EE. UU. cree que la inteligencia artificial le convertirá en líder de la industria militar, así que se está planteando aumentar el control sobre sus exportaciones con esta tecnología, principalmente hacia China. Pero la medida podría perjudicar a sus propias empresas y beneficiar al país asiático
Estados Unidos y China siguen luchando por convertirse en la superpotencia líder en inteligencia artificial (IA). Las aparentes apuestas son altas: el vencedor no solo obtendría beneficios económicos masivos, también podría adquirir una nueva ventaja militar. Como dijo en 2017 el presidente ruso, Vladimir Putin: "Quien se convierta en el líder de la IA se convertirá en el gobernante del mundo".
Aunque no todos los expertos están de acuerdo, y la mayoría de investigadores de IA no se ven dentro de una carrera armamentística, eso no ha impedido que los líderes de ambos países aumenten rápidamente sus ofensivas. El pasado 19 de noviembre, EE. UU. realizó uno de sus movimientos más agresivos al proponer aumentar sus restricciones a las exportaciones de tecnología.
El Departamento de Comercio de EE. UU. mantiene una lista de tecnologías delicadas desde el punto de vista militar que requieren una licencia especial para salir del país. Ahora planea añadir a la lista, entre otras cosas, una serie de herramientas y técnicas fundamentales de inteligencia artificial, como las redes neuronales y el aprendizaje profundo, el procesamiento de lenguaje natural, la visión artificial y otros sistemas expertos. Estos productos son básicamente para el consumidor, como el iPhone con Siri, la Roomba con visión artificial, los coches autónomos y Watson de IBM.
Para ser claros, el Gobierno no propone un bloqueo general. El "aviso anticipado de la reglamentación" propuesta por el Departamento de Comercio es solo una consulta de opinión pública. El departamento afirma que utilizará los comentarios "para determinar si existen tecnologías emergentes específicas" dentro de cada categoría que merecerían restricción.
No obstante, el alcance de la lista es sorprendente. "La mayoría de los analistas esperaban que las tecnologías de inteligencia artificial se sumaran a la lista. Lo sorprendente es el amplio abanico que han incluido. Casi parece una estrategia de 'todo incluido' en cuanto los productos modernos de IA". , cuenta el director del Proyecto de Tecnología, Economía y Seguridad Nacional del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, EE.UU.), R. David Edelman. Y añade. "Lo realmente sorprendente aquí es la afirmación de que la IA es una tecnología esencialmente militar".
A Edelman le preocupa que, si las restricciones se manejan mal, podrían causar un "daño colateral" grave a las empresas estadounidenses. Compañías como Apple y Google, por ejemplo, que confían en China para una gran parte de sus ganancias, podrían verse obligadas a reducir sus esfuerzos de inteligencia artificial para evitar el largo proceso de control de exportaciones. Las compañías más pequeñas que no pueden manejar los altos costes de cumplimiento podrían cancelar la expansión internacional.
"La medida tiene la intención de ayudar a las compañías estadounidenses a ser más competitivas. Lo irónico es que es muy probable que acabe dando una ventaja considerable a las compañías chinas en este campo de juego, las cuales no se enfrentan esas mismas restricciones", explica Edelman.
Las técnicas de inteligencia artificial pueden tener innumerables usos, por lo que a los reguladores les podría costar definir una línea clara entre las herramientas que tienen aplicaciones militares y las que no. Además, como este campo avanza tan rápido, la lista debería actualizarse constantemente; lo que un día es tecnología puntera podría convertirse en algo como Alexa en solo unos años. "La mayoría de las tecnologías planteadas en esa lista son lo que yo consideraría computación de propósito general para la próxima década", sostiene Edelman.
Las restricciones también podrían afectar a las universidades estadounidenses, que se benefician de una afluencia de talento extranjero, añade Edelman. Según la definición que establezca el Departamento de Comercio, el término "exportar" podría incluir la colaboración con los investigadores extranjeros. Las universidades mal equipadas para sobrellevar el proceso de control de exportaciones ya no podrían sostener programas de investigación de IA.
Finalmente, explica Edelman, las restricciones pueden resultar poco prácticas porque gran parte de la investigación actual se hace bajo código abierto y es altamente colaborativa a nivel internacional. "En algunos casos, tratar de controlar aspectos de cómo se utiliza la IA puede ser positivo, pero controlar y limitar la proliferación de la informática de propósito general de la próxima década es algo que está condenado al fracaso".
En el lado positivo, el experto cree que "en realidad, el Gobierno de EE. UU. está pidiendo ayuda". El Departamento de Comercio del país sigue intentando comprender mejor cómo afectará la propuesta a los consumidores, a las empresas y al mundo académico. Es probable que haya varias revisiones antes de que las regulaciones entren en vigor.