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Espacio

Los satélites de internet agravarán aún más la saturación del espacio

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Varias empresas planean lanzar megaconstelaciones que compartirán hábitat con la imparable basura espacial. Satélites muertos, restos de cohetes y escombros de colisiones amenazan a los satélites operativos, los vuelos espaciales tripulados e incluso a la Estación Espacial Internacional

  • por Mark Harris | traducido por Ana Milutinovic
  • 03 Abril, 2019

Cuando la India derribó uno de sus propios satélites con un misil esta semana, el administrador de la NASA Jim Bridenstine no quedó demasiado impresionado. El responsable advirtió: "Crear campos de escombros intencionadamente no está bien... Si destruimos el espacio, no lo recuperaremos". Bridenstine se refería al creciente problema de la basura espacial: satélites muertos, restos de cohetes y escombros de colisiones anteriores que amenazan a los satélites operativos, a los vuelos espaciales tripulados e incluso a la Estación Espacial Internacional.

Todavía es demasiado pronto para tener datos suficientemente buenos sobre la nube de escombros de la prueba antisatelital de la India, y las empresas de seguimiento controlarán de cerca esa área. El Pentágono tiene el ojo puesto en 250 piezas de basura espacial, dijo un funcionario a Reuters. Pero, aunque es probable que la colisión haya creado una nube de fragmentos de metal, ocurrió a una altitud relativamente baja. La mayoría de estos fragmentos descenderá hacia la atmósfera de la Tierra en unos meses.

Y aunque Bridenstine no estaba tan contento con la prueba de la India, las preocupaciones actuales de los expertos en desechos espaciales son bastante mayores. Lo que les quita el sueño son las "megaconstelaciones" de satélites que esperan subir aún más arriba, y que probablemente causarán problemas mucho más importantes y persistentes.

Alrededor de la mitad de todos los residuos espaciales actuales provienen de solo dos sucesos: una prueba antisatelital realizada en 2007 por el Gobierno chino y una colisión accidental entre dos satélites en 2009. Pero varias empresas planean que la órbita baja de la Tierra esté mucho más concurrida. Por ejemplo, la start-up de satélites OneWeb quiere poner en órbita unos 900 satélites pequeños para proporcionar conexiones de banda ancha a internet en lugares donde actualmente no está disponible. Mientras tanto, SpaceX ha obtenido la aprobación para distribuir 12.000 satélites que atraviesen la órbita terrestre baja y muy baja. Otras empresas, como Telesat y LeoSat, tienen planes similares a menor escala.

Esta repentina afluencia de recién llegados al espacio podría causar serios problemas. En un documento presentado el pasado octubre durante el 69º Congreso Internacional de Astronáutica en Bremen (Alemania) el investigador de la Corporación Aeroespacial Glenn Peterson calculó el efecto de introducir miles de satélites para comunicaciones, vigilancia y observación de la Tierra en la órbita terrestre baja donde se encuentra la mayoría de la basura espacial.

Si todas esas megaconstelaciones se lanzaran, Peterson descubrió que las tecnologías de control actuales generarían más de 67.000 "alertas de colisión" cada año. Los operadores tendrían que elegir si realizar cientos de maniobras satelitales de precaución cada día, o correr el riesgo de una pequeña posibilidad de colisión.

En enero, la start-up de imágenes de radar de apertura sintética Capella eligió mover su único satélite, Denali, ante una posible "conjunción" con un CubeSat comercial. "La probabilidad de una colisión aumentó un 12 %. Era un gran riesgo y lo tomamos muy en serio", asegura el CEO de Capella, Payam Banazadeh.

Fue la primera vez que Capella usó el propulsor de Denali, y todo el proceso duró varios días. Las futuras maniobras serán más rápidas, pero seguirán afectando a los resultados de la compañía, especialmente si tienen que hacer varias al día, explica Banazadeh: "En vez de recopilar imágenes en un área determinada, está cambiando su órbita, gastando energía y recursos para realizar esa maniobra, y luego también lleva tiempo comprobarlo todo después".

Pero basta con que una alerta correcta no sea tomada en serio para que suceda una catástrofe. La "conjunción" de 2009 entre un satélite de comunicaciones Iridium y un satélite ruso inactivo "podía haberse previsto, pero el valor de esa probabilidad no se destacó especialmente frente a las otras conjunciones a las que se enfrentó Iridium ese día", escribe Peterson.

Nadie está sugiriendo que Iridium optara por no mover el satélite para ahorrarse dinero o extender su vida operativa, pero el entorno orbital está cada vez más concurrido y es más competitivo. Banazadeh afirma: "Que yo sea un buen guardián del espacio no significa que los demás también lo sean. Puede que solo hagan falta un par que lo hagan mal para empeorar las cosas para todos".

El mejorado radar con base terrestre, conocido como The Space Fence, debería llegar pronto a la Red de Vigilancia Espacial de EE. UU. Con él la precisión de las predicciones sobre las posibles colisiones debería mejorar. Pero la tecnología es un arma de doble filo, señala Peterson. Donde los radares actuales solo pueden rastrear de manera confiable las 20.000 piezas de basura espacial de más de 10 centímetros, los futuros sensores revelarán fragmentos de hasta dos centímetros de tamaño, por lo que podrían localizar hasta 200.000 de ellos.

Peterson calcula que, aunque todos los objetos se rastrean con precisión, las constelaciones más grandes todavía generarán varios centenares de alertas falsas cada año. Algunos operadores podrían verse tentados a arriesgarse a una colisión poco probable contra algo del tamaño de un tornillo, incluso aunque la pieza viaje a más de 30.000 kilómetros por hora.

"En este momento, no existen reglas internacionales que se puedan aplicar correctamente, en todos los países y para todas las compañías. Hay mucha autorregulación, y eso en el espacio es realmente peligroso", concluye Banazadeh.

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