La inteligencia artificial y la robótica pueden mejorar la economía y la calidad de vida, pero si no se desarrollan políticas adecuadas, los beneficios serán solo para unos pocos
El pasado octubre, uno de los camiones autónomos de Uber recorrió 200 kilómetros por una carretera interestatal para entregar un pedido de Budweiser. Había una persona dentro del camión, pero pasó la mayor parte del viaje en el compartimento de descanso vigilando el sistema automatizado. La prueba se realizó tan sólo un par de semanas después de que la empresa anunciara su servicio de coches sin conductores en Pittsburgh (EEUU). El camión autónomo desarrollado por la empresa Otto, adquirida recientemente por Uber, supone unos increíbles avances tecnológicos. Y también es un ejemplo más del cambio que se avecina en la economía, uno que podría tener profundas consecuencias políticas.
No está claro cuánto falta para que los camiones y coches autónomos se hagan con el dominio de las carreteras. Por ahora, cualquier cosa bajo el término "vehículo autónomo" depende de un conductor, aunque lo único que haga sea supervisar. Sin embargo, millones de empleos podrían desaparecer, y por eso este es el tema central de un informe emitido por la administración de Estados Unidos a finales de diciembre. Redactado por los consejeros económicos y científicos del presidente Obama, La inteligencia artificial, la automatización y la economía repasa cómo los rápidos avances de la inteligencia artificial (IA) y de las tecnologías de automatización están afectando al empleo y ofrece un aluvión de sugerencias para lidiar con esta revolución.
El informe calcula que los vehículos autónomos podrían amenazar o afectar a entre 2,2 y 3,1 millones de empleos existentes solo en EEUU. Eso incluye los 1,7 millones de empleos de conductor de los grandes camiones que dominan las autovías. Los transportistas de larga distancia "actualmente disfrutan de una prima salarial frente a otros trabajadores del mercado laboral con el mismo nivel de educación formal", señala el texto. En otras palabras, si los camioneros pierden sus empleos, estarán especialmente fastidiados.
Resulta difícil leer el informe de la Casa Blanca sin pensar en las elecciones presidenciales que se celebraron seis semanas antes de su publicación. Unos pocos estados del medio oeste del país ubicados en mitad de lo que hace tiempo se llama el cinturón del óxido fueron los que decidieron el resultado electoral. Y el tema clave para muchos de esos votantes fue la economía o, más concretamente, la carencia de empleos relativamente bien remunerados. Dentro de la retórica de la campaña presidencial, gran parte de la culpa de la pérdida de empleos fue asignada a la globalización y al traslado de fábricas al extranjero. Hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande fue, de alguna manera, un lamento dedicado a los días en los que el acero y otros productos se producían en territorio nacional por una floreciente clase media.
Pero muchos economistas argumentan que la automatización ha contribuido más a la pérdida de empleos en el sector de fabricación de la región y al destripamiento de su clase media que la globalización. De hecho, en su discurso de despedida ante miles de personas en una abarrotada sala de convenciones en Chicago (EEUU), el presidente Obama advirtió: "La próxima ola de desplazamientos económicos no provendrá del extranjero. Nacerá del ritmo implacable de la automatización que hará que muchos buenos empleos de clase media se vuelvan obsoletos".
El informe de la Casa Blanca destaca la oleada actual de IA que, según el informe, empezó alrededor del 2010. Fue entonces cuando los avances del aprendizaje automático, la creciente disponibilidad del big data y una mejora de la potencia computacional empezaron a proporcionar capacidades sin precedentes a los ordenadores, como la de reconocer imágenes con precisión. El informe detalla que un mayor despliegue de la IA y la automatización podría impulsar el crecimiento económico al generar nuevos tipos de empleo y mejorar la eficacia de muchos negocios. Pero también señala los efectos negativos: la destrucción de empleos y el correspondiente aumento en la desigualdad de ingresos. Al menos por ahora, "los trabajadores con niveles inferiores de educación tienen más probabilidades de verse reemplazados por la automatización". El informe también señala que hasta ahora la automatización ha desplazado a menos trabajadores altamente capacitados, pero añade: "Las capacidades en las que los humanos han mantenido una ventaja comparativa también se erosionarán con el tiempo a medida que la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías se vayan sofisticando" (ver Goldman Sachs cambia a 600 corredores por ingenieros y programas de software).
ELEMENTOS ANALIZADOS
- Artificial Intelligence, Automation, and the Economy. Oficina Ejecutiva del Presidente de EEUU, diciembre de 2016.
Los economistas laborales llevan varios años alertando de las consecuencias que las nuevas tecnologías digitales tendrán sobre el empleo, y el informe de la Casa Blanca coincide con sus hallazgos. Como señala, el problema inminente no es que los robots aceleren la llegada del día en el que no exista la necesidad de trabajadores humanos. Ese escenario del fin-del-empleo sigue siendo especulativo, y el informe no le presta demasiada atención. En su lugar, se centra mucho más en la transición de la economía ya en curso: los tipos de trabajos disponibles están cambiando rápidamente. Por eso el informe llega en un momento tan propicio. Es un intento de llevar hasta los círculos políticos de Washington D.C. (EEUU) el debate sobre cómo la automatización y, cada vez más, la inteligencia artificial están afectando al empleo. Pretende que sean conscientes de que por fin es la hora de adoptar políticas educativas y laborales que aborden las dificultades de los trabajadores desplazados por la tecnología o de los que no son aptos para optar a nuevas oportunidades.
Es "increíblemente obvio" que los líderes políticos "no están para nada preparados" para lidiar con la transformación del empleo causada por la automatización, afirma el economista del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, EEUU) Daron Acemoglu. La automatización lleva tiempo desplazando a trabajadores de un abanico de profesiones, incluida la fabricación. Y ahora, dice que la IA y el aumento de los robots en varias industrias, incluidas la fabricación automovilística, los productos metálicos, la farmacéutica, el servicio alimentario y los almacenes, podrían agravar los efectos. El experto advierte: "Ni siquiera hemos empezado a debatir. Sólo hemos estado disimulando los problemas".
Excluidos
A menudo se argumenta que los progresos tecnológicos siempre generan un desplazamiento masivo de empleos pero que al final la economía crece con la generación de otros nuevos. Sin embargo, este es un enfoque demasiado superficial para evaluar el impacto de la inteligencia artificial y la automatización sobre el empleo actual. El historiador económico líder de la Universidad de Northwestern (EEUU), Joel Mokyr, ha dedicado su carrera a estudiar cómo la gente y las sociedades han experimentado las transiciones radicales impulsadas por los avances tecnológicos, como la Revolución Industrial que empezó a finales del siglo XVIII. Las transformaciones actuales son más rápidas y "más intensas", afirma Mokyr. "No se parecen a nada que hayamos visto en el pasado, y la cuestión es si el sistema podrá adaptarse como lo hizo antes", añade.
Mokyr se autodescribe como "menos pesimista" que otros frente a la posibilidad de que la IA genere suficientes empleos y oportunidades para compensar los empleos perdidos. E incluso en caso de que no lo consiga, la alternativa (el estancamiento tecnológico) sería mucho peor. Pero eso sigue dejando un preocupante dilema: cómo ayudar a los trabajadores que se quedarán atrás. "No hay duda de que en el sistema capitalista moderno, la profesión representa la identidad", explica. Y el dolor y la humillación que sienten los trabajadores cuyos empleos han sido reemplazados por la automatización son "claramente un importante problema", añade. El experto concluye: "No veo una manera fácil de resolverlo. Es una consecuencia inevitable de los progresos tecnológicos".
El problema es que, durante las últimas décadas, a Estados Unidos se le ha dado especialmente mal ayudar a la gente que ha salido perjudicada durante épocas de cambios tecnológicos. Sus problemas sociales, educativos y financieros han sido en gran parte ignorados, al menos por el Gobierno federal. Según el informe de la Casa Blanca, EEUU gasta alrededor del 0,1% de su PIB en programas destinados a ayudar a la gente a lidiar con cambios en el entorno laboral, mucho menos que otras economías desarrolladas. Y esta financiación se ha reducido durante los últimos 30 años.
El gráfico muestra el porcentaje del PIB destinado en 2014 por distintas naciones.
La situación realmente está peor de lo que sugieren las cifras, afirma el investigador del Instituto Brookings Mark Muro. Los "programas de reajuste" federales existentes incluyen una colección de pequeñas iniciativas (algunas datan de la década de 1960) que abordan de todo, desde el cierre de bases militares hasta la necesidades de las comunidades mineras de carbón de los Montes Apalaches. Pero ninguno está diseñado específicamente para ayudar a la gente cuyos empleos han desaparecido a manos de la automatización. Mark señala que la financiación no es lo único que está limitado, la ayuda es demasiado escasa como para abordar la amplia transformación que la fuerza laboral sufrirá a causa de la automatización.
Algunos observadores, liderados por un grupo de entendidos de Silicon Valley (EEUU), han estado defendiendo una renta básica universal para ayudar a los que no consigan un empleo. Sabiamente, el informe de la Casa Blanca rechaza esa solución por "renunciar a la posibilidad de que los trabajadores sigan trabajando". Como alternativa, Muro propone lo que denomina "un beneficio de ajuste universal básico". A diferencia de la renta básica universal, consistiría en beneficios dirigidos a las personas que buscan nuevas oportunidades de empleo. Proporcionaría apoyos como un seguro de ingresos, subsidios de traslado y otras ayudas financieras y formativas.
Aunque el experto reconoce que esos generosos beneficios no parecen probables en un futuro previsible (ver La industria de EEUU nunca volverá a ser como antes, diga lo que diga Trump). No obstante, cree que las elecciones presidenciales fueron una llamada de atención para mucha gente. De alguna manera, el resultado "en secreto tuvo que ver con la automatización", afirma. "Existe una gran ansiedad y frustración por allí [el medio oeste]".
La pregunta, entonces, es si la futura embestida de la inteligencia artificial agravará aún más las tensiones existentes.
Días nublados
Nadie sabe exactamente cómo la IA y la automatización avanzada afectarán a las futuras oportunidades de empleo. Las predicciones sobre qué tipos de empleos se verán reemplazados y cuán rápidamente varían mucho. Un estudio de 2013 muy citado calcula que aproximadamente el 47% de los empleos estadounidenses podrían perderse durante las próximas una o dos décadas, porque son trabajos fáciles de automatizar. Otros informes que señalan que los empleos a menudo conllevan múltiples tareas estiman un porcentaje más reducido de profesiones que podrían volverse obsoletas gracias a las máquinas. Un reciente estudio realizado por la Organización para Cooperación y Desarrollo Económico calcula que alrededor del 9% de los empleos estadounidenses corren un alto riesgo. Pero la otra parte de la ecuación del empleo (cuántos trabajos se generarán) es básicamente imposible de saber. En 1980, ¿quién podría haber predicho el mercado de esta década para desarrolladores de apps?
La ansiedad económica provocada por la inteligencia artificial y la automatización es real y no debe ser ignorada. Pero los progresos tecnológicos no se pueden revertir.
En el pasado, las nuevas tecnologías aumentaron mucho las oportunidades globales de empleo. Pero ninguna regla económica en particular dicta que eso siempre vaya a ser así. Y algunos economistas advierten de que no debemos ser demasiado optimistas respecto a las consecuencias de la IA y la automatización.
"La inteligencia artificial está en su infancia", afirma Acemoglu, del MIT, y continúa: "Realmente no sabemos qué podrá hacer. Es demasiado pronto para conocer su impacto sobre el empleo". Para saberlo, habrá que ver en qué proporción colabora y amplía las capacidades de los trabajadores humanos y a qué nivel destruye sus empleos. Los ordenadores personales, internet y otras tecnologías de las últimas décadas sí reemplazaron a algunos empleados de banco, cajeros y otros cuyos trabajos incluían tareas rutinarias. Pero sobre todo, estas tecnologías han ampliado las capacidades de las personas y les han ayudado a sacar más trabajo adelante, dice Acemoglu. ¿Se seguirá aplicando ese patrón? "Con robots, y más adelante con la inteligencia artificial, la pieza de sustitución podría ser mucho más fuerte", advierte.
El gráfico muestra el porcentaje de trabajos amenazados por la automatización en función del salario.
La automatización y la inteligencia artificial no solo podrían reemplazar a trabajadores humanos, sus efectos podrían no verse compensados por las políticas gubernamentales que han amortiguado golpes similares en el pasado. Iniciativas como la mejorada reforma de trabajadores que han perdido sus empleos a causa de la automatización y protecciones financieras más fuertes para los que persigan carreras nuevas son medidas recomendadas por el informe de la Casa Blanca. Pero parece que los políticos no tienen mucho interés en estos programas.
El economista de la Universidad de Harvard (EEUU) Lawrence Katz afirma: "Me preocupa muchísimo que la próxima oleada [de IA y automatización] nos golpee duramente y que no hayamos implementado estos apoyos". El experto ha publicado investigaciones que demuestran que las grandes inversiones en la educación secundaria realizadas a principios del siglo XX ayudaron a la nación a realizar la transición desde una economía basada en la agricultura hacia una de fabricación. Y ahora, señala, podríamos utilizar nuestro sistema educativo de manera mucho más eficaz. Por ejemplo, algunas zonas de EEUU han vinculado con éxito programas en centros de formación con empresas locales y sus necesidades. Como resultado, asegura, "otras grandes regiones se han quedado rezagadas".
Un problema que la inteligencia artificial podría agravar es la desigualdad de ingresos (ver El día que Silicon Valley se convirtió en la meca de la desigualdad) y las marcadas divisiones entre las zonas geográficas que se benefician y las que no. No necesitamos un informe de la Casa Blanca escrito por expertos para darnos cuenta de que el impacto de las tecnologías digitales y la automatización en grandes extensiones del medio oeste es muy distinto al efecto en Silicon Valley. Un análisis poselectoral demostró que uno de los predictores más fuertes del comportamiento en el voto no era la tasa de desempleo de la región ni si era rica o pobre sino su cuota de empleos "rutinarios" (término que los economistas usan para referirse a trabajos fáciles de automatizar). Las zonas con un alto porcentaje de empleos rutinarios se decantaron aplastantemente por Donald Trump y su mensaje de dar marcha atrás para "hacer que Estados Unidos sea grande de nuevo".
La ansiedad económica por la inteligencia artificial y la automatización es real y no debe ser ignorada. Pero no se pueden revertir los progresos tecnológicos. Necesitaremos que el impulso económico de estas tecnologías mejore el carente crecimiento de productividad que amenaza las perspectivas financieras de mucha gente. Además, los progresos que la IA promete en áreas como la medicina podrían mejorar significativamente nuestro nivel de vida. Pero si obviamos utilizar la tecnología de una manera que beneficie a tantas personas como sea posible (ver Quien posea los robots acaparará las riquezas del mundo), nos arriesgaremos a alimentar un resentimiento público hacia la automatización y sus creadores. El peligro no es tanto una reacción política directa sino más bien la omisión de adoptar e invertir en las abundantes posibilidades de la tecnología.
A pesar del bombo que rodea a la inteligencia artificial, esta no ha hecho más que despegar. Los vehículos sin conductor rinden bien en días soleados pero pueden fallar con niebla o nieve, y aún no se puede confiar en ellos en situaciones de emergencia. Los sistemas de IA pueden divisar patrones dentro de masivos conjuntos de datos, pero aún carecen del sentido común o las capacidades innatas de lenguaje de un niño de dos años. Aún quedan retos técnicos muy difíciles por delante. Pero si la IA va a desplegar todo su potencial económico, tendremos que prestar la misma atención a los retos sociales y de empleo como prestamos a los técnicos.