumir historias, hace años empezaron a crear sus propias versiones. Los autores 'fanfiction', principalmente adolescentes, no solo se ayudan de forma colaborativa a mejorar su narrativa, también se apoyan mutuamente para luchar contra el aislamiento que suelen sufrir
Cuando tenía 10 años era una chica solitaria y geek, una latina de primera generación que crecía en un pequeño pueblo de Indiana (EE. UU.). Fue entonces cuando descubrí la trilogía de fantasía de J.R.R. Tolkien, El Señor de los Anillos. Su mundo ricamente tejido de elfos, orcos y pequeños pero heroicos hóbbits que luchaban contra todo pronóstico para combatir a su poderoso enemigo me cautivó inmediatamente.
Solo había una cosa que no me gustaba: la falta de personajes femeninos. El principal equipo de aventureros que acompañaba al hóbbit protagonista en su aventura, Frodo, no tenía ni una sola chica. No solo me sentía excluida, como algunas veces en la escuela cuando mis profesores me decían que las chicas no solían ser buenas en matemáticas, también ofendió mi sentido de la equidad. ¿Acaso las niñas y las mujeres no podían tener aventuras y asumir desafíos arriesgados?
Así que me senté con un cuaderno y reescribí la historia: cambié el género de un par de personajes principales y añadí nuevas escenas, como aquella en la que una hobbit ideaba un inteligente plan para detener al Balrog, un horrible monstruo que laznó a uno de mis personajes favoritos, el mago Gandalf, a un pozo sin fondo.
"Nunca compartí ese cuaderno con nadie, pero si hubiera tenido comentarios constructivos sobre él, hubiera aprendido aún más sobre escritura".
Al reinventar el mundo de fantasía de Tolkien, creé un lugar donde alguien como yo se sentía como en casa. Escribir mi historia me dio tranquilidad. También fue consciente del esfuerzo que supone la creación de una narrativa. Nunca compartí ese cuaderno con nadie, pero si hubiera tenido comentarios constructivos sobre él, hubiera aprendido aún más sobre escritura.
Lo que entonces no sabía es que estaba participando en el movimiento fanfiction (ficciones de fans, o fanfic). Es decir, estaba escribiendo una historia nueva basada en personajes y escenarios de otro. El fanfiction tiene muchos precedentes literarios. Los personajes de El Paraíso Perdido de John Milton salieron de la Biblia. Las obras de Shakespeare actualizaban antiguos cuentos populares. Hoy en día, millones de jóvenes escriben y comparten fan fiction en varios sitios web. Ofrecen y reciben comentarios y se enseñan a escribir unos a otros. No solo aprenden sobre escritura, también crean su comunidad, forman su identidad y exploran nuevas tendencias que aún no han encontrado una aceptación masiva.
A raíz de las investigaciones que mi colega de la Universidad de Washington (EE. UU.) Katie Davis y yo hemos llevado a cabo, creemos que el fan fiction podría ser algo más que una fuente de apoyo y autoexpresión para los niños solitarios. También podría ser una herramienta importante en la educación formal.
Desafiar estereotipos
En los últimos 20 años, se han escrito y publicado textos con más de 60.000 millones de palabras de fan fiction en Fanfiction.net, lo que representa el registro más grande del mundo de ficciones de fans. Sus 10 millones de miembros han creado colectivamente un corpus que equivale a las tres cuartas partes del tamaño de toda la ficción publicada en inglés. Esta avalancha de creatividad ha sido creada principalmente por jóvenes, con una media de 15 años y medio de edad.
Katie y yo llevamos analizando estos sitios desde 2013, cuando escuchamos una noticia que afirmaba que los jóvenes no sabían escribir. Aquel estudio afirmaba que todo lo que eran capaces de hacer se resumía en crear textos cortos mal escritos. Ambas teníamos familiares adolescentes que desafiaban este estereotipo. Los jóvenes que conocíamos eran buenos escritores y ávidos lectores. También participaban bastante en las comunidades online y en el fan fiction. Esta aparente contradicción, respaldada por mi propia experiencia de la infancia, nos pareció un terreno fértil para la investigación.
Reclutamos a cuatro estudiantes para en el proyecto y comenzamos seleccionando tres fandoms (o conjuntos de aficionados a un mismo tema), que representan una variedad de géneros y tipos: un libro, un dibujo animado y un programa de televisión. Como libro elegimos Harry Potter, la popular serie de fantasía para jóvenes adultos, en parte porque es probablemente la obra con un mayor fan fiction asociado, con más de 800.000 historias registradas en un solo sitio. También decidimos analizar My Little Pony: Friendship Is Magic (My Little Pony: La magia de la amistad), una serie de televisión de dibujos animados de fantasía para niños, y Doctor Who, un programa de televisión de ciencia ficción que existe desde 1963. Era importante que al menos dos de nosotros estuviéramos profundamente familiarizados con cada fandom, y que este fuera lo suficientemente popular como para ofrecernos bastante material para el estudio.
Empezamos leyendo las ficciones de los fans e interactuando con los autores, y cada uno de nosotros escribíamos y publicábamos nuestros propios fanfic. En nuestros perfiles explicamos que éramos investigadores y admiradores de las comunidades que estudiábamos. Como grupo, pasábamos de 10 a 20 horas a la semana inmersos en estas comunidades. Al final, cada uno de los participantes dedicamos más de 1.000 horas de trabajo de observación y recopilamos varios cientos de páginas de apuntes y notas de campo. También entrevistamos a distintos autores, tanto de manera formal como informal.
Descubrimos que la principal razón por la que los autores escribían fan fiction era porque les gustaba. Todos creían que eso les había ayudado a convertirse en mejores escritores, y nosotros mismos pudimos comprobar su evolución. Tenían muy claro que el apoyo de otros miembros de la comunidad era esencial. Así nos lo explicó una autora anónima:
Cuando tenía 13 años estaba enamorada de un personaje de ficción. Mis escritos estaban llenos de frases como "hermosas orbes cerúleas", "varones musculosos", y cosas por el estilo. Los revisores fueron suficientemente amables para ser positivos ante las publicaciones de una fangirl aficionada, principalmente porque también les gustaba el mismo personaje, pero también señalaron mi uso de clichés y demasiadas descripciones. Como resultado, aprendí a reconocer este tipo de mala escritura. Ahora, he publicado obras de ficción original, y nadie me ha criticado por tener un estilo narrativo demasiado florido. Creo que, si un profesor simplemente hubiera tachado con su lápiz rojo mis garabatos infantiles, me hubiera desanimado tanto que no hubiera vuelto a escribir nunca más.
La cuestión de privacidad nos impide citar directamente las historias escritas por los autores a los que entrevistamos, pero un ejemplo bien conocido muestra lo mala que puede ser la fan fiction. My Immortal, que algunos consideran "la peor fan fiction jamás escrita" (podría ser una parodia o no), es un fanfic de Harry Potter publicado en 2006 en Fanfiction.net:
Hola, mi nombre es Ebony Dark'ness Dementia Raven Way y tengo el pelo largo y negro como ébano (así es como obtuve mi nombre), con mechas moradas y puntas rojas que llegan a la mitad de mi espalda y gélidos ojos azules como lágrimas límpidas... Soy una vampira, pero mis dientes son rectos y blancos. Tengo la piel blanca y pálida. También soy una bruja.
Muchos de los autores con los que hablamos admitieron que cuando empezaron, eran unos escritores terribles, pero mejoraron lo suficiente como plantearse la idea de escribir profesionalmente. Uno de ellos nos dijo:
El fan fiction fue lo que me motivó a escribir en primer lugar... ahora soy estudiante de primer año de universidad, a la que me presenté con fragmentos de mi trabajo online. Quiero especializarme en escritura creativa, concretamente en ficción, y el fan fiction y su comunidad me han ayudado más que nadie con mi estilo y habilidad de escribir, y con mis capacidades de revisión / edición. Colaborar con una comunidad tan grande, que podría ser una experiencia extraña para muchos que empiezan sus estudios universitarios, para mí es casi una rutina diaria.
Descubrimos que los autores de fan fiction no solo escribían ficciones originales, también aprendían lecciones de la vida, lo que les volvía más tolerantes y dispuestos a ayudar a los demás. Algunos aseguraron que su mente se había vuelto más abierta y que habían recibido apoyo emocional que les ayudó a superar los traumas de la adolescencia y a encontrar su identidad. Esto es lo que afirmaron tres de ellos:
Cuando empecé a escribir fan fiction tenía 13 años. Era una alumna de secundaria autista y rara que todavía no se había dado cuenta de cómo era. Tuve dificultades con muchas de las situaciones sociales que surgían naturalmente para otras personas de mi edad, y quedé aislada de mis compañeros de la escuela. Para mí, las comunidades de fan fiction fueron un desahogo social vital.
Estuve más de un año dedicándome a escribir y leer mucho fan fiction, y conseguí algunas cosas de las que todavía estoy muy orgullosa. Eso definitivamente influyó en quién soy. Estoy más dispuesta y capacitada para ayudar a otros escritores con su trabajo, soy menos crítica con fan fictions y muchas otras cosas, ¡y desde luego que he aprendido mucha gramática!
Ha sido un gran impulso de confianza que me ayudó a acabar la universidad sin rendirme y todavía me ayuda hoy en día si tengo algún bajón.
"Creo que, si un profesor simplemente hubiera tachado con su lápiz rojo mis garabatos infantiles, me hubiera desanimado tanto que no hubiera vuelto a escribir nunca más".
El objetivo de nuestra investigación consistía en aprender más sobre la colaboración entre los autores de fanfic. Esperábamos encontrar tutores tradicionales en los autores de mayor edad o más experimentados siendo lectores beta para otros más jóvenes o menos experimentados.
Pero nos encontramos con algo totalmente distinto. Millones de autores y lectores se comunicaban a través de múltiples canales, incluido Skype, grupos oficiales de lectores beta, grupos de usuarios de fan fiction y otras plataformas de mensajería y redes sociales, así como comentarios de texto. Las opiniones individuales solían ser demasiado breves para representar una guía por sí solas, pero el conjunto, especialmente cuando los revisores se basan en los comentarios de los demás y hacen referencia a ellos, da como resultado una nueva forma de tutoría de red que denominamos "tutoría distribuida". Permite a los autores crear una opinión general de su escritura que resulta alentadora y también constructiva. Muchos autores sienten que sus revisores los animan y educan. Un joven nos lo explicó así:
En relación a las tutorías, solo quiero añadir que se trata de un ciclo completo para mí. Cuando una chica [me envió un mensaje privado] pidiéndome consejo, me di cuenta de que yo antes era como ella. En el pasado, escribía tan mal que la gente me criticaba con mucha razón. Afortunadamente, tuve personas que me empujaron hacia arriba y me aconsejaron para ayudarme a convertirme en el autor que soy ahora, así que me pareció muy importante hacer lo mismo por ella.
Una cualidad clave de la tutoría distribuida es su abundancia. Los autores que han escrito tanto trabajos publicados tradicionalmente como fan fiction han notado que en una semana suelen recibir más comentarios sobre sus fanfics que los que reciben en años sobre cualquier otra creación. Es una diferencia no solo de cantidad, sino también de forma. Un simple comentario del tipo "Me encantó" no tiene tanta importancia. Sin embargo, si un escritor recibe docenas o cientos de comentarios similares, se convierten en una guía valiosa.
Una cura contra la soledad
Creemos que la tutoría distribuida podría usarse para ayudar a mejorar la educación formal de escritura en las escuelas. El informe más reciente de la Evaluación Nacional del Progreso Educativo de EE. UU. señala que el 73 % de los alumnos estadounidenses entre los ocho y los 12 años carecen de conocimientos sobre escritura. La investigación ha demostrado que las habilidades de escritura pueden mejorar significativamente durante la adolescencia, y la popularidad de escribir fan fiction en ese grupo de edad muestra la oportunidad para su uso como herramienta de aprendizaje.
Los alumnos de todo el país con similares intereses podrían conectarse entre sí para ofrecer y recibir comentarios anónimos o con seudónimos sobre lo que escriben. Los profesores podrían controlar los canales para garantizar que la comunicación resulte constructiva, y ayudar a los estudiantes a aprender de ella.
Si este trabajo se demasiado costoso para los profesores, el control vertical podría ayudar. En otras palabras, los propios usuarios informarían sobre comentarios negativos o abusivos, y unos moderadores voluntarios decidirían cuáles eliminar, y los profesores solo intervendrían en casos necesarios. Esta técnica se usa en muchas grandes comunidades online, y la mayoría de los adolescentes la conocen.
Este vasto y vibrante recurso para niños que tienen algo que decir es especialmente importante para mí cuando lo comparo con el aislamiento y la soledad a los que tuve que enfrentarme en mi juventud. El fan fiction es un universo privado que se ha convertido en una comunidad acogedora, especialmente para los grupos marginados. En él, los jóvenes se aconsejan mutuamente para convertirse en escritores hábiles y lectores reflexivos, y lo hacen cuando quieren y en sus propios términos. Los adultos deberían prestar atención y aprender algo de ellos.