Khalid Al-Ali, director de asociaciones con la NASA en la Universidad de California y experto en robótica, nos habla de sus futuras aplicaciones industriales, sanitarias y espaciales.
Aviónica inteligente, sistemas de energía novedosos, vehículos y robots autónomos para misiones de exploración lunar... Son algunas de las tecnologías a cuyo desarrollo ha contribuido Khalid Al-Ali, director ejecutivo de la oficina de la Universidad de California para asociaciones con la NASA (UCONP, por sus siglas en inglés). Antes de ocupar este puesto, Al-Ali dirigió, en esta misma universidad, a más 150 líderes mundiales en robótica y aeronáutica, siempre con la vista puesta en la transferencia tecnológica.
Pero no solo la ingeniería aeroespacial se ha beneficiado de su trabajo y emprendimiento. La mamografía y la pediatría han incorporado también la innovación promovida por Al-Ali, que destaca la gran aptitud de los robots para desarrollar tareas asistenciales y auxiliares en el entorno hospitalario. Al-Ali, que ha sido también investigador y diseñador de programas en el Centro de Investigación Ames y en el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, ha participado en la conferencia de tecnologías emergentes EmTech Spain, organizada por Technology Review en español, y ha compartido con nosotros su visión sobre el futuro de la robótica.
TR.es: ¿A qué retos se enfrenta la robótica?
Khalid Al-Ali: Uno de los más importantes es el económico: hay un reto en inversiones en hardware. Gran parte de los fondos van a desarrollo de software porque es muy atractivo hacer aplicaciones para teléfonos y dispositivos similares. En cambio, es muy difícil encontrar inversores para hacer desarrollo de hardware que afronten el riesgo inicial. El riesgo existe, pero la robótica es un juego de software y hardware, no solo de software, y deben ir de la mano. En segundo lugar, como consecuencia de esto, otro gran reto es la fabricación avanzada, que es un aspecto clave para EE.UU. en general y en particular para la robótica y sus aplicaciones.
¿Existe también un desafío normativo?
Sí, por ejemplo, cuando nos planteamos tener robots en todas partes, hay que tener muy en cuenta los aspectos legales que esto implica. El espacio aéreo civil no está abierto para que cualquiera pueda poner a volar un robot o un vehículo aéreo no tripulado (UAV, por sus siglas en inglés). Necesitan permisos especiales. El ejército y servicios como las emergencias o los bomberos tienen sus propios espacios aéreos o posibilidades de acceder a ellos, pero la gente corriente, profesores de universidad que quieran hacer investigación en UAV, no pueden usar este espacio ahora mismo.
¿No se está desaprovechando un potencial?
Sí, la cuestión es cómo se ocupan las leyes de esto y qué pasa, por ejemplo, si ocurre un accidente. Muchas de estas preguntas han supuesto que se ralentice su desarrollo, ya que los inversores consideran que son trabas difíciles de superar, se acobardan e invierten en cosas más fáciles.
No ha mencionado aún ningún reto realmente tecnológico…
Sí que existen. Ahora mismo hay fuertes alicientes para ir en determinadas direcciones: smartphones, tablets... Los robots son móviles, y estos son también robots. Mi definición de robot es un dispositivo que puede sentir, pensar y actuar. Y en este caso, si miramos el iPhone 4S o mi teléfono Android, por ejemplo, puede hacer todo eso y muchas otras cosas, pero una vez que puede moverse, con ruedas o patas, el reto consiste en disponer de un paquete de hardware y software integrado y optimizado. Ahora mismo, muchos de estos dispositivos comerciales son relativamente torpes en cuanto a movimiento. Y ese es un desafío tecnológico nada trivial que requiere más apoyo e inversión. Llevo 8 o 9 años hablando de ello y cada año se dice “el año que viene va a ser el del gran boom de los robots”, pero hay que tener en cuenta todos esos factores, en parte económicos, en parte legales y en parte tecnológicos.
¿Y estamos cerca de poder decirlo ya?
Creo que no tanto como nos gustaría. La crisis económica ha alejado la búsqueda y, con el paso del tiempo, me he vuelto menos agresivo a la hora de decir “el año que viene”. La humanidad determina cuáles son sus necesidades de acuerdo, por ejemplo, a catástrofes como el reciente terremoto de Turquía o al accidente en el reactor nuclear de Fukushima en Japón. Entre otras cosas, estamos viendo cómo enviar robots allí para evitar la radiación en humanos. En este tipo de cosas sí hay innovación.
¿Qué puede ofrecer la robótica a la atención sanitaria?
Los hospitales son entornos muy controlados, y los robots se desenvuelven muy bien en hábitats predecibles en los que existe una regularidad. Por tanto es muy sencillo tener un robot que distribuya medicamentos u otros materiales porque sabe a dónde tiene que ir. En este ámbito, las inversiones prometen un gran retorno.
¿Habrá robots que atiendan a los pacientes?
Es otro campo sí, pero muy delicado. Imagina que hay un robot que está atendiendo a un paciente herido y el paciente empeora. ¿Quién es responsable? Si trabajamos con un sistema que hace exactamente lo que le dice el operador, no hay duda. Pero si funciona con inteligencia artificial, si las acciones del robot no van a ser siempre predecibles, ¿quién asume esa responsabilidad? Hasta ahora los robots no han sido considerados individuos, y no tienen derechos, pero eso podría cambiar algún día.
¿Cómo trabajáis vosotros en esta línea?
En Carnegie Mellon nos hemos centrado en lo que llamamos “interacción no invasiva y sin contacto con robots”. Eso significa que no tocan a la gente, no la empujan, sino que les observan mediante sensores de infrarrojos para obtener los datos que necesitan y se comunican con ellos. Esto es apropiado desde un punto de vista regulatorio. Hablo mucho de regulación porque estuve ocho años trabajando como investigador para la NASA y para una agencia gubernamental la regulación lo es todo.
¿Quiénes serán los principales inversores en el futuro?
En la actualidad, los Gobiernos son clientes clave para las empresas que se dedican a robots móviles, y en lo que se refiere a tecnología básica de robótica, el cliente principal es la industria automovilística. De hecho, son los grandes consumidores de semiconductores. Podemos verlo claramente en los sistemas de GPS integrados en los coches. El algoritmo de navegación que te lleva de un sitio a otro fue originalmente diseñado para que los robots pudieran desplazarse. Ahora lo usamos en los coches. Hay sistemas de alarma para evitar salidas de carril, sistemas de control inteligente anticolisión y otros que proceden de la robótica.
¿Es la robótica un negocio rentable?
El campo de los UAV, por ejemplo, tiene un futuro brillante. Tanto estos como los robots móviles son tecnologías bastante maduras y sencillas en las que el ejército ha invertido mucho y pueden extenderse ahora al consumo mayoritario. Además son bastante baratos en comparación con otros tipos de robots. En términos de retorno financiero, aunque es arriesgado especular, es cierto que hay un gran potencial para sacar mucho dinero. Ya dijo Bill Gates que en este mercado iba a haber “diez Microsofts”, superando en tamaño al mercado de los PCs. Pero decir cuándo va a suceder es muy difícil. Por eso, en términos de decisión financiera, el aspecto del retorno de capital es complejo y es solo una de las dimensiones, mientras que el beneficio humano tiene otras muchas.
¿Cómo serán los vehículos que vayan al espacio?
La propulsión es un aspecto esencial a tener en cuenta. Por eso, las tecnologías tienen que alejarse de los motores químicos, cuyo sistema es caro y lento. Ahora la mayoría del peso del cohete es el combustible, así que tenemos que idear formas más inteligentes de gestionarlo para que sea al revés y la mayoría del peso que llevemos sea lo que queremos transportar.
Con el fin de los shuttles de la NASA, ¿se inicia una nueva etapa de dominio ruso y europeo?
Es una nueva era para todo el mundo. Y no se debe a que los shuttles se hayan retirado; eso solo marca un punto en el giro hacia un acceso más abierto al espacio. Lo que nos distingue a los humanos de los demás seres vivos de la Tierra es el deseo de abandonar nuestro “vivero” e ir a otro lugar. Somos la única especie que ha desarrollado tecnologías, sistemas de lanzamiento complejos por nosotros mismos, y hemos salido al espacio. Como consecuencia de esto, hay que tener claro que el espacio es para todos, no es el privilegio de unos pocos, no debería ser solo de unas pocas agencias y empresas. Cuando vi el último lanzamiento de un shuttle me sentí al mismo tiempo triste y feliz. Es un máquina impresionante, de las más poderosas y complejas construidas por el hombre. Era triste que fuera a dejar de funcionar, pero también se abría la puerta a un mayor acceso al espacio, a que muchas compañías llenen ese vacío.