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Biotecnología

El fármaco más caro del mundo ilustra el fracaso del sueño de la terapia génica

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Cuesta un millón de dólares y solo ha sido aplicado una vez. Este tipo de terapias son costosas de desarrollar y regular, y más aún de rentabilizar por la falta de pacientes

  • por Antonio Regalado | traducido por Teresa Woods
  • 06 Mayo, 2016

El fármaco más caro de la historia está generando un despilfarro de dinero que no se revierte en los pacientes. De hecho, sólo ha sido comprado y empleado comercialmente una vez desde su aprobación en 2012.

El medicamento en cuestión es alipogén tiparvovec, más conocido por su nombre comercial, Glybera. Se trata de un fármaco ampliamente aclamado como la "primera terapia génica" del mundo occidental y cuya aprobación ayudó a desencadenar una explosión de inversiones y expectación para los tratamientos que corrigen el ADN.

Pero cuando la médica berlinesa Elisabeth Steinhagen-Thiessen quiso administrar Glybera el pasado otoño, no resultó tan sencillo. Dice que tuvo que preparar una solicitud del grosor de "una tesis doctoral" para los reguladores alemanes y después llamar personalmente al CEO de DAK, una de las principales aseguradoras médicas de Alemania para pedir que costearan el precio de un millón de dólares (unos 900.000 euros).

El pasado mes de septiembre, Steinhagen-Thiessen administró 40 inyecciones a una mujer de 43 años de edad que padecía un trastorno ultrarraro llamado deficiencia de lipoproteinlipasa, que impide procesar correctamente la grasa. Steinhagen-Thiessen describe su experiencia con la dolencia: "Sacas sangre que te quedas asombrada, no hay sangre roja, es totalmente de color crema". Un síntoma de esta enfermedad son unos debilitantes dolores abdominales. Su paciente ha sido hospitalizada más de 40 veces.

Una dosis de Glybera contiene billones de virus que alojan copias correctas del gen de la lipoproteína lipasa. Y Steinhagen-Thiessen asegura que el tratamiento administrado en el Hospital Universitario Charité en Berlín (Alemania) fue un éxito. La paciente no ha vuelto a la sala de urgencias desde que recibió el tratamiento y ahora vive, según la doctora, "cómo tú y como yo".

Pero este único uso del fármaco no hace más que demostrar que Glybera es un fracaso. El problema es su sobrecogedor precio de un millón de dólares (nos 870.000 euros), la falta de candidatos y las dudas acerca de su eficacia.

La empresa que desarrolló Glybera, UniQure, con sedes en Ámsterdam (Holanda) y Massachusetts (EEUU), canceló el otoño pasado sus planes de buscar su aprobación en Estados Unidos y ha delegado las ventas europeas a la farmacéutica italiana Chiesi Farmaceutici, que califica la venta del fármaco como "complicada".

El CEO de UniQure, Dan Soland, cuenta: "Creo que hemos aprendido muchísimo acerca de qué hacer y qué no hacer, pero comercialmente no ha sido un éxito. Todavía consume muchos de los recursos de la empresa". La compañía ahora se ha centrado en el desarrollo de otras terapias génicas, incluida una para tratar la hemofilia.

Cómo Glybera se convirtió en un pozo de dinero representa un ejemplo para la era de la terapia génica, una tecnología resurgente que ha estado atrayendo el interés de los inversores por su potencial para curar raras enfermedades hereditarias con arreglos del ADN del paciente. Una única dosis puede modificar las instrucciones genéticas dentro de las células de una persona de maneras que duran muchos años, o incluso una vida entera.

Además de Glybera, existe al menos un tipo de terapia génica aprobada en China para combatir el cáncer al añadir un gen a los tumores. Y hacia finales del año pasado Amgen ganó la aprobación en Estados Unidos para Imlygic, que emplea el virus del herpes para reducir el tamaño del cáncer de piel.

La gran promesa de este tipo de terapias es revertir enfermedades genéticas hereditarias, y más tratamientos llegarán al mercado en breve. En abril, las autoridades europeas dieron luz verde provisional a una terapia para el síndrome de inmunodeficiencia combinada severa, que será comercializada por GlaxoSmithKline. Y para 2017, según las expectativas de los discapacitados, una empresa de Filadelfia (EEUU) llamada Spark Therapeutics podría ganar la aprobación en Estados Unidos para un arreglo genético que revierte parcialmente un tipo determinado de ceguera. Como el trastorno metabólico que trata Glybera, ambas enfermedades son extremadamente raras. GlaxoSmithKline calcula que al año sólo se identifican 14 casos del síndrome de inmunodeficiencia combinada severa en toda Europa.

La mezcla de enfermedades poco comunes con tecnologías nuevas que sólo necesitan administrarse una única vez podría provocar esos precios exorbitantes. Los analistas afirman que el tratamiento de Spark Therapeutics podría costar unos 500.000 dólares (unos 435.000 euros) por ojo. Y con casi 670 ensayos de terapia genética en curso, y 68 de ellos en la etapa final (conocida como la Fase III), se está volviendo "urgente" entender cómo se pagarán estas terapias, según el consultor de la Alianza para la Medicina Regenerativa, un grupo comercial, Morrie Ruffin. El sistema actual "no fue establecido con este tipo de productos en mente", afirma.

Los ejecutivos de GlaxoSmithKline dicen que no esperan cobrar nada parecido a un millón de dólares. Pero con 35.000 millones (unos 30.500 millones de euros) en ingresos cada año, no necesitan depender de la terapia genética para generar beneficios. "Desde una perspectiva únicamente de negocio y beneficios, representa un reto", según el director de Desarrollo de Terapias Genéticas de GlaxoSmithKline, Sven Kili. "Es un único tratamiento que dura indefinidamente y los pacientes no vuelven. Y no existen demasiados. No es algo que vaya a lograr que un inversor de capital riesgo salte de alegría". Afirma que GlaxoSmithKline está pensando en un precio que está "muy por debajo" de lo que podría esperar la gente para una terapia "de una vez en la vida" y "para nada parecido" al de Glybera.

No hay duda de que la aprobación de Glybera en 2012 fue importante. Demostró que la terapia génica, que antes se consideraba demasiado arriesgada, podía resultar segura y estaba lista para la comercialización. Desde entonces, un gran número de empresas nuevas se han establecido y más empresas farmacéuticas han mostrado su interés. El banco de inversiones Piper Jaffray afirma que 2015 fue el año más "transcendental" para estas terapias. Diez empresas públicas de terapias génicas de Estados Unidos recaudaron alrededor de 2.000 millones de dólares (unos 2.600 millones de euros) el año pasado.

"Nadie sabía si esto sería una estrategia viable", explica el experto en virus para terapias génicas de la Universidad de California en Berkeley (EEUU) David Schaffer, que también forma parte del consejo de dirección de UniQure. "Fue un impulso enorme para el campo saber que alguien había logrado cruzar la meta", añade.

UniQure se fundó en 1998 bajo el nombre Amsterdam Molecular Therapeutics, una spin-off de la Universidad de Ámsterdam. Los médicos se habían fijado en una enzima, la lipoproteína lipasa, responsable de producir los músculos y digerir la grasa presente en la sangre. En algunas personas, ambas copias del gen para producir la enzima están mutados, y no funcionan correctamente.

La empresa de Ámsterdam gastó más de 100 millones de dólares (unos 87 millones de euros) en probar el fármaco y abrir camino entre las reglas y regulaciones médicas de Europa, que no estaban preparadas para considerar una nueva tecnología como la terapia génica. Inicialmente, por ejemplo, los reguladores dijeron que esperaban un ensayo clínico con 342 pacientes participantes. Los ejecutivos señalaron mordazmente que sólo existían 200 personas afectadas por la enfermedad en toda Europa. "El proceso de solicitud fue una pesadilla", recuerda el inversor de biotecnología Dander van Deventer, que era entonces el director médico de la empresa. El experto recuerda: "No disponían de los conocimientos ni la experiencia adecuada para aprobar una terapia avanzada".

Pero los datos subyacentes de Glybera tampoco eran totalmente sólidos. El fármaco fue administrado a tan sólo 27 personas en tres estudios experimentales abiertos, lo que significa que ningún paciente recibió un placebo. Esas pruebas nunca demostraron un cambio duradero en los niveles de grasa en sangre, aunque la empresa sostiene que las personas tratadas con el fármaco han sufrido menos episodios de pancreatitis, una dolorosa complicación de la enfermedad.

Para 2012, la empresa había fracasado dos veces en sus intentos por convencer a los reguladores europeos. Decidió reorganizarse, relanzándose como UniQure, y organizó un último intento para conseguir la aprobación del fármaco. Van Deventer cuenta: "No queríamos rendirnos aunque la previsión comercial no era buena".

Un año después de la aprobación por parte del órgano médico europeo, UniQure pudo lanzarse en la bolsa Nasdaq, recaudando 82 millones de dólares (unos 71 millones de euros). Aunque afirmaba que la comercialización de Glybera representaba una prioridad principal para la empresa, para el pasado otoño UniQure había decidido cancelar sus planes de comercializar su fármaco en Estados Unidos después de que la Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos dijera que se requerirían nuevos, y caros, ensayos clínicos.

Glybera tampoco ha convencido a los reguladores nacionales de Europa responsables de elegir qué fármacos son reembolsables. El año pasado, las autoridades francesas dijeron que no cubrirían el coste de este fármaco. Alemania determinó que los beneficios de Glybera "no son cuantificables", y deja que los médicos y las aseguradoras médicas decidan caso por caso. En Holanda, donde se inventó la tecnología con el apoyo de subvenciones de I+D, el ministro de Sanidad se quejó públicamente de que Glybera formaba parte de un patrón de escalada de precios por parte de las farmacéuticas.

La decisión de cobrar alrededor de un millón de dólares por Glybera (la cifra exacta depende del peso del paciente) suscita preguntas. Algunas personas creen que las terapias génicas deberían pagarse en cuotas anuales, y sólo mientras sigan dando resultado. Pero eso no fue posible con Glybera porque no existía ninguna manera sencilla de monitorizar los efectos del fármaco. "Existen presiones para pagarlo de golpe, los que pagaban afirmaban querer hacerlo por adelantado", explica Van Deventer. El responsable continúa: "Pero eso provocó un gran enfado en Europa. Es una lástima. Se convirtió en la terapia del millón. Existe un clima antinnovación y la gente no quiere cargar con esos costes en absoluto".

Incluso las proyecciones de ventas más modestas de Glybera ahora parecen demasiado optimistas. A principios del año pasado, un analista proyectó unos ingresos máximos de unos 57 millones de dólares (unos 50 millones de euros) al año. Parte del motivo es que la enfermedad es tan poco común (afecta a tan sólo una persona entre un millón) que a menudo no es correctamente diagnosticada, y localizar clientes representa un trabajo difícil. Tras su reorganización, UniQure vendió los derechos europeos de venta a Chiesi Farmaceutici, una pequeña farmacéutica italiana con poca experiencia en la venta de una terapia tan compleja.

Eso significa que incluso los pocos pacientes que quieran someterse a la primera terapia genética de Occidente no la podrán obtener fácilmente. Steinhagen-Thiessen afirma conocer un hombre de Luxemburgo y una familia de Checoslovaquia que están interesados en la terapia, pero aún no tienen manera de pagarla. Un portavoz de Chiesi Farmaceutici asegura que la empresa trabaja en la generación de un registro de pacientes en Europa.

Al final, la aseguradora médica alemana DAK sí pagó los 900.000 euros para cubrir el coste de tratar a la paciente de Steinhagen-Thiessen. La mayor parte de esa suma se destinó a pagar la Glybera. Pero la doctora duda: "Creo que el precio es absolutamente inasumible. No estoy segura de que otras aseguradoras vayan a estar dispuestas a pagar esa cantidad. Desde un punto de vista ético, deberíamos tener un precio más bajo. No creo que las empresas puedan generar beneficios con [esta terapia] de todos modos".

Schaffer, el profesor de la Universidad de California en Berkeley (EEUU), dice que aún les queda trabajo por hacer a las empresas de terapia génica para demostrar sus conceptos. Podría ser demasiado pronto para generar beneficios. El experto detalla; "Creo que el campo debería centrarse en enfermedades objetivas bien conocidas, donde exista una gran oportunidad para el éxito médico, tanto si genera un éxito comercial como si no", afirma, y concluye: "La gente que invierte en [empresas] de biotecnología de fase temprana lo hace por la promesa del futuro, no por un retorno inmediato mañana".

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