Puede que los vídeos de los asesinatos de Alton Sterling y Philando Castille no logren encarcelar a los responsables, pero sí alimentan el debate social y tienen potencial de cambiar el sistema
Cuando el alumno de postgrado del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, EEUU) Steve Mann empezó a llevar un ordenador y una cámara en su cabeza durante cada momento de cada día en 1981, no lo hacía por la campaña de Black Lives Matter (Las vidas negras importan), el racismo ni en la violencia policial. Pero Mann, ahora profesor de la Universidad de Toronto (Canadá), puede habernos proporcionado el concepto clave para entender el papel de las ubicuas cámaras a la hora de documentar la violencia policial contra la gente de color.
Los recientes tiroteos que se cobraron las vidas de Alton Sterling en Baton Rouge, Luisiana (EEUU) y Philando Castille en Falcon Heights, Minnesota (EEUU) fueron registrados por múltiples cámaras. La muerte de Sterling delante de una tienda donde trabajaba vendiendo CD fue captada por la cámara de vigilancia de la tienda y por dos testigos con sus cámaras de smartphone. La muerte de Castille puede que haya sido grabada por la cámara del coche de patrulla cuando se le mandó parar a causa de un faro trasero roto. Pero nos hemos enterado de su muerte porque Diamond Reynolds, la prometida de Castille, publicó sus momentos finales, la detención de Reynolds y los intentos de su hija de cuatro años por tranquilizarla en Facebook Live, llegando a millones de espectadores.
Hace 35 años, Mann empezó a pensar en un futuro que parece cada vez más real. Es un mundo en el que hay cámaras por todas partes que pueden grabar y compartir lo que ven. Mann creía que su sistema Eyetap resultaría útil a la hora de aumentar las capacidades y la memoria humana al permitir que revisitemos eventos del pasado. Pero también predijo que tendría unos importantes efectos sociales a medida que millones de personas con cámaras conectadas obligaran de forma colectiva a las autoridades a rendir cuentas por sus malos actos. Mann denominó a este fenómeno como "sousveillance" (vigilar desde abajo), una inversión del término anglosajón de procedencia francesa "surveillance", que significa vigilar desde arriba.
Además de las baratas cámaras de vigilancia conectadas, la omnipresencia de las cámaras de smartphone combinada con los servicios de streaming de vídeo como Periscope, YouTube y Facebook Live permiten que los ciudadanos responsabilicen a la policía por el uso excesivo de la fuerza. Pero algo curioso pasó de camino a la "sousveillance": el vídeo no siempre da paso a la rendición de cuentas.
Consideremos el caso de Eric Garner, que murió ahogado por un policía de Nueva York (EEUU), tras ser detenido bajo sospecha de vender cigarros sueltos. La muerte de Garner fue documentada por su amigo Ramsey Orta, y el vídeo recorrió el mundo entero. A pesar de las pruebas del vídeo, un gran jurado rehusó procesar al asesino de Garner, dando paso a amplias protestas e indignación pública. Irónicamente, la única persona procesada en conexión con la muerte de Garner fue Orta, que sufrió un escrutinio adicional por parte de la policía y fue detenido bajo un cargo no relacionado de posesión ilegal de armas. Orta ahora se encuentra en prisión en Nueva York. La sousveillance no carece de coste.
Pregunté a profesores de derecho y abogados defensores por qué creían que el vídeo de la muerte de Garner no ha provocado la detención del policía que le mató. Algunos hicieron referencia al reto de lograr que los jurados procesen a la policía en general, otros al hecho de que Staten Island, hogar de un gran número de agentes del Departamento de Policía de Nueva York, era un lugar especialmente poco predispuesto a procesar a un policía. Pero un antiguo abogado argumentó que el vídeo puede dificultar un cargo o una condena: "Cuando existe un vídeo, sabes qué narrativa verá el jurado. Tu trabajo como abogado es explicar por qué lo que han visto demuestra que tu cliente es inocente". Los abogados del agente Daniel Pantaleo fueron capaces de persuadir al gran jurado de Staten Island de que lo que vio representó un comportamiento de policía apropiado, y Pantaleo no fue procesado por la muerte de Garner.
Merece la pena recordar que el vídeo más famoso de la violencia policial, el vídeo de Rodney King, grabado en 1991, dio paso a la absolución de los agentes que le pegaron brutalmente. Mientras que el vídeo demostró el ataque a King, también le mostró cargando contra los agentes después de recibir una descarga de una pistola taser. Los abogados del Departamento de Policía de Los Ángeles (EEUU) explicaron que el vídeo demostró que King había manifestado actitudes violentas y se había resistido, justificando el uso de la fuerza extrema.
Las pruebas en vídeo sí pueden dar paso a la justicia, especialmente en casos atroces. No habríamos conocido las circunstancias de la muerte de Walter Scott tras una parada rutinaria de tráfico en Charleston, Carolina del Sur (EEUU) sin el vídeo grabado por el inmigrante de Santo Domingo Feidín Santana. Al ver el vídeo, en el que el agente Michael Slager dispara a Scott por la espalda mientras este último huía y entonces parece plantarle un arma encima, el comisario del Departamento de Policía de Charleston detuvo a su agente y apoyó su procesamiento judicial. El juicio de Slager empezará en octubre, y el vídeo y testimonio de Santana probablemente resultarán claves.
Si el vídeo no implica el procesamiento de agentes que disparan contra civiles, ¿nos equivocamos al esperar lograr justicia mediante la sousveillance? Los agentes de policía que dispararon a Castille y Sterling sabían que tenían todas las probabilidades de estar siendo grabados en vídeo, ya desde sus coches patrulla, las cámaras de vigilancia y las cámaras portadas por transeúntes. Y aún así aplicaron una fuerza letal en situaciones que no parecen haberla merecido. ¿Es la esperanza de Mann para la sousveillance simplemente equivocada?
No del todo. Mientras que estos vídeos rara vez dan paso a procesamientos por parte de un gran jurado, se han convertido en un potente combustible para los movimientos sociales que exigen justicia racial y una labor policial más justa. Tras las muertes de Sterling y Castille, las protestas llevaron a miles de personas a inundar las calles de las principales ciudades estadounidenses y provocaron el cierre temporal de algunas autopistas interestatales.
Con toda la fuerza de estos vídeos para movilizar a los activistas, podrían ser aún más potentes a la hora de atraer más participantes al movimiento de justicia racial. Como comentó el profesor de derecho Paul Butler: "Mucha gente blanca se siente verdaderamente escandalizada por lo que muestran estos vídeos; conozco a muy pocos afroamericanos que se sienten sorprendidos". Ver el trato tan nefasto que recibió Diamond Reynolds por parte de los agentes que acababan de disparar a su prometido delante de su hija de cuatro años puede ayudar a la gente blanca a entender por qué tantas personas negras y de piel oscura sienten terror ante los encuentros con la policía, y por qué los movimientos como Black Lives Matter (Las vidas negras importan) son tan esenciales.
Puede que nos encontremos en un punto de inflexión en cuanto al poder de la sousveillance. Cuando George Holliday grabó al ataque a Rodney King, ofreció el vídeo al Departamento de Policía de Los Ángeles, que ignoró su oferta. La cadena local de televisión KTLA emitió el vídeo dos días más tarde. Aunque de haberse negado, es probable que el nombre de King fuese totalmente desconocido. Ahora nuestras cámaras se conectan a pequeños ordenadores conectados, y podemos emitir el vídeo directamente a través de nuestras redes sociales. Dado el alcance masivo de plataformas como Facebook, el vídeo de Diamond Reynolds alcanzó a más de 3,2 millones de personas tan sólo un día después de su emisión. Si Facebook sigue permitiendo la emisión de vídeos inquietantes y violentos, puede que ya no necesitemos de una cadena televisiva colaboradora para convertir la violencia policial en un debate nacional.
La ubicuidad de las cámaras y el poder del streaming de vídeo en directo en redes sociales no obligarán automáticamente a las instituciones a rendir cuentas. Hasta ahora, no han impedido que la policía se vuelva letal en situaciones que podrían haberse gestionado de otras maneras. Pero la sousveillance ofrece un combustible para los activistas que intentan convertir potentes imágenes en justicia y cambios del sistema. Y de forma más crítica, las ubicuas cámaras y vídeos virales significan que ahora todos somos conscientes de la epidemia estadounidense de muertes civiles a manos de la policía. Con más de 500 civiles asesinados por la policía estadounidense este año, tal vez la sousveillance pueda ayudar a reformar un sistema policial que está roto de una manera letal.