La iniciativa tiene como objetivo combinar la tecnología de cuatro compañías para crear la primera etiqueta con componentes electrónicos impresos.
Un adhesivo de plástico para registrar la temperatura, capaz de ofrecer historiales detallados de cajas de comida o botellas de dosis de vacunas, sería el primero en utilizar componentes electrónicos que hubiesen sido impresos en su totalidad, entre ellos la memoria, el circuito lógico e incluso la batería. El coste por adhesivo podría ser de solo 30 centavos de dólar (23 céntimos de euro) o menos.
Thin Film Electronics, con sede en Oslo, Noruega, pretende crear un matrimonio a cuatro entre la memoria impresa de la propia compañía y los transistores impresos del PARC (Centro de Investigación de Palo Alto, en California), además de con un sensor de temperatura impreso de PST Sensors (una compañía salida de la Universidad de Ciudad del Cabo en Sudáfrica), y con una batería impresa de Imprint Energy (procedente de la Universidad de California, en Berkeley). El primer prototipo que incluye todos estos componentes se espera para finales de este año.
"Hay muchas iniciativas en el ámbito académico y de investigación en las que se juega con la impresión de componentes electrónicos", afirma Janos Veres, director del equipo de electrónica impresa en el PARC. La novedad es que "alguien trate de hacerlo comercialmente y averigüe cuáles son las primeras aplicaciones que se pueden crear con 10 o 20 bits de memoria y una batería simple", indica Veres. "Necesitamos una biblioteca de distintos bloques de construcción que se fabriquen mediante el mismo proceso de manufactura para conseguir que este ecosistema funcione".
El producto previsto será diseñado para funcionar ya sea con una pantalla impresa o mediante lectura por contacto, además de incluir una batería que pueda durar de seis a nueve meses, lo que permitirá a la etiqueta hacer un registro continuo de la temperatura. Los sensores de temperatura adhesivos existentes cuestan unos pocos céntimos de euro pero ofrecen un tipo de medición bastante simplificada: una reacción química hace que cambien de color cuando llegan a ciertos umbrales, alertando de posibles deterioros.
En el extremo superior, los sistemas usados para registrar temperaturas exactas durante largos períodos de tiempo, y almacenar dichos datos ya sea para mostrarlos u obtenerlos, cuestan entre 15 y 25 dólares (11 y 19 euros) o más, y su uso se limita a artículos de alto valor u envíos del tamaño de palés.
Jennifer Ernst, vicepresidenta de Thin Film Electronics, afirma que la mezcla de materiales, sustratos y tecnologías de impresión está todavía en desarrollo. "Que yo sepa, es la primera vez que un conjunto de empresas han anunciado un plan para crear en conjunto un sistema totalmente integrado", señala. Si todo sale bien y el rendimiento es fiable, "podemos lograr objetivos de costes que los sistemas de silicio no podrían alcanzar", indica.