Los organismos de creación de estándares quieren fijar el nivel máximo de lesiones producidas accidentalmente por los robots en el trabajo
Foto: Baxter, un robot colaborador de Rethink Robotics, trabajando en una cadena de montaje de demostración.
¿Hasta qué punto debería poder lesionar un robot a sus compañeros de trabajo humanos? Es una pregunta difícil que tienen que abordar las empresas que están desarrollando una nueva raza de robots industriales que trabajan junto a los humanos.
Fijar los límites del dolor que un robot puede infligir (accidentalmente) a un humano es un objetivo crucial para los primeros estándares de seguridad que se están creando para estos robots "colaboradores", que están diseñados para hacer cosas como pasarle herramientas a las personas, o ayudar a encajar partes en una cadena de montaje.
Los reglamentos ya existentes de organismos reguladores como la Administración de Seguridad y Sanidad en el Trabajo de Estados Unidos dan por supuesto que los robots sólo operan cuando no hay humanos cerca. Eso ha llevado a que prácticamente sólo los pequeños fabricantes hayan adoptado el uso de los robots colaboradores, según el director tecnológico de la empresa danesa Universal Robotics, Esben Ostergaard, cuya compañía vende brazos robóticos diseñados para colaborar con humanos.
Para que los robots colaboradores realmente consigan cambiar la fabricación y sirvan para lograr beneficios significativos, tienen que adoptarlos las grandes empresas, para quienes las certificaciones de seguridad son claves. "Vivíamos una vida feliz hasta que entramos en contacto con las grandes empresas, entonces surgieron todos estos problemas sobre los estándares", afirma Ostergaard. "No es la ley, pero las grandes empresas tienen un estándar con que cumplir". Universal trabaja con fabricantes de vehículos, entre ellos BMW, y con grandes empresas de bienes empaquetados, explica Ostergaard.
La Organización Internacional de Estándares (ISO por sus siglas en inglés) tiene previsto presentar una actualización de sus estándares existentes de seguridad para robots industriales el año que viene. Se espera que sus reglas influyan en las autoridades de seguridad europeas y estadounidenses, y que más o menos establezcan la medida de cómo se pueden diseñar y usar los robots colaboradores.
En una conferencia sobre robots colaboradores celebrada la semana pasada por la Asociación de la Industria Robótica, Ostergaard estaba entre a quienes les preocupaba que las reglas impongan exigencias poco realistas tanto a diseñadores como a operadores de robots.
La actualización de la ISO, por ejemplo, incluirá consejos sobre la fuerza máxima con la que un robot podría golpear a un humano con el que estuviera trabajando. Esos límites se basarán en investigaciones que se están llevando a cabo en el Instituto Alemán de Seguridad en el Trabajo. Una parte de ese trabajo implica usar una máquina para tocar a voluntarios humanos con una fuerza cada vez mayor para decidir la presión necesaria para causar la sensación de dolor en 29 zonas distintas del cuerpo.
Un miembro del grupo que está escribiendo las adendas al estándar de la ISO, Björn Matthias, defendió en la reunión que a los robots se les permita hacer daño a los humanos en algunas circunstancias. "El contacto entre humano y robot será infrecuente y no formará parte de un tipo de uso normal", afirmó. "Yo diría que se podría tolerar algo por encima del umbral del dolor". La empresa de energía y automatización suiza ABB, en la que Matthias trabaja como investigador, va a lanzar su primer robot colaborador en 2015.
Si un robot produjera "un moratón al día", sería claramente intolerable, sostuvo Matthias. Pero sería aceptable que un trabajador recibiera un golpe "bastante doloroso" en el caso de un accidente. Él y otros defienden que un reglamento más restrictivo aumentaría innecesariamente la carga regulatoria sobre las empresas que quieren emplear robots colaboradores y limitaría la utilidad de su capacidad para trabajar con humanos.
Los robots colaboradores que se han lanzado hasta la fecha, como Baxter de Rethink Robotics (ver "Este robot podría transformar los procesos de fabricación"), son relativamente debiluchos y solo trabajan con pequeñas cargas porque se espera que haya humanos cerca en todo momento. Cuando MIT Technology Review vio a Baxter por primera vez en 2012, el cofundador de Rethink, Rodney Brooks, permitió al robot pegarle en la cabeza para demostrarlo.
El reglamento actualizado de la ISO tendrá en cuenta que los robots colaboradores podrían tener mucha más fuerza, según el director de Desarrollo de Estándares de la Asociación de Industrias Robóticas, Pat Davison. Gracias a una técnica conocida como "monitorización de la velocidad y la separación", sensores láser permiten al robot llevar a cabo acciones peligrosas cuando no hay nadie a su alrededor, y después ir frenándose hasta pararse si se acerca un humano. "Cuanto más lejos estoy, más peligrosas pueden ser las actividades del robot", explicó Davison en la reunión de la semana pasada. Eso podría permitir a robots y humanos colaborar en tareas como mover y montar piezas pesadas.
El problema de los estándares para la industria robótica se ve complicado aún más por la percepción que tiene el público de los robots, que en general viene dada por la ciencia ficción. Eso y la tendencia a desconfiar de las nuevas tecnologías más que de las conocidas, pueden conducir a expectativas poco razonables, afirma el directos global de producto de ABB, Phil Crowther. "¿Crees que los aviones son seguros? A veces se caen del cielo", afirmó. "Los principios fundamentales son los mismos, tienes que limitar el riesgo a un nivel aceptable".