Nadie había sido capaz de distinguir el original de la copia y ahora los investigadores que lo saben no quieren decir cuál es cuál
En 1983, un cuadro del pintor surrealista belga René Magritte se presentó a subasta en Nueva York (EEUU). Esta obra de arte fue pintada en 1948 y representa un pájaro que se transforma en una hoja que está siendo comida por un cienpiés - quizás una demostración de tristeza por la Segunda Guerra Mundial, que pasó Magritte en la Bélgica ocupada.
Pero los expertos pronto descubrieron un problema. Una copia casi exacta del cuadro ya estaba expuesta en una galería europea, y enseguida surgieron dudas acerca de la autenticidad del cuadro. Después de un análisis extenso, los expertos en bellas artes estuvieron de acuerdo en afirmar que probablemente ambos cuadros fueron pintados por Magritte, quizás como broma - era un surrealista después de todo - o más probablemente porque tenía a dos coleccionistas interesados en el mismo cuadro y quería ejecutar ambas ventas.
Hoy, estos cuadros se exponen en el Instituto Barber de Bellas Artes en Birmingham (Reino Unido) y en los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica en Bruselas. Hasta se han llegado a exponer juntos para permitir el estudio de sus similitudes.
Pero, aún queda un tema sin resolver. ¿Cuál de estos cuadros es el original, y cuál es la copia?
Hoy recibimos una especie de respuesta gracias al trabajo de Milan Rajkovic de la Universidad de Belgrado (Serbia) y Milos Milovanovic del Instituto Mátematico de la Academia Serbia de las Ciencias y Bellas Artes.
Afirman que el proceso de crear una obra original de arte es diferente del proceso de copiarla, y esto deja un rastro sutil dentro de la ejecución de un cuadro. Con la ayuda de técnicas de análisis de visión artificial, dicen ser capaces de distinguirlos por primera vez.
La técnica está basada en el análisis del trabajo de la artista contemporánea holandesa Charlotte Caspers, que fue comisionada hace pocos años para crear un conjunto de siete obras utilizando metodologías variadas y luego copiarlas de la forma más precisa posible días después.
Caspers cumplió de forma diligente con la tarea, haciendo notar que el proceso de copiar suponía un emprendimiento completamente distinto del proceso creativo original. Copiar, afirmó, lleva el doble de tiempo. Sin embargo, confiaba en que fuera imposible que nadie pudiese distinguir entre los originales y las copias.
Estos cuadros forman el estándar de oro que emplean Rajkovic y Milovanovic para poner sus ideas a prueba. Su hipótesis fundamental es que la acción de crear una obra original de arte forma parte de un proceso autoorganizativo orquestrado por el cerebro. Como tal, aporta un nivel único de complejidad en la manera de utilizar y distribuir la pintura y los colores.
En cambio, el proceso de copiar es mucho más metódico y conlleva niveles más bajos de complejidad. Y esta diferencia debería permitir que se distingan las copias de las originales.
Pero, ¿cómo se distinguen? Rajkovic y Milovanovic mantienen que es posible mediante un análisis de las ondículas, que transforma una imagen en dos dimensiones en una representación tiempo-frecuencia que capta la información del cuadro en distintas escalas. Estas escalas se pueden considerar como la observación de imágenes cada vez más borrosas de los cuadros.
Rajkovic y Milovanovic realizan este análisis mediante los canales rojos, verdes y azules de una imagen convencional RVA de cada cuadro, y repiten el análisis en trozos de cada cuadro.
En efecto, dicen que la diferencia entre el nivel de complejidad entre las obras originales y las copias es claramente visible. "En todos los cuadros, la complejidad global media de un cuadro original es mayor que el valor correspondiente a la copia", afirman.
Rajkovic y Milovanovic van más allá y aplican la misma técnica a ambas versiones del cuadro El sabor de las lágrimas de Magritte. Su análisis desde luego revela un nivel más alto de complejidad, como ellos lo definen, en uno de los cuadros.
Ellos dicen que los resultados son irrefutables. "Reivindicamos con la máxima confianza que sólo uno de ellos es el resultado de un trabajo creativo autorregulado", dicen. "El otro es una copia realizada por el propio artista".
Es una conclusión emocionante, pero con un aguijón. Participan Rajkovic y Milovanovic en un juego de su propia invención. Denominan los cuadros como El sabor de las lágrimas 1 y El sabor de las lágrimas 2 y dicen que el primero es claramente la obra original.
Pero no aclaran si se trata del cuadro que está expuesto en Birminghman o el de Bruselas. Si su sistema de enumeración está acorde con la manera de identificar los cuadros, entonces Birmingham dispone del original.
Pero Rajkovic y Milovanovic no aclaran este punto - quizás en homenaje a Magritte, tal vez para evitar la controversia, o para dejarse un margen en caso de que surjan nuevas pruebas que pongan a prueba sus conclusiones. ¿Quién sabe?
Así que pongámoslos a prueba aquí. Si realmente tienen tanta confianza en sus conclusiones, que lo revelen claramente. Nos interesa saberlo, al igual, seguramente, que los propietarios de ambos cuadros.
Ref: arxiv.org/abs/1506.04356 : The Artists Who Forged Themselves: Detecting Creativity in Art