Los procesadores son más lentos pero usan mucha menos energía, lo que supone un gran beneficio para los responsables de grandes centros de datos.
No es ningún secreto que los centros de datos cada vez se enfrentan a mayores exigencias (hay que almacenar en algún sitio todos esos 800 millones de perfiles de Facebook). No es sorprendente que las compañías que operan estos almacenes estén preocupadas por los costes de uso de toda esa energía. En septiembre, Google anunció que sus operaciones globales usaban de forma continua 260 millones de megavatios de potencia, aproximadamente un cuarto de la energía generada por una planta de energía nuclear.
La semana pasada, Hewlett-Packard anunció que se asociaría con Calxeda, una start-up de procesadores con sede en Texas (Estados Unidos), para usar chips ARM con un consumo de energía extremadamente bajo en una nueva generación de servidores para centros de datos. Estos chips son similares a los utilizados en los iPhones, iPads y otros dispositivos móviles, y utilizan mucha menos energía que los chips tradicionales de Intel para servidores.
"Cada vatio que se utiliza en una CPU necesita más de un vatio para enfriarla", señala Sergis Mushell, analista de Gartner Research. "Si se reduce la demanda de energía de la caja en un vatio, te ahorras dos vatios de potencia".
Si llevamos todo esto hasta el tamaño de una empresa como Google o Facebook, encontramos un gran incentivo para reducir los requerimientos de energía.
Calxeda es una de las muchas empresas que ha adquirido licencias de diseños de procesadores de baja potencia de ARM Holdings, una empresa con sede en el Reino Unido surgida de una investigación académica realizada en dicho país durante la década de los 80. Calxeda es la primera compañía en usar los procesadores basados en ARM en servidores de centros de datos.
Hoy día, los procesadores basados en ARM se pueden encontrar en más del 90 por ciento de los teléfonos móviles del mundo. A medida que los teléfonos inteligentes han llegado a parecerse cada vez más a ordenadores en toda regla, estos chips han emigrado a otras áreas. Alrededor del 22 por ciento de los portátiles usarán chips de ARM en el año 2015, según una estimación.
"Los procesadores integrados de bajo consumo de energía están resultando ser una tecnología que verdaderamente está provocando un cambio", afirma Steve Furber, profesor de ciencias informáticas en la Universidad de Manchester, y uno de los diseñadores originales del chip ARM.
"No aportan nada radicalmente nuevo al negocio", indica. "Se cuelan en un nicho de mercado en el que los fabricantes de gama alta no están interesados. Pero acaban comiéndose a sus competidores de mayor rango. Creo que los centros de datos son el siguiente paso obvio".
Calxeda y otras compañías que usan la licencia del chip ARM están claramente de acuerdo. "Da la sensación de que nuestra plataforma es capaz de ofrecer un rendimiento 10 veces mayor por la misma cantidad de energía", señala Karl Freund, vicepresidente de marketing de Calxeda. "Estos procesadores son intrínsecamente más lentos, pero son más eficientes energéticamente".
La desventaja, por supuesto, es que para tareas intensas como el procesamiento de vídeo o el renderizado de imágenes, un ordenador basado en ARM podría no ser apropiado.
Freund afirma que la mayoría de los procesadores en servidores consumen cerca de 160 vatios durante sus operaciones normales, e incluso unos 80 vatios cuando están inactivos. Los procesadores de Calxeda, por el contrario, solo usan cinco vatios en funcionamiento normal y medio vatio "cuando el servidor está sin hacer nada", afirma Freund.
Indica que los nuevos servidores no serían apropiados para aplicaciones más sensibles a la "latencia", como el comercio algorítmico de acciones de bolsa o las consultas rápidas de datos, aunque cree que serían perfectos para empresas cuyos clientes sean usuarios habituales de sitios como Google y Facebook.
Furber considera que hasta los superordenadores podrían acabar usando procesadores de ARM en el futuro. "El futuro de la tecnología informática no es otro que el de ir en paralelo, y una vez que hayamos adoptado el paralelismo masivo, podremos elegir entre satisfacer nuestras necesidades de rendimiento a partir de, por ejemplo, 1.000 procesadores complejos o 10.000 procesadores simples", señala. "Estas dos soluciones ofrecerán más o menos la misma potencia de cálculo al mismo coste aproximado de silicio, aunque los procesadores simples lo harán con una décima parte del consumo de energía, y la energía es cada vez más el principal coste dentro de la informática", sentencia Furber.