La colaboración hombre-máquina es más eficaz que programar a los autómatas a comprender y ejecutar cada tarea
Si visitas a la profesora de la Universidad Carnegie Mellon (EEUU) Manuela Veloso, su ayudante, siempre educado y dispuesto, te recibirá en recepción y te acompañará a su despacho.
Sin embargo puede que tu acompañante te sorprenda un poco cuando se pare en el ascensor y te pregunte con voz metálica: ¿Le importaría apretar el botón del 7º y después apretar mi botón de "hecho" cuando lleguemos a esa planta?
Tu guía será un tipo poco habitual de robot llamado Cobot, desarrollado en el laboratorio de Veloso. Su aspecto es el de un portátil con un montón de sensores colocados encima de un taburete con ruedas y probablemente no sea el robot más sofisticado con el que te encuentres en tu vida. No tiene ni manos, ni brazos, ni un vocabulario especialmente sofisticado. Pero emplea un truco muy sencillo y sorprendentemente eficaz para superar sus limitaciones inherentes.
Cuando no puede hacer lo que quiere, ya sea llamar al ascensor, recoger un objeto o encontrar algo que se ha perdido, se dedicará a dar la lata al humano más cercano para que le ayude. Si no hay nadie cerca, un Cobot envía un correo electrónico a toda la oficina pidiendo ayuda.
"Llevo mucho tiempo en el negocio de la autonomía", explica Veloso. "Es muy difícil programar a un robot para que sea capaz de comprender cualquier orden de voz o que coja cualquier objeto incluso aunque tenga manos. Así que decidí que para que sean plenamente autónomos tienen que estar en modo 'solicitud de ayuda'".
Varios de los Cobots de Veloso se mueven por el departamento de informática de la Carnegie Mellon. Llevan paquetes entre laboratorios y despachos, y cumpen con la misión de acompañar a los visitantes por las instalaciones. Juntos han prestado decenas de miles de horas de servicios útiles.
Estos robots pueden parecer curiosos, incluso un poco molestos (Veloso reconoce que la gente a veces le irritan las exigencias de los robots). Pero también ponen de relieve cómo una sencilla colaboración entre humanos y máquinas podría permitir a los robots adoptar nuevos papeles en los hogares y los lugares de trabajo. Programar a un robot para que pida ayuda cuando lo necesita es mucho más fácil que dotarlo de capacidad para comprender lenguaje sofisticado o psicomotricidad fina, que son dos problemas increíblemente difíciles de resolver.
"Es una idea muy buena", afirma el profesor adjunto de la Universidad de Wisconsin (EEUU), Bilge Mutlu, que investiga la interacción entre humanos y robots. "Es mucho más flexible y adaptable a los entornos cotidianos".
La colaboración entre humanos y robots ya está creciendo en entornos industriales (ver "Cada vez hay más robots compañeros de trabajo"). Encontrar formas para que las máquinas colaboren en otros entornos podría acelerar el desarrollo de una nueva generación de robots de servicio. "Estoy 100% segura de que si la gente aceptara a los robots con sus limitaciones, los tendríamos en nuestras casa ahora mismo" sostiene Veloso.
De hecho, ya hay algunos de estos robots haciendo su entrada en el mundo real. Un robot llamado Tug, desarrollado por Aethon, una empresa cuya sede está en Pittsburgh (EEUU), mueve equipos y suministros por un hospital. No requiere de la instalación de balizas especiales para navegar. Si se queda atascado en algún sitio, se pone en contacto con un miembro del equipo de apoyo humano de Aethon, que lo pilotará mediante control remoto hasta su destino.
Veloso explica que la próxima generación de sus Cobots intentará pensar por sí misma cuándo podría necesitar ayuda en vez de depender de una lista previamente programada de posibilidades.
La utilidad de los Cobots sugiere que las interfaces robot-humano podrían ser uno de los campos más importantes para que lo exploren investigadores y empresarios. "Incluso aunque no logremos una autonomía plena", afirma Mutlu, "eso no debería impedirnos utilizar sistemas autónomos".