Inventor, matemático y, sobre todo, visionario convencido de que la mente humana no es tan distinta a la de un ordenador. Su legado vivirá para siempre gracias a su revolucionaria forma de pensar
Marvin Minsky fue matemático, científico cognitivo y pionero de la ingeniería informática. También fue padre de la inteligencia artificial (IA) y falleció en su casa el pasado domingo a la edad de 88 años.
Minsky era una persona con una creatividad y un carisma singulares, y su intelecto e imaginación brillaron en su trabajo. Sus ideas ayudaron a dar forma a la revolución informática que ha transformado la vida moderna durante las últimas décadas, y todavía están presentes en los esfuerzos modernos por construir máquinas inteligentes, uno de los emprendimientos más emocionantes e importantes de nuestra época.
Minsky creció en la ciudad de Nueva York, y asistió a la Universidad de Harvard (ambos en EEUU), donde su curiosidad le llevó a estudiar un abanico ecléctico de temas, incluidas las matemáticas, la biología y la música. Después, obtuvo un doctorado del prestigioso Programa de Matemáticas de la Universidad de Princeton (EEUU), donde se codeó con científicos como Albert Einstein y el matemático y pionero informático John von Neumann.
Inspirado por los trabajos matemáticos sobre la lógica y la computación, Minsky creía que la mente humana no era muy diferente de un ordenador. Por eso eligió centrarse en la ingeniería de máquinas inteligentes, primero en el Laboratorio Lincoln, y después como profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, EEUU), donde cofundó el Laboratorio de Inteligencia Artificial en 1959 con otro pionero del campo, John McCarthy.
Los logros tempranos de Minsky incluyen el desarrollo de brazos y pinzas robóticos, sistemas de visión de máquinas y el primer sistema electrónico de aprendizaje, un dispositivo al que denominó Snarc, que simulaba el funcionamiento de una sencilla red neuronal alimentada por estímulos visuales. De forma notable, mientras estudiaba en Harvard en 1956 también inventó el microscopio confocal de láser de barrido, un instrumento que todavía hoy se sigue utilizando ampliamente en las investigaciones médicas y científicas.
Minsky también fue un actor importante en la división dentro del campo de la IA que sigue siendo altamente relevante. En 1969, junto con Seymour Papert, un experto en el aprendizaje, Minsky escribió un libro llamado Perceptrones, que señaló los problemas clave de las primeras redes neuronales. El libro ha sido acusado de desviar las investigaciones de esta área de investigaciones durante muchos años.
Hoy, el habernos alejado de las redes neuronales puede parecer un error, puesto que las avanzadas redes neuronales, conocidas como sistemas de aprendizaje profundo, se han demostrado increíblemente útiles para todo tipo de tareas.
Pero el panorama al completo resulta un poco más complicado. Perceptrones destacó problemas importantes que necesitaban ser abordados y resueltos para poder conseguir aumentar la utilidad y potencia de las redes neuronales; Minsky a menudo argumentaba que un enfoque puramente "conexionista" para las redes neuronales nunca sería suficiente para impregnar las máquinas de una inteligencia genuina. En efecto, muchos investigadores actuales de la IA, incluidos los pioneros de los trabajos de aprendizaje profundo, cada vez comparten más esta misma visión.
En general, Minsky hizo unas aportaciones colosales a la inteligencia artificial. Publicó importantes trabajos sobre la teoría de la computación, e hizo mucho por avanzar el enfoque simbólico, que trataba de unas abstractas representaciones conceptuales de la lógica y del pensamiento. Los investigadores hicieron unos progresos importantes con este enfoque durante sus primeros años.
Otro libro posterior de Minsky, La sociedad de la mente, también presentó una teoría altamente original y creativa de la inteligencia humana, inspirada por los esfuerzos de crear máquinas inteligentes. Sugirió que la inteligencia nace no de un único sistema sino de las interacciones de numerosos componentes simples, o "agentes".
Curiosamente, mientras la IA ha experimentado un renacimiento en años recientes, otro aspecto del pensamiento de Minsky podría resultar importante. A diferencia de las advertencias alarmistas acerca de los peligros de la IA, Minsky adoptaba a menudo una perspectiva filosóficamente positiva acerca de un futuro en el que las máquinas pudieran ser realmente capaces de pensar. Creía que la IA algún día podría ofrecer una manera de resolver algunos de los retos más grandes de la humanidad.
Para los que trabajaron con Minsky, fueron enseñados por él o simplemente le conocieron, sin embargo, su inquietud creativa, su humor y su curiosidad resultarán difíciles de olvidar. Al igual que su pasión por un problema que probablemente nos fascinará durante mucho tiempo aún.
Como recordó el propio Minsky de sus días como estudiante universitario en un perfil maravilloso publicado por The New Yorker en 1981:
"La genética me parecía bastante interesante, porque nadie sabía cómo funcionaba aún", dijo. "Pero no estaba seguro de que fuera algo profundo. Los problemas de la física parecían profundos y solucionables. Podría haber estado bien dedicarme a la física. Pero el problema de la inteligencia parecía desesperadamente profundo. No recuerdo haber considerado hacer cualquier otra cosa que valiera la pena".
MIT Technology Review visitó a Minsky en su casa el año pasado, y grabó una entrevista en vídeo sobre su vida trabajando en la inteligencia artificial.