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«La revolución de los cíborgs tendrá lugar a partir de 2040»

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El primer humano oficialmente reconocido como cíborg, Neil Harbisson, cree que este 'boom' vendrá estimulado por la evolución de la tecnología: desde la portátil a la portable y, finalmente, a la que se incorpora en el organismo

  • por Marta del Amo | traducido por
  • 12 Noviembre, 2013

Lo primero que ves cuando te encuentras con Neil Harbisson es su tercer ojo, situado en su cabeza y unos 10 centímetros por delante del resto de su cuerpo. Se trata de un dispositivo que transforma los colores en sonidos y que, desde 2004, forma parte de su estructura corporal de forma oficial. Ese año, logró que el Gobierno británico le permitiera aparecer portándolo en la foto de su pasaporte. Así, se convirtió en el primer cíborg reconocido del planeta. Ahora, difunde su condición y las bondades que genera, como hizo en el encuentro Pioneers Festival celebrado recientemente en Viena (Austria).

Harbisson decidió incorporar a su cuerpo esta tecnología, bautizada como Eyeborg, a causa de la acromatópsia que padece y que limita su visión a los colores blanco y negro. Al principio, el aparato consistía en una mochila de unos cinco kilos de peso, conectada a una cámara y a unos auriculares. Varios años después, su tercer ojo es una lente que comunica con un microchip implantado en su cabeza.

A diferencia de otros dispositivos electrónicos que se insertan en el cuerpo, como podría ser un marcapasos, el de Harbisson le habla, y “es precisamente esa comunicación la que lo convierte en un elemento cibernético”. El cíborg no está, de hecho, de acuerdo con la definición que la Real Academia Española (RAE) da para su condición, que recoge como: “Ser formado por materia viva y dispositivos electrónicos”. Sin embargo, Harbisson matiza que “no todo lo electrónico es cibernético, puesto que la cibernética implica una comunicación entre el dispositivo y el su portador”, a diferencia de lo que supone llevar un marcapasos.

La conversión cibernética oficial de Harbisson tuvo lugar en 2004, sin embargo, él se considera un cíborg desde la primera vez que soñó en color. De hecho, opina que esta metamorfosis no consiste en implantarse este tipo de dispositivos, sino en el sentimiento que se desarrolle para con esa unión. En este sentido, explica que “puedes llevar la cibernética como explante pero sentir sus funciones como propias”.

Para Harbisson, la capacidad que le ofrece su tercer ojo es tan propia que, aunque reconoce que “podría vivir sin ella”, se compara con otro ser humano que perdiese el olfato o una mano.

Inicialmente, la motivación de Harbisson estaba dirigida a salvar su carencia visual. Pero, a lo largo de los años, esta experiencia le ha convertido en un activista cibernético que aboga por la transformación humana hacia esta nueva condición. Por ello, en 2010 creó la Fundación Cíborg junto a su pareja, Moon Ribas. El organismo, con sede en Barcelona (España), promueve la transformación cibernética con el objetivo de “crecer sensorialmente”.

Ribas es la primera en hacer gala de este principio, ella misma ha experimentado con varios dispositivos, como el sensor que genera una pequeña descarga eléctrica que le indica la velocidad de los objetos de su alrededor, el Speedborg, y el detector de seísmos (que no ha sido bautizado aún). De este modo, la cibernética planteada por la pareja se aleja de la ortopedia y se transforma en un modo de vida basado en el aumento de las capacidades sensoriales.

No tiene nada que ver con evitar una discapacidad, puesto que Harbisson cree que “cada uno es discapacitado en función de con quién se compare”, y que "todo ser humano es discapacitado auditivo si se compara con los perros", por ejemplo.

El contraste entre las capacidades de otras especies y las humanas es otro de los argumentos que ambos utilizan para justificar su deseo de expandir sus sentidos. Muchas de las habilidades que quieren incorporar a través de la cibernética se encuentran presentes en otros animales de forma natural.

Harbisson reconoce que se ha topado “prejuicios”, le han llegado a relacionar con el cíborg asesino de la película The Terminator y tildado de “antinatural”. Sin embargo, su visión es justamente la contraria y, dado que la cibernética es una creación humana, confía en ser “más humano cuanta más de esta tecnología incorpores”.

Su parte antinatural

Pero por muy humana que la consideren, estos abanderados de la cibernética también la asocian a algunos procesos que funcionan justamente al contrario de como lo hacen en los humanos, como es el envejecimiento. Harbisson explica: “Cuanto más tiempo usas la cibernética, más te adaptas a su tecnología y mejor funciona, por lo tanto, a los cíborgs les gustará envejecer, ya que sus sentidos funcionarán mejor que cuando nacieron”. Del mismo modo, afirma que esta forma de vida “permite evolucionar según se quiera, sin tener que esperar a hacerlo de forma natural”, lo que supone otro concepto opuesto a su funcionamiento real.

El envejecimiento positivo y la evolución dirigida que se generan a través de la expansión sensorial todavía no son tan populares como Harbisson querría, y reconoce que, aunque hay gente que prueba la experiencia, “es muy poca la que decide incorporarla a su organismo de forma permanente”. El cíborg cree que la revolución cibernética tendrá lugar en la década de 2040, ya que “son los niños de entre doce y catorce años los que más interés demuestran”. Estos jóvenes “ya han crecido con el lenguaje tecnológico y robótico, y están acostumbrados a tener tecnología siempre en las manos”.

Este boom cibernético se asocia a la propia evolución de la tecnología. Los dispositivos que se llevan en la mano están siendo, poco a poco, sustituidos por tecnologías portables, como son las Google Glass y los relojes inteligentes. Harbisson ve más allá y cree que los dispositivos portables darán paso aquellos que se incorporen directamente en el organismo. Él se utiliza a sí mismo como ejemplo de este concepto: “Yo no llevo un ojo electrónico, yo soy un ojo electrónico”.

Para fomentar esta transformación tecnológica, la web de la fundación de Ribas y Harbisson pone a disposición de cualquiera las instrucciones para crear algunos de sus dispositivos. Ribas explica que, además, “todos son de código abierto para que cada uno experimente como quiera y encuentre el dispositivo que le guste más”.

La masificación en el uso de algunas tecnologías ha revolucionado a la sociedad que, por ejemplo, actualmente vive con un smartphone pegado a la mano. ¿Conseguirá la labor de esta pareja normalizar el uso de la cibernética? De ser así, en el futuro, es posible que los silbatos para perros puedan ser escuchados por personas, que las longitudes de onda del infrarrojo y el ultravioleta pasen a formar parte del espectro de colores en los colegios, y que cualquiera pueda sentir un terremoto.

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