
Una tarde de otoño observé cómo un cartel electrónico frente a la estación de metro Broadway-Lafayette, en Manhattan (Nueva York, EE UU), alternaba sin esfuerzo entre un anuncio de maquillaje y otro que promocionaba el sitio Pickyourbaby.com. La web promete a futuros padres la posibilidad de usar pruebas genéticas para influir en los rasgos de su bebé, desde el color de ojos y cabello hasta el coeficiente intelectual.
Dentro de la estación, cada superficie estaba cubierta de publicidad: bebés en los tornos, en las escaleras, en pancartas colgantes. “Piénsalo. Maquillaje y después optimización genética”, celebraba Kian Sadeghi, fundador de Nucleus Genomics, la startup detrás de la campaña. Para él, ambas cosas deberían ser igual de accesibles.
Nucleus es una joven empresa de software genético que asegura poder analizar pruebas en embriones de fecundación in vitro para calificarlos según 2.000 rasgos y riesgos de enfermedad, permitiendo a los padres elegir unos y descartar otros. Esto es posible porque nuestro ADN nos define, a veces de manera determinante. Como recordaba una de las pancartas del metro: “La altura es 80% genética”.
Al día siguiente del lanzamiento, Sadeghi y yo intercambiamos comentarios en X. Él presumía de una app que permite a los padres seleccionar rasgos como color de ojos y cabello. Le respondí que todo sonaba demasiado parecido a Uber Eats: otro futuro sin fricciones ideado por emprendedores, pero esta vez para “pedir” un bebé.
Esa noche acepté reunirme con él bajo una pancarta que decía: “El coeficiente intelectual es 50% genético”. Apareció con una chaqueta acolchada y me adelantó que la campaña pronto llegaría a 1.000 vagones. Hace poco, esta tecnología era tema de conversación reservado en cenas de Silicon Valley. Ahora, según Sadeghi: “Mira las escaleras. Todo el metro es optimización genética. Lo estamos llevando al mainstream”, afirmó. “Quiero decir, lo estamos normalizando, ¿verdad?”.
¿Normalizando qué, exactamente? La posibilidad de elegir embriones según rasgos predichos podría derivar en personas más sanas. Pero los atributos mencionados en el metro (altura e inteligencia) orientan la atención pública hacia decisiones cosméticas e incluso discriminación abierta. “Creo que la gente va a leer esto y darse cuenta: wow, ahora puedo elegir. Puedo tener un bebé más alto, más inteligente, más saludable”, dice Sadeghi.
Nucleus obtuvo financiación inicial de Founders Fund, firma conocida por sus apuestas a contracorriente. Y la puntuación embrionaria encaja: es un concepto impopular, y los grupos profesionales advierten que las predicciones genéticas no son fiables. Hasta ahora, las principales clínicas de fecundación in vitro se niegan a ofrecer estas pruebas. Los médicos temen, entre otras cosas, que generen expectativas irreales. ¿Qué pasa si el pequeño Johnny no obtiene lo que prometía su puntuación embrionaria?
El bombardeo publicitario busca sortear a esos guardianes: si una clínica no acepta ordenar la prueba, los futuros padres pueden llevar su negocio a otro lugar. Otra empresa del sector, Orchid, recuerda que la alta demanda del consumidor impulsó las primeras incursiones de Uber en mercados regulados. “Los médicos están siendo empujados hacia su uso, no porque quieran, sino porque perderán pacientes si no lo hacen”, señaló Noor Siddiqui, fundadora de Orchid, en un evento online en agosto.
Sadeghi prefiere compararse con Airbnb. Aspira a conectar clientes con clínicas, convirtiéndose en un “funnel” digital que ofrezca una “mejor experiencia” para todos. Destaca que los anuncios de Nucleus no mencionan ADN ni detalles técnicos del método de puntuación. No es el objetivo. En publicidad, se vende el atractivo, no el producto. Y en la campaña de Nucleus, lo que seduce son la altura, la inteligencia y los ojos claros.
Esto plantea la duda: ¿deberían permitirse estos anuncios? De hecho, Sadeghi me contó que la Autoridad Metropolitana de Transporte (MTA) objetó partes de la campaña. Por ejemplo, no permitió anuncios con mensajes como “Ten una niña” o “Ten un niño”, aunque es sencillo identificar el sexo de un embrión mediante pruebas genéticas. La razón: una política que prohíbe usar infraestructuras públicas para promover “discriminación odiosa” contra clases protegidas, como raza, religión y sexo biológico.
Desde 2023, Nueva York también incluye altura y peso en su ley antidiscriminación, con la idea de “erradicar sesgos” relacionados con el tamaño corporal en vivienda y espacios públicos. Entonces, no sé por qué la MTA permitió que Nucleus declarara que la altura es 80% genética. (El departamento de publicidad de la MTA no respondió a las preguntas). Quizá porque la frase es una afirmación factual, no una llamada explícita a la acción. Pero todos sabemos qué implica: elegir al alto y dejar al bajito en el congelador de la fecundación in vitro, para que nunca nazca.





